Si realmente se produce la transformación del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, éste sería el único milagro de todos los que hizo el Señor que no puede ser comprobado. Por ejemplo, cuando Jesús convirtió el agua en vino durante las bodas en Caná de Galilea, el maestresala después de probarlo dijo que era un vino excelente (Jn 2:9-10).
Cuando leemos las palabras de Jesús, lo más razonable es pensar que se estaba refiriendo al pan y al vino como símbolos de su cuerpo y de su sangre. Esto es así por varias razones. Primeramente, el Señor empleo un lenguaje similar en otras muchas ocasiones ("yo soy la puerta", "yo soy el camino", "yo soy la luz", "si alguno tiene sed venga a mí"...), y en todas ellas nos damos cuenta que estaba usando un lenguaje metafórico, ¿por qué en esta ocasión tenía que ser diferente?. En segundo lugar, no debemos olvidar tampoco, que en aquel momento estaban celebrando la fiesta de la pascua, y que todo lo que allí había eran símbolos que servían para recordar o conmemorar la pascua que sus antepasados habían celebrado antes de salir de Egipto. Además, la sola idea de comer literalmente el cuerpo y la sangre de Jesús habría resultado absurda para la razón y repugnante para la experiencia, sin olvidar tampoco, que un judío tenía prohibido beber sangre (Lv 3:17). Y por último, en aquella noche, Cristo estaba presente entre ellos, por lo que necesariamente entendieron que al referirse al pan y el vino como su cuerpo y su sangre tuvieron que interpretarlo con un símbolo de él.
Tampoco debemos olvidar que la salvación y todos los beneficios de la gracia de Dios nos son dados por la fe en Cristo y en su obra en la cruz, y no por comer pan o beber vino. Cuando en otra ocasión Jesús dijo: "El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn 6:54), algunos se escandalizaron de estas palabras porque las interpretaron literalmente, y él tuvo que aclarar: "las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Jn 6:63). Ellos debían entender en esta forma de hablar una ilustración de lo que significaba la fe en Cristo. No obstante, comprendemos que a la Iglesia Católica le interese mantener esta doctrina, porque de esta manera mantiene bajo su dominio y control la administración de la "Persona de Cristo", dándosela únicamente a aquellos que participan en su culto.
En cuanto a la afirmación de la Iglesia Católica de que la Cena del Señor es la "actualización" del sacrificio de Cristo, basta recordar las afirmaciones que encontramos en la carta a los Hebreos en las que con toda claridad se nos dice que su sacrificio fue único e irrepetible (He 10:12,14). Asimismo, cualquier idea de un sacerdote que oficia el "renovado" sacrificio de Cristo es totalmente ajeno a la enseñanza del Nuevo Testamento.
Por último, cuando el apóstol Pablo dio diferentes explicaciones acerca de cómo los cristianos deberían celebrar la Santa Cena, citó las palabras de Jesús en las que por dos veces dijo: "Haced esto en memoria de mí" (1 Co 11:24-25), lo que confirma el carácter simbólico del pan y del vino, que nos sirven para recordar o hacer memoria de los beneficios obtenidos por Cristo mediante su muerte en la cruz. Además, dijo que al hacer esto estaríamos anunciando la muerte del Señor "hasta que él venga" (1 Co 11:26). Por lo tanto, al tomar del pan y del vino reconocemos que Cristo no está presente de forma literal entre nosotros, sino que esperamos su venida.