Estudio bíblico de Hebreos 12:16-24

Hebreos 12:15-24

Continuamos hoy, estimado oyente, nuestro recorrido por la epístola a los Hebreos. Y volvemos al capítulo 12, de esta epístola. Leamos ahora el versículo 15 de este capítulo 12, de la epístola a los Hebreos, que comienza un párrafo dedicado a:

La sexta señal de peligro: El peligro de negar

"Mirad bien, para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos."

Comienza el versículo diciendo "Mirad bien" lo cual contiene la idea de dirección. ¿Y cuál es esa dirección? Como dice Hebreos 12:2, "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe".

Y continúa diciendo el escritor: "para que ninguno deje de alcanzar la gracia de Dios". La palabra aquí para "deje" no es "apostasía". Aquí no se está hablando del peligro de apostatar, realmente significa simplemente "retroceder". En otras palabras, un creyente debe mantener su mirada en el Señor Jesús, y no en las personas. Si no mantiene sus ojos fijos en Cristo, tenderá a llegar a un punto en el que no se aprovechará de la gracia de Dios.

Dios tiene una tremenda reserva de gracia y quiere colmarla sobre Sus hijos. Él está preparado para hacerlo, y puede hacerlo. Cristo pagó el castigo por nuestros pecados, y Dios es rico en misericordia, rico en gracia, y desea usarla sobre nosotros. El problema es que muchos de nosotros no nos aprovechamos de Su gracia. Pero, como usted puede ver, aquí estamos hablando de una realidad, es decir, de algo por lo cual usted puede dirigirse a Dios para apropiarse de ello. Esta es la gloria de este gran tema, y constituye el mensaje de esta epístola. ¿Se ha dirigido usted a Dios hoy, amigo creyente? ¿Ha hablando con Él? Por supuesto, de una forma reverente, pero nos referimos a hablar verdaderamente con Dios como su Padre. Cuéntele todo acerca de usted mismo. Cuéntele que necesita gracia. Todos necesitamos gracia y la gracia está disponible, pero tenemos que pedirla. No fracase en este importante asunto y se prive de obtener la gracia de Dios.

Y termina el versículo 15 diciendo: "para que no brote ninguna raíz de amargura que os perturbe y contamine a muchos". Un creyente crítico y desagradable, en una iglesia, puede provocar más problemas de los que uno podría imaginar, así como una manzana podrida en una canasta echa a perder a todas las demás. Necesitamos pedir a Dios gracia para soportar cualquier experiencia por la que estemos pasando y, bajo ninguna circunstancia, sentir amargura o resentimiento hacia nadie.

Leamos ahora el versículo 16, de este capítulo 12, de la epístola a los Hebreos, que dice:

"Que no haya ningún inmoral o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura."

La inmoralidad aquí es una inmoralidad espiritual. Existe el peligro de apartarse de Dios hacia las cosas de la carne y eso puede referirse a cualquier cosa material. En cuanto a Esaú, él vendió su primogenitura, un derecho espiritual de nacimiento que implicaba mucho. Significaba que Esaú habría estado en la línea de descendencia que conduciría al Mesías, y también significaba que él tendría que ser el sacerdote de la familia de Abraham. Pero a él no le interesó tal privilegio; no estaba interesado en bendiciones espirituales.

Aquí se habla de alguien "profano". No quiere decir que Esaú maldecía mucho. El término no se refiere en absoluto a esa costumbre. La palabra profano proviene de dos palabras latinas: "pro", que significa a favor o en contra, y "fanum", que significa templo. En consecuencia, significa, contra el templo o contra Dios. Significa que Esaú era simplemente una persona impía. Esaú no vio ninguna necesidad de reconocer a Dios o de tener alguna relación con Él, o de tener algún sentido de responsabilidad hacia Él. Así fue que, él despreció su primogenitura, y la consideró como algo que no tenía ningún valor. Estuvo incluso dispuesto a cambiarla por un plato de comida. Hay muchas personas que han vendido su alma. Algunos la han vendido por el alcohol, otros por las drogas, otros por el sexo y algunos por la deshonestidad. Y existe el peligro de que un hijo de Dios se aleje de Dios por causa de cosas materiales como éstas. O avanzamos en nuestra relación con Dios, o retrocedemos. Nunca permaneceremos en el mismo sitio. Ahora, el versículo 17, de este capítulo 12, de la epístola a los Hebreos, dice:

"Ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no tuvo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas."

Pocos pasajes de la Biblia han sido tan mal entendidos como éste. Da la impresión de que el pobre Esaú quiso arrepentirse y que Dios no aceptó su arrepentimiento. Sin embargo, el escritor estaba diciendo algo completamente diferente a esto. Esaú despreció su primogenitura, y entonces, más tarde, descubrió que con esa primogenitura estaba incluida una herencia; o sea, que él heredaría el doble que cualquier otro hijo de Isaac. El caso es que Esaú estaba interesado en aquello que era físico, material. Cuando en este versículo dice "aunque lo procuró con lágrimas", significa que lo lamentó muchísimo. Esaú actuó como el ladrón que comenzó a llorar cuando fue apresado y dijo que lo sentía mucho. Pero, amigo oyente, él no sentía mucho el ser un ladrón pero lamentaba mucho el haber sido atrapado. De la misma manera, Esaú no se estaba arrepintiendo porque quería regresar a Dios y porque anhelaba algo espiritual. Él se arrepintió porque se había perdido algo material. Realmente, él estaba en contra de Dios. Continuemos leyendo ahora desde el versículo 18 hasta el versículo 21 de este capítulo 12 de Hebreos:

"No os habéis acercado al monte que se podía palpar y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, al sonido de la trompeta y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no les siguiera hablando, porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia toca el monte, será apedreada o asaetada. Tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando."

El escritor estaba hablando de la entrega de la ley a Moisés en la cima del Monte Sinaí, y estaba comentando el antiguo pacto. Las personas a quienes él estaba escribiendo eran Hebreos que se habían convertido a Cristo. Debemos recordar este detalle todo el tiempo que estemos estudiando esta epístola. Tenemos que recordar que la primera iglesia -es decir los tres mil que fueron salvos en el Día de Pentecostés, no eran de otras naciones de la tierra, sino judíos. Hasta que Pablo y Bernabé, y otros misioneros comenzaron a salir al campo de misión, la primera iglesia, la de aquellos primeros años era cien por cien judía.

Ahora estos judíos de Jerusalén que se habían convertido a Cristo descubrieron que habían sufrido grandes pérdidas. Ellos estaban acostumbrados a ir al templo. Ellos se habían acostumbrado a escuchar la lectura de la ley de Moisés. Pero entonces habían quedado apartados de la ley, y también apartados del templo. Ya no formaban en absoluto parte de ese sistema, habían quedado fuera de él y se sentían aislados. Por lo tanto creemos que lo que el escritor les estaba diciendo era lo siguiente: "vosotros venís ahora a un monte que es diferente al monte Sinaí, y no queréis regresar a eso". El monte Sinaí había sido el lugar donde se entregó la ley, y donde murieron 3.000 personas (como podemos ver en Éxodo 32), pero 3.000 personas fueron salvas en el día de Pentecostés. Hubo muerte en la entrega de la ley pero hubo vida nueva cuando el evangelio fue predicado en el día de Pentecostés. La entrega de la ley no fue en ninguna manera una experiencia placentera. Hubo truenos, relámpagos, un terremoto y una tormenta, así como un fuego abrasador y el toque de una trompeta que se fue haciendo cada vez más fuerte. Fue una experiencia aterradora -hasta el punto en que el pueblo le dijo a Moisés, lo que leemos en Éxodo 20:19: "Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos". Ahora el escritor a los Hebreos dijo: "Vosotros no queréis regresar a ese sistema. Lo hemos dejado todo atrás."

Así que la escena de la entrega de la ley fue una de las más aterradoras de la Biblia. Y fue una ley de la cual se le dijo a aquel pueblo que nunca podría salvarles. Dios les proporcionó un sistema de sacrificios por medio del cual un animal pequeño tenía que morir porque la ley no podía salvar a aquel pueblo. En realidad, la ley los condenaba.

Estos cristianos Hebreos se habían acostumbrado a acudir al templo y a cumplir aquel ritual. Pero en los nuevos tiempos, no tenían ningún lugar a donde ir, ninguna ceremonia que practicar, y ningún sacrificio para presentar. Así que el escritor de esta carta les dijo que, verdaderamente, ellos sí tenían algo: Y en el versículo 22 de Hebreos 12 leemos:

"Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles"

Recordemos otra vez que el autor de esta carta estaba escribiendo a hebreos. El monte Sión era el lugar del rey David. Su palacio estaba situado allí, y David había sido sepultado allí. Sión fue el lugar favorito de David. Muchos de los creyentes judíos habían estado asistiendo a la fiesta en Jerusalén, pero había estallado la persecución, y los cristianos habían sido expulsados de Jerusalén. Así que él les aseguró que tenían una Jerusalén en el cielo. El Monte de Sión en la ciudad celestial, la ciudad eterna del Dios vivo. El libro de Apocalipsis la llama "la nueva Jerusalén". Algún día nosotros vamos a cambiar de residencia, y aunque no sabemos cuál va a ser allí nuestra dirección, sabemos que nuestra residencia estará en aquella Nueva Jerusalén. Ése es el lugar y la posición a la que hemos llegado por la gracia de Dios. Así que tenemos algo muchísimo mejor en Cristo que lo que los judíos tenían bajo la ley.

Aquí en el versículo 22 se habla de "la compañía de muchos millares de ángeles". Ya hemos declarado en una ocasión y lo mantenemos, que el ministerio de los ángeles no está relacionado con la iglesia. Pero nosotros vamos a ir a la Nueva Jerusalén algún día, y el libro de Apocalipsis nos muestra en aquel lugar una gran escena de adoración que el apóstol Juan vio y la dejó registrada en dicho libro. En efecto, Juan dijo que allí había una impresionante multitud de inteligencias creadas, de miles y miles. Había más de lo que cualquier persona podría calcular. Ellos son las inteligencias creadas por Dios llamadas ángeles.

Como nadie ha podido acreditar que haya visto ángeles nos preguntamos cómo serán. Cuando vayamos, como todos los creyentes, a la Nueva Jerusalén nos uniremos con usted a aquella gran adoración al Cordero de Dios, y todas esas inteligencias creadas estarán allí. Será toda una experiencia fantástica el poder conversar con ellas. ¿Qué tendrán que decirnos? En fin, continuemos leyendo el versículo 23 de este capítulo 12 de Hebreos:

"A la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Os habéis acercado a Dios, Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos"

Estos "primogénitos" que se mencionan aquí son aquellos que han nacido de nuevo. Son los únicos que van a estar en aquel lugar. Esta es la iglesia de los primogénitos, aquellos que en el arrebatamiento de la iglesia serán trasladados a aquel lugar.

Aquí dice que sus nombres "están inscritos en los cielos". Yo doy gracias a Dios de que cuando llegue a la presencia del "Juez de todos" habrá alguien que ya habrá pagado el castigo por mis pecados, y mi deuda habrá quedado saldada.

Luego, se mencionan "los espíritus de los justos hechos perfectos". Aquí "perfectos" no quiere decir completo o perfecto tal como usted y yo lo entendemos. Se refiere más bien a los creyentes del Antiguo Testamento cuya salvación ha sido hecha completa cuando Cristo murió como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Continuemos leyendo el versículo 24 de este capítulo 12 de Hebreos:

"A Jesús, Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel."

Aquí dice a Jesús. Entonces nosotros seremos llevados ante la presencia de Jesús.

Y se le presenta como "Mediador del nuevo pacto". Es mediador de un pacto nuevo. Él no va a tronar desde el monte Sinaí. Incluso cuando Él estuvo aquí, se sentó en la montaña y presentó en un sermón la ley para Su reino. Creemos que va a ser una experiencia mucho más dulce y agradable cuando algún día lleguemos a Su presencia y le veamos como el mediador de un nuevo pacto.

El versículo 24 se completa con la frase: "Y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel". La sangre de Abel clamó por venganza, pero la sangre de Cristo nos habla de salvación.

Esto nos hace pensar en lo que dice el versículo 3, de este mismo capítulo 12, de la epístola a los Hebreos: "considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo". El escritor está tratando de lograr que estos hebreos cristianos apartaran sus ojos del templo, de los sacrificios sangrientos, de los ritos, y que los dirigieran directamente a la persona de Cristo. En la actualidad necesitamos apartar nuestra mirada de las estructuras y aspectos exteriores de la religión, de una organización y del hombre mismo. No hay ningún hombre aquí en la tierra a quién deberíamos estar mirando. Miremos a Jesús, mirémosle solamente a Él. El templo, con todo su esplendor y ritual estaba llegando a su fin e iba a ser destruido. Aquellos cristianos Hebreos se encontraban entonces en una nueva época.

Alguien ha dicho que ésta es la sencillez de nuestra fe; y nosotros estamos de acuerdo con esa afirmación, pero existe el peligro de simplificar demasiado bajo ciertas formas de explicar el Evangelio que se utilizan en la actualidad.

Nosotros creemos que la fe + nada, es igual a la salvación. La fe sola puede salvar. Pero nosotros podemos ver hoy a personas que han hecho de la presentación de la salvación una pequeña ecuación matemática; y que si usted dice esto o a aquello, o si contesta afirmativamente a una media docena de preguntas, entonces, usted es un creyente. Este tipo de aproximación no deja ningún lugar para la obra del Espíritu Santo y para la convicción de pecado. Simplemente significa un mero asentimiento mental, un conocimiento superficial y pasajero de Jesús. No significa que una persona haya experimentado un nuevo nacimiento, un nacimiento espiritual.

Hay una palabra de la cual se ha abusado mucho. Y es "entregar" o "confiar" la vida a Cristo. ¿Qué clase de vida puede usted entregarle a Cristo, estimado oyente? Si usted se acerca a Él como pecador, entonces, usted ni siquiera tiene vida, porque está espiritualmente muerto en delitos y pecados. El Señor Jesús fue el que dijo, en el Evangelio de Juan capítulo 10, versículo 10: "He venido para que tengan vida", así es que usted no tiene que entregar una vida. Él sí entregó Su vida por usted, Él murió por usted. Y como usted se encuentra espiritualmente muerto a causa del pecado, Él tiene una vida para ofrecerle a usted. En el pasaje que acabamos de citar del Evangelio de Juan la frase completa que Jesús pronunció fue: "He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia".

También oímos que algunas personas dicen que debemos entregar nuestro corazón a Jesús. Todo depende de lo que queramos decir con entregarle nuestro corazón. Estimado oyente, ¿qué piensa usted que Él quiere hacer con ese corazón impuro? Usted puede leer en Mateo capítulo 15, versículo 10, la lista de cosas que salen del corazón humano. Son las cosas más impuras que uno podría imaginar. Jesús no ha pedido que usted le dé su corazón. Él dijo que quiere darle un corazón nuevo y una vida nueva. Necesitamos hoy tener la convicción del pecado, saber que somos pecadores. A veces hemos convertido a la salvación en un asunto alegre y ameno. En consecuencia, no vemos a las personas llorando o expresando su tristeza por sentir el convencimiento de la presencia del pecado en sus vidas.

Bien, amigo oyente, nuestro tiempo ha concluido ya. Continuaremos, Dios mediante, en nuestro próximo programa, en el cual esperamos finalizar este capítulo 12 de la carta a los Hebreos. Esperamos contarle entre nuestros oyentes al recorrer estas páginas finales de este importante libro del Nuevo Testamento.

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