Identidad. Sabes quién eres y cuál es tu llamamiento. Tienes una sensación de propósito para tu vida, y nadie la puede anular.
Dignidad. Eres consciente de tu valor como ser humano, un valor infinito porque Dios se ha fijado en ti. Te ha traído a este mundo, te ha creado como eres, y sabes que te va a usar para realizar cosas que ningún otro podría hacer.
Voluntad. Sigues libre para escoger tus respuestas a las cosas que la vida te depara. No puedes dominar sobre otros, pero sí mandas en tu manera de responder a cada situación.
Finalidad. Sabes que Dios te quiere usar para tocar vidas, para acercar la bendición del cielo a otros. Es cuestión de hacer el bien, ayudar al prójimo, compartir el mensaje grande y único del evangelio.