Estudio bíblico: Hermenéutica - El contexto -

Serie:   Normas de Interpretación Bíblica   

Autor: Ernestro Trenchard
Email: estudios@escuelabiblica.com
Reino Unido
Resultado:
Votos: 1
Visitas: 5960

Hermenéutica - El contexto

El contexto inmediato

Con referencia a la predicación, se ha repetido tantas veces el aforismo: "El texto sin el contexto es un pretexto", que casi nos avergüenza citarlo una vez más aquí. Pero si es importante para el predicador, ¿cuánto más para el exégeta? Dejamos a un lado aquí la cuestión de si un hermano debiera predicar si no es primeramente exégeta.
Pongámonos por un momento en el lugar de un estudiante que da principio a un curso de estudios médicos, con el propósito de licenciarse un día y ejercer el arte y ciencia de sanar los cuerpos. Sus profesores le recomiendan unos libros de texto, y le señalan las horas y lugares para conferencias, clases y demostraciones prácticas. Quizá durante algunas horas se entretiene en hojear los libros de texto, notando a la ligera algunos párrafos o ilustraciones que le llaman la atención. Pero, si es un estudiante serio, pronto deja de satisfacer la primera curiosidad, un tanto infantil, y se dispone a estudiar los prólogos y prefacios, que indican el alcance general de la obra y el método que ha seguido el autor en su presentación. Después, debidamente orientado, sigue sus estudios sección por sección, ya que en el desarrollo posterior de los temas se presupone el conocimiento de lo expuesto anteriormente, y el estudiante sabe bien que no va a absorber la ciencia que le es precisa por hojear un libro de texto, o por leer párrafos sueltos e inconexos.
Todos reconocemos que la Biblia es el libro más importante y profundo de cuantos se han escrito. Por eso es extraño que tantas personas crean saber mucho de él al poder citar algunos textos, o porciones de textos, fuera de su contexto, y sin haber considerado jamás su lugar y función en la totalidad del pasaje donde se encuentran. Tal procedimiento no se aplica por nadie en su cabal juicio cuando se trata de las grandes obras filosóficas, sociales, históricas y políticas del mundo. Alguien ha dicho acertadamente que podríamos hacer que el libro fundamental del comunismo, El Capital, de Karl Marx, fuese una defensa del capitalismo si siguiésemos el "método" de aislar ciertas declaraciones de su contexto, juntándolas luego según un criterio arbitrario.
Muy conocida es la importancia que algunos conceden a ciertos textos arrancados de su contexto, sin tener en cuenta el tenor de la totalidad de las enseñanzas del Maestro y de sus inspirados apóstoles. Con razón repudiamos este procedimiento, haciendo ver que tales textos adquieren un sentido muy diferente a la luz de su contexto total, y en relación con la doctrina apostólica en su conjunto. Pero el evangélico que dogmatiza sobre el sentido de ciertas frases, sin haber meditado cuidadosamente el significado general del pasaje, cae en idéntico error y, sin querer hacerlo, y sin saber que lo hace, puede muy bien falsear el sentido de las Sagradas Escrituras.
Todas las normas de interpretación que adelantamos son importantes, pero ninguna más que ésta: Después de examinar concienzudamente las palabras y frases de un texto, su significado ha de determinarse en relación con el sentido general del pasaje en que se halla.
En su sentido más amplio, el contexto incluye el fondo del libro, que aclara la intención del autor al redactar toda la obra. Pero estas consideraciones merecen una sección aparte. En los ejemplos siguientes fijaremos nuestra atención preferentemente en el contexto inmediato, bien que será necesario, a los efectos de una buena interpretación, hacer referencia también a las demás normas. Aducimos unos ejemplos de exégesis a la luz del contexto, ya que ilustraciones prácticas iluminan el principio mejor que mucha teoría. Pero el lector comprenderá que aquí se trata de señalar métodos generales, sin ánimo de dogmatizar sobre el sentido de textos de difícil interpretación.
Primer ejemplo. ¿Cuál es el sentido de la palabra "resurrección" en (Fil 3:11) y la frase "vivificar vuestros cuerpos mortales" en (Ro 8:11)?
Al leer los dos textos, podríamos pensar de entrada en la primera resurrección del cuerpo del creyente, ya que las Escrituras señalan repetidamente que el Espíritu Santo, sobre la base de la obra de Cristo en la cruz y la resurrección, efectuará, por sus santas energías, la resurrección de los muertos. Tropezamos, sin embargo, con la dificultad de que Pablo se expresa hipotéticamente: "si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús" (Fil 3:11-12). ¿Puede ser que la "resurrección de entre los muertos" sea un objeto de deseo para el apóstol, quien se esfuerza por alcanzarlo? En (1 Co 15:21-25) (pasaje fundamental sobre la doctrina de la resurrección) leemos: "Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida (parousia)" (1 Co 15:21-23). La doctrina, pues, de la resurrección escatológica nos enseña que la muerte vino por el primer Adán, pero que en Cristo, el postrer Adán, todos serán vivificados. Esto concuerda con toda otra mención de la resurrección corporal, que se garantiza a todo hombre en Cristo.
Procuremos echar la luz del contexto sobre el versículo en cuestión. Pablo, en el principio del capítulo tres de Filipenses, nos da una breve biografía espiritual de sí mismo. Había perdido gozosamente todo lo que aparentemente poseía como hebreo celoso y perseguidor de la Iglesia, con tal de alcanzar la gloriosa ganancia del conocimiento de Cristo (Fil 3:7-9). Pero anhela profundamente que pueda progresar aún más en su vida espiritual: "a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte" (Fil 3:10). Y a renglón seguido, sin interrupción de la continuidad del pensamiento, hallamos nuestro versículo (Fil 3:11) con su difícil referencia a la resurrección de entre los muertos como algo que deseaba conseguir. En todo el pasaje, hasta el versículo 16, sigue el tema de la madurez de la vida espiritual aquí en la tierra. Al final, en el conocido versículo 21, menciona con la seguridad de siempre la resurrección: "el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas" (Fil 3:21). En esta referencia a la "primera resurrección" en la venida de Cristo, no hay anhelos ni incertidumbres de ninguna clase, sino todo lo contrario.
Deducimos, pues, que Pablo habla en (Fil 3:11) de la realización del significado de la resurrección en sentido espiritual durante su vida y servicio aquí, según su conocida forma de considerar al creyente como identificado en todo sentido con la muerte y resurrección de Cristo, continuando el pensamiento del versículo anterior. Era identificado con la muerte y la resurrección de Cristo en cuanto a su posición, pero anhelaba una perfecta conformidad con estos dos aspectos de la obra de Cristo. No se atrevió a decir que lo hubiese conseguido, pero seguía adelante con el fin de echar mano del designio de Cristo Jesús cuando echó su mano sobre Pablo al llamarle a su servicio.
Igualmente, a nuestro ver, y por la consideración del contexto, el "vivificar" de los cuerpos mortales de los creyentes en (Ro 8:11) se refiere en primer término a la operación del Espíritu en nosotros ahora, sin excluir la obvia verdad que un día lo hará en sentido literal. De nuevo la frase debe ser interpretada por el contexto. Pablo no está hablando aquí de las últimas cosas, sino de la necesidad de andar conforme al Espíritu aquí abajo, que debe caracterizar a todo aquel que ya vive en la esfera del Espíritu. Antes realizábamos "obras de muerte", por medio de cuerpos dedicados a la muerte, pero ahora en Cristo somos resucitados y estos mismos cuerpos son templos del Espíritu Santo, e instrumentos para la realización de obras de poder y de vida gracias a su poderosa operación en nosotros.
Segundo ejemplo. (1 P 4:1) "Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; pues quien ha padecido en la carne, terminó con el pecado" (o terminó "frente al pecado" o "en cuanto al pecado").
Léase el versículo en varias versiones, y nótese que "padecer" en los escritos de Pedro se emplea algunas veces como equivalente de "padecer la muerte" (1 P 3:18). Nuestro versículo se relaciona precisamente con el 18, después del paréntesis algo difícil de (1 P 3:19-22). El apóstol nota que Cristo "padeció", o "murió", "en la carne", y ya se había dicho en el versículo 18 que era con referencia a nuestros pecados. En (1 P 4:1) (no hagamos caso de las divisiones en capítulos, que muchas veces oscurecen el sentido) Pedro exhorta a los creyentes a que se revistan del mismo propósito que el Señor, puesto que el que "padeció" (murió con Cristo) "en la carne" (aun en este cuerpo) terminó con el pecado. Por ende, como se echa de ver claramente en los versículos que siguen, no se manifiestan en estos creyentes (muertos ya al pecado) los malos deseos de los gentiles, sino una sumisión a la voluntad de Dios (1 P 4:2-5).
Pedro, según las expresiones que le son peculiares, nos enseña exactamente lo mismo que Pablo en (Ro 6:1-11), o sea, que nuestra identificación con la muerte de Cristo implica nuestra muerte al pecado, el que debiera ser tenido ya como algo ajeno a la vida del creyente, quien manifestará que ha terminado con el pecado en Cristo por una vida de separación y de santificación.
Tercer ejemplo. (1 P 4:6) "Porque por esto también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios."
Léase en varias traducciones. Muchos lectores, fascinados por el misterio de la "proclamación a los espíritus encarcelados" en (1 P 3:19) (no dice "la predicación del Evangelio") y viendo aquí una referencia a la predicación a los muertos, dan por sentado que la referencia es al mismo hecho. Pero "espíritus encarcelados" y "hombres muertos" son seres muy diferentes, y el pensamiento no se enlaza con el paréntesis de (1 P 3:19-22), sino que arranca del versículo 18, recogiéndose también en (1 P 4:1). Como vimos en el segundo ejemplo, Pedro habla allí del padecimiento (muerte) del Señor con referencia al pecado, y de la identificación del creyente con el mismo hecho, por el que llega a ser ajeno al pecado, lo que da por resultado una vida muy diferente de la del mundo con su idolatría y libertinaje. Los mundanos criticaban y difamaban a los santos precisamente porque se habían apartado de los caminos de maldad (1 P 4:5). Sigue nuestro versículo, enlazado con lo anterior por las palabras: "Porque por esto (las consideraciones antecedentes) ha sido predicado el evangelio a los muertos...".
Se trata, pues, de la distinción entre "vivos" y "muertos" en esta vida. Vemos de nuevo la coincidencia del pensamiento de los apóstoles Pablo y Pedro, ya que aquél define el estado del hombre natural como "muerto en delitos y pecados" (Ef 2:1). El evangelio es el mensaje de la vida que se anuncia a hombres "muertos", y a cuantos se humillan y creen que Dios les "da vida juntamente con Cristo". Los juicios de los hombres seguirán su curso mientras estamos en el cuerpo, pero los creyentes "viven según Dios" en el espíritu, y el fin de todo juicio será lo que Dios manifieste delante de su alto tribunal.

Ejercicio

Explique el texto de (Ga 6:5) con amplia referencia al contexto, solucionando cualquier problema que pudiera presentarse al leer también el versículo 2.
Copyright ©. Texto de Ernesto Trenchard usado con permiso del dueño legal del copyright, Centro Evangélico de Formación Bíblica en Madrid, exclusivamente para seguir los cursos de la Escuela Bíblica (https://www.escuelabiblica.com).
Copyright © 2001-2024 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados
CONDICIONES DE USO