No había nada de lujo en ella. El Señor Jesucristo afirmó que Juan no se vestía de ropas delicadas (Mt 11:8). Era, por lo tanto, una vestimenta apropiada para la vida en el desierto.
Por otro lado, debemos recordar que el padre de Juan el Bautista era sacerdote y por lo tanto, él también pertenecía a esa misma clase. Como sabemos, los sacerdotes tenían su propia vestimenta, pero Juan se distanció de ellos.
Finalmente, otro detalle importante es que Juan el Bautista era el cumplimiento de la profecía de Malaquías acerca de la venida del profeta Elías que habría de aparecer antes de la llegada del Mesías (Mal 4:5-6). Y curiosamente, Juan se vestía del mismo modo que Elías en el pasado:
Señalaban una vida de separación de todo cuanto el mundo busca y aprecia. Era un hombre que vivía su mensaje, y esto es importante, porque no se puede condenar el mundo siendo del mundo.
Es un ejemplo de un siervo de Dios totalmente entregado a su ministerio, que no admite otras distracciones.
Manifiesta su completa independencia de todo cuanto este mundo pudiera darle.
Reflejaba la sinceridad del mensaje que proclamaba y daba un toque de realidad a su anuncio de los juicios terribles que vendrían sobre su generación.
Ya hemos visto que su indumentaria era similar (2 R 1:8) (Mr 1:6).
Como profetas de Dios, los dos tenían una fuerte consciencia de la presencia divina en sus vidas.
Los dos profetas destacan como hombres enteramente entregados a su ministerio. Es como si no tuviesen otras preocupaciones en la vida, sino solamente la de cumplir con su cometido profético.
Cada uno de ellos hizo volver los corazones del pueblo a Dios. Elías enfrentándose a los profetas de Baal, y Juan el Bautista denunciando el pecado de todo el pueblo. Los dos tuvieron que emplear un tono duro de denuncia del pecado, buscando el arrepentimiento del pueblo, haciendo una llamada a la conversión y a dejar su infidelidad a Dios.
Ambos se sintieron solos ante una nación que se apresuraba hacia el borde de un precipicio que los conducía a un abismo sin fondo.
Los dos tuvieron la intrepidez de enfrentarse a los reyes de su tiempo denunciando su pecado; Elías con Acab y Juan el Bautista con Herodes.
Incluso en ambos casos las esposas de los monarcas procuraron la vida de los profetas; Jezabel la de Elías y Herodías la de Juan.
A cada uno le vinieron momentos de depresión. En el caso de Elías, se sintió abatido después de su triunfo sobre los profetas de Baal. Y Juan el Bautista, desde la celda de su prisión, se preguntó si Jesús era realmente el Mesías o debían esperar a otro.
Ambos formaron a otros discípulos para continuar con su ministerio.