Estudio bíblico de Ezequiel 40-48

Ezequiel 40 al 48

En el día de hoy, amigo oyente, llegamos al último estudio de este libro de Ezequiel, y vamos a comenzar este estudio en el capítulo 40. En nuestro programa anterior, tuvimos un breve bosquejo de lo que encontramos en esta última sección. Aquí tenemos una descripción del templo milenario en los capítulos 40 al 42. Después, en los capítulos 43 al 46, encontramos la adoración en el templo milenario, y finalmente, tenemos la visión en cuanto a la tierra en los capítulos 47 al 48. El párrafo que trata el primer tema, lleva entonces el siguiente título:

Descripción del templo del milenio

Los capítulos 40 al 42 contienen una descripción de este templo. Teniendo en cuenta la época de la existencia de este templo, esperamos poder verlo y quizás entrar en él, aunque no tenemos la intención de adorar en aquel lugar. Este templo estará situado aquí en la tierra, y nosotros creemos que vamos a estar en el lugar que se describe en el capítulo 21 de Apocalipsis, es decir, en la Nueva Jerusalén. Esa será la dirección final del creyente por toda la eternidad. Y si usted quiere darle su dirección en la eternidad a cualquier persona, aun cuando no sabemos cuál será el nombre de la calle en la que se encontrará, será en la nueva Jerusalén. Por lo menos sabemos la ciudad donde vamos a residir. Una cosa que Juan nos dijo sobre la ciudad fue la siguiente, en Apocalipsis 21:22; En ella no vi templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es su templo, y el Cordero. Por lo tanto la iglesia va a estar en un lugar donde no habrá templo; pero allí no necesitaremos un templo. Aquí en la tierra, a algunos les agradan más los ritos y ceremonias, y a otros, menos. Pero allí en la eternidad estaremos encantados con el Señor Dios y el Cordero, como templo de la ciudad llamada la Nueva Jerusalén. Esa visión directa será sin duda alguna una experiencia tan hermosa como difícil de imaginar.

Hemos visto cierto progreso y desarrollo en el libro de Ezequiel: después de que el enemigo ha sido derrotado. El pueblo de Israel entra en el reino de los mil años y habrá un templo aquí en esta tierra. Estamos hablando de la tierra, y esto significa que estamos hablando de Israel y de las naciones que serán salvadas. En ese tiempo, la iglesia de Cristo se encontrará allá con El en la Nueva Jerusalén. El primer versículo pues, del capítulo 40 nos dice:

"En el año veinticinco de nuestro cautiverio, al principio del año, a los diez días del mes, a los catorce años después que la ciudad fue conquistada, aquel mismo día vino sobre mí la mano del Señor, y me llevó allá."

Ahora, la ciudad de Jerusalén había sido destruida y el templo incendiado, pero a Ezequiel se le mostró en ese momento el templo que estará en esa ciudad durante el reino de los mil años. Y continuó diciendo en los versículos 2 y 3 de este capítulo 40:

"En visiones de Dios me llevó a la tierra de Israel y me puso sobre un monte muy alto, sobre el cual había un edificio parecido a una gran ciudad, hacia el lado sur. Me llevó allí, y vi que había un hombre, cuyo aspecto era como el aspecto del bronce. Tenía un cordel de lino en la mano y una caña de medir, y él estaba de pie junto a la puerta."

Cada vez que en la Biblia encontramos a un hombre con una vara de medir, es generalmente un ángel y aquí, por lo tanto, se trata de un ángel, lo cual significaba que Dios se estaba preparando para actuar otra vez para tratar con Su pueblo terrenal. Encontramos esta situación nuevamente en los libros de los profetas menores y en el libro de Apocalipsis. Leamos el versículo 4 de este capítulo 40:

"Aquel hombre me habló, diciendo: Hijo de hombre, observa con cuidado, escucha atentamente y fíjate bien en todas las cosas que te muestro, porque para que yo te las mostrara has sido traído aquí. Cuenta todo lo que ves a la casa de Israel."

Personalmente creemos que Ezequiel fue llevado literalmente a Jerusalén, donde se le mostró la visión del templo milenario del futuro. Veamos el comienzo de la visión, leyendo el versículo 5 de este capítulo 40:

"Y vi que había un muro fuera de la casa; y la caña de medir que aquel hombre tenía en la mano era de tres metros. Y midió el espesor del muro, que era de tres metros; y su altura, de tres metros."

Comenzando con este versículo 5 y continuando con estos capítulos se nos dio mucha información detallada sobre el templo, detalles en los cuales no entraremos. Se nos describieron las instalaciones y sus alrededores, por lo que vemos que obviamente será una obra de gran belleza. Dice el versículo 39 de este mismo capítulo:

"A la entrada de la puerta había dos mesas a un lado y otras dos al otro, para degollar sobre ellas el holocausto, la expiación (u ofrenda por el pecado) y el sacrificio por el pecado (u ofrenda por la culpa)."

En los versículos 39 al 42 encontramos que se restaurará el sistema mosaico con la reincorporación de la liturgia Levítica, y el holocausto, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por la culpa. Y dice el versículo 41 de este capítulo 40:

"Cuatro mesas a un lado, y cuatro mesas al otro lado, junto a la puerta; ocho mesas, sobre las cuales serán degolladas las víctimas."

En el templo del reino se ofrecerán sacrificios, Discutiremos este tema en el capítulo 45. Leamos ahora el versículo 44 de este capítulo 40:

"Fuera de la puerta interior, en el atrio de adentro que estaba al lado de la puerta del norte, estaban las cámaras de los cantores, las cuales miraban hacia el sur; una estaba al lado de la puerta del oriente que miraba hacia el norte."

También habrá música y cantores en el templo. Continúa diciendo el versículo 47 de este mismo capítulo 40:

"Midió el atrio, que tenía cincuenta metros de longitud y cincuenta metros de anchura: era cuadrado. Y el altar estaba delante de la casa."

Otra vez se nos llama la atención sobre el hecho de que habrá un altar para sacrificios. Hoy, en la ciudad de Jerusalén, existe una reproducción bastante grande de lo que era la ciudad de Jerusalén en los días de Herodes y del Señor Jesús. Al examinarlo de cerca uno encuentra que en esa réplica no hay altar para sacrificios; ha sido dejado fuera. Los judíos ortodoxos se encuentran algo incómodos con un altar, y los judíos liberales quieren librarse de él de una vez por todas. Sin embargo, en el templo de los mil años, habrá un altar.

Llegamos ahora a un nuevo párrafo titulado

La adoración en el templo del milenio

Los capítulos 43 al 46 describen la adoración del templo. Al considerar este templo debemos recordar que en los últimos días del templo de Salomón, la gloria Shekinah, es decir, la presencia de Dios, estaba ausente. Sin embargo aquí en el capítulo 43 la gloria regresó al templo, y como vemos en la adoración del templo del milenio, Aquel a quien adorará Israel, se encontrará en el templo. No será otro que el Señor Jesucristo.

Pasemos ahora al capítulo 43 y leamos los versículos 1 y 2:

"Me llevó luego a la puerta, la que mira hacia el oriente, y vi que la gloria del Dios de Israel venía del oriente. Su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria."

La gloria de Dios vendrá del este y llenará el templo. Este será el retorno de Cristo a la tierra, y El traerá la gloria Shekinah con El. Cuando vino a Belén, hace más de dos mil años, la gloria no estaba con Él. Pero aquí, el versículo 4 del capítulo 43 dice:

"La gloria del Señor entró en la casa por la vía de la puerta que daba al oriente."

Aparentemente el Señor vendrá del este. Veremos esto otra vez en el capítulo 44. Ahora, el versículo 19 de este capítulo 43 dice:

"A los sacerdotes levitas que son del linaje de Sadoc y que se acerquen a mí, dice el Señor Dios, para ministrar ante mí, darás un becerro de la vacada, para expiación."

En esta sección estamos tratando el tema de la adoración en el templo. Los sacrificios que se ofrezcan tendrán un carácter conmemorativo. Mirarán retrospectivamente, hacia atrás, a la obra de Cristo en la cruz, así como las ofrendas del Antiguo Testamento anticiparon Su sacrificio. En el capítulo 45 abordaremos este tema con mayor detalle.

En el capítulo 44, a Ezequiel se le dijo que un príncipe entraría en la ciudad. Dicen los versículos 1 al 3:

"Me hizo volver hacia la puerta exterior del santuario, la cual mira hacia el oriente, y estaba cerrada. Y me dijo el Señor: Esta puerta estará cerrada; no se abrirá y no entrará nadie por ella, porque el Señor, Dios de Israel, entró por ella; estará, por tanto, cerrada. En cuanto al gobernante, por ser el gobernante, él se sentará allí para comer pan delante del Señor; por el vestíbulo de la puerta entrará y por ese mismo camino saldrá."

La puerta oriental de la Jerusalén actual está cerrada, está completamente tapiada. Algunos creyentes premilenarios (que creen que la segunda venida del Señor precede al milenio) creen que este es un cumplimiento de estos versículos de Ezequiel, y que la puerta no será abierta otra vez hasta que venga el Mesías. Tenemos dos objeciones ante ese punto de vista que nos agradaría mencionar.

En primer lugar, diremos que el príncipe mencionado aquí que llegará, no será el Señor Jesucristo. Ezequiel dijo que este príncipe ofrecería un sacrificio y adoraría a Dios (capítulos 45 y 46); en consecuencia, no puede ser el Señor Jesús. El Señor Jesús es Dios, y El nunca ha tenido que ofrecer un sacrificio, ni nunca lo ofrecerá. No es necesario que El lo haga, porque El aun puede decir ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Así que este príncipe no es el Señor Jesús. El profesor McGee personalmente cree que el príncipe es David. Hay muchos buenos eruditos que no están de acuerdo en que sea David, pero sí están de acuerdo en que no será el Señor Jesús. Muchos creen que el príncipe será simplemente otro hombre de la línea genealógica de David.

La segunda objeción es que la puerta en cuestión, obviamente, no es la puerta de la ciudad, sino la puerta del templo. Es cierto que el templo aun no se encuentra allí, y tiene que ser construido antes que todo esto pueda tener lugar. La puerta tapiada de la ciudad no tiene nada que ver con ésta. El probablemente vendrá por la puerta oriental de la ciudad, pero podría ser la puerta actual, o la muralla podría ser derribada y una muralla y una puerta completamente nuevas podrían ser construidas antes de entonces. Tenemos que recordar que la muralla que allí se encuentra en la actualidad no es la que Cristo conoció ni la que Ezequiel conoció. Ambas murallas han sido destruidas hace muchísimo tiempo.

El capítulo 45 nos dice que será celebrada la fiesta de la Pascua. Leamos los versículos 18 al 22:

"Así ha dicho el Señor Dios: El mes primero, el día primero del mes, tomarás de la vacada un becerro sin defecto y purificarás el santuario. El sacerdote tomará de la sangre de la expiación y pondrá sobre los postes de la casa, sobre los cuatro ángulos del descanso del altar y sobre los postes de las puertas del atrio interior. Así harás el séptimo día del mes para los que pecaron por error y por engaño, y harás expiación por la casa. El mes primero, a los catorce días del mes, tendréis la Pascua, fiesta de siete días; se comerá pan sin levadura. Aquel día el gobernante ofrecerá por sí mismo y por todo el pueblo de la tierra, un becerro en sacrificio por el pecado."

La Pascua decididamente se refiere a Cristo: en 1 Corintios 5:7 dice: Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.

En este punto tenemos que responder una pregunta importante: si todos los sacrificios del Antiguo Testamento se cumplieron en Cristo, ¿Por qué serán restaurados nuevamente durante el milenio? El profesor McGee no encuentra aquí ningún conflicto porque cree que los sacrificios ofrecidos durante el milenio van a mirar retrospectivamente, hacia atrás, a la venida de Cristo y Su muerte en la cruz, de la misma manera en que en nuestro tiempo, la Cena del Señor los mira retrospectivamente, recordándolos. Aun así, alguien podría preguntar por qué será necesario un ofrecimiento literal de sacrificios. Estimado oyente, la familia humana tiene muchas dificultades para aprender y recordar una lección y esa es la razón por la cual el profesor McGee, cree que la sangre de Cristo va a estar, de alguna manera, en el cielo. Estará allí para revelarnos del terrible abismo del cual fuimos rescatados. Nuestra salvación del pecado y del infierno para estar en el cielo fue una tarea de tal magnitud que solo Dios podía llevar a cabo. La sangre de Cristo, entonces, estará en el cielo para recordar a la iglesia esta realidad, de la misma manera que los sacrificios también serán restaurados aquí en la tierra, para revelar al pueblo de Israel cómo fueron ellos redimidos. El siguiente párrafo nos ofrece

Una visión sobre la tierra

En los capítulos 47 y 48 a Ezequiel le fue mostrada una imagen de la tierra durante el reino milenario. Leamos los versículos 1 y 2 del capítulo 47:

"Me hizo volver luego a la entrada de la casa. Y vi que salían aguas por debajo del umbral de la casa hacia el oriente, porque la fachada de la casa estaba al oriente; y las aguas descendían por debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Me sacó por el camino de la puerta del norte y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho."

Veamos la frase Y vi que salían aguas por debajo del umbral de la casa hacia el oriente. Es decir, que las aguas provenían del altar. Allí es donde todas las bendiciones se originan, en el altar. Todo lo que nos llega a nosotros en forma de de bendiciones, viene por medio de la muerte de Cristo en la cruz por usted y por mí.

El agua aquí es una figura, un tipo del Espíritu Santo, y de este pasaje se pueden extraer muchas lecciones espirituales. Y el versículo 3 de este capítulo 47 dice:

"Salió el hombre hacia el oriente, llevando un cordel en la mano. Midió quinientos metros y me hizo pasar por las aguas, que me llegaban hasta los tobillos."

Esta frase las aguas, que me llegaban a los tobillos nos habla del caminar, del vivir del creyente en el Espíritu. Y dice el versículo 4 de este capítulo 47:

"Midió otros quinientos metros y me hizo pasar por las aguas, que me llegaban hasta las rodillas. Midió luego otros quinientos metros y me hizo pasar por las aguas, que me llegaban hasta la cintura."

La frase las aguas, que me llegaban hasta las rodillas nos habla de la oración en la vida cristiana.

Y la frase las aguas, que me llegaban hasta la cintura nos recuerda que, así como Cristo se ató una toalla a la cintura como un siervo ante sus discípulos, nosotros debemos también prepararnos para el servicio cristiano. El vivir y el servicio del creyente se basan en la redención que tenemos en Cristo. Continuemos leyendo el versículo 5 de este capítulo 47:

"Midió otros quinientos metros, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado."

Dice aquí el río no se podía pasar sino a nado. Esta es una figura de la plenitud del Espíritu y mira anticipadamente y con ansia al día en que Dios derramará Su Espíritu sobre ese pueblo. El no lo está haciendo en la actualidad.

Y leamos ahora el versículo 7 de este capítulo 47:

"Y al volver vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado."

Estos muchísimos árboles nos señalan al fruto que habrá en nuestras vidas cristianas.

Hemos expuesto una aplicación de este pasaje, que podemos poner en práctica en nuestras vidas. Sin embargo, la interpretación para el pueblo de Israel, es que habrá una fuente de agua eterna que brotará del altar en aquel día, que traerá bendición a esa tierra. Y estimado oyente, en esa tierra realmente hoy necesitan el agua.

El capítulo 48 nos presenta la división de la tierra entre las 12 tribus. La tribu de Dan tiene un interés particular para nosotros. Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 48:

"Estos son los nombres de las tribus: Desde el extremo norte por la vía de Hetlón viniendo a Hamat, Hazar-enán, en los confines de Damasco, al norte, hacia Hamat, tendrá Dan una parte, desde el lado oriental hasta el occidental. Junto a la frontera de Dan, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, tendrá Aser una parte."

La tribu de Dan estará presente en el milenio aunque estará ausente del grupo de aquellos que serán sellados en el período de la gran tribulación (ver Apocalipsis 7:4-8). Los de la tribu de Dan no efectuarán un servicio en la gran tribulación, pero la gracia de Dios los incluirá en el milenio. Nosotros también, somos salvos por gracia, pero recompensados por el servicio cristiano.

Y así, el libro de Ezequiel concluye con una imagen de la ciudad, el templo milenario, y la tierra durante el milenio, cuando toda maldición será removida. ¡Qué imagen nos dejó aquí el profeta Ezequiel!

Y así, pues, finaliza nuestro estudio de este libro del profeta Ezequiel. Esperamos que haya sido de gran provecho espiritual para usted Dios mediante, en nuestro próximo programa, volveremos al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio en la epístola del Apóstol Pablo a Tito. Estimado oyente, esperamos que nos acompañe en este nuevo recorrido por el Nuevo Testamento.

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