Estudio bíblico: La institución de la Cena del Señor - Marcos 14:12-25

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Institución de la Cena del Señor - Marcos 14:12-25

(Mr 14:12-25) "El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua? Y envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle, y donde entrare, decid al señor de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Y él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad para nosotros allí. Fueron sus discípulos y entraron en la ciudad, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. Y cuando llegó la noche, vino él con los doce. Y cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar. Entonces ellos comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo? Y el otro: ¿Seré yo? El, respondiendo, le dijo: Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Y mientras comían, Jesús tomó pan y bendijo, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios."

Introducción

En los relatos anteriores hemos considerado la venida oficial del rey a Jerusalén, la historia de su rechazo y el anuncio de su muerte. Sin embargo, ese no sería el fin, por eso también nos ha hablado de su resurrección y de su regreso en gloria.
Marcos nos lleva ahora a la noche en la que Jesús celebró la última pascua con sus discípulos. El momento se reviste de mucha importancia, porque fue entonces cuando Jesús se despidió de sus discípulos. Después de cenar irían al huerto de Getsemaní, donde el Señor sería arrestado y los discípulos dispersados, así que no volverían a verle hasta después de su resurrección. Marcos apenas dedica espacio en su evangelio para explicar todo lo que Jesús dijo e hizo durante esta última cena, por eso recomendamos la lectura de los capítulos 13 al 17 del evangelio de Juan donde encontramos abundante información complementaria.
Por otro lado, Marcos da mucho relieve a aquella cena porque en ella se celebraba la pascua y se comía el cordero que había sido sacrificado unas horas antes. No debemos olvidar que tanto la pascua como el cordero, eran símbolos que iban a cumplirse en Cristo (1 Co 5:7).
Pero una vez más, el evangelista va a mostrarnos grandes verdades por medio de fuertes contrastes. Todos sabemos que en el judaísmo la pascua era una fiesta anual en la que se celebraba la liberación que Dios había hecho de los israelitas cuando estaban esclavos en Egipto. Además era un tiempo de comunión y solidaridad entre el pueblo que se expresaba con una comida fraternal. Pero Cristo vivió aquella pascua de una forma muy diferente. Por un lado, Marcos coloca la celebración entre dos anuncios, uno de traición (Mr 14:18), y otro de abandono (Mr 14:26-27) de dos de sus discípulos, lo que resalta la soledad de Cristo, acrecentada aun más por su relato en el huerto de Getsemaní donde Jesús quedó sólo en oración. Y por otro lado, después de esto, vino su arresto (Mr 14:32-50), con lo que nos muestra que para Jesús aquella no fue una fiesta de liberación. Y viendo todo esto, aun nos parecen más elocuentes y significativas las palabras que Jesús pronunció al sentarse a la mesa: "¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!" (Lc 22:14).
Bueno, pues teniendo todo esto en mente, vamos a considerar el pasaje que tenemos delante y que el evangelista ha dividido claramente en tres partes:
Los preparativos para la cena pascual (Mr 14:12-16).
El anuncio de la traición de Judas (Mr 14:17-21).
La institución de la Cena del Señor (Mr 14:22-25).

"El primer día de la fiesta de los panes sin levadura"

La fiesta de la pascua iba unida a la fiesta de los panes sin levadura. La primera sólo duraba un día, y era el momento en que se sacrificaba el cordero pascual, mientras que la segunda duraba siete días.
(Lv 23:5-6) "En el mes primero, a los catorce del mes, entre las dos tardes, pascua es de Jehová. Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová; siete días comeréis panes sin levadura."
Ambas fiestas se celebraban juntas y por esta razón podemos encontrarnos que los evangelistas se refieren indistintamente a esta semana como la fiesta de la pascua o de los panes sin levadura.
Marcos nos aclara que la noche en que Jesús cenó con sus discípulos fue la misma en la que se sacrificaba el cordero de la pascua, lo que nos coloca en el primer día de la fiesta. Esto ha creado un problema a algunos, porque el evangelista Juan dice que cuando Jesús fue crucificado posteriormente era la "preparación de la pascua" (Jn 19:31), lo que les lleva a pensar que la cena a la que Marcos se refiere no pudo haber sido en el primer día de la pascua, sino antes. Seguramente, la cuestión se aclara en gran medida si pensamos que Juan se refiere a la pascua como a la semana entera de la fiesta, en la que además cada día había que sacrificar diferentes corderos.
En cualquier caso, no debemos dejar de notar la importancia del hecho de que ese era el día "cuando se sacrificaba el cordero de la pascua". A lo largo del pasaje veremos que intencionadamente, el evangelista relaciona el cordero sacrificado en la pascua, con el sacrificio que Jesús, el verdadero Cordero de Dios, iba a realizar unas horas después. Notemos esta relación:
En ambos casos, fue por medio de la sangre de un cordero, que aquellos que pusieron su confianza en ella, fueron librados de la ira de Dios. En Egipto, los israelitas que pusieron la sangre en el dintel y los postes de las puertas no fueron heridos por el ángel exterminador (Ex 12:22-23). De la misma manera, aquellos que confían en el sacrificio de Cristo y son lavados por su sangre, también serán librados de la ira venidera.
Además, en ambos casos, el sacrificio del cordero pascual, marcaba el fin de la esclavitud y el comienzo de un nuevo pueblo libre. En el caso de los israelitas, significó el fin de su esclavitud en Egipto y el comienzo de su vida nacional (Ex 12:1-3) (Dt 16:1). Y por otro lado, el sacrificio de Cristo supuso el fin de la esclavitud del pecado y el comienzo de un nuevo pueblo, la Iglesia.

Preparando un lugar para comer la pascua

Los discípulos preguntaron a Jesús dónde quería que fueran a preparar para que comiera la pascua. Sin duda su preocupación era razonable, sobre todo si tenemos en cuenta que miles de judíos habían llegado en esos días a Jerusalén con el mismo propósito, lo que hacía que la ciudad estuviera abarrotada de peregrinos que ocupaban todos los alojamientos.
Pero Cristo no había dejado nada a la improvisación, así que envió a dos de sus discípulos, Pedro y Juan (Lc 22:8), con instrucciones precisas para encontrar el lugar donde debían preparar la pascua. Notamos, sin embargo, que no les indicó una dirección concreta, sino que les dio indicaciones que les llevarían a ella. La razón para esto la tenemos que encontrar en el hecho de que en aquellos días Jerusalén era un lugar hostil para Cristo, y que muchos allí estaban buscando la ocasión para prenderle de forma clandestina. Así que, salvo estos dos discípulos, nadie más sabía el lugar exacto donde se iban a reunir, y por supuesto, tampoco Judas, que no habría tardado en utilizar esta valiosa información para cumplir con el trato que había hecho con los principales sacerdotes para entregarles a Jesús. Todo esto era muy triste; estaba en Jerusalén, la propia ciudad del Rey, pero las autoridades habían puesto precio a su cabeza y la ciudad se había convertido en el cuartel general aquí en la tierra de la rebelión contra el Rey.
Por otro lado, esta circunstancia nos sirve también para aprender que el Señor no siempre guía a sus siervos indicándoles directamente el lugar concreto a donde los va a llevar, sino que en muchas ocasiones utiliza circunstancias y personas para conducirlos hasta allí (1 S 10:1-6). Por eso se hace imprescindible tener una voluntad rendida a su Palabra.
En cuanto al aposento, no sabemos quién era la persona que lo puso a disposición del Maestro y sus discípulos, pero debemos suponer que era un lugar espacioso y bien preparado. Se nos dice que era un "aposento alto", lo que quiere decir que era un piso superior que las casas judías grandes tenían, y al que se accedía por una escalera exterior, lo que le confería bastante independencia.
También se nos dice que el aposento ya estaba dispuesto, así que se hallaría provisto de mesa y divanes, además de los vasos y otros enseres necesarios. Siguiendo las indicaciones de la ley, el dueño de la casa habría limpiado anteriormente el lugar de cualquier partícula de pan leudado que pudiera haber en ella. Pero aun así, los discípulos todavía tendrían que realizar diferentes preparativos, en especial todo lo relacionado con el cordero que habrían de comer. Ellos tendrían que conseguir un animal que habrían de llevar al templo donde lo matarían. Luego el sacerdote recogería la sangre del cordero y la rociaría sobre el altar. Después lo despellejaría y le extraería las entrañas y la grosura, que también serían quemadas sobre el altar. Luego los discípulos llevarían el cordero a la casa para asarlo. A todo esto hay que añadir también algunas compras que tendrían que realizar, como el pan sin levadura, las hierbas amargas, el vino...
Cuando todo estuvo listo, ya en la noche, Jesús llegó allí junto con los doce para comer la pascua en recuerdo de la salida de la esclavitud de Egipto y como signo de amistad entre ellos.
Una vez en el aposento alto, todos se sentaron a la mesa, y como parece que sólo estaban ellos, sin que les atendiera ningún sirviente, ninguno de los discípulos se prestó a lavar los pies de los presentes tal como era la costumbre, por eso Juan nos dice que fue el Señor Jesucristo quien se ciñó una toalla y poniendo agua en un lebrillo comenzó a lavar los pies de los discípulos (Jn 13:4-5). Después de esto, él también se sentó a la mesa. Bueno, realmente habría que decir que se "reclinó" a la mesa, puesto que ellos comían casi tumbados, apoyados sobre un brazo. Este detalle es importante para comprender algunas escenas de lo que ocurrió más adelante en esa noche. Es una pena que hasta artistas como Leonardo da Vinci, en su obra de la "Última Cena", ha pintado a Jesús y los discípulos sentados a la mesa en lugar de reclinados.

"Uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar"

En esa noche el Señor iba a anunciar el establecimiento de su reino, y fue entonces cuando sacó a la luz que Satanás había logrado infiltrar en aquel aposento alto a un traidor que estudiaba cada uno de sus movimientos con el fin entregarlo a los principales sacerdotes para que lo mataran. Sin embargo, aunque pareciera que esta sorprendente contrariedad podía echar a perder todos los planes de Cristo, en realidad, iba a servir para cumplirlos.
Nada de lo que allí estaba ocurriendo quedaba fuera de los planes de Dios, y aun el hecho de que fuera uno de los discípulos íntimos del Señor, esto también había sido anunciado antes por las Escrituras:
(Sal 41:9) "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar."
Es interesante recordar el contexto de este salmo. En él, el rey David se estaba refiriendo muy probablemente a Ahitofel, uno de sus consejeros íntimos que le traicionó uniéndose a Absalón cuando éste dio un golpe de estado contra él para hacerse con el reino. Es interesante la forma en que Ahitofel fue un tipo de Judas: Ambos comían de la mesa del rey de Israel; Ahitofel de la de David y Judas de la de Cristo; ambos traicionaron a sus respectivos soberanos; y ambos se suicidaron al fracasar sus malvados planes.
Otro detalle importante es que cuando Jesús se refiere a la persona que le iba a entregar, dijo de él que era alguien "que come conmigo", y el salmo aclara: "el que de mi pan comía". Judas nunca se había negado a comer del pan de Cristo, de hecho, durante esa última cena, Jesús le dio un bocado de pan mojado en la salsa y él no lo rechazó (Jn 13:26). En el Oriente Medio, ser invitado a comer a la misma mesa era señal de confianza y amistad íntima (Rt 2:14). Y por supuesto, si después de aceptar la hospitalidad de alguien, luego lo injuriaba o traicionaba, eso sería considerado algo especialmente grave. Pero si tratar así a cualquier persona sería algo vergonzoso, hacerlo al mismo Hijo de Dios era el colmo de la maldad.
Sin embargo, estaremos equivocados si creemos que la actitud de Judas ha sido un episodio aislado de traición contra el Hijo de Dios. ¡Cuántas personas hay que aceptan los dones que Dios les ofrece, pero que después no tienen ningún tipo de amor hacia él, y tampoco dudan en rechazarle! No debemos olvidar que este mundo ha sido creado por Dios y le pertenece a él, y por lo tanto, todo cuanto podemos disfrutar aquí, se lo debemos a él. Sin embargo, millones de personas no dan ninguna muestra de agradecimiento, ni de amor, ni lealtad hacia Dios. De hecho, lo ignoran completamente y no están dispuestos a dedicarle ningún tiempo de sus vidas. Son como Judas, que no puso ningún tipo de reparo para aceptar los altos privilegios que Jesús le había dado, pero que todo lo que fue capaz de hacer fue fingir amor y amistad hacia él.
Si lo pensamos bien, la actitud de Judas es un pecado muy antiguo. Ya en el huerto del Edén, Satanás tentó a Adán y Eva haciéndoles creer que podían disfrutar de la vida, independientemente de Dios, sin tenerle en cuanta a él, ni a su Palabra. Les mostró el árbol del conocimiento del bien y del mal y les hizo creer que si comían de él ya no necesitarían a Dios y podrían seguir disfrutando de todas las demás cosas a un nivel superior. De hecho, lo que les estaba planteando, era que el verdadero obstáculo para disfrutar plenamente de la vida, era Dios y sus "absurdas" prohibiciones. Adán y Eva creyeron esta mentira, e intentaron disfrutar de los regalos de Dios al margen de una relación íntima de amistad con él. A partir de ahí, las cosas se convirtieron en un fin en sí mismas, y Dios era un obstáculo para disfrutarlas plenamente. Y básicamente, esta era la actitud de Judas: recibía los regalos de Cristo, pero no quería tener amistad con él, de hecho, llegó a pensar que Jesús era el obstáculo para el pleno desarrollo de sus planes personales, y por esto no dudó en venderle por unas monedas de plata.
Este es el pecado más característico del mundo. Pero Dios quiere crear un pueblo santo, con una actitud completamente diferente. El nos da muchas cosas bellas y quiere que las disfrutemos abundantemente, pero dentro de una relación de amistad con él (1 Ti 6:17). En esto consiste la verdadera santidad.
Judas participaba de la cena junto a Cristo simulando amistad, de hecho, ya llevaba mucho tiempo haciéndolo, pero esto había desembocado en una actitud de amargura y resentimiento, que finalmente le llevaron a traicionarle. ¡Y cuidado! Porque si nosotros fingimos espiritualidad sin haber nacido de nuevo, tarde o temprano terminaremos por manifestar lo que somos en realidad.
Pero, por supuesto, Cristo sabía lo que estaba ocurriendo en la mente y el corazón de Judas, y anunció su traición antes de que ésta ocurriera para que los demás discípulos supieran que no había sido engañado por él. Una vez más vemos que Jesús tenía el control absoluto de la situación y que nada le cogía por sorpresa.

"Comenzaron a entristecerse, y a decirle uno por uno: ¿Seré yo?"

El Señor no declaró en ese mismo momento cuál de los doce discípulos era el que le iba a entregar, lo que dio la oportunidad para que cada uno de ellos se examinase a sí mismo.
Pero, ¿por qué preguntaron esto? Tal vez porque sabían que sus propios corazones estaban inclinados hacia el mal y por lo tanto desconfiaban de sí mismos. Por supuesto, esta actitud habría sido muy saludable, pero más probablemente, lo que querían decir era algo así como, "¡Seguro que no soy yo!". Y la razón por la que "comenzaron a entristecerse", tenía que ver con la idea de que Jesús pudiera pensar así de ellos, por lo que estarían esperando que él confirmara que no eran ellos.
Notamos también que ninguno de ellos pensó que Judas pudiera ser el traidor, y, como era de esperar, él también preguntó lo mismo que los demás: "¿Soy yo, Maestro?" (Mt 26:25). Pero estaba claro que aunque con su hipocresía había conseguido engañar a sus compañeros, no había podido ocultar sus verdaderas intenciones a Cristo.
No obstante, aquí tenemos una lección importante para nosotros. En unos momentos Jesús iba a instituir la Cena del Señor, y la pregunta que hizo a los discípulos les obligaba a examinarse a sí mismos antes de participar de ella. Cuando el apóstol Pablo enseñó sobre este tema incidió en lo mismo:
(1 Co 11:28) "Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa."
Una observancia adecuada de la Cena del Señor debe estar precedida por el autoexamen. El que participa de una manera descuidada o indigna, acarrea sobre sí mismo el juicio del Señor:
(1 Co 11:31-32) "Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo."
Es importante tener en cuenta que cuando el creyente toma el pan y el vino lo hace en comunión con sus hermanos, por eso será necesario examinar también nuestra relación con ellos.
(Mt 5:23-24) "Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda."

"¡Ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre!"

Todo cuanto le estaba sucediendo al Hijo del Hombre era lo que estaba escrito acerca de él, pero sin embargo, esto no anulaba la culpa del hombre que le entregaba o de aquellos que le crucificaron.
Esto es así porque Dios en su soberanía nos ha dado voluntades que son libres, con el fin de que lleguemos a conocerle y entablemos con él una relación de amistad y de amor. El no nos ha hecho como robots que están determinados por una programación establecida de antemano. Es por esta misma razón que somos responsables de todas aquellas elecciones morales que tomamos. Aunque, por supuesto, Dios no deja de invitarnos por su amor, y también de advertirnos con su Palabra.
Por lo tanto, no debemos pensar en Judas como en un robot destinado a cumplir la profecía (Sal 41:9), sino como un hombre que con su pecado desperdició todas las oportunidades que Dios le dio. Judas podía haber evitado hacer lo que hizo, y por esta razón Jesús le advirtió discretamente cuando todos estaban sentados a la mesa y le ofreció el bocado de pan especial al final de la cena como una muestra de su amor, en un último intento de persuadirle para que cambiara (Jn 13:26-27). Pero Judas rechazó las advertencias y también el amor de Jesús y esto abrió la puerta para que finalmente Satanás entrara en él.
Judas no fue determinado por la Escritura ni empujado por el Señor a hacer lo que hizo, y por esa causa, Jesús añadió sobre él unas de las palabras más solemnes y terribles que jamás pronunció: "bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido". Y como sabemos, la actitud de Judas no tardó en traerle mucha miseria, remordimiento, y por fin el suicidio (Mt 27:3-5).
De otra manera, ¿qué sentido tenía hacer advertencias a alguien que de antemano estaba predestinado por Dios a entregar a su propio Hijo? ¿No pondría esto en duda la sinceridad con la que Jesús le estaba ofreciendo su amor a Judas, si al mismo tiempo no le daba ninguna posibilidad de cambiar?
Por el contrario, lo que vemos es que Dios respetó la voluntad de Judas, aunque ésta estuviera en contra de su propia voluntad divina. Y del mismo modo se comporta también con nosotros. Por esta razón, al final somos los únicos responsables de nuestros propios actos y pecados.
Pero debemos decir también que nunca la voluntad humana puede impedir que los planes de Dios se cumplan. Los mismos discípulos tendrían que reflexionar después de que Jesús muriera en la cruz, que aquella muerte no significó el triunfo de sus enemigos, sino la realización del soberano plan de la gracia de Dios y su plena victoria (Hch 2:22-24).

La institución de la cena del Señor

Concluyendo la cena pascual, Jesús tomó el pan y el vino y les dio nuevos significados, instituyendo lo que conocemos como la Cena del Señor.
Lo primero que notamos es la sencillez tanto de la narración, como de lo que Jesús hizo. ¡Que bueno hubiera sido que los hombres no se hubieran desviado de esta sencillez al celebrar la Cena que Jesús instituyó!
Por otro lado, si prestamos la debida atención, nos daremos cuenta de que con unas pocas palabras, Jesús hizo referencia a tres textos cruciales del Antiguo Testamento: El antiguo pacto del Sinaí (Ex 24:3-8), el nuevo pacto anunciado por el profeta Jeremías (Jer 31:31-34), y finalmente, la promesa del siervo de Dios que carga con el pecado de muchos y así obtiene la salvación para ellos y que encontramos en Isaías (Is 53:12). Iremos viendo todo esto en detalle más adelante.
1. "Dio gracias"
El Señor comenzó dando gracias (en griego "Eucaristía"). Es importante subrayar este hecho, porque muchos han interpretado, sin base bíblica, que lo que Jesús hizo fue "consagrar" el pan y el vino, cuando en realidad lo único que hizo fue "dar gracias".
Pero, en esas circunstancias tan adversas y dramáticas por las que Jesús pasaba, ¿cuál era la razón por la que podía dar gracias? Sin duda, su actitud nos sorprende, porque nosotros normalmente no actuamos así. Pero Jesús era diferente, y a pesar del profundo dolor que inundaba su alma, y viendo con claridad que la obra de la cruz que se disponía a realizar iba a implicar la separación temporal con su Padre (Mt 27:46), sin embargo, también podía ver de forma anticipada, que el cumplimiento de esa obra encomendada serviría para glorificar a su Padre, y el poder hacerlo le llenaba de gratitud, a pesar del hondo sufrimiento (Jn 17:4). Además, Jesús sabía que el Padre no le abandonaría a la muerte (Sal 16:10) (Hch 2:25-28), y por eso podía dar gracias anticipadamente pensando en su resurrección.
Y de la misma manera, sea cual sea nuestra situación al participar de la Cena del Señor, en Cristo y en su obra a nuestro favor, siempre podemos encontrar motivos para la gratitud.
2. "Esto es mi cuerpo", "esto es mi sangre"
Ha habido diferentes interpretaciones sobre lo que Jesús quiso decir con estas palabras. ¿Debemos entenderlas como que el pan y el vino eran símbolos de su cuerpo y sangre, o tal vez que de alguna manera se transformaban en su cuerpo y sangre? ¿En qué sentido está presente Cristo en la Santa Cena? La respuesta a estas preguntas ha creado profundas divisiones entre las diferentes confesiones llamadas cristianas. Para entender el asunto es necesario hacer un poco de historia.
A lo largo de la Edad Media, se fue acentuando la creencia de que el cuerpo y la sangre literales de Cristo están presentes en el pan y el vino, y por lo tanto, pueden transferir la gracia del Señor y santificar a aquellos que participaban de ellos.
En el Concilio de Trento, la Iglesia Católica reafirmó estas doctrinas de la Edad Media, y han perdurado hasta nuestros días. Ellos sostienen que en el momento en que el sacerdote "consagra" los elementos, son realmente transformados en el cuerpo y la sangre literales de Cristo, juntamente con su alma y su divinidad (transubstanciación). Por esta razón, las hostias o partículas consagradas que se reservan o sobran después de la comunión, pertenecen al cuerpo del Señor, y debe ser adorado. También ha de ser paseado solemnemente en procesiones. Por otro lado, sobre la base de la presencia real de Cristo en el pan y el vino, durante la misa católica, Cristo es ofrecido en sacrificio expiatorio para perdón de pecados. Según la Iglesia Católica, este nuevo sacrificio es incruento, y sirve para actualizar el sacrificio cruento de Cristo, reportando los mismos beneficios que el primero. Por supuesto, esto sólo lo puede hacer un sacerdote debidamente ordenado.
Evidentemente, cualquier persona que lea únicamente la Biblia, sin estar influenciado por posiciones teológicas previas, nunca llegará a deducir de las palabras de Cristo un sistema doctrinal tan complejo. Han sido necesarios muchos siglos para que la sencillez de la Cena que Jesús instituyó, y que los primeros discípulos practicaron, llegara a convertirse en lo que hoy día se practica en la Iglesia Católica.
En este punto es importante que consideremos varias cosas:
Si realmente se produce la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, éste sería el único milagro de todos los que hizo el Señor que no puede ser comprobado. Por ejemplo, cuando Jesús convirtió el agua en vino durante las bodas en Caná de Galilea, el maestresala después de probarlo dijo que era un vino excelente (Jn 2:9-10).
Cuando leemos las palabras de Jesús, lo más razonable es pensar que se estaba refiriendo al pan y al vino como símbolos de su cuerpo y de su sangre. Esto es así por varias razones. Primeramente, el Señor empleo un lenguaje similar en otras muchas ocasiones ("yo soy la puerta", "yo soy el camino", "yo soy la luz", "si alguno tiene sed venga a mí"...), y en todas ellas nos damos cuenta que estaba usando un lenguaje metafórico, ¿por qué en esta ocasión tenía que ser diferente?. En segundo lugar, no debemos olvidar tampoco, que en aquel momento estaban celebrando la fiesta de la pascua, y que todo lo que allí había eran símbolos que servían para recordar o conmemorar la pascua que sus antepasados habían celebrado antes de salir de Egipto. Además, la sola idea de comer literalmente el cuerpo y la sangre de Jesús habría resultado absurda para la razón y repugnante para la experiencia, sin olvidar tampoco, que un judío tenía prohibido beber sangre (Lv 3:17). Y por último, en aquella noche, Cristo estaba presente entre ellos, por lo que necesariamente entendieron que al referirse al pan y el vino como su cuerpo y su sangre tuvieron que interpretarlo con un símbolo de él.
Tampoco debemos olvidar que la salvación y todos los beneficios de la gracia de Dios nos son dados por la fe en Cristo y en su obra en la cruz, y no por comer pan o beber vino. Cuando en otra ocasión Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn 6:54), algunos se escandalizaron de estas palabras porque las interpretaron literalmente, y él tuvo que aclarar: "las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Jn 6:63). Ellos debían entender en esta forma de hablar una ilustración de lo que significaba la fe en Cristo. No obstante, comprendemos que a la Iglesia Católica le interese mantener esta doctrina, porque de esta manera mantiene bajo su dominio y control la administración de la "Persona de Cristo", dándosela únicamente a aquellos que participan en su culto.
En cuanto a la afirmación de la Iglesia Católica de que la Cena del Señor es la "actualización" del sacrificio de Cristo, basta recordar las afirmaciones que encontramos en la carta a los Hebreos en las que con toda claridad se nos dice que su sacrificio fue único e irrepetible (He 10:12,14). Asimismo, cualquier idea de un sacerdote que oficia el "renovado" sacrificio de Cristo es totalmente ajeno a la enseñanza del Nuevo Testamento.
Por último, cuando el apóstol Pablo dio diferentes explicaciones acerca de cómo los cristianos deberían celebrar la Santa Cena, citó las palabras de Jesús en las que por dos veces dijo: "Haced esto en memoria de mí" (1 Co 11:24-25), lo que confirma el carácter simbólico del pan y del vino, que nos sirven para recordar o hacer memoria de los beneficios obtenidos por Cristo mediante su muerte en la cruz. Además, dijo que al hacer esto estaríamos anunciando la muerte del Señor "hasta que él venga" (1 Co 11:26). Por lo tanto, al tomar del pan y del vino reconocemos que Cristo no está presente de forma literal entre nosotros, sino que esperamos su venida.
3. "Tomó pan y les dio", "Les dio la copa y bebieron de ella todos"
Como ya hemos dicho, el tomar del pan y del vino simboliza nuestra comunión con Cristo, pero también implica la comunión que los creyentes tenemos al estar unidos por la misma fe:
(1 Co 10:16-17) "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan."
4. "Que por muchos es derramada"
Ahora bien, ¿quiénes son los "muchos" por los que Cristo derramó su sangre?
Algunos han interpretado que se refiere únicamente a aquellos que creen en Cristo, con lo que quedarían excluidos los que no aceptan su sacrificio. No obstante, la Palabra nos presenta a Jesús como el Salvador del mundo, y su sacrificio a disposición de todas las personas.
(Jn 3:16-17) "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él."
Podemos decir, que en aquella hora Jesús estaba tomando sobre sí el pecado de todos los pecadores de todos los tiempos.
Además, aunque en esa última cena sólo había judíos, el Señor también estaba pensando e incluyendo a los gentiles.
(Jn 11:51-52) "... Jesús había de morir por la nación (judía); y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos"
Por lo tanto, su sangre derramada sellaba un pacto, no sólo con el pueblo de Israel, sino que la humanidad entera.

"El antiguo y el nuevo pacto"

1. ¿Qué significa el término "pacto"?
Era un tratado que establecía la relación entre un soberano y sus súbditos.
Por ejemplo, en el mundo antiguo, los emperadores establecían tratados o pactos con los reyes vasallos a quienes habían sometido, recordándoles de esta manera quién era el soberano, qué beneficios les había concedido, qué comportamiento esperaba de ellos, qué bendiciones conseguirían si obedecían, y qué castigos recibirían si se rebelaban contra él.
2. El antiguo pacto
Una vez que Dios hubo sacado al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, los llevó por el desierto hasta el monte Sinaí, y allí les dio la ley con diez mandamientos principales que luego fueron desarrollados en otros muchos. Esta ley detallaba al pueblo el comportamiento que Dios requería de ellos, así como las maldiciones que vendrían sobre ellos si quebrantaban este pacto (Dt 27:11-26) (Dt 28:15-68), al igual que las bendiciones que recibirían si los guardaban (Dt 28:1-14). El momento en que el pueblo aceptó este pacto lo encontramos en Exodo:
(Ex 24:3-8) "Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas."
Aquí está descrito el antiguo pacto que Dios hizo con Moisés y el pueblo de Israel. No hemos de dejar de notar dos elementos fundamentales en el establecimiento del pacto: la ley y la sangre. Primeramente Moisés leyó al pueblo todas las palabras de la ley de Dios, y ellos se comprometieron a cumplirlas: "Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho". Después se hicieron varios sacrificios, y Moisés dividió la sangre de los animales en dos partes iguales, y roció la mitad de ella sobre el altar, como un símbolo de Dios, y la otra mitad sobre el pueblo, quedando así sellado el pacto: "He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros". Sin lugar a dudas, las palabras que Jesús pronunció en el aposento alto ("Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada"), tuvieron que sonar a los discípulos como un eco de estas otras que leemos aquí.
Si analizamos este pacto antiguo, tenemos que decir que se trataba de un pacto bilateral, en el que las dos partes (Dios y el pueblo) tenían condiciones que cumplir. Así pues, si los israelitas rompían su parte del pacto desobedeciendo la ley, Dios traería sobre ellos la maldición por su desobediencia. Por el contrario, si el pueblo obedecía, Dios cumpliría su parte del pacto bendiciéndoles.
¿Qué ocurrió después? ¿Cuál fue el resultado de este pacto? A pesar de que los israelitas recibieron con mucho entusiasmo el pacto y prometieron rápidamente cumplir su parte, la triste realidad es que inmediatamente después de que Moisés terminara de dar la ley al pueblo, ellos se hicieron un becerro de oro y le adoraron, diciendo: "Israel, estos son tus dioses que te sacaron de la tierra de Egipto" (Ex 32:4). Dejaron claro que no estaban dispuestos a sujetarse a la ley que Dios les había dado: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen..." (Ex 20:2-4). Y aunque habían afirmado que harían todo lo que Jehová había mandado, su historia recoge las continuas violaciones de la ley de Dios.
El pacto quedó roto, y como consecuencia Dios envió al pueblo al exilio y su templo fue destruido. El autor a los Hebreos lo resume de esta manera: (He 8:9) "Ellos no permanecieron en mi pacto, y yo me desentendí de ellos, dice el Señor".
Está claro que este pacto antiguo no sirve para establecer una relación auténtica y satisfactoria con Dios. Aun así, hay muchas personas que todavía piensan que sí es posible, y se esfuerzan por cumplir todos los mandamientos de la ley y por medio de sus obras alcanzar la salvación eterna. Pero se engañan a sí mismos, no queriendo ver sus propios fracasos e ignorando que Dios exige una obediencia absoluta y completa. Finalmente Dios no tendrá más remedio que rechazarlos de la misma manera que lo hizo con Israel.
3. El nuevo pacto
Así que una vez que Dios mismo había desechado el antiguo pacto, anunció uno nuevo por medio del profeta Jeremías.
(Jer 31:31-34) "Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado."
Aquí encontramos los términos del nuevo pacto al que Jesús hizo referencia al final de la última cena: "Esto es mi sangre del nuevo pacto".
Evidentemente, el hecho de tener que establecer un nuevo pacto, ponía en evidencia que algo había fallado en el primero, y por lo tanto, este nuevo pacto tendría que ser establecido bajo unas premisas diferentes. ¿Qué fallaba en el antiguo pacto y qué tendría que tener el nuevo?
Lo que había fallado en el primer pacto no fue la ley, sino los israelitas. Como reflexiona Pablo, "la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Ro 7:12), pero los israelitas, como todos los hombres, eran malos e incapaces de cumplirla. Aquí radicaba el problema fundamental del primer pacto: había dos partes implicadas (Dios y el hombre) y como hemos visto, una de ellas no era capaz de cumplir sus obligaciones, con lo que el pacto se iba a pique.
Y éste es precisamente el punto donde el nuevo pacto tenía que ser radicalmente diferente. Ahora sólo hay una parte implicada. Podemos verlo en los términos del pacto tal como se enumeran en (Jer 31:34) o (He 8:10-12). Allí comprobamos que todo lo que se dice tiene que ver con lo que Dios hará. ¡Él lo hace todo! Y por supuesto, Dios cumplirá todo lo que ha prometido, por lo que el pacto nunca será quebrantado, ni el pueblo será rechazado o abandonado.
4. ¿Cuándo comienza el nuevo pacto?
Cuando durante la última cena Jesús tomó la copa y dijo "esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada", no sólo estaba inaugurando una nueva ceremonia, sino que estaba dando comienzo a la era del nuevo testamento, la llegada del cumplimiento de la promesa hecha por Dios por medio de los profetas, según la cual Dios establecía un nuevo pacto sellado por la sangre de Jesús.
Esta es una de las razones por las que el autor de Hebreos afirma que Jesús es mediador y fiador del nuevo pacto (He 7:22) (He 8:6) (He 9:15) (He 12:24).

Los términos del nuevo pacto

Desgraciadamente, hay muchos cristianos que semana tras semana celebran la Cena del Señor pero que no serían capaces de recordar los términos del nuevo pacto. A continuación los enumeramos comentándolos brevemente:
1. La ley de Dios escrita en el corazón
(He 8:10) "Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré."
Todos sabemos que los diez mandamientos del antiguo pacto fueron escritos sobre piedra. Éstos le decían a la gente lo que debía hacer, pero no suplían el poder para hacerlo. Además, en muchas ocasiones, las normas de la ley de Dios iban en contra de sus deseos y pasiones interiores, por lo que con frecuencia llegaba a ser odiosa. Así que, el hombre comprobaba una y otra vez su incapacidad, e incluso su falta de deseo por cumplir la ley. Y en tal caso, si llegaba a obedecerla, sería por temor al castigo, pero nunca lo haría con gozo y por amor.
La diferencia en el nuevo pacto, no es que Dios haya cambiado su ley, puesto que el carácter moral de Dios sigue siendo el mismo, y sus exigencias para con el hombre tampoco han sido rebajadas. La diferencia está en que en el nuevo pacto, Dios da un nuevo corazón al hombre que desea agradar y sujetarse a los principios de Dios, le provee de una nueva naturaleza, de hecho le da la verdadera naturaleza de Dios, y también le provee un nuevo poder para cumplir la ley por medio de su Espíritu Santo. El apóstol Juan denomina al proceso por el que esto ocurre "nuevo nacimiento" (Jn 3:3-6).
Por supuesto, se trata de algo mucho más profundo que simplemente "escribir sus leyes en la mente" para que las podamos recordar. El Espíritu Santo obra a nivel de la mente y de la voluntad del creyente. Ilumina nuestra mente, "alumbrando los ojos de nuestro entendimiento" (Ef 1:18), pero también produce en nosotros "así el querer como el hacer" (Fil 2:13). Crea en nosotros una nueva disposición, una nueva voluntad, nuevos deseos, nuevos pensamientos, nuevas ambiciones y nuevos propósitos, al mismo tiempo que nos imparte el poder para llevarlos a cabo. Esto es lo que garantiza que esta parte del pacto se cumpla.
2. Nos adopta como pueblo suyo
(He 8:10) "...Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo"
Nos concede el increíble privilegio de llegar a formar parte de su pueblo, de su familia. Todo esto nos introduce en una relación de amistad, confianza y amor.
3. Un conocimiento personal de Dios
(He 8:11) "Y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos."
Otro aspecto del pacto es que el creyente disfruta de un conocimiento íntimo de Dios en su experiencia personal. Esta era otra de las grandes diferencias con el pacto antiguo, donde la transmisión del conocimiento de Dios se hacía de padres a hijos, y en muy pocas ocasiones surgía de una relación personal con Dios. Se podría decir que la vasta mayoría de los israelitas no pasaban de ser meros espectadores espirituales.
Trágicamente, gran parte del cristianismo moderno es una variedad de esto que ocurría en Israel en el pasado. Hoy día, naciones enteras, así como comunidades y familias, se adhieren a un "cristianismo" nominal sólo por cuestiones sociales, tradiciones y costumbres. Por esta razón, cuando el individuo es separado de sus raíces culturales y eclesiásticas y colocado en una ciudad diferente, o en una universidad atea, sus ideales morales no tardan mucho en evaporarse, y en abandonar sus prácticas religiosas.
Pero en el nuevo pacto, Dios quiere que le conozcamos de una forma personal, directa e íntima (Gn 4:1). En este proceso, otras personas nos pueden ayudar a comprender cosas de Dios, pero la experiencia de la salvación y de la comunión con Dios tiene que ser necesariamente personal. Sólo este tipo de conocimiento de Dios garantiza la salvación.
4. El perdón de todos los pecados
(He 8:12) "Porque seré propicio a sus injusticias y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades."
A pesar de que Dios ha escrito su ley en nuestros corazones, aun así, a veces caemos en el pecado. Por esta razón, esta última cláusula del pacto nos trae un profundo alivio.
No obstante, algunos han interpretado que esta gracia ilimitada de Dios hacia los creyentes parece abrirles la puerta para pecar y hacer lo que les venga en gana. Pero quienes razonan así, rápidamente han olvidado lo que dice la primera parte del pacto, que establecía que Dios también escribía su ley en el corazón del creyente. Por esta razón, un verdadero creyente, lejos de buscar el pecado, deseará cada vez más vivir en santidad en la presencia de Cristo.

"No beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo en el reino de Dios"

Al entregar a sus discípulos la copa del nuevo pacto en su sangre, Cristo estaba inaugurando su reino, al que serían admitidos todos los que aceptasen la redención por su sangre. El establecimiento de esta fase espiritual de su reino no necesitaría esperar hasta su segunda venida, sino que comenzaría inmediatamente en los corazones de aquellos que aceptaran este nuevo pacto.
Así que, en cierto sentido, cuando volvemos a celebrar la Cena del Señor, estamos mirando hacia atrás, al momento en que él estableció su reino en el corazón de los creyentes por medio de su muerte en la cruz. Pero al mismo tiempo, el Señor también nos exhorta a mirar hacia adelante, al momento en que él volverá en gloria para establecer su reino de forma visible y plena. Así que, aunque su despedida era triste y dolorosa, por otro lado estaba llena de esperanza.
(1 Co 11:26) "Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga."
Entonces, podemos interpretar el "día en que lo beba nuevo en el reino de Dios", al momento cuando el Señor resucitó venciendo la muerte y completando la obra de la salvación, o a su segunda venida cuando establezca de forma visible su reino.
Jesús mandó a sus discípulos que celebraran la Cena del Señor "en memoria de él" (Lc 22:19) (1 Co 11:23-26). Y tenemos constancia en el Nuevo Testamento de que las primeras comunidades cristianas se reunían fraternalmente para celebrar la Cena del Señor. Y esto sigue siendo un mandamiento y una necesidad para los cristianos de hoy día. Sería trágico olvidar la base sobre la que el Señor ha establecido este nuevo pacto y los términos que los regula. Igualmente, debemos tener presente constantemente que el Señor va ha regresar pronto para terminar de establecer su reino en plenitud.

Preguntas

1. ¿Qué relación había entre el sacrificio del cordero pascual, y el sacrificio de Cristo? Explique y justifique con sus propias palabras los diferentes paralelismos.
2. Razone sobre el hecho de que en aquella solemne cena se había infiltrado un traidor. ¿Cómo afectaba esto al establecimiento del reino de Cristo? ¿Decía la Escritura algo en relación a esto? ¿Por qué describió Jesús al traidor como alguien que "comía a la mesa con él"? ¿Cree que Judas estaba determinado por Dios a hacer lo que hizo y que por lo tanto no pudo evitarlo?
3. En relación con la institución de la Cena del Señor, ¿qué le parece la doctrina católica de la transubstanciación que afirma que por medio de la consagración que realiza un sacerdote ordenado, el pan y el vino se convierten literalmente en el cuerpo y la sangre de Cristo, que vuelven a ser nuevamente sacrificados de forma incruenta, y que las personas que toman del pan y del vino reciben por ese acto los beneficios de la gracia de Dios? Razone su respuesta prestando atención a cada uno de los puntos de esta doctrina.
4. ¿Cuándo se estableció el antiguo pacto? ¿En qué consistía? Explique también las causas por las que no funcionó.
5. Explique con sus propias palabras cada uno de los términos del nuevo pacto

Comentarios

Estados Unidos
  Maria Davila  (Estados Unidos)  (12/07/2023)
Me gusta mucho esta página porque he aprendido bastante con sus explicaciones . Yo siempre trato de estar leyendo la biblia y cuando me cuesta trabajo entender algo entro a esta página y me sirve cada explicación que ustedes dan para poder responder mis dudas. Dios les bendiga.
Venezuela
  Pedro Aleman  (Venezuela)  (21/07/2020)
Es maravilloso conocer las múltiples bondades de nuestro Señor Jesucristo,y comprender y verdaderamente internalizar los pactos divinos, y es de mucho gozo, bienestar y paz, conocer y saber con toda la claridad que estamos bajo un nuevo pacto y el mejor pacto, que nuestra relación es una dependencia plena de Dios. Gracias Señor Jesús, hoy y siempre haré memoria del pacto que sellaste con nosotros, gracias, Jesús
México
  Virginia Aldana  (México)  (26/09/2019)
Bendiciones del Dios Altisimo, gracias por esta enseñanza, hermosa y de verdad que el Señor aumentó mi fe, quitó una venda de mi entendimiento y ahora todo lo que leo en la escritura, lo veo a traves de este hermoso pacto. Gracias y gloria al Santo. Amen.
Costa Rica
  Noilyn Salazar  (Costa Rica)  (24/08/2017)
Excelente estudio, muy completo y me ha servido mucho para mi análisis propio de La Cena del Señor. Muchas gracias por compartir un poco de lo que Dios te ha dado siervo.
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