Estudio bíblico: La preparación del sucesor - 2 Reyes 2:1-9

Serie:   Eliseo   

Autor: Wolfgang Bühne
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Alemania
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La preparación del sucesor (2 Reyes 2:1-9)

(2 R 2:1-9) "Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo: Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el. Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Descendieron, pues, a Bet-el. Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? Y él dijo: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron: ¿Sabes que Jehová te quitará hoy a tu señor de sobre ti? El respondió: Sí, yo lo sé; callad. Y Elías le dijo: Te ruego que te quedes aquí, porque Jehová me ha enviado al Jordán. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Fueron, pues, ambos. Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas, y se pararon delante a lo lejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo seco. Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo: Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí."
En este capítulo tenemos por delante una etapa en la vida de Elías y Eliseo digna de ser considerada con esmero por la gran cantidad de lecciones prácticas para nuestra vida en pos de Cristo.
Podemos aprender mucho al aplicar la relación entre Elí­as y Eliseo a nuestra relación con nuestro Señor Jesucris­to. Y también podemos ver en esto un ejemplo muy posi­tivo en cuanto a las buenas relaciones entre jóvenes y an­cianos; la unión ejemplar entre las generaciones.

Escenas de despedida conmovedoras

En primer lugar reflexionemos brevemente sobre Elías quien se en­contraba al final definitivo de su servicio y ante la conclusión triunfal de su vida terrenal. No sabe­mos cómo, pero Dios le había anunciado a él y también a los "hijos de los profetas" que no iba a morir, sino que se­mejante a Enoc (Gn 5:24) (He 11:5) sería arrebatado a la pre­sencia de Dios.
Elías no terminaría su vida en un lecho de enfermo sino que ascendería al cielo "en un torbellino". Hans Dannen­baum lo comentó de esta forma: Expirar lentamente mar­cado por la arteriosclerosis, eso no hubiese cuadrado con este hombre. Por eso el final de su vida no es un sua­ve "Andante", sino un enorme "Presto".
También en el último día de su vida, Elías fue un hombre que vivía "en la presencia de Dios" y recibe instrucción clara de ir de Gilgal, a Bet-el y de allí a Jericó y final­mente al Jordán.
En estos lugares evocadores de grandes acontecimientos, donde hace siglos Dios se había revelado en su santidad, misericordia y poder, pero que ahora eran conocidos por su idolatría, aparecieron jóvenes denominados "hijos de los profetas". Ellos pertenecían a los siete mil que no ha­bían doblado sus rodillas ante Baal y que evidentemente habían sido enseñados, instruidos y atendidos espiritual­mente por Elías.
La expresión calurosa "hijos" hace patente que aquí no se trataba me­ramente de una relación alumno - maestro, más o menos marcada por la distancia en las clases teológicas, sino que más bien era una rela­ción muy personal y fa­miliar, en la cual Elías había formado una importante cantidad de hijos espirituales.

¿Una generación huérfana de padre?

En tiempos donde padres y madres espirituales serían muy necesarios en el pueblo de Dios, buscados por mu­chos jóvenes creyentes, este hecho debería representar un reto para los más mayores entre noso­tros para plantearse la pregunta: ¿soy yo un padre o una madre espiri­tual para los creyentes más jóvenes? ¿Trato conscientemente de ejer­cer influencia sobre los creyentes más jóvenes a mi alrededor, para compartir una parte de mi vida con ellos y mostrar con mi vida lo que es el discipulado en la teoría y en la práctica?
Es interesante que 2 Reyes 1 termina con la muerte del rey Ocozías y la explicación de que "... no tenía hijo" (2 R 1:17), mientras que en nuestro capítulo el último día de un profeta es presentado como uno que tenía mu­chos "hijos".
¡Qué consuelo tuvo que haber sido para Elías ver la esti­ma y el amor que estos "hijos" tenían por él, siendo esto un fruto de su vida agita­da! Se fue a la eternidad con es­tas impresiones.

¿Mejor solo que acompañado?

Nos hacemos la idea de lo que motivó a Elías a decir tres veces a su joven amigo que se quedara atrás, porque Dios le había enviado a Bet-el, a Jericó y al Jordán. ¿Quería Elías pasar las últimas horas de su vida terrenal a solas en comunión con Dios? ¿O fue esta exhortación a quedarse meramente una prue­ba para ver si la fidelidad de Eliseo era genuina? Eliseo había prometido "te segui­ré" (1 R 19:20), y ahora era el test para ver si lo cumpliría de ver­dad.
¿Respondería Eliseo como Orfa despidiéndose con mu­chas lágrimas (Rut 1:14), o respondería como Rut: "No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y donde­quiera que vivie­res, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada" (Rut 1:16-17)?

Eliseo da sus primeros pasos solo

No se nos dice mucho sobre el período que Eliseo vivió con Elías. No sabemos cuántos años pasó en la comunión con el profeta. Sólo leemos breves indicios acerca de lo que hacía: "...le seguía", "... le servía", "...vertía agua en las manos de Elías". Aparentemente, este tiempo fue una escuela para Eliseo donde aprendió a obedecer y a somet­erse. Pero ahora era inminente la despedida y después iba a co­menzar una nueva etapa para el discípulo de Elías.
¿Estaba Eliseo ya preparado para tomar decisiones bajo su propia responsabilidad?
Al pedirle Elías "...quédate ahora aquí", posiblemente no tenía la in­tención de darle un mandato, sino quizá era más bien una pregunta examinadora o una petición para ver la lealtad de Eliseo y el estado de su madurez.
Las tres respuestas de Eliseo "Vive el Señor, y vive tu alma, que no te dejaré" debieron haber alegrado inmen­samente a Elías. Esta confe­sión mostraba que Eliseo aho­ra se sentía responsable ante Dios. Y esta creciente segu­ridad, de que tenía que empezar a actuar con responsabil­idad propia no le llevó a distanciarse de Elías, sino todo lo contrario, le hizo buscar más aún la comunión con el anciano profeta.
Exactamente esta actitud sería un gran regalo para nues­tros días: una joven generación de hermanos entregados, abnegados y con ganas de aprender, cuya consciencia de tener que responsabilizarse delante de Dios no les lleva a la separación, para actuar como normalmente se compor­tan los jóvenes, escandalizando y provocando enojo en la generación de los más mayores, sino un tropel de jóve­nes creyentes dispuestos a entrar en acción, llenos de ide­as, con ganas de aprender y buscando y apreciando la bendición, el consejo y la corrección de los hermanos mayores con experiencia.
Y vice versa, surge esta pregunta: ¿Dónde hallamos her­manos y her­manas mayores experimentados en el servi­cio para el Señor, que en su interior sienten un gozo pro­fundo cuando ven a jóvenes que deci­didamente, pero con humildad, empiezan a independizarse y a dar sus pri­meros pasos en la fe en el servicio para el Señor, buscan­do al mis­mo tiempo las oraciones, la compañía y el con­sejo de la generación de los más ancianos?

Comunión bajo la bendición de Dios

En los versículos 6 al 8 se enfatiza tres veces: "... Des­cendieron, pues [juntos]" o "Fueron, pues, ambos?".
Los otros hijos de los profetas en Bet-el y Jericó mostra­ron sus cono­cimientos teóricos sobre la ascensión inmi­nente de Elías. Es loable que cincuenta de estos sabios hombres siguieran a Elías y Eliseo has­ta el Jordán obser­vando la escena desde lejos cuando Elías golpeó el agua con su manto abriendo así el camino a través del río im­petuoso. Pero solamente Eliseo permaneció en esa comu­nión tan estrecha con su maestro y así pudo vivir de cerca el milagro en el Jordán.
La escena es como un triste espejo para nosotros que confesamos creer en la Palabra de Dios y seguir al Señor. Muchos de nosotros tienen archivado en su mente todo el panorama de la historia de la salvación de Dios con Su iglesia y con el Pueblo de Israel. Incluso son capaces de relatarlo en todo momento sin omisiones, o bien pue­den dar mensajes sobre el tema o plasmarlo esquemáticamen­te en pa­pel. Pero, lamentablemente, los conocimientos sobre los planes futu­ros de Dios no pasan automática­mente de la cabeza a las manos y los pies, y menos todavía al corazón.
Es posible acumular conocimientos bíblicos sin vivir en una entraña­ble comunión con el Señor Jesús y sin vivir para Él.
Un estudio de Warren Wiersbe comenta este punto muy acerta­damente: "La característica de un verdadero alum­no de las Sagra­das Escrituras es siempre un corazón ar­diente y jamás solamente una cabeza llena de conoci­mientos" (Lc 24:32).
En los comienzos del movimiento de hermanos en Ingla­terra, unos amigos de J.N. Darby acusaron al "apóstol del amor", Roberto C. Chapman, de divulgar enseñanzas fal­sas. Darby reaccionó con pala­bras claras y también con palabras de acusación propia: "¡Dejad en paz a este hom­bre; pues vive lo que enseña!". Y más tarde dio el si­guiente testimonio sobre Chapman: "Nosotros hablamos de los luga­res celestiales, pero Roberto Chapman vive en ellos" [R. C. Peter­son: Robert C. Chapman - El hombre que vivía Cristo).
"Y pasaron ambos por lo seco" (v. 8). Juntos cruzaron el Jordán, el río de la muerte que tipológicamente simbo­liza el haber muerto con Cristo (Ga 2:20). Pocas horas después, tras la partida de Elías al cielo, Eliseo volvió solo por el mismo camino. En el poder de Aquel que ha­bía llamado a su maestro, hizo que el Jordán se separase y lo atravesó como portador de la bendición de Dios para salir al encuen­tro de las necesidades del pueblo de Dios en Israel.

El examen final

Poco antes de la ascensión de Elías al cielo hubo una conversación entre estos dos profetas. Ambos sabían que la hora de la despedida había llegado y por eso un silen­cio solemne y santo acompañó esta última conversación.
"Pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti" (v. 9). A Eliseo le es concedido pronunciar un último deseo ante Elí­as, mientras que el anciano pro­feta estaría en una tensión difícil de imaginar para noso­tros, pues esperaba la hora de su arrebatamiento y al mis­mo tiempo sentía la responsabilidad por su joven amigo y sucesor. Eliseo debía abrir su corazón y expresar con su deseo la actitud que te­nía, lo que había aprendido con Elías y qué metas tenía para la vida.
¡Con qué interés y tensión esperaría Elías la respuesta de Eliseo, que le mostra­ría si este hombre de Dios estaba preparado para su partida! ¿Aprobaría el examen que revelaría el grado de su madurez necesario?
Los deseos de nuestro corazón, alrededor de los cuales giran los pensamientos que ceban nuestra imaginación, y que a ve­ces se ven reflejados incluso en nuestros sueños, revelan cuál es la meta de nuestra vida y para lo que realmente vivimos.
"Las flores de nuestros pensamientos, muestran dónde están nues­tras raíces"; así solía decir el evangelista Wolfgang Dyck, quien mu­rió en 1970.
Ante un público creyente, expresaremos nuestros más piadosos dese­os, claro está: "Queremos ser una bendi­ción para otros", "queremos glorificar al Señor", "quere­mos parecernos más a Cristo" etc. Pero allí donde nadie nos ve y nadie nos observa, allí es donde se mani­fiesta lo que llena nuestro corazón y qué deseos secretos oculta­mos delante de los hombres.
Como joven rey, una noche a Salomón le fue concedido un deseo. Dios se le había aparecido en sueños con las asombrosas palabras: "Pide lo que quieras que yo te dé" (1 R 3:5). Conocemos bien su respuesta conmovedora que nos deja avergonzados: "Da, pues, a tu siervo cora­zón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pue­blo tan grande?" (v. 9).
Un estudio de los deseos y peticiones dirigidos a Dios o al Señor Je­sucristo en la Biblia es sumamente interesante y revelador. Pensemos solamente en la petición de los discípulos Santiago y Juan, que des­pués de preguntarles el Señor "¿Qué queréis que os haga?" dicen: "Concéde­nos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda" (Mr 10:35-37). Sin darles vergüenza delante de los demás discípulos, abrieron su corazón y pidieron tener un lugar de honor en la gloria.
Por otro lado, hallamos en los Salmos una oración con­movedora de David:
"Una cosa he demandado al Señor, ésta buscaré; que esté yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermo­sura del Señor, y para inquirir en su templo" (Sal 27:4) Moisés pidió al Señor: "Te ruego que me muestres tu gloria" (Ex 33:18), después de que el pueblo de Israel ha­bía pecado al pie del monte Sinaí haciendo el becerro de oro.
Recordemos también a Jim Elliot que en 1948, siendo un joven mi­sionero con 21 años oró así: "Dios, te ruego que enciendas las partes ociosas de mi vida para que yo pueda arder por ti. Consume mi vida, mi Dios, porque es tuya. No busco una larga vida, sino una vida plena, como tú, Se­ñor Jesús".
¿Qué iba a responder Eliseo en esta hora crucial de su vida? ¿Una larga vida? ¿Bienestar material? ¿Una vida familiar feliz? ¿Respeto y reconocimiento en el pueblo de Dios?
En el siguiente capítulo reflexionaremos sobre esto.

Comentarios

Estados Unidos
  Munoz Rosa  (Estados Unidos)  (27/03/2023)
Cada vez que leo un estudio realizado por ustedes uno es más que revelador que otro, gracias por el inmenso trabajo que realizan y el esmero se ve reflejado en ellos Dios continúe bendiciendo.
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