Ignorar al otro. Si no conseguimos poner tierra por en medio, nos limitamos a un trato mínimo. Evitamos el roce con silencios, con frialdad, manteniendo las distancias.
Aceptarlo sin reproche. Algunos piensan que la amistad consiste en una defensa a ultranza del amigo, haga lo que haga. Escuchamos sus penas y siempre le damos la razón. "Eres maravilloso, es que los otros son unos brutos". La culpa siempre la tienen los demás.
Juzgarlo sin piedad. En vez de tratar de comprender lo que hay detrás de los comportamientos, nos quedamos exigiendo un cambio de conducta con severidad. Las frases más típicas son "lo que tenías que hacer", o "a ver si espabilas de una vez", o "lo estás haciendo fatal".
Analizarlo sin criterio. Los que optan por la psicología prefieren indagar en las raíces del comportamiento humano, para descubrir quién te hizo daño de pequeño, qué traumas has sufrido en familia, qué complejos siguen produciendo un bloqueo. La terapia muchas veces consiste en esto, en largas conversaciones para desenmascarar los abusos del pasado. El fin es confrontarlos y liberarte de su influencia perniciosa, eligiendo una respuesta vital diferente.