Estudio bíblico de Hebreos 5:1-7

Hebreos 5:1-7

Llegamos hoy, amigo oyente, al capítulo 5, en este recorrido que estamos efectuando por la epístola a los Hebreos. Este capítulo continúa el gran tema de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, mostrando que Él es superior al sacerdocio Levítico, con el cual los Hebreos estaban tan familiarizados.

En los primeros diez versículos tenemos la definición de un sacerdote. Como indicamos anteriormente, Cristo tiene el cargo o función triple de profeta, sacerdote y rey. Él es la palabra final de Dios al hombre. En Cristo Dios ha dicho todo lo que tiene intención de decir. Como profeta, Él habló hace más de dos mil años. Ahora Él es la Palabra de Dios. Él es el sacerdote para esta época actual. Algún día en el futuro Él va a venir como Rey. Pero precisamente ahora, Cristo es nuestro gran Sumo Sacerdote. Tenemos acceso a Él. Él es un gran Sumo Sacerdote, así como Aarón fue un gran sumo sacerdote.

Cada creyente es un sacerdote, así como toda la tribu de Leví (una de las tribus de Israel) eran sacerdotes. Podemos ofrecer sacrificios a Dios como sacerdotes. La alabanza es un sacrificio que podemos ofrecer. ¿Estimado oyente, le ha alabado hoy usted? Y podemos ofrecerle el fruto del trabajo de nuestras manos, el fruto de nuestras mentes, o de nuestro tiempo. Los creyentes podemos convertir todas estas cosas en una ofrenda para Él. La oración es la obra de un sacerdote. El reconocer nuestra posición y privilegio elimina todos los mecanismos técnicos que tenemos hoy. Deja a un lado todos los métodos que utilizamos. En la actualidad vemos dos acercamientos extremos a Dios a través de la adoración. Uno es un acercamiento muy emocional y el otro es un acercamiento muy ritualista. Ambos son aproximaciones humanas y en absoluto constituyen una adoración espiritual. Simplemente necesitamos venir a Él y librarnos de todo tecnicismo y de los métodos.

Amigo oyente, ésa es la adoración que muchos ofrecen hoy a Dios. O son demasiado ritualistas o excesivamente emocionales; se dejan controlar por sus sentimientos antes que por la Palabra de Dios.

El último versículo del capítulo 4 nos insta a acudir con libertad ante el trono de la gracia. Necesitamos misericordia, compasión, y necesitamos ayuda, y Él está en una posición en la que puede suplirlas porque es nuestro gran Sumo Sacerdote.

Vamos a leer entonces el versículo 1 de este quinto capítulo de Hebreos, en el cual podremos ver:

La definición de un sacerdote

"Porque todo sumo sacerdote es escogido de entre los hombres y constituido a favor de los hombres ante Dios, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados"

Aquí tenemos la definición de un sacerdote. Los requisitos comenzaban estableciendo que debía ser escogido entre los hombres, es decir, que tenía que ser un hombre. Es que tenía que ser representativo. Representaba al hombre, pero representaba al hombre ante Dios. Dice en este versículo "constituido a favor de los hombres" para los asuntos que se refieren a Dios. Como iba a presentarse ante Dios, tenía que ser aceptable para Dios. Esto es lo que sugiere esta última frase. En el versículo 4 de este capítulo se nos dijo específicamente que ningún hombre tomaba ese honor para sí mismo, sino aquel que era llamado por Dios, como lo fue Aarón. Tenía que ser designado y ordenado por Dios. Por lo tanto tenemos aquí tres requisitos: (1) Tenía que ser escogido entre los hombres; (2) Designado para actuar a favor de los hombres; y (3) Se presentaba ante Dios representando a los hombres.

Podemos trazar una diferencia aquí entre un sacerdote y un profeta. ¿Qué era un sacerdote, y qué era un profeta? Bueno, un sacerdote iba del hombre a Dios, representaba al hombre ante Dios. Pero un profeta venía de Dios a los hombres con un mensaje de parte de Dios. Ésa era la diferencia. En consecuencia, el sacerdote del Antiguo Testamento no les decía a los hombres lo que Dios tenía que decir, porque ése era el ministerio del profeta. El ministerio del sacerdote era representar al hombre ante Dios. Ahora en la época actual, nuestro Señor Jesucristo es el único sacerdote. Él es quien nos representa ante Dios.

El sacerdocio de Cristo no funciona para los pecadores perdidos, sino para los pecadores salvados. Recordemos lo que el apóstol Juan dijo en su primera carta, capítulo 2, versículo 1: "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis". Juan estaba hablando a personas que habían pecado. Aun siendo hijos de Dios, hemos pecado. Y estamos agradecido porque nos ha incluido cuando añadió, "Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo". Cristo nos está representando allá arriba. Cuando Satanás, nuestro enemigo, nos acusa ante Dios el Padre, el Señor Jesús nos representa. Él es nuestro Sumo Sacerdote. Esa es la razón por la cual nunca estaríamos satisfechos simplemente por tener un sacerdote aquí en la tierra. Es que si alguien va a representarnos ante Dios, queremos estar seguros de que él sea aceptable para Dios. ¿Hay alguien que haya sido reconocido oficialmente para ello? ¿Ha sido alguien aprobado por Dios para representarme en el cielo? Nosotros podemos orar los unos por los otros, pero no podemos representarnos unos a los otros en el cielo. Pero como cada uno de nosotros necesita a alguien que le represente, me alegra tener un gran Sumo Sacerdote que me representa ante el Padre.

Y continúa diciendo el versículo 1, hablando del sacerdote, "para que presente ofrendas y sacrificios". Observemos que el sacerdote podía ofrecer ofrendas y sacrificios. El escritor iba a dejar muy claro que Cristo tenía algo que ofrecer: Él se ofreció a Sí mismo. Comparados con la sangre preciosa de Cristo, que nos ha redimido, la plata y el oro serían como elementos sin ningún valor.

Pero destacamos lo que continúa diciendo este versículo: "Para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados". Aquí observemos que habla de "pecados" (en plural) y no de "pecado" (en singular). Es que estaba hablando de la vida del creyente aquí en la tierra. Cuando, por ejemplo, usted perdió el control de sí mismo e hizo o dijo algo que no debía, ¿se dirigió usted a Dios para confesarle ese pecado? Usted tiene un representante que se encuentra en el cielo para interceder por usted. Él le representa ante Dios. Luego se nos dice algo más en el versículo 2, de este capítulo 5, de la epístola a los Hebreos:

"él puede mostrarse paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad"

Nosotros tenemos un Gran Sumo Sacerdote que cuando llegó al fin de Su ministerio terrenal, pudo decir: "¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado"? (como podemos leer en Juan 8:46). Los discípulos del Señor le habían acompañado durante tres años, y si hubiera habido algo malo en Él, ellos lo habrían sabido. Él era impecable, no cometió ningún pecado. Sin embargo, como Él vivió en esta tierra como un hombre, nos comprende.

¿Qué quiso decir al escribir que "es paciente con los ignorantes"? Bueno, esto se refiere a los pecados de la ignorancia. Muchos de nuestros oyentes, quizá estuvieron con nosotros cuando estudiábamos el libro de Levítico, y en el capítulo 4, versículo 2, de ese libro de Levítico, el escritor se refirió a estos pecados de la ignorancia. Amigo oyente, si usted no cree haber cometido algún pecado en los últimos días, y usted piensa que ha vivido en un nivel superior, tenemos algo que decirle. Usted comete algunos pecados de los cuales ni siquiera es consciente. Pero Él, nuestro gran Sumo Sacerdote, se ocupa de ellos por nosotros. Él puede tener compasión por los ignorantes. Es que, como dice el libro de los Proverbios en el capítulo 14, versículo 12, "Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte". Y el profeta Isaías, en su capítulo 53, versículo 6, afirmó: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas". Dios nos compara con las ovejas, porque todas se descarrían fácilmente.

Dice además este versículo 2 de Hebreos 4, "puesto que él también está rodeado de debilidad". Aarón fue tocado por la debilidad, pero Cristo fue tocado por un sentimiento o sentido de nuestra debilidad. Él sabe cómo nos sentimos nosotros en cuanto a ciertas cosas. Él conoce nuestras debilidades. Él es el Mediador perfecto. Cuando caemos, Él no se cae con nosotros en medio de la suciedad, pero se encuentra allí para sacarnos de ese lugar.

El problema que existía con Aarón era que podía consentir o tolerar los pecados de otros, que él mismo también había cometido. O él podía condenar pecados que él mismo no había cometido. Ello siempre sería un peligro. Pero, Cristo es capaz de demostrar misericordia, y Él no tolera ni condena. Cuando venimos a Él para confesarle nuestros pecados, no nos predica un sermón basado en reproches o en cómo hacer las cosas mejor en la próxima oportunidad, sino que extiende Su misericordia sobre nosotros. En este sentido, escribió Juan en su primera carta, capítulo 1, versículo 9: "9Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo (como nuestro Sumo Sacerdote) para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad". Es maravilloso tener un Sumo Sacerdote como Cristo Jesús.

Ahora vemos un contraste entre Aarón y Cristo porque no hay un equivalente de este requisito del sacerdocio de Aarón en el Señor Jesucristo. Leamos entonces el versículo 3, de este capítulo 5, de la epístola a los Hebreos:

"Por causa de la cual debe ofrecer (sacrificios) por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo."

Recordemos que en el gran día de la expiación, Aarón primero trajo un sacrificio, y llevó la sangre por sus propios pecados al lugar Santísimo. Primero tenía que arreglar el asunto de sus propios pecados, antes de poder representar al pueblo. No hubo equivalente de este acto en Cristo. Cristo no tuvo que presentar una ofrenda por Sí mismo. Pero Él sí presentó una ofrenda por usted y por mí. Sigue diciendo el versículo 4 de este quinto capítulo de Hebreos:

"Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón."

Como vimos antes, Cristo fue un sacerdote porque fue aceptable para Dios. Continúa diciendo el versículo 5:

"Por eso, tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino que fue Dios quien le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy."

Queremos dejar bien claro que lo de "engendrado" aquí no tiene nada que ver con el nacimiento de Cristo en Belén. Sí tiene mucho que ver con aquel jardín situado cerca del Calvario donde Él fue sepultado después de ser crucificado. Porque allí fue donde tuvo lugar Su resurrección. Él fue "engendrado" de los muertos. Su sacerdocio comenzó cuando Él regresó al cielo, y ello nos habla de Su resurrección. Allí tuvo lugar la resurrección. Él fue el primogénito de entre los muertos, porque, amigo oyente, Su sacerdocio comenzó cuando Él regresó al cielo, y eso nos habla de Su resurrección. Y ahora, el versículo 6, dice:

"Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec."

El orden de Aarón no era adecuado para presentar ante nosotros el sacerdocio de Cristo. Así es que nuestro Señor no es un Sumo Sacerdote en el orden de Aarón, aunque Aarón era el tipo, la figura, y Cristo el anti-tipo. Cristo es el Hijo, y Aarón fue simplemente un siervo.

Ahora, veamos la frase "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec". ¿Quién fue Melquisedec? El único registro histórico que tenemos de él se encuentra en Génesis 14, donde fue descrito como "sacerdote del Dios Altísimo". Él fue a felicitar a Abraham por su victoria sobre Quedorlaomer y sus aliados, en la cual Abraham recuperó a todos los ciudadanos de Sodoma y Gomorra, incluyendo a su sobrino Lot, y además regresó con todo el botín. Y el rey de Sodoma le encontró, y le hizo la oferta de que se quedara con todo el botín. Abraham pasó por un momento de tentación, pero rechazó la oferta. En el capítulo 14 de Génesis, versículos 18 al 20, leemos: "Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y lo bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, Creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos. Y le dio Abram los diezmos de todo". Se nos dijo que Melquisedec era rey de Salem (Salem significa "paz") y era también el rey de justicia. Él apareció en las páginas de las Escrituras y no sabemos de dónde vino, (no tenemos la menor idea sobre su origen) y salió de las páginas de la Biblia de la misma manera. No hubo ya otra mención histórica sobre él.

Ahora, en el Salmo 110, tenemos la profecía de Melquisedec, de que vendría alguien que sería un sacerdote según el orden de Melquisedec. Ahora esta carta a los Hebreos nos da la interpretación de Melquisedec.

Hay algunos destacados expositores bíblicos que opinan que Melquisedec fue el Cristo pre-encarnado. Bueno, no podemos aceptar esa interpretación porque Melquisedec era una figura, un tipo, del Señor Jesús. Por lo tanto, interpretamos que Melquisedec era un ser humano, el rey literal de Salem. Dos excelentes expositores, los señores Campbell y Chaffer; ambos opinan que él era el Cristo pre-encarnado. Así que, si usted adopta esa posición, estará en buena compañía.

Sin embargo nosotros creemos que Melquisedec era un tipo o prefiguración dada por Moisés y guardada por Dios en este pasaje. El simplemente surgió de la nada y regreso a un lugar desconocido. Melquisedec no tuvo principio ni fin. El Señor Jesucristo es el principio y el fin, el Alfa y la Omega (como vemos en Apocalipsis 1:8). Él comenzó todo y lo finalizará. Él es el amén. Él es el Dios eterno y como tal, no tiene ni principio ni fin. Así que el escritor nos estaba diciendo que nosotros tenemos un sacerdote como él, y Él es según el orden de Melquisedec. Veremos una interpretación de este tema en el capítulo 7.

Esto nos lleva a un versículo que tiene una interpretación difícil y profunda. Dice el versículo 7 de este quinto capítulo de Hebreos, hablando del Señor Jesús:

"Y Cristo, en los días de su vida terrena, ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, y fue oído a causa de su temor reverente."

La Biblia nos contó que el Señor Jesús lloró en tres ocasiones. En nuestra opinión hubo otras ocasiones, pero el registro histórico incluyó sólo tres. Una fue ante la tumba de Lázaro. En esa oportunidad Jesús restauraría a Lázaro a la vida. Su corazón se conmovió en compasión por las dos hermanas que estaban profundamente afligidas porque Él lloró por ellas. Jesús sabe lo que nosotros sentimos cuando usted y yo nos encontramos ante la tumba de un ser querido.

En otra ocasión, Jesús lloró por la ciudad de Jerusalén. Y ya que lloró por Jerusalén en aquel tiempo, estamos seguros de que ha llorado muchas veces por las ciudades en que usted y yo vivimos. Seguramente estas ciudades le han dado motivos para llorar.

Después, la tercera ocasión fue en el jardín de Getsemaní. ¿Por qué lloró allí? Creemos que el diablo quería evitar que Jesús muriera en la cruz, y el profesor McGee piensa que entonces intentó matar al Señor Jesús en el jardín de Getsemaní. Cuando Jesús oró a Dios en el jardín diciendo: "pasa de mi esta copa" (como vemos en Lucas 22:42) creemos que "la copa" era la muerte. Él no quería morir en el jardín de Getsemaní.

Dice el versículo 7, que "él fue oído a causa de su temor reverente". Si el Señor Jesús hubiera orado en el jardín para que no tuviera que beber de esa copa amarga porque no quería morir en la cruz, entonces, su oración no fue oída, porque Él, en efecto, murió en la cruz. Estimado oyente, Él fue oído; porque no murió en el jardín de Getsemaní.

Y vamos a continuar examinando este tema profundo más de cerca, si Dios lo permite, en nuestro próximo programa. Vamos a detenernos hoy aquí. Y como sugerimos siempre, le animamos a leer el resto de este capítulo 5 de la epístola a los Hebreos, para estar al tanto de lo que expondremos en nuestro próximo encuentro.

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