Estudio bíblico: La conversión del apóstol Pablo -

Serie:   El apóstol Pablo   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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La conversión del apóstol Pablo

Introducción

Sin duda alguna la conversión de Pablo es la más famosa de las conversiones de toda la historia de la Iglesia y Lucas está tan impresionado con ella que la narra en tres ocasiones diferentes (Hch 9:1-22) (Hch 22:6-16) (Hch 26:12-18). Estas repeticiones son especialmente llamativas si nos fijamos en que Lucas es un escritor cuyo estilo se caracteriza por la brevedad y la concisión.
Pero ¿qué hizo que un hombre como Pablo, que odiaba el nombre de Jesús, que perseguía y asesinaba a los cristianos, se hiciera uno de ellos y llegara a ser el mayor propagador del cristianismo? La única respuesta aceptable es que Saulo de Tarso se convirtió en un cristiano cuando el Señor Jesucristo se le apareció en su gloria.
Ahora bien, la conversión de Saulo de Tarso nos plantea algunas preguntas: ¿Qué es la conversión? ¿Es realmente necesaria? ¿Tiene que sucederle a todo el mundo de la misma forma? ¿Cómo tiene lugar la conversión? ¿Es algo repentino, o es tal vez un proceso gradual? ¿Es algo que se va extinguiendo y apagando con el tiempo, o es algo duradero?

Algunas aclaraciones previas sobre la conversión

1. La conversión de Saulo no fue un "lavado cerebral"
Algunos han argumentado que tanto la conversión de Saulo, como la de infinidad de cristianos después de él, se debe a un lavado de cerebro. Pero esto es algo que difícilmente se puede sostener: ¿Quién le "lavó el cerebro" a Saulo? En realidad, muchas de las explicaciones de orden físico y psicológico que muchos han ofrecido, tienen el propósito de soslayar la molesta idea de que el enorme cambio que tuvo lugar en Saulo lo produjo una revelación de Jesús. Y es lógico que les disguste, porque la conversión de Pablo es una importante evidencia a favor del evangelio y de la resurrección de Jesús.
Ahora bien, si no fue que el Señor se le apareció en el camino de Damasco como Pablo mismo afirmó en repetidas ocasiones, ¿qué otra explicación se podría dar al cambio que tuvo lugar en su vida? ¿Por qué tomaría la decisión de convertirse en un seguidor de Jesús, si esto no le acarrearía nada más que problemas y la pérdida de todo cuanto tenía? Lo más razonable es pensar que Jesús de Nazaret, el que había sido crucificado y del que Saulo pensaba que estaba muerto, realmente había resucitado y ahora le llamaba desde su gloria para que le sirviera.
2. La conversión de Saulo no es modelo exacto de la conversión de cualquier cristiano
Tenemos que saber distinguir entre lo particular y lo universal en este tema. Por ejemplo, el viaje de Pablo de Jerusalén a Damasco, con la orden de detención del sumo sacerdote para arrestar a los cristianos, el destello de luz celestial, la aparición del Jesús resucitado, la voz que le habló de forma audible en arameo, y su llamamiento y envío como apóstol a los gentiles; todos estos son aspectos excepcionales de la historia y no se pueden considerar normativos.
En este tipo de cosas, cada conversión es diferente. Por ejemplo, en muchas ocasiones los perdidos se salvan mientras escuchan a un predicador o a un maestro exponiendo la Palabra de Dios desde un púlpito, o en la televisión, o en la radio. Otros vienen a él mientras están orando en la intimidad de sus hogares. En cualquier momento del día o de la noche un pecador puede clamar al Señor Jesús con fe y ser salvo. Pero en todo caso, lo que sí es necesario y esencial es el encuentro personal con Jesucristo. Rendirse, ceder a su señorío en arrepentimiento y fe.

La conversión de Saulo de Tarso

1. La actitud de Saulo antes de su conversión
Para Saulo, Jesús de Nazaret no podía ser el Mesías anunciado por los profetas. Su posición social, su trayectoria y su doctrina no se ajustaban en absoluto con la idea que él tenía acerca del Mesías. Pero el argumento definitivo que desmontaba esta hipótesis es que Jesús había sido crucificado. Un Mesías crucificado era una contradicción de términos. Ya no era tanto si había sido justo condenarle a morir en una cruz, lo realmente importante para Pablo es que alguien que había sido colgado en un madero estaba bajo la maldición de Dios, tal como explicaban las Escrituras (Dt 21:23). Claro está que los primeros discípulos afirmaban que Dios había resucitado a Jesús y que se les había aparecido vivo en diferentes ocasiones, pero Saulo no daba crédito a estas historias. Para él eran mentira, invenciones interesadas de sus seguidores.
Para Saulo Jesús era un impostor, así que rápidamente se convirtió en un enemigo empedernido del cristianismo. Lucas lo retrata en varias ocasiones en el libro de los Hechos mostrando la furia y el odio que sentía contra el Señor:
(Hch 7:58) "Los que estaban apedreando a Esteban dejaron los vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo."
(Hch 8:1) "Y Saulo consentía en su muerte"
(Hch 8:3) "Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel."
(Hch 9:1) "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor..."
(Hch 26:11) "Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras".
Saulo perseguía a la iglesia y se convirtió en el brazo ejecutor de los sumos sacerdotes en su causa contra los cristianos. Es cierto que los móviles de los gobernantes eran en gran parte políticos, mientras que los de Saulo eran religiosos, sin embargo, ambos coincidían en que la causa de Jesús de Nazaret debía ser erradicada de este mundo.
Comenzó por perseguir a Esteban, al que él consideraba como un promotor del cristianismo y por lo tanto una seria amenaza contra el glorioso monoteísmo del judaísmo, ya que como todos los cristianos, atribuía honores divinos a Jesús de Nazaret. Le había escuchado predicar y no le había quedado ninguna duda de que el cristianismo apartaba a los judíos de la centralidad del templo y del judaísmo oficial. Así que decidió terminar con Esteban, que murió siendo el primer mártir del cristianismo.
Pero no se conformó con esto. En su celo purificador, Pablo persiguió a todos los cristianos, y aun más, decidió que el sumo sacerdote debía ejercer su derecho de extradición contra los fugitivos y le pidió "cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén" (Hch 9:1-2). Ciego por su odio, sin darse cuenta, estaba dando cumplimiento a la palabra de Jesús:
(Jn 16:2) "Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios."
2. Dios tomó la iniciativa en la conversión de Pablo
(Ro 5:8) "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros."
(1 Jn 4:10) "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados."
(2 Co 4:6) "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo."
La conversión siempre se produce como consecuencia de una iniciativa divina. Jesús inició el encuentro que terminó con la conversión de Pablo. Y Pablo no tuvo reparos en admitir que no hizo nada que le hiciera merecedor de la salvación. Por el contrario, en sus propias palabras afirmó ser "el peor de los pecadores" (1 Ti 1:15). Nadie puede jactarse de la salvación como algo que haya logrado por sí mismo, o de lo que sea merecedor (Ef 2:9).
En el caso de Pablo, esta iniciativa divina se materializó por medio del llamamiento que el Señor mismo le hizo en el camino de Damasco: "Saulo, Saulo". Notemos bien las palabras, porque el doble vocativo usado por el Señor tuvo que recordar a Pablo las numerosas ocasiones en las que Dios había llamado a otros hombres en el Antiguo Testamento (Gn 22:11) (Gn 46:2) (Ex 3:4) (1 S 3:10). Y si a esto le añadimos la luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol al mediodía (Hch 26:13), tenemos una manifestación de la gloria de Jehová que una vez más se manifestaba desde el cielo para llamar a un hombre. Por supuesto, no podemos saber con exactitud qué es lo que pasó en aquellos momentos por la mente de Pablo, pero no sería difícil imaginar que le recordara la revelación gloriosa que Moisés vio en la zarza ardiendo desde la que Jehová le llamó (Ex 3:1-8).
Todo esto tuvo que impresionar profundamente a Pablo, pero el golpe más fuerte todavía estaba por llegar. Él se dirigió a su interlocutor divino como "Señor", y por supuesto estaba pensando en el Dios que se había revelado a través de todo el Antiguo Testamento, pero cuál no sería su sorpresa cuando aquel que acababa de reconocer como "Señor", se identificó como Jesús de Nazaret, a quien él consideraba como un ser indigno, un Mesías impostor. Pablo estaba convencido de que Jesús de Nazaret estaba muerto y sepultado, pero ahora comprendió que no era así, puesto que se le había aparecido resucitado con toda su gloria. Entonces se dio cuenta de que las palabras que Esteban había dicho antes de morir eran absolutamente ciertas:
(Hch 7:56) "Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios."
3. La conversión de Saulo no fue el resultado de una acción coercitiva, obligada
Cuando el Señor se apareció a Saulo, no se le impuso, ni le manipuló para que hipnóticamente tomara decisiones contra su voluntad.
Notamos que a lo largo de todo el encuentro con el Señor, Saulo era capaz de hablar y discutir con total normalidad. El Señor le hizo una pregunta muy incisiva, "¿Por qué me persigues?", con la que apeló al intelecto, a la razón y a la conciencia. Y Saulo contestó de una forma racional, consciente y libre con otras dos preguntas: "¿Quién eres, Señor?", "¿Qué quieres que yo haga?".
4. El proceso de la conversión de Pablo
En (Hch 9:3) se nos dice que "repentinamente" hubo una luz del cielo sobre él, pero ésta no era ni mucho menos la primera vez que Jesucristo trataba con Saulo. Fue el clímax, pero no el principio.
El Señor Jesucristo mismo confirmó este proceso cuando le dijo: "dura cosa te es dar coces contra el aguijón" (Hch 9:5). Con esta ilustración estaba comparando a Saulo con un novillo tozudo, y a Dios con un ganadero que debe emplear a fondo el aguijón para domesticarlo. Ahora bien, ¿cuáles fueron estos "aguijones" que Saulo había resistido por tanto tiempo? Dada la importancia y amplitud del tema los vamos a considerar en un punto aparte.

Los "aguijones" contra los que Pablo coceaba

El ganadero llevaba una vara que terminaba en una aguda punta de hierro que servía para hacer andar al animal, hacerle parar o cambiar de dirección. Si el animal era rebelde, daba coces contra este aguijón, lastimándose y enfureciéndose con las heridas que recibía. Este era un vivo retrato de lo que hacía tiempo le estaba ocurriendo a Saulo. Pero ¿cuáles eran estos "aguijones" en la vida de Saulo?
1. Su propia conciencia
Aparentemente Pablo era una persona sin tacha. Cuando escribió a los Filipenses explicaba cómo se veía a sí mismo en aquella época:
(Fil 3:6) "en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible."
Sin embargo, escribiendo a los Romanos confesaba que aunque su vida exterior era intachable, la ley le condenaba por su codicia, un pecado interno, del corazón (Ro 7:7-9). De modo que Pablo no tenía la conciencia en paz, y por supuesto, no tenía tampoco certeza de perdón. Sabía que la ley le condenaba y su conciencia era en este sentido un aguijón.
2. La propia existencia de la Iglesia como un movimiento singular
Cuando Jesús murió en la cruz y sus discípulos huyeron atemorizados, todo indicaba que éste era el fin del cristianismo. Sin embargo, la venida del Espíritu Santo puso en evidencia que Cristo había resucitado, y la conversión de miles de judíos en Jerusalén dio un vuelco radical a la situación. Además, los apóstoles hacían muchas señales en el nombre de Jesús, lo cual ponía en evidencia que seguía vivo, que no había terminado en una tumba tal como Pablo quería creer.
Por otro lado, el buen testimonio de la iglesia, cuidando de las necesidades de sus miembros y la determinación con la que muchos de ellos mantenían su profesión de fe en medio de la persecución, era algo que tenía que generar muchas dudas en la mente de Saulo y también en otros muchos de sus correligionarios en aquel momento. ¿Qué explicación se podía dar a todo esto si no era que Jesús realmente había resucitado y seguía vivo sosteniendo y guiando a su pueblo en medio de las dificultades?
3. El mensaje de Esteban
Después de escuchar el mensaje de Esteban, Saulo dio su voto para que fuera apedreado. ¿Qué hubo en este mensaje que despertara de tal manera las iras de Saulo?
La defensa de Esteban giró en torno a la relación de la naciente fe cristiana con el judaísmo tradicional (Hch 7:1-60).
Mientras que Saulo admiraba las glorias del templo situado en el lugar donde por siglos Jehová había sido adorado, Esteban insistía en que Dios no mora en templos hechos de manos, como el mismo Salomón había reconocido, sino que de hecho se había manifestado a lo largo de la historia en distintos lugares, muchas veces fuera de las fronteras de Israel.
Por otro lado, Saulo insistía en la necesidad del rito de la circuncisión, pero Esteban demostró que Dios dio promesas a Abraham mucho tiempo antes de que el rito fuese instituido.
Para Saulo, Jesús no podía ser el Mesías escogido por Dios puesto que no había sido reconocido por los líderes de Israel, pero Esteban demostró que desde el mismo comienzo de la nación judía, los padres se habían opuesto con violencia a cada iniciativa de Dios: José fue vendido por sus hermanos por celos, Moisés fue desechado por sus hermanos como libertador, y todos los profetas fueron perseguidos por los líderes de la nación.
Saulo señalaba que la venida del Mesías sería un acontecimiento glorioso, pero Esteban citó a Moisés, los profetas y los Salmos para mostrar que el Cristo tenía que padecer.
Para Saulo nadie podía tomar el lugar de Moisés y la ley, pero Esteban citó al mismo Moisés cuando afirmaba que el Señor Dios levantaría un profeta más grande que él mismo.
Aunque en ese momento Esteban no podía imaginarlo, acababa de sembrar una importante semilla en el corazón del principal opositor del cristianismo. Saulo pudo acallar la voz de Esteban, pero los argumentos bíblicos que había expuesto seguro que siguieron retumbando en la mente de Saulo por mucho tiempo.
4. La muerte de Esteban
Pero si la exposición de Esteban había "aguijoneado" con dureza a Saulo, la forma en la que murió no lo hizo menos. Después de su vigorosa defensa ante el Sanedrín, Esteban pidió perdón para sus asesinos mientras era apedreado por ellos, y entonces su rostro se iluminó "como la faz de un ángel" y dijo que estaba contemplando a Jesucristo a la diestra de Dios (Hch 6:15) (Hch 7:55-60).
Aquella luz en el rostro de Esteban, su mirada que evidenciaba que estaba viendo la gloria del Señor, su paciencia y perdón, la paz con que murió, todo ello tuvo que afectar poderosamente a Saulo.
5. Los cristianos a los que perseguía
Después de la muerte de Esteban, Saulo descubrió que todos los seguidores de Jesús a los que él perseguía reaccionaban de la misma forma. Era como si les rodease un poder sobrenatural que les daba el valor para mantener sus convicciones aun al precio de su propia vida.
¿Cómo podían ser estas personas enemigas de Dios si manifestaban esta pureza y amor? ¿Cómo podía ser todo esto una obra de las tinieblas? ¿Cómo podían sufrir de ese modo y al mismo tiempo tener una paz que ni él mismo tenía? Seguro que Pablo no podía encajar todo esto, y mientras tanto, su conciencia seguía siendo aguijoneada.
6. Lo que sabía de Jesús de Nazaret
Aunque Saulo consideraba a Jesús de Nazaret como un impostor, sin embargo, toda la información que circulaba sobre su vida y obra le resultaba inquietante. Había cientos de personas que todavía estaban vivas y daban fe de que Jesús les había sanado durante su ministerio terrenal. También la belleza y autoridad de sus enseñanzas, su compasión al servir a los pobres, la amabilidad de su carácter, pero especialmente el testimonio de muchos que afirmaban haberlo visto vivo después de su muerte. Toda esta evidencia era demasiado contundente como para seguir rechazándola.
Es muy probable que el fanatismo con el que Saulo estaba actuando era una forma de compensar sus dudas interiores. Su mente se hallaba en medio de un torbellino y él coceaba con violencia contra el aguijón de Jesús.

Nuestra propia experiencia

La experiencia de Saulo no es única. En cierto sentido es seguro que en algún momento de nuestras vidas nosotros también hemos sentido el aguijón y la llamada de Jesucristo, aun cuando quizá no hayamos reconocido que era él.
Puede haber sido al leer o escuchar su Palabra que nos llama al arrepentimiento y la fe.
Tal vez nuestra conciencia nos ha acusado recordándonos lo que hemos pensado, dicho o hecho.
Quizá nos hemos llegado a sentir vacíos y deprimidos, sin encontrar sentido a nuestra vida, aunque quizá lo tengamos todo.
Puede que Dios haya llamado nuestra atención por medio del dolor de una enfermedad, una pérdida, el fracaso en un negocio, o situaciones adversas que se repiten una detrás de otra.
O el temor a la muerte y el juicio eterno.
Lo que es indudable es que el Espíritu Santo obra en nosotros de muchas maneras para llevarnos a Cristo (Jn 16:8-11). Al igual que con Saulo, Dios hará todo lo que haga falta para colocarnos en un punto de absoluta dependencia de él. Inflexiblemente, pacientemente, y fielmente nos aguijoneará hasta que final y voluntariamente nos dobleguemos ante él.

Evidencias de una auténtica conversión

Por mucho tiempo el Señor había estado "aguijoneando" a Saulo sin lograr doblegarlo, pero la revelación de su gloria en el camino de Damasco fue decisivo. En aquel momento todo comenzó a cobrar sentido, y se produjo una profunda revolución que afectó a todo su ser.
Cuando los hombres que iban con Saulo se recobraron, vieron que había perdido la vista y tuvieron que conducirle hasta la ciudad. ¡Qué cambio tan radical! En lugar del orgulloso fariseo que caminaba por las calles con los aires de un inquisidor, ahora era un hombre humillado, afligido, tembloroso, andando a tientas, necesitado de una mano que le guiara. Luego, cuando llegó a la posada y se quedó sólo en medio de la oscuridad, empezó a orar y fue entonces cuando tuvo lugar el verdadero cambio interior en su vida. Fue una verdadera crisis de su intelecto, voluntad y emociones que transformó toda su vida y sus actividades posteriores. Vamos a considerar algunos de los cambios que se produjeron en Saulo inmediatamente después de su conversión y que afectaron su relación con Dios, con la Iglesia y con el mundo.
1. Una nueva relación con el Señor Jesucristo
Hasta ese momento había sido un enemigo activo del Señor Jesucristo:
(Hch 26:9-10) "Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice..."
Aquella luz que había resplandecido en el camino de Damasco, le despertó súbitamente a la realidad de que en lugar de servir a Dios, estaba obrando en contra de él, destruyendo aquello por lo cual su Hijo había vertido lágrimas y sangre. Persiguiendo a los cristianos estaba persiguiendo al Hijo de Dios. Este fue un descubrimiento terrible y abrumador.
Fue entonces cuando Saulo reconoció por primera vez el señorío y la autoridad de Jesús.
(Hch 9:6) "Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer."
Si seguimos leyendo el relato, veremos que efectivamente Saulo hizo todo lo que el Señor le mandó (Hch 9:8-9). Y debemos decir que esta rendición al señorío de Cristo es sin duda la norma para todos los seguidores de Jesús.
Es triste ver cómo algunos cristianos debaten sobre si la presentación del señorío de Cristo debe ser una parte esencial de la exposición del evangelio o no. Parecen tener miedo de poner en peligro la primacía de la gracia si se insiste en que para ser salvos es necesario sujetarse al señorío de Cristo. Pero no hacerlo implica presentar un evangelio carente de uno de los aspectos clave del cristianismo.
Ahora bien, debemos notar cuál era la razón por la que Pablo se sujetaba al señorío de Cristo después de su conversión. Antes de su encuentro con el Señor, Saulo se esforzaba por obedecer a Dios con el propósito de alcanzar la justificación por las obras de la ley, pero una vez que creyó en Jesús fue justificado inmediatamente, por lo tanto, la razón por la que servía y obedecía al Señor era porque había quedado fascinado por su gloria y su gracia. Ya no intentaba ganar el favor de Dios, sino simplemente mostrarle su agradecimiento.
Podemos imaginarnos los pensamientos de Saulo. Aunque él era un enemigo empedernido de Jesús, y había dedicado los últimos años de su vida para hacer todo el daño que pudo a su causa, sin embargo, cuando el Señor se le apareció en el camino de Damasco, lo hizo sin ningún tipo de cólera o deseo de venganza. No buscaba retribuirle por lo que había hecho contra él. Por el contrario le mostró su divina benignidad. Durante el resto de su vida no pudo olvidar esto, y de aquí surgió una devoción personal por Cristo que le llevó a servirle apasionadamente hasta el fin de su vida. Se deleitaba en llamarse esclavo de Jesucristo y toda su ambición era dar a conocer a Cristo en todo el mundo. Tampoco le importaba sufrir por Cristo, de hecho lo consideraba un alto honor. Sabía que Cristo lo había dado todo por él, y ahora no quería reservarse nada para sí mismo. Su anhelo era parecerse cada día más a Cristo, agradar a Cristo, que Cristo se formara en él, que Cristo viviera en él, que su vida fuera de olor grato para Cristo...
Por lo tanto, podemos decir que Pablo se sujetaba al señorío de Cristo porque había sido ganado por su amor y su gracia. Pero en otro sentido, también es importante subrayar que le obedecía porque había llegado a reconocer la deidad de Jesús. Notemos que se dirige a Jesús llamándole "Señor", que era la palabra griega con la que se traducía del hebreo la palabra "Jehová". Por supuesto, un judío ortodoxo como Saulo, nunca utilizaría el término "Señor" para referirse a nadie más que a Dios. Así que, cuando se refiere a Jesús como "el Señor", está haciendo una enérgica afirmación de su deidad. Así que Saulo aceptó que Jesús era Dios y consecuentemente se rindió a su voluntad. De hecho, llegó a escribir que nadie puede ser un auténtico cristiano si no cree y confiesa la plena deidad de Jesús y se somete a él (Ro 10:9).
2. Una nueva relación con la iglesia
Cuando Ananías fue enviado a ministrar al nuevo convertido, al entrar a la habitación donde estaba le dio la bienvenida de una forma fraternal:
(Hch 9:17) "Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo..."
El temido enemigo de la Iglesia fue recibido como un hermano, como miembro de la familia. Fue por esta razón que se levantó y fue bautizado (Hch 9:18).
Así comenzó una nueva relación con los cristianos de Damasco que él había ido a encarcelar:
(Hch 9:19) "Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco."
Y lo mismo hizo cuando fue a Jerusalén:
(Hch 9:26) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos..."
Así pues, otro resultado de la conversión es la identificación, aceptación y comunión con la iglesia de Cristo.
Esto nos recuerda un principio que no siempre es tenido en cuenta: No se puede aceptar sinceramente a Cristo y no querer tener nada que ver con su pueblo. No se puede profesar amor al Señor Jesús y rehusar amar a sus santos. No se puede decir que nos identificamos con él y no hacerlo con su pueblo.
3. Una nueva responsabilidad hacia el mundo
Jesucristo ya había indicado a Saulo a través de Ananías cuál iba a ser su misión:
(Hch 9:15) "... instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."
Y Saulo comenzó a cumplirla inmediatamente en Damasco, donde se encontraba:
(Hch 9:20) "En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios."
El llamamiento a testificar de Jesucristo va siempre de la mano de la conversión. Para Saulo era una necesidad: "¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!". Y nosotros, aunque no hayamos recibido un llamado específico como el del apóstol Pablo, hemos sido comisionados para ser testigos de Cristo y tenemos el elevado privilegio y responsabilidad de representarle en la tierra y comunicar su mensaje al mundo (2 Co 5:20).

Comentarios

Perú
  Ulises Sanchez Tirado  (Perú)  (16/08/2020)
Agradecer por tan maravillosas enseñanzas , me gustaría recibir más estudios, gracias pastor Luis.
Panamá
  Edgar Moreira  (Panamá)  (22/01/2020)
Dios le bendiga, muy amplio el estudio y edificante; pero no me queda claro porque si la conversión de Saulo no fue obligada, se hace el comentario de que Dios no lo pudo doblegar:
Evidencias de una auténtica conversión
Por mucho tiempo el Señor había estado "aguijoneando" a Saulo sin lograr doblegarlo, pero la revelación de su gloria en el camino de Damasco fue decisivo.
le cambia el sentido del uso de la coz, sobre todo cuando hace referencia que era el mismo Saulo que daba coces contra el aguijón y no Jesús.
Argentina
  Angel Guerriero  (Argentina)  (20/11/2018)
Entiendo que nosotros los laicos no hemos recibido la vocación de servirle al señor como Ministros, pero sí como mensajeros de su amor. Siguiendo el hilo del discurso: si hay conversión,hay encuentro personal con Jesucristo, con su Iglesia y con hermanos, y decisión de anunciarlo hasta el fin de nuestras vidas.
México
  Luis Fernando Moguel Martínes  (México)  (05/11/2018)
Gran estudio apreciable hermano en Cristo. Me es de utilidad, en mi formación cristiana y personal.
Dios le siga bendiciendo.
Honduras
  Ruben Paz  (Honduras)  (29/10/2016)
Bendiciones. Me parece que Pablo en el fondo de su corazón sabia que Jesús era el ungido de Dios, que era El Salvador del mundo, Dios mismo. Al leer este estudio me doy cuenta que Pablo podría estar persiguiendo la verdad, saciar su necesidad de saber si Jesus era quien decía ser. Al final encontró santa respuesta y sirvió por agradecimiento dejándonos un legado incomparable y lleno del Espíritu Santo.
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