Eliminan del cristianismo todo lo sobrenatural. Lo único que están dispuestos a conservar son algunos discursos sobre ética y moral que les resultan interesantes.
Sólo aceptan aquello que pueden comprobar con sus cinco sentidos, y por lo tanto, rechazan que las Escrituras hayan sido inspiradas por Dios. Todo el ámbito de la verdad se reduce a lo que el hombre puede verificar con sus sentidos, convirtiéndose así la razón humana en el juez supremo de la verdad.
Creen que este universo se ha creado a sí mismo y se rige por procesos naturales sin que Dios tenga nada que ver. Y por supuesto, descartan toda idea de que exista un Dios que alguna vez haya intervenido en la historia de la humanidad.