Estudio bíblico de Mateo 25:31-26:22

Mateo 25:31-26:22

Terminábamos el programa anterior en el párrafo de Mateo 25:16 al 30, con la aplicación práctica de la parábola de los talentos para nuestro tiempo; concretamente, para los que hemos creído en Jesucristo, ante la realidad de tener que estar, algún día, frente a Dios, quien examinará nuestra vida y evaluará hasta que punto habremos sido fieles en las diversas responsabilidades que nos ha encomendado.

En este capítulo, el Señor estaba alertando a los que formamos parte del pueblo de Dios en cuanto a prepararnos para Su venida y nuestro encuentro con El, lo cual será evidente en los próximos versículos.

Durante el período de la tribulación, todas las naciones tendrán la oportunidad de escuchar y recibir el mensaje de Dios. El evangelio de todos los tiempos, el único evangelio y con un énfasis en el reino será predicado a todas las naciones. Pero algunos rechazarán a los mensajeros de Dios, llamados en este pasaje "hermanos de Cristo"; al rechazar a tales mensajeros, estarán rechazando a Cristo mismo. Leamos el versículo 31, que inicia el párrafo titulado,

El juicio de las naciones

"Pero cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con El, entonces se sentará en el trono de su gloria;"

En todo el Discurso del monte de los Olivos, la atención se concentra y progresa hacia el momento de situar a Jesucristo en el trono de este mundo. Este es el mensaje del Evangelio según Mateo y, en realidad, es también el mensaje de toda la Palabra de Dios.

Vemos que todas las naciones serán juzgadas. Alguien podría preguntar; ¿no se referirá a los individuos? Si, se refiere a los individuos que forman las naciones. Pero las naciones también son responsables ante Dios. Leamos los versículos 32 hasta el 40:

"y serán reunidas delante de El todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos como forastero, y te recibimos, o desnudo, y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Respondiendo el Rey, les dirá: En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis."

Como tantos mensajeros a lo largo de la historia, los 144.000 mencionados en el Apocalipsis, marcados por Dios por un sello de protección, recorrerán todo el mundo para predicar el mensaje del evangelio con un énfasis en el reino, para que las personas puedan conocer y recibir a Cristo, aceptando que El, por su muerte en la cruz, realizó el sacrificio por sus pecados y para que, de esta manera, estén preparadas para Su cercana venida. Algunas naciones rechazarán a Cristo, el Anticristo hará matar a los mensajeros de Dios; en medio de esa situación de acoso y persecución, cualquiera que les ofrezca ayuda, incluso un vaso de agua fresca, pondrá en peligro su vida. Este gesto de dar un vaso de agua tiene poca importancia en nuestro tiempo y circunstancias, pero en la época de la gran tribulación tendrá un gran valor, porque implicará adoptar públicamente un compromiso firme con Jesucristo. La base sobre la que serán juzgadas las naciones consistirá en su aceptación o rechazo de Jesucristo por lo cual, hablando de la ayuda ofrecida a sus mensajeros, El dijo lo siguiente: "en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí lo hicisteis", porque tales mensajeros estarán representándole a El. Esta será, pues, la manera en que los individuos demostrarán su fe en el mensaje que anuncie que el reino de los cielos se ha acercado, y que ellos deberán arrepentirse y volverse a Cristo para ser salvos.

Para aquellos que rechacen esta invitación, solo quedará el juicio. Leamos los versículos 45 y 46, con los que finaliza este capítulo 25:

"El entonces les responderá, diciendo: En verdad os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de los más pequeños de éstos, tampoco a mí lo hicisteis. Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna."

Mateo 26:1-22

Tema: Acontecimientos finales de la vida de Jesús inmediatamente antes de la cruz; la conspiración para arrestarle, la actitud de María de Betania al ungir a Jesús, las gestiones de Judas Iscariote para vender a Jesús, la celebración de la primera cena del Señor, la anunciada negación de Pedro, la agonía en el jardín de Getsemaní, la traición de Judas, el arresto por parte de los principales sacerdotes, el juicio ante Caifás y el Sanedrín, y la negación de Pedro.

Este es el capítulo más extenso del Evangelio según Mateo. Existe una interrupción al final del versículo 30, donde pueden insertarse los sucesos del Evangelio de Juan 15, 16 y 17. Otra interrupción natural se encuentra al principio del versículo 57. Quizás los que efectuaron las divisiones de los capítulos incluyeron tantos acontecimientos en un capítulo para hacer ver al lector algo del alcance y rapidez de estos hechos tan significativos.

Cada incidente y detalle de este capítulo señalaba a la cruz. La sucesión precisa de los eventos podría dar al lector la impresión de que Jesús estaba atrapado por un torbellino de circunstancias que no podía controlar. Sin embargo, un análisis cuidadoso revelará que El como Señor controlaba las situaciones y que nunca se hizo tan evidente su carácter real como cuando se acercaba a la cruz.

Todo lo registrado en este capítulo 26 y en el 27, debería ser estudiado a la luz de su determinación, expresada seis meses antes y en Cesarea de Filipos, de ir a Jerusalén a morir. Decía el relato en 16:21:

"Desde entonces Jesucristo comenzó a declarar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén y sufrir muchas cosas de parte de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día."

El estaba actuando de acuerdo con el horario fijado por Dios y, en consecuencia, imponía su ritmo al desarrollo de los hechos. El no era una víctima impotente atrapada, como el grano que iba a ser triturado, entre la muela o piedra de molino superior de la intriga religiosa y la muela de molino inferior del poder romano. Un sentimiento de reverencia debería impregnar nuestros pensamientos, a medida que vamos considerando los sucesos de este capítulo, porque ellos están vitalmente relacionados con nuestra salvación.

Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este capítulo 26, que inician una breve sección en la que se revela

El plan para matar a Jesús

"Cuando Jesús terminó todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado."

Cuando aquí se nos dice que Jesús terminó "todas estas palabras", se estaba refiriendo al Discurso del Monte de los Olivos. Había respondido sus preguntas sobre el final de la época y ahora, les acababa de hacer un importante anuncio. Continuemos leyendo hasta el versículo 5:

"Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás. Y tramaron entre ellos prender a Jesús con engaño y matarle. Pero decían: No durante la fiesta, para que no haya un tumulto en el pueblo."

Vimos que en el versículo 2 Jesús les dijo a sus discípulos que iba a morir, según el relato, por sexta vez. Seis meses antes de este incidente, en Cesarea de Filipos, había comenzado a anunciarles su muerte inminente. En este pasaje que acabamos de leer estaba incluso fijando el momento de su muerte. Les dijo que moriría durante la fiesta de la pascua. Pero los dirigentes religiosos tenían otros planes, como hemos leído en el versículo 5, porque temían que se produjese una reacción en el pueblo. Los mismos que habían determinado matarle decían que no le crucificarían durante la pascua. Y El dijo que moriría durante la pascua. Al final, ¿cuándo murió? Pues durante la pascua. Vemos así que fue Jesús y no sus enemigos los que decidieron el momento de la ejecución. El se encontraba al mando de los acontecimientos. Es que en el Evangelio de Mateo El es presentado como el Rey, y cuando parecía encontrarse más indefenso y débil que en cualquier otro instante, estaba realmente a cargo de la situación. El odio profundo de sus enemigos les había conducido al extremo de planear su asesinato, y lo querían cometer a su manera. Pero no se les permitiría hacerlo. Por ello hemos afirmado que, cuánto más se acercaba Jesús a la cruz, más evidente se hacía su carácter real.

Pasemos ahora a examinar un incidente muy instructivo. Leamos los versículos 6 y 7, que nos describen como

Jesús fue ungido por María en Betania

"Y hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza cuando estaba sentado a la mesa."

Para Jesús, Betania fue un lugar donde recibió amor, mientras que en Jerusalén recibió odio. El se quedó en Betania durante Sus últimas horas antes de Su muerte. Este incidente tuvo lugar en la casa de Simón el leproso. ¿Por qué le llamaban Simón el leproso? ¿Estaba enfermo de lepra? Hubo un tiempo en el que había sufrido de tal enfermedad pero, sin duda, Jesús le había sanado y ahora podía sentarse y tener una relación estrecha con el Señor Jesús y otros que también se encontraban cenando en su casa.

Esta fue una maravillosa escena. Los enemigos de Jesús en la actualidad, no le conocen. No conocen realmente al Señor que sanó, que amó, que lloró y que juzgó. Los intentos actuales de representarle deforman gravemente su imagen, dan una imagen falsa de su personalidad e intentan manipular su figura para beneficiar a los más variados intereses.

Cuando alguien se ha acercado al Señor Jesús y ha sido limpiado por El, puede sentarse y tener una relación personal de compañerismo con El. Esta es, pues, la escena que tenemos delante nuestro en este pasaje. Mientras cenaban, una mujer (que el Evangelista Juan en su 12:3 identificó con María Magdalena) vino a Jesús con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y derramó su ungüento fragante sobre Su cabeza y Sus pies. El citado Juan también nos dijo que fue Judas Iscariote el que promovió la reacción que se produjo contra ella. Aunque todos los discípulos estuvieron de acuerdo con él. Leamos los versículos 8 y 9:

"Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: ¿Para qué este desperdicio? Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el dinero habérselo dado a los pobres."

Yo me pregunto hasta dónde llegaba su preocupación por los pobres. Tenían razón en que el perfume se habría podido vender con provecho. Se calcula que su valor equivalía al sueldo anual de un trabajador rural. Leamos el versículo 10, donde comenzó la respuesta de Jesús:

"Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a la mujer? Pues buena obra ha hecho conmigo."

En lo que concierne a los cristianos, no deberían hacer nada que no honre al nombre del Señor Jesucristo. Si una acción no tiene esa motivación, ¿qué bendición puede traer a la gente? Una obra de ayuda o asistencia social motivada por amor y realizada hoy en el nombre del Señor Jesús, sería calificada por el Señor como aquel gesto de aquella mujer del incidente bíblico, es decir, como una buena obra. Continuemos este relato con los versículos 11, 12 y 13:

"Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Pues al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. En verdad os digo: Dondequiera que este evangelio se predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, en memoria suya."

Durante aquella semana final, el Señor no pasó ninguna noche en la ciudad de Jerusalén, pero sí permaneció en Betania, donde encontró una amistosa acogida en casa de quienes le amaban. También en la actualidad, aquellos que quieren estar con El, y que le aman, son los que pueden disfrutar de la realidad de estar unidos a el. Estimado oyente, tú también puedes tener esa relación, si así lo deseas.

Podríamos decir que la historia del frasco de alabastro roto, ha llenado el mundo entero con su fragancia. Recordemos que el Señor dijo que allí donde el Evangelio se predicare, en el mundo entero, se hablaría de lo que esa mujer había hecho. De todos los seguidores de Cristo, solo María comprendió el significado de Su muerte, lo cual no fue el caso de los apóstoles. Aunque ella estaba al margen de los acontecimientos, captó su significado y se lo expresó a Jesús, ungiéndole. ¿Desperdició aquel perfume? En el relato de los Evangelios, podemos leer que por la mañana, en el primer día de la semana, otras mujeres vinieron a la tumba de Jesús para ungir Su cuerpo en la sepultura. Pero, ¿pudieron derramar su ungüento sobre el cuerpo de Jesús? No. Porque El ya no estaba en la tumba. Había resucitado. Solo María había tenido el privilegio de ungirle. Estimado oyente, tú y yo necesitamos romper nuestro vaso de alabastro con su perfume, en el nombre del Señor Jesús. El mundo no le conoce; así que debiéramos ser muy cuidadosos, para que todo lo que hagamos traiga honor y gloria, no a nosotros, sino a El.

Nos apartamos de esta escena maravillosa y luminosa, para acercarnos a una escena oscura. Leamos los versículos 14 al 16, que tratan sobre

La intriga de Judas para vender a Jesús

"Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarle."

La acción de Judas Iscariote fue sombría y cobarde, en contraste con la actitud de percepción espiritual de María. Dante Alighieri, el poeta italiano, en su obra Inferno colocó a Judas y a Bruto (que traicionó a César) en el lugar más bajo, y nadie se ha quejado por ello. Es que aquellos hombres hicieron lo más vil y despreciable que un ser humano puede hacer, cuando traicionaron a personas muy ligadas a ellos, a quienes debían lealtad.

El relato aclara que Judas buscó el momento más apropiado para traicionarle. Es que el arresto debía tener lugar cuando las multitudes ya se hubiesen retirado y Jesús se encontrase solo. Por ese momento oportuno esperaba Judas.

El siguiente párrafo nos lleva a considerar

La pascua y la última cena

Leamos los versículos 17 al 19:

"El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? Y El respondió: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos. Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua."

El Señor se dirigió entonces a la casa señalada donde, en el piso alto, se reunió con sus discípulos. Allí fue donde anunció que alguien le traicionaría. Sigue el relato en los versículos 20 al 22:

"Al atardecer, estaba El sentado a la mesa con los doce discípulos. Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor?"

Es sorprendente que ningún discípulo haya señalado a otro con dedo acusador. Porque todos ellos, entristecidos, debieron ser conscientes de que en lo profundo de su corazón existía la posibilidad de traicionar a Cristo. ¿Has descubierto esa sensación en la parte íntima de tu propia vida? Estimado oyente, tú y yo podríamos descender tan bajo. Quizás respondas: "¡No, yo jamás podría hacerlo, ni llegar tan lejos!" ¿Estás seguro? Yo le traicionaría si El no mantuviese su mano sobre mí y, quizás, tu también.

Terminamos aquí nuestra reflexión de hoy, mientras aun resuenan los ecos de las palabras de Jesús, y de las preguntas que brotaron de la profunda tristeza de Sus discípulos. Nos quedamos en esta escena, colocándonos en ella como mudos espectadores a través del tiempo, compartiendo los sentimientos de aquellos hombres y su angustiosa pregunta. Y, aunque preferimos no escuchar de los labios de Jesús la respuesta, sentimos la necesidad de acercarnos a El cada vez más. Tan cerca como para que podamos sentir su mano fiel, que toma la nuestra con firmeza y la sostiene.

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