En principio veían a Jesús como un rival y un competidor que estaba eclipsando a Juan. Tal era su disgusto con él que evitan en todo momento llamarle por su nombre: "el que estaba contigo al otro lado del Jordán". No podían ocultar sus celos y envidia.
Por otro lado, parece que creían que sólo su maestro tenía el derecho de bautizar, así que, cuando Jesús y sus discípulos comenzaron a hacerlo también, les pareció un atrevimiento inaceptable. Es más, pensaban que ponerse a bautizar a su lado era un acto de ingratitud, sobre todo después de que el mismo Juan hubiera dado testimonio a favor de Jesús. Ellos pensaban que cuanto menos era una falta de cortesía.
Y cuando observaron que la mayoría de las personas iban a ser bautizadas por los discípulos de Jesús, no pudieron esconder su disgusto y llegaron a culpar al mismo Juan por haber sido tan insistente en hablar bien de él a todas las personas. Creían que debía haber sido más precavido y no haber ensalzado tanto a alguien que luego le iba a hacer la competencia y "robarle la clientela".
Seguramente hubo también otros argumentos relacionados con la capacidad de purificación del bautismo de Jesús, o la conveniencia de que hubiera dos grupos practicando el mismo bautismo...