Estudio bíblico: Predicación de Juan el Bautista - Marcos 1:2-4

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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La predicación de Juan el Bautista - Marcos 1:2-4

(Mr 1:2-4) "Como está escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados."

Introducción

En nuestro estudio anterior estuvimos hablando acerca del "principio" del evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios. Y dijimos que desde una perspectiva cronológica, el evangelio tuvo su origen mucho antes de que viniera el Señor Jesucristo. De hecho había estado en el corazón de Dios desde la eternidad y también había sido anunciado previamente por los profetas del Antiguo Testamento.
Así pues, antes de que el evangelista nos presente públicamente al Señor Jesucristo, va a hablarnos del cumplimiento de ciertas profecías que encontramos en Isaías y Malaquías, que anunciaban la venida de un mensajero que prepararía el camino al Mesías.
Este mensajero es identificado como Juan el Bautista, quien fue reconocido por el pueblo como un profeta de Dios. Y en cuanto a su misión, consistió en anunciar la inminente venida de Uno inmensamente más importante que él, razón por la cual todas las personas sin distinción debían prepararse para su encuentro.
Pero las profecías de Isaías y Malaquías no sólo anunciaban que el Mesías sería precedido por un mensajero que prepararía su camino, también anticipaban quién sería realmente ese Mesías y qué venía a hacer.
En esta ocasión vamos a dividir nuestro estudio en dos partes:
I. Jesús es el Mesías anunciado por el Antiguo Testamento
II. El ministerio preparatorio de Juan el Bautista

I. Jesús es el Mesías anunciado por el Antiguo Testamento

Empezamos, por lo tanto, viendo que el evangelio de Jesucristo había sido anunciado previamente por los profetas del Antiguo Testamento. Con esto coincide también el apóstol Pablo.
(Ro 1:1-3) "... el evangelio de Dios, que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo ..."
1. El carácter sobrenatural de la Biblia
Este hecho es importante porque nos demuestra una vez más que el hombre puede confiar en la Biblia como la Palabra inspirada de Dios.
Durante siglos Dios había estado haciendo diferentes anuncios proféticos sobre la figura del Mesías que finalmente fueron cumplidos con total exactitud en la persona del Señor Jesucristo. Estas profecías abarcaban innumerables detalles de la vida y la obra del Mesías, desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección. De entre todo ese extenso material, Marcos recoge al comienzo de su evangelio las profecías de Isaías y Malaquías que adelantaban que el Mesías sería precedido por un heraldo que prepararía su camino. Esto se cumplió en Juan el Bautista y su ministerio.
En este punto debemos recordar el carácter sobrenatural de la Palabra de Dios, que se aprecia en su unidad y continuidad. Muchas personas ignoran muchos de los detalles básicos acerca de la formación de la Biblia, y por eso mismo no logran apreciar su carácter sobrenatural.
La primera cosa que debemos saber es que aunque nosotros conocemos la Biblia como un solo libro, en realidad se trata de una colección de 66 libros que fueron escritos por 40 autores diferentes que vivieron a lo largo de un periodo de unos 1.600 años.
Sus autores procedían de los más diversos lugares y situaciones: había reyes, campesinos, filósofos, hombres de estado, pescadores, médicos, eruditos, poetas, cobradores de impuestos, rabinos, pastores, agricultores...
Vivieron en tres continentes diferentes: Asia, Africa y Europa.
Su cultura, las experiencias existenciales por las que pasaron, sus propios caracteres, eran completamente diferentes.
Escribieron en tres idiomas distintos: hebreo, arameo y griego.
Usaron de una gran variedad de estilos literarios: historia, leyes civiles, penales, rituales, poesía, tratados didácticos, alegoría, biografía, correspondencia personal, memorias, profecía y escritos apocalípticos.
Debido a toda esta diversidad, y teniendo en cuenta que en sus escritos tratan de uno de los asuntos más controvertidos, la Biblia por fuerza natural debería ser la más discordante y contradictoria colección de opiniones humanas que el mundo jamás haya visto. Y es precisamente aquí donde está el milagro. La Biblia es el más homogéneo, ininterrumpido, armonioso y ordenado relato de la historia de los tratos de Dios con el hombre que este mundo ha conocido. Sin duda, todo esto exige un milagro. ¿De qué otra manera podríamos explicar que un grupo de hombres que no se conocieron entre sí, pudieran escribir sobre un tema tan controvertido con esta unidad? ¿Acaso hay algún otro libro parecido en la historia de la humanidad? La Biblia es sin duda un libro único.
Y esta milagrosa continuidad de la Biblia se observa también en el cumplimiento de muchas profecías como las que ahora estamos considerando y que anticipaban la venida del Señor Jesucristo.
2. Las profecías tenían el propósito de ayudar a identificar al Mesías
Por otro lado, todas estas profecías tenían el propósito de servir a los judíos para que identificaran al Mesías cuando apareciera en la historia, cerrando de ese modo el paso a cualquier impostor.
Toda la información que ellos necesitaban estaba en el Antiguo Testamento, y debería haber servido para que los judíos, y en especial sus líderes religiosos, hubieran reconocido al Señor Jesucristo como su Mesías esperado. Pero paradójicamente no lo hicieron, algo que por otro lado también habían anunciado los profetas.
En cualquier caso, lo primero que ahora debemos tener en cuenta es que el Mesías no se iba a presentar por su propia cuenta, promocionándose a sí mismo, tal como hicieron algunos falsos mesías antes de los tiempos de Jesús (Hch 5:36-37). El Antiguo Testamento anunciaba que el verdadero Mesías vendría precedido por un notable precursor quien prepararía el camino al Mesías, haciendo que multitudes de Israelitas se arrepintieran de sus pecados y se convirtieran al Señor.
3. Una aclaración sobre las profecías del Antiguo Testamento
Antes de comentar brevemente lo que Isaías y Malaquías escribieron, debemos aclarar dos cosas acerca de las profecías del Antiguo Testamento.
Lo primero a tener en cuenta, es que muchas de estas profecías tenían más de un cumplimiento. Era frecuente que los profetas anunciaran un evento que ocurriría a corto plazo, en su misma época o poco tiempo después, pero que ese primer cumplimiento no agotara todo el propósito de la profecía, haciendo referencia en muchas ocasiones a la venida del Mesías.
Y lo segundo, es que las circunstancias en las que tenía lugar el primer cumplimiento de una profecía, constituían un patrón o modelo que anunciaba algún detalle de la vida del Mesías.
4. La profecía de Isaías
Comencemos viendo la profecía de Isaías a la que Marcos se refiere al comienzo de su evangelio:
(Is 40:3-5) "Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios. Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane. Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado."
Empecemos por preguntarnos: ¿en qué contexto escribió Isaías esta profecía? ¿Cuál fue su primer cumplimiento? Israel había ignorado las numerosas advertencias de Dios para que cambiaran su comportamiento. Finalmente Dios cumplió su palabra y los entregó en manos de los babilonios que los llevaron en cautiverio. En medio de esas circunstancias, Isaías anunció que Dios mismo, pasado un tiempo, volvería a buscarlos allí donde habían sido llevados cautivos. El camino para ese encuentro, toda la región desértica entre Babilonia y Palestina, debía ser preparado. Esta labor sería anunciada por un heraldo o mensajero real. Esta profecía se cumplió en el siglo VI a.C., cuando después de setenta años de cautiverio, Dios fue a buscarlos a Babilonia para llevarlos de nuevo a Israel.
¿Cuál fue su segundo cumplimiento? ¿Cómo la aplicaron los evangelistas? El regreso del cautiverio en Babilonia fue un patrón o tipo de aquella liberación mucho más gloriosa que iba a llevar a cabo el mismo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, y de la que Juan el Bautista sería su mensajero, la voz de uno que clamaba en el desierto.
En este punto es importante subrayar que quien iba a llevar a cabo la obra de salvación a favor de la humanidad sería Dios mismo. Según Isaías, a quien había que preparar el camino era a Jehová (Is 40:3). Es interesante notar que Marcos identifica el Jehová del Antiguo Testamento con Jesucristo.
¿En qué consistía la preparación del camino? Era costumbre antigua que si un rey iba a visitar alguna parte de su reino, enviara un mensajero delante de él para que el camino fuera preparado. Éste encargaría a cada población por donde el rey había de pasar para que se ocupara de quitar los baches y montículos que hubiera en el camino dentro de su término. Ahora era Juan el Bautista quien anunciaba la venida del gran Rey y el camino que debía ser preparado era el corazón de los hombres. La preparación que había de llevar a cabo consistía en denunciar el pecado del pueblo y hacer un llamamiento al arrepentimiento.
Había aspectos "torcidos" en sus vidas que debían ser enderezados, altibajos (valles y montañas) que habían de ser aplanados para facilitar la venida Rey. Podemos pensar en los valles como aquellas cosas bajas, ocultas y despreciables de nuestra personalidad. Y en los montes como el orgullo y la altivez del corazón.
5. La profecía de Malaquías
(Mal 3:1) "He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos."
Comencemos por preguntarnos nuevamente cuál fue el contexto original de esta profecía. Cuando leemos el profeta Malaquías, lo primero que notamos es que esta cita tenía cierto tono de amenaza. Esto era así porque los sacerdotes estaban incumpliendo sus deberes. Las ofrendas que presentaban eran de animales defectuosos y tarados; el culto del templo les resultaba fastidioso. Por lo tanto, el mensajero de Dios comenzaría por limpiar y purificar el culto del templo antes de que viniera el Ungido de Dios.
Este mensajero del que habla Malaquías, que se interpretaba comúnmente como el precursor del Mesías, Marcos lo asocia con Juan el Bautista. Y tanto aquí, como en la profecía de Isaías, se resalta el hecho de que era necesaria la preparación para ir al encuentro de Dios.
Y nuevamente, otro detalle importante que surge de la comparación entre el texto de Marcos y la cita tal como la encontramos en Malaquías, es que quien iba a venir era nada más y nada menos que el mismo Dios. Notemos que en el texto original de Malaquías dice: "Yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí", pero Marcos, al citarlo, cambia el final ("delante de ti"), sugiriendo nuevamente que Jesús es Jehová mismo, que viene a su pueblo, encarnado en la persona de Jesucristo. Sería difícil exagerar la importancia del ministerio de Juan al preparar el camino para tal visitante.

II. El ministerio preparatorio de Juan el Bautista

1. Después de siglos de silencio, nuevamente se volvía a escuchar la voz de Dios
Después de más de cuatro siglos de silencio, se volvía a oír la voz de Dios por medio de un profeta. Este hecho, unido al ambiente que se respiraba entre los dirigentes religiosos de su tiempo, que parecían sólo preocupados por el dinero y el poder político, despertó una gran expectación en medio del pueblo que se sentía como el salmista.
(Sal 63:1) "Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas."
Además, debemos notar también que el mensaje de Juan el Bautista llegaba a un pueblo desolado y afligido que aún estaba bajo el castigo de Dios. Hacía siglos que, con escasos períodos excepcionales, los judíos estaban dominados por poderes extranjeros, añorando su liberad como nación. Sin embargo, la auténtica desolación del pueblo no era política, sino moral y espiritual. Ahora, con la llegada de Cristo, precedida por el ministerio de Juan, llegaba la esperanza prometida. El tiempo se había cumplido.
2. Juan el Bautista, el heraldo del Mesías
Juan apareció, por lo tanto, como un heraldo. Su cometido era anunciar la proximidad del Rey y preparar su camino.
Su ministerio fue tan importante que los cuatro evangelistas lo recogen. La razón de esta popularidad nos la explica el apóstol Juan: "Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan" (Jn 1:6). El pueblo reconoció el hecho de que Juan el Bautista era un verdadero profeta de Dios, y todo lo relacionado con su vida confirmaba la realidad de esa convicción.
3. La urgencia de su mensaje: "El Reino de los cielos se ha acercado"
Según el evangelio de Mateo, Juan el Bautista comenzó su ministerio con el siguiente anuncio: "El Reino de los cielos se ha acercado" (Mt 3:2). Para un judío conocedor de las Escrituras, aquella frase significaba el cumplimiento de las profecías de Daniel en relación con los últimos tiempos, cuando los grandes imperios prefigurados en el sueño de Nabucodonosor serían sustituidos por el reino de Dios. El mismo Daniel había anunciado que uno semejante a un hijo de hombre vendría hasta el Anciano de días para recibir un dominio que no pasaría, un reino que no sería destruido. Y también había predicho que la grandeza de todos los reinos debajo del cielo serían dados a los santos del Altísimo (Dn 7:1-18).
Y lo que Juan estaba anunciando era que por fin la venida tan largamente esperada de este Rey y de su reino eran inminentes. Él mismo era su precursor.
Sin embargo, Juan insistió en el cumplimiento de ciertos requisitos preliminares para poder participar de ese reino. Y como ya hemos mencionado, esos requisitos eran espirituales.
El mensaje de Juan es muy pertinente también para nuestros tiempos. Si queremos que Dios venga a nuestras vidas tendremos que preparar nuestros corazones por medio del arrepentimiento. Esta es una responsabilidad para cada uno de nosotros.
4. El lugar donde predicaba: "el desierto"
Juan el Bautista no desarrolló su ministerio en las grandes ciudades, sino que se fue al desierto. No les puso las cosas fáciles a los judíos de su tiempo. En la mayoría de los casos, las personas tendrían al menos un día de viaje a pie para poder ir a escucharle. Y lo sorprendente es que la gente dejaba sus ocupaciones para ir en masa a donde él predicaba. Esto implicaba que la gente tenía a Juan por un gran profeta de Dios, pero también ponía en evidencia el hambre espiritual del pueblo.
En cuanto al lugar de su ministerio, hay que decir que toda la vida de Juan el Bautista había estado ligada al desierto. Lucas nos dice que antes de que se manifestase al pueblo estuvo en "lugares desiertos" (Lc 1:80). Su formación no tuvo lugar en las escuelas rabínicas de su tiempo, sino estando en la soledad con el Señor.
Mateo nos explica que cuando comenzó su ministerio fue al "desierto de Judea" (Mt 3:1). Esta es la región que se ubica entre Jerusalén y el valle del Jordán, a lo largo del Mar Muerto (buscar en un atlas bíblico). No era un lugar totalmente desértico, sino una zona montañosa, de poco uso para la agricultura.
¿Qué atrajo a Juan al desierto? Como ya hemos dicho, podría haber sido simplemente la soledad de un lugar donde poder dedicarse a buscar a Dios, evitando las tentaciones y distracciones de la vida urbana. Y aunque sin duda esto era cierto, debemos notar también que en el Antiguo Testamento, el "desierto" tenía otras connotaciones. Dios había hablado a Israel en el desierto antes de que entraran a la tierra prometida. Y el profeta Oseas lo identifica como el lugar donde se efectuaría la reconciliación con Dios, y donde Israel hallaría la renovación espiritual.
(Os 2:14) "Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón."
5. El bautismo para arrepentimiento
El mensaje de Juan el Bautista se centró en anunciar la inminente venida del Rey prometido en el Antiguo Testamento, el Mesías. Estas fueron sus palabras:
(Mr 1:7) "Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado"
Evidentemente el Rey venía para gobernar en la vida de los hombres, y Juan había venido para anunciar que era imprescindible que cada persona se preparase para poder entrar en su reino.
Este detalle era muy importante. La mayoría de los judíos pensaban que disfrutarían inmediatamente del reino de Dios desde el mismo instante en que el Mesías apareciera, pero lo que Juan el Bautista les estaba diciendo era que no sería algo automático, y que de hecho, sólo disfrutarían de su reino si preparaban sus corazones por medio del arrepentimiento. Por lo tanto, además de anunciar la venida del Mesías, la predicación de Juan incluía una insistente llamada al arrepentimiento.
Juan tuvo que aclararles esto, puesto que muchos pensaban que al ser descendientes directos de Abraham y practicar ciertos ritos religiosos externos como la circuncisión o el día de reposo, ya estaban preparados para entrar en el reino de Dios. Pero Juan les advirtió seriamente de su equivocación:
(Lc 3:7-9) "Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego."
De nada les iba a servir alegar que eran descendientes de Abraham, o que vivían en conformidad con ciertos ritos religiosos. Lo único que les prepararía para entrar en el reino de Dios sería su renuncia al pecado y volverse sinceramente a Dios, de otro modo, no estarían preparados para su venida. Además, ese cambio debería manifestarse por medio de "frutos dignos de arrepentimiento".
Una vez más observamos que el corazón de los hombres no ha cambiado a lo largo de los siglos. Hoy también hay muchas personas que piensan que van a entrar en el reino de Dios por razones muy parecidas a las de los judíos. Por ejemplo, los musulmanes están seguros de su entrada al paraíso por el hecho de ser musulmanes y practicar ciertos ritos religiosos como el ayuno o la oración. Tampoco es difícil encontrar a católicos que confían en su entrada al cielo por el hecho de pertenecer a esa antigua religión. Muchos cristianos evangélicos piensan que también serán recibidos en el reino de Cristo porque van a una iglesia evangélica, cantan en el coro, ayunan y diezman con frecuencia. Pero como Juan el Bautista advirtió muy claramente, nada de todo esto sirve si no hay un verdadero cambio de corazón y de mente.
Por eso, el llamamiento al arrepentimiento que hizo Juan sigue teniendo la misma importancia también para todos nosotros. Como habían anunciado los profetas de la antigüedad, en nosotros también hay montañas y cerros de orgullo y obstinación que tienen que ser nivelados; caminos torcidos y desviados que tienen que enderezarse; escabrosidades que tienen que allanarse, antes de que podamos mirar la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.
El arrepentimiento, según la traducción literal de la palabra griega, es "un cambio de mente", lo que necesariamente implica también un cambio en la actitud de la voluntad. El alma no arrepentida escoge su propio camino y voluntad, sin considerar la ley de Dios. Pero en el arrepentimiento el alma cambia de actitud.
En cualquier caso, debemos aclarar que el arrepentimiento no es una especie de buena obra que debemos hacer para conseguir merecer la gracia y el perdón de Jesucristo. No tiene nada que ver con eso. El arrepentimiento implica todo lo contrario; es un reconocimiento explícito de que no merecemos formar parte de su reino, que nuestras vidas no son dignas de tal privilegio, y conscientes de ello, suplicamos su gracia al mismo tiempo que expresamos nuestro deseo genuino y sincero de apartarnos del pecado con la ayuda de Dios.
Durante el ministerio de Juan, este arrepentimiento era simbolizado por el "bautismo de arrepentimiento". Pero no lo olvidemos, ese bautismo era solamente un símbolo, y como tal, no servía de nada si no se cumplía aquello que simbolizaba. Y eso fue exactamente lo que Juan les dijo a los fariseos y saduceos que venían a ser bautizados. Él se dio cuenta de que sus intenciones no eran nobles. Probablemente fueron llevados al bautismo por el temor a ser cuestionados por el pueblo si no se unían a Juan el Bautista, que como ya sabemos, gozaba de un amplio reconocimiento entre el pueblo como profeta de Dios. Pero cumplir con un rito religioso externo porque "todo el mundo lo hace", no sirve para nada. Si el bautismo no se correspondía con un deseo genuino de conversión y de verdadero repudio de la vida anterior, no serviría para nada. Por eso, el Bautista les advirtió seriamente que debían hacer frutos dignos de arrepentimiento, porque de otro modo, el hacha ya estaba puesta a la raíz de los árboles y todo árbol que no diera buen fruto sería cortado y echado al fuego.
En realidad, los principales sacerdotes, los fariseos, los escribas y los ancianos del pueblo nunca llegaron a apoyar de corazón el bautismo de Juan. De hecho, cuestionaban que fuera realmente de Dios (Mr 11:27-33). Su actitud fue muy diferente de la del pueblo y de aquellos que eran notorios pecadores como los publicanos:
(Lc 7:29-30) "Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan."
¿Por qué las personas más religiosas del pueblo no se bautizaron? Bueno, esta es una cuestión muy importante y que se repite una y otra vez. La respuesta es que a ellos les desagradaba el bautismo de Juan porque los colocaba en el mismo plano de fracaso moral y espiritual que el resto de las personas. Para cualquiera de aquellos religiosos habría sido humillante colocarse en la misma fila que un cobrador de impuestos o una prostituta, esperando para ser bautizados por Juan. En realidad, ellos creían que ya eran buenos, que no necesitaban arrepentirse y preparar su corazón para la venida del Mesías. Pero la realidad era muy distinta. Aunque se creían buenos, ellos eran tan malos o peores que el resto del pueblo. Y finalmente lo demostraron cuando todos ellos se unieron para pedir a Pilato que crucificara a Jesús. Ellos creían que eran los únicos que estaban preparados para entrar en el reino de Dios, y que cuando viniera el juicio y la ira de Dios sobre la humanidad, ellos iban a quedar a salvo, cuando la verdad era que ellos serían los primeros sobre los que caería.
6. Anunciaba el perdón de pecados
El Bautista rompió todos los moldes religiosos de su tiempo. En aquella época, el perdón de pecados se ofrecía en el Templo después de la realización de diferentes sacrificios bajo la dirección de los sacerdotes. Juan el Bautista, sin embargo, a pesar de ser hijo de un sacerdote llamado Zacarías (Lc 1:5), salió del Templo y se fue al desierto. Allí anunciaba el perdón de pecados a todas las personas del pueblo que venían él: Publicanos (Lc 3:12), soldados (Lc 3:14), fariseos y saduceos (Mt 3:7).
Les anunciaba el perdón de pecados por medio de un bautismo para arrepentimiento, pareciendo ignorar los sacrificios que se hacían en el Templo. Y en lugar de dirigir al pueblo hacia sus dirigentes espirituales, anunciaba la venida de Uno que estaba entre ellos y que era el Mesías.
¿Qué relación había entre el bautismo de Juan y el perdón de pecados? Algunos han interpretado que el rito del bautismo confería la remisión de los pecados. Pero en realidad, no debemos relacionar el perdón de pecados con el bautismo de Juan.
Por un lado, como ya hemos señalado, el perdón de los pecados no debemos relacionarlo con el hecho externo del bautismo, sino con el arrepentimiento, que es una actitud interna del corazón.
Y por otro lado, tal como veremos en los próximos versículos, el bautismo de Juan no era suficiente en sí mismo. Debería ser completado con el bautismo en el Espíritu Santo que sólo el Señor Jesucristo podría realizar (Mr 1:8).
Estos dos detalles son muy importantes para cualquier persona que quiera entrar en el reino de Dios. Por un lado es imprescindible el arrepentimiento de nuestros pecados, de lo que el bautismo de Juan era un símbolo. Este arrepentimiento genuino que va acompañado de frutos dignos, nos prepara para acercarnos a Cristo, quien en último término es el único que puede perdonar nuestros pecados y transformar nuestras vidas por su Espíritu Santo.
Más adelante en este mismo evangelio veremos que el Señor Jesucristo poseía esta prerrogativa divina de conceder perdón absoluto de pecados (Mr 2:5).
El arrepentimiento de nuestros pecados y la fe en el Señor Jesucristo son dos lados de la misma moneda, dos aspectos necesarios y complementarios para la salvación. El arrepentimiento es una actitud del corazón que nos lleva a huir de nuestros pecados, mientras que la fe en Cristo significa nuestro deseo y elección de volvernos hacia Dios para participar en su reino.

Conclusión

En este estudio hemos reflexionado sobre dos aspectos muy importantes.
En primer lugar hemos visto que la revelación de Dios es digna de nuestra confianza. El cumplimiento exacto de infinidad de profecías del Antiguo Testamento en la persona del Señor Jesucristo son una prueba más de ello.
Y en segundo lugar, hemos considerado el ministerio de Juan el Bautista preparando el camino para el Mesías. Realmente su mensaje fue duro, porque él no buscaba causar una buena impresión entre su auditorio, sino únicamente cumplir con el cometido que había recibido de Dios. Así que anunció a las personas de su tiempo la necesidad que tenían de arrepentirse si querían poder participar del reino de Dios.
Fue un ministerio difícil, porque implicaba decirles a muchas personas que se creían buenas, y que confiaban en su religión, que todo eso era un espejismo y que finalmente no les iba a librar del juicio de Dios. Y con valentía exhortó a todas las personas por igual a arrepentirse de sus pecados, haciendo frutos dignos de tal arrepentimiento.
Juan fue fiel al ministerio que había recibido de Dios, y nosotros debemos tomar buena nota de su ejemplo para imitarlo.

Preguntas

1. ¿Por qué le parece importante que el Mesías hubiera sido profetizado por el Antiguo Testamento?
2. Cite cinco profecías del Antiguo Testamento que encontraron su cumplimiento en Jesús y que sean diferentes de las que hemos considerado en esta lección. No olvide escribir las citas correspondientes.
3. ¿Cómo debía preparar Juan el Bautista el camino para la venida del Mesías? ¿En qué sentido podemos aplicar esto a nosotros mismos?
4. Resuma y explique algunas de las características importantes del ministerio de Juan el Bautista.
5. ¿Recuerda algún acontecimiento importante de la vida del pueblo de Israel que tenga que ver con el desierto?

Comentarios

El Salvador
  Giovanni Amaya  (El Salvador)  (01/05/2016)
Gracias por la serie de Marcos, en mi iglesia tambien estoy impartiendo una serie de este evangelio, y su sermon de Marcos 1:2-4 fue de mucha bendicion. gracias y bendiciones
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