I. El principio del evangelio
II. El evangelio de Jesucristo
III. El nombre: "Jesús"
IV. El título: "Cristo"
V. Su naturaleza divina: "Hijo de Dios"
El primero ha liberado y sigue haciéndolo a millones de personas en todo el mundo, mientras que del segundo, apenas nos quedan unas cuantas ruinas para distracción de los turistas. El César, al igual que muchos otros políticos desde entonces, han prometido un mundo mejor que nunca llega.
Los beneficios del evangelio de Jesucristo son universales y se otorgan a todos por igual. Se ofrece a marginados, pecadores, pobres y ricos, judíos y gentiles, cultos e incultos, jóvenes y mayores, sin distinción de raza o nación... En contraste, los que se beneficiaban de las buenas noticas del César eran siempre los mismos; los privilegiados y los poderosos.
Jesucristo nos salva entregando su propia vida en la cruz, mientras que los emperadores romanos imponían su autoridad por medio de sangrientas campañas militares que dejaban miles de muertos.
Jesucristo gana nuestros corazones por amor, mientras que César lo hacía por la fuerza y el miedo.