Estudio bíblico de Mateo 27:1-50

Mateo 27:1-50

Tema: Acontecimientos que rodearon la crucifixión de Jesús; el Sanedrín entregó a Jesús a Pilato; arrepentimiento de Judas; juicio ante Pilato; liberación de Barrabás; crucifixión, muerte y entierro de Jesús; la tumba sellada y vigilada.

En este pasaje llegamos al hecho central del mensaje del Evangelio: la crucifixión de Cristo. Cuando el apóstol Pablo definió el evangelio a los habitantes de Corinto, les dijo, en su primera carta 15:3;

"Porque yo os entregué en primer lugar lo mismo que recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras"

Es así que tenemos ante nosotros el relato de este tremendo acontecimiento.

Observaremos que Mateo no nos ofrece un informe de la crucifixión propiamente dicha. En realidad, ningún escritor de los Evangelios lo hace. Ellos simplemente nos cuentan lo que sucedió alrededor de la cruz. Se que algunos han descrito de manera gráfica como los clavos penetraban en el cuerpo tembloroso, mientras brotaba la sangre, pero tal descripción es ajena al relato Bíblico. En el relato inspirado, parece como si Dios hubiese cubierto con un manto de oscuridad aquellas tres últimas horas de la vida de Jesús en la cruz, diciendo: "Esto es algo que no podéis contemplar, está más allá de toda comprensión humana. El sufrimiento es insondable". Fue como un trato entre el Padre en el cielo y el Hijo en la cruz. La cruz se convirtió en un altar sobre el cual el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, estaba siendo ofrecido.

La sencilla declaración de Mateo fue: "y le crucificaron".

Este capítulo comienza en la mañana, después de que Jesús fuera detenido en el jardín de Getsemaní y conducido ante Caifás y el Sanedrín, confrontado con las acusaciones de los falsos testigos, azotado y humillado, y luego de que Pedro negase conocerle.

Comenzaremos nuestra lectura de hoy en el momento en que

El sanedrín entregó a Jesús a Pilato

Leamos los versículos 1 y 2:

"Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron a Pilato, el gobernador."

Ellos habían presentado una acusación contra Jesús y le llevaron a la corte suprema. Pensaron que tenían una causa que sería admitida por un tribunal romano. Pilato tenía un palacio en Jerusalén, aunque su cuartel general estaba en Cesarea, junto al Mar Mediterráneo. Se encontraba en Jerusalén en la época de la Pascua porque la ciudad era visitada por multitudes de judíos que habían venido para la fiesta y en estas ocasiones generalmente se producían alborotos.

El relato ahora introduce a Judas. Leamos los versículos 3 al 5:

"Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que Jesús había sido condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú! Y él, arrojando las piezas de plata en el santuario, se marchó; y fue y se ahorcó."

Es evidente que Jesús estaba allí cuando llegó Judas, en el momento en que los principales sacerdotes y los ancianos le llevaban por aquel lugar para presentarle ante Pilato. ¿Por qué no se volvió Judas al Señor Jesús para pedirle perdón? En vez de hacerlo así, se dirigió a los líderes religiosos, quienes quizás le dijeron: "Has terminado tu trabajo, ya tenemos a quién queríamos, y has cobrado tu parte. Ya no te necesitamos". Y saliendo de la zona del templo, se ahorcó. Podría haberse dirigido al Señor Jesús, quien le habría perdonado. Los versículos 6 al 8 nos cuentan la reacción de los sacerdotes:

"Y los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata, y dijeron: No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre. Y después de celebrar consejo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para sepultura de los forasteros. Por eso ese campo se ha llamado Campo de Sangre hasta hoy."

Vemos que en una actitud de falsa piedad, no quisieron guardar las monedas en el cofre de las ofrendas del templo, porque era dinero manchado de sangre. En relación con esto, tenemos ahora un notable cumplimiento de una profecía. Leamos los versículos 9 y 10:

"Entonces se cumplió lo anunciado por medio del profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, el precio de aquel cuyo precio había sido fijado por los hijos de Israel; y las dieron por el Campo del Alfarero, como el Señor me había ordenado."

Encontraremos que se alude a esta profecía en el libro del profeta Jeremías 18:1-4, y evidentemente citada del libro del profeta Zacarías 11:12,13. Se le atribuye a Jeremías sencillamente porque en los tiempos de Jesús, Jeremías era el primero de los libros de los profetas, y esa sección fue identificada por el nombre del primer libro.

Fue significativo que Jesús estuviese presente cuando Judas regresó con sus monedas de plata. De hecho, Jesús se encaminaba hacia el momento de morir, incluso por Judas. El Señor le había dado una oportunidad de volver a su lado en el jardín de Getsemaní, diciéndole, según otra versión, "Amigo, ¡a lo que has venido!" Aún en el último momento, Judas podría haber cambiado su actitud hacia Jesús y habría sido perdonado.

Leamos el versículo 11, que inicia el párrafo en que

Pilato interrogó a Jesús

"Y Jesús compareció delante del gobernador, y éste le interrogó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices."

Los dirigentes religiosos querían librarse de Jesús por lo que habían considerado una blasfemia. Recordemos que cuando el sumo sacerdote le puso bajo juramento y le preguntó si era el Cristo, el Hijo de Dios, Jesús había respondido afirmativamente. Y además, había declarado: "Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder, y viniendo sobre las nubes del cielo". Para los líderes religiosos aquello había sido una blasfemia y por aquella acusación, le habrían apedreado. Pero Roma no permitía a los judíos que ejecutasen la pena de muerte. Así que tuvieron que entregar a Jesús a Pilato con una acusación presentable ante un tribunal romano. Una acusación de traición entraría en el ámbito jurídico del tribunal y entonces, Jesús sería acusado de afirmar que era el Rey de los Judíos.

La respuesta de Jesús ante esta acusación fue: "Tu lo dices". Leamos los versículos 12 al 14:

"Y al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, nada respondió. Entonces Pilato le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Y Jesús no le respondió ni a una sola pregunta, por lo que el gobernador estaba muy asombrado."

Como ellos presentaron acusaciones falsas contra El, el Señor no se preocupó de responderlas. Es que El era el Cordero de Dios y como antiguamente había predicho en su libro el profeta Isaías 53:7, permaneció sin abrir su boca, como una oveja delante de sus trasquiladores.

Continuemos leyendo los versículos 15 y 16:

"Ahora bien, en cada fiesta, el gobernador acostumbraba soltar un preso al pueblo, el que ellos quisieran. Y tenían entonces un preso famoso, llamado Barrabás."

Mientras los otros escritores de los Evangelios añadieron detalles a este episodio, Mateo no nos ofreció las escenas secundarias que tuvieron lugar, sino que describió escuetamente los hechos.

Evidentemente Pilato consideró que los líderes religiosos no tenían base para solicitar la pena de muerte. Jesús no había incitado a la rebelión contra Roma, como otros habían hecho. Por lo tanto, tenía un problema en sus manos. Quería complacer a dichos dirigentes para mantener la paz en Jerusalén, pero pensó que no podía, arbitrariamente, sentenciar a muerte a Jesús. Así que encontró una solución al dilema. Ya que era su costumbre poner en libertad a un prisionero durante la fiesta de la Pascua, ofrecería a la multitud la opción de elegir entre Jesús o un famoso preso llamado Barrabás, culpable de asesinato, robo y traición. Y así lo hizo. Leamos los versículos 17 y 18:

"Por lo cual, cuando ellos se reunieron, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? Porque él sabía que le habían entregado por envidia."

Pilato pensó que la multitud pediría seguramente que Jesús fuese puesto en libertad y que Barrabás fuese crucificado, ya que el contraste entre El y Barrabás era tan evidente. Era un político hábil y pensó que este gesto conduciría a una salida feliz para esta situación. Pero hubo otra intervención. Leamos el versículo 19:

"Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó aviso, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de El."

Quizás la mujer de Pilato era muy supersticiosa, o estaba vinculada a una secta o religión de misterios, y puede que ese impulso haya tenido un origen satánico. Yo no creo que esa advertencia haya venido de parte de Dios. Si ella hubiera sido una mujer justa habría averiguado y descubierto más detalles sobre Jesús. Sin embargo, no lo hizo así. O sea que debió ser una mujer simplemente supersticiosa que le pidió a su marido que no tuviese nada que ver con Jesús.

Continuemos leyendo, entonces, sobre la reacción pública que se produjo, leyendo los versículos 20 y 21:

"Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. Y respondiendo, el gobernador les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos respondieron: A Barrabás."

Evidentemente los dirigentes religiosos también eran políticos inteligentes e influenciaron a la multitud haciendo circular el rumor de que pidiesen la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y Pilato se sorprendió. Nunca habría imaginado cuán bajo podía llegar la gente impulsada por el fanatismo religioso. Leamos el versículo 22:

"Pilato les dijo: ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: ¡Sea crucificado!"

¡Resulta difícil imaginar a un juez romano preguntándole a una multitud sobre qué debía hacer con un prisionero! Pilato era el juez y él debía haber tomado la decisión. El Evangelio según Juan nos relata que Pilato condujo a Jesús a su residencia oficial y le interrogó en privado. Sin embargo, Jesús no se defendió. Leamos los versículos 23

"Y Pilato dijo: ¿Por qué? ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Y viendo Pilato que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Soy inocente de la sangre de este justo; ¡allá vosotros! Y respondiendo todo el pueblo, dijo: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Entonces les soltó a Barrabás, pero a Jesús, después de hacerle azotar, le entregó para que fuera crucificado."

Aunque Pilato se lavó las manos simbolizando así su deseo de exculparse por llevar a la muerte a un inocente, no pudo evitar la amarga ironía de que el credo más antiguo de la iglesia recordase que Jesús fue crucificado bajo Poncio Pilato. Por mucho que lavase sus manos, ya quedaban manchadas de sangre, porque su decisión de liberar a Barrabás constituyó su propio rechazo a Jesús. Y la declaración de la muchedumbre aceptando su responsabilidad, desgraciadamente, se haría realidad en la historia de ese pueblo. Continuemos leyendo los versículos 27 al 32:

"Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al Pretorio, y reunieron alrededor de El a toda la cohorte romana. Y desnudándole, le pusieron encima un manto de escarlata. Y tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y una caña en su mano derecha; y arrodillándose delante de El, le hacían burla, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberse burlado de El, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron para crucificarle. Y cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón, al cual obligaron a que llevara la cruz."

Aquí vemos que los soldados aprovecharon esta ocasión para divertirse antes de crucificar a Jesús, posiblemente con un juego romano que solían aplicar a los prisioneros. Los soldados mostraban sus puños al prisionero y luego le vendaban los ojos y todos, menos uno de ellos, le golpeaban lo más duramente posible. Después, le quitaban la venda de los ojos y si aún estaba consciente, tenía que adivinar cual de los soldados no le había golpeado. Obviamente, el prisionero nunca podía acertar. Y el juego continuaba hasta que éste quedaba prácticamente irreconocible. Creo que el Señor fue castigado de tal manera que se hicieron realidad las palabras del libro del profeta Isaías 52:14: "así fue desfigurada su apariencia más que la de cualquier hombre, y su aspecto más que el de los hijos de los hombres".

Y así fue que, después de haber sufrido tan despreciable humillación y tremendo sufrimiento por parte de los soldados, debió quedar demasiado debilitado como para poder llevar Su cruz.

Leamos ahora el versículo 33, que comienza el relato de

La crucifixión

"Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa Lugar de la Calavera"

El lugar podría ser identificado como el Calvario de Gordon, así llamado recordando al general que lo investigó y localizó como el escenario del Gólgota. Después del transcurso del tiempo y de todos los acontecimientos que tuvieron lugar en la ciudad de Jerusalén, que debieron modificar el relieve del terreno, se hace difícil emitir un juicio y más bien han surgido conjeturas. Pero el lugar escogido por Gordon parece ser el más cercano a la descripción Bíblica, porque allí se encuentra una formación rocosa que se parece a una calavera. Continuemos con el versículo 34:

"le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, no lo quiso beber."

Este es un cumplimiento del Salmo 69:21, que dice: "Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre". También es significativo el versículo 35, de nuestro capítulo de hoy, que dice:

"Y habiéndole crucificado, se repartieron sus vestidos, echando suertes"

Esta profecía proviene del Salmo 22, que presenta una imagen gráfica de la muerte por crucifixión; en su versículo 18 dice; "Reparten mis vestidos entre sí, y sobre mi ropa echan suertes".

La descripción de nuestra escena continúa y dice el versículo 36:

"y sentados, le custodiaban allí."

En mi opinión, es aquí donde podemos ver a la humanidad alcanzando su nivel más bajo. No necesitamos ir a las zonas donde se concentran los peores delincuentes ni a ciertas cárceles, para ver al ser humano en su condición más deplorable. Le podemos contemplar en este pasaje, sentado, mirando lo que estaba sucediendo. Personalmente creo que en aquella multitud se encontraba Saulo de Tarso, quien más tarde escribiría en su primera carta a Timoteo, v. 15, describiéndose a sí mismo como el primero de los pecadores. Creo que tenía sobrados motivos para calificarse de esa manera.

Continuemos leyendo los versículos 37 al 40:

"Y pusieron sobre su cabeza la acusación contra El, que decía: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS. Entonces fueron crucificados con El dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: Tú que destruyes el templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo, si eres el Hijo de Dios, y desciende de la cruz."

Vemos que ponían en duda que fuese el Hijo de Dios. No tenían la menor idea de que al ser El realmente el Hijo de Dios, no descendería de la cruz. En aquel momento no tenía que probar su deidad de esa manera, porque estaba muriendo por los pecados del mundo. Los versículos 41 al 44 dicen:

"De igual manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, burlándose de El, decían: A otros salvó; a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es; que baje ahora de la cruz, y creeremos en El. En Dios confia; que le libre ahora si El le quiere; porque ha dicho: Yo soy el Hijo de Dios. En la misma forma le injuriaban también los ladrones que habían sido crucificados con El."

Podría haberse esperado que, después de haber conseguido crucificarle, se retirarían, dejándole morir en paz. Pero no fue así, porque permanecieron allí burlándose de El. E incluso, sin quererlo, pronunciaron una frase correcta: "a otros salvó; a sí mismo no puede salvarse." Si El iba a salvarte a ti y a mí, tenía que morir en aquella cruz. Si El hubiese descendido de la cruz, tú y yo hubiésemos tenido que pagar las consecuencias de nuestros pecados porque lo merecemos, al ser pecadores. Cristo estaba ocupando allí nuestro lugar. De la misma forma que estaba en la cruz en lugar de Barrabás, estaba ocupando también nuestro lugar. Y la afirmación de los líderes religiosos de que creerían si hubiese descendido de la cruz, era seguramente falsa. Pero queda claro que la multitud entendió que Jesús había reivindicado su deidad. Y con respecto a los ladrones crucificados junto a El, el Evangelio de Lucas registró más detalles de la discusión entre ellos y de cómo uno de ellos creyó en Jesús.

"Y desde el mediodía hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. Y esa misma hora, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lema sabactani? Es decir: Dios mio, Dios mio, ¿por que me has abandonado? Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Este llama a Elías. Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros dijeron: Deja, veamos si Elías viene a salvarle. Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu."

Nuestro Señor fue puesto en la cruz a las 9 de la mañana. A las 12, es decir, al mediodía, el hombre había hecho todo lo que pudo hacer contra el Hijo de Dios. Entonces, a la hora del mediodía se produjo una gran oscuridad y la cruz se convirtió en un altar sobre el cual fue ofrecido el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Y se oyó la tremenda pregunta, cuya respuesta se encuentra en el Salmo 22, que se inicia con esas mismas palabras: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?" La respuesta se encuentra en el versículo 3: "Porque tu eres santo". Cuando mi pecado fue colocado sobre Jesús, Dios tuvo que apartarse. Nuestro Salvador tenía que ser ejecutado si iba a quitar mi pecado y el tuyo. En las siguientes palabras que hemos leído, que detallan que alguien le ofreció vinagre para beber, se cumplió nuevamente la profecía del Salmo 69:21, que hemos citado anteriormente al comentar el versículo 34. Y finalmente, observemos cómo murió. El entregó Su espíritu. Muchos habremos observado en la prolongada agonía de un moribundo el estertor de la muerte, la respiración jadeante; como si estuviese luchando por conservar la vida. En cambio Jesús, exhaló su espíritu voluntariamente.

No existen palabras humanas persuasivas, ni una elocuencia tan elaborada como para convencer al ser humano de su condición y estado de pecado, rebelión y perdición. Mi estimado oyente, la Palabra de Dios declara que solo Su Espíritu puede hacerlo, y lograr que al contemplar esta escena del Salvador en la cruz, puedas sentir lo que tan adecuadamente expresó el poeta Mariano San León en la letra de esta canción:

"¡Amor insondable y amor soberano,
No puedo del leño mi vista apartar!
¡Allí me revelas mi culpa y tu gracia!
Allí has sellado mi gloria y mi paz!"

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