Estudio bíblico: Arresto de Jesús - Marcos 14:43-52

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Arresto de Jesús - Marcos 14:43-52

(Mr 14:43-52) "Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos. Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad. Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó. Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron. Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis; pero es así, para que se cumplan las Escrituras. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron; mas él, dejando la sábana, huyó desnudo."

Introducción

Por fin sonó la "hora" tan temida como deseada por el Señor, cuando había de empezar a beber de la "copa" que acababa de recibir de las manos de su Padre. Sólo entonces pudieron los hombres arrestarle y llevarle ante sus tribunales, y finalmente a la cruz.
Pero a pesar de la gravedad de todo lo que estaba ocurriendo, nos sorprende notar la serenidad del Señor aun en los momentos más críticos. En realidad habla poco, pero todas sus palabras están llenas de dignidad y evidencian la paz de aquel que sabe que está cumpliendo la voluntad de Dios.

"Vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente"

Cuando Judas salió del aposento alto en aquella noche (Jn 13:30), se apresuró para ir a buscar a los principales sacerdotes con el fin de entregarles a Jesús. Por supuesto, las autoridades judías habían estado muy ocupadas haciendo distintos preparativos mientras esperaban impacientes el aviso de Judas, así que cuando llegó el momento no tardaron en reunir a un buen grupo de gente armada con espadas y palos para ir a arrestar a Jesús sin pérdida de tiempo.
Judas, "uno de los doce", era quien guió a la comitiva hasta el lugar donde Jesús estaba reunido con sus discípulos. Y en un acto de traición sin igual, ahora Judas el desertor, usaba toda la información adquirida a lo largo de los meses y años de amistad con Jesús, para entregar en manos de hombres malvados al mismo Hijo de Dios.
La razón por la que cometió este vergonzoso crimen no la podemos saber con exactitud. Evidentemente había dinero de por medio, pero tal vez influyeron también ciertos sentimientos de frustración al no ver realizadas sus expectativas en cuanto al reino y su posición dentro de él. En ese caso, nos imaginamos que tuvo su momento de gloria cuando en aquella noche iba a la cabeza de un grupo tan numeroso de personas.
En cuanto a la formación de esta cuadrilla enviada para arrestar a Jesús, podemos ver que venía "de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos", es decir, las tres secciones de las que estaba compuesto el Sanedrín. De alguna manera, el evangelista nos quiere hacer notar que la totalidad del Tribunal Supremo judío estaba involucrado en el arresto de Jesús. Y por supuesto, nos muestra el cumplimiento exacto de lo anunciado por Jesús acerca de sus sufrimientos (Mr 8:31) (Mr 10:33).

"Con espadas y palos"

Notemos también que este numeroso grupo iba armado con "espadas y palos", como si fueran a capturar a un peligroso criminal del que esperaban una fuerte resistencia. Pero no eran ellos los únicos que se enfrentaban a Jesús en aquella noche, puesto que como él mismo había señalado: "esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas" (Lc 22:53). No debemos olvidar que detrás de aquel pequeño ejército se encontraban todos los principados y potestades de maldad que en aquella hora se enfrentaban contra el Señor en una batalla de dimensiones incomprensibles para nosotros.
(Col 2:15) "Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz."
Pero, ¿por qué fueron contra Jesús con "espadas y palos"? Como decíamos, ellos pensaban que el Señor y sus discípulos ofrecerían una fuerte resistencia, y que necesitarían estar bien armados si querían arrestarle. Con esta actitud demostraban una vez más que no habían entendido quién era Jesús ni la naturaleza de su obra. No tomaron en cuenta el hecho de que Jesús nunca había manifestado violencia contra ninguna persona a lo largo de todo su ministerio, haciendo así honor a su título de "Príncipe de Paz" (Is 9:6).
Sin embargo, a pesar de los hechos, los líderes judíos continuaban obstinadamente apegados a la idea de que los planes del Señor eran instaurar un reino terrenal, y suponían equivocadamente, que lo haría por medios humanos. Por esta razón fueron a su encuentro armados con espadas y palos. Su odio hacia Jesús les impedía entender que su reino era espiritual, en el interior del corazón humano, y que se llegaba a formar parte de él por medio del arrepentimiento y la fe. Más adelante volvió a explicar esto mismo a Pilato, el gobernador romano:
(Jn 18:36) "Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí."
Resulta evidente que aquellos que históricamente han intentado imponer el cristianismo por medio de la fuerza no tienen nada que ver con el Reino que Jesús predicó. El verdadero cristianismo crece y se desarrolla por la influencia del Espíritu Santo en los corazones, pero nunca por medio de la lucha armada.
(Zac 4:6) "Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos."

"Les había dado señal: Al que yo besare, ése es"

El relato de Marcos llama nuestra atención también sobre la bajeza de la forma elegida por Judas para traicionar a Jesús: "Al que yo besare, ése es". El término original indica que le besó efusiva y repetidamente, de la forma en la que se besaría a alguien a quien se ama entrañablemente. Así la traición de Judas se consumó con un beso, el más hermoso de los signos de afecto humano, era usado en este caso como la más cínica expresión de hipocresía y falsedad.
Pero así era Judas, siempre fingiendo, viviendo una doble vida, aparentando amor y respeto cuando en realidad no sentía nada de esto por Jesús. ¡Qué diferente de aquella mujer que después de derramar sobre Jesús un costoso perfume, no dejaba de besar sus pies! (Lc 7:38).
Y aunque Jesús se sometió a esta indignidad sin impedírselo, no dejó de subrayar la gravedad de su traición: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?" (Lc 22:48).
La historia de la traición de Judas es penosa en extremo, y pone de relieve como ningún otro hecho la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Cristo. Intentar comprender cómo el Señor no sólo toleró la presencia del traidor en el seno de su círculo más íntimo, sino que habiéndole escogido para formar parte de los doce le trató siempre con respecto y deferencia, resulta vano. Tal fue el talante de Jesús hacia Judas que los demás discípulos no adivinaron quién era el que le había de entregar (Mr 14:18-19).

"Entonces ellos le echaron mano, y le prendieron"

Era la hora del aparente triunfo de las tinieblas, cuando el santo Hijo de Dios era arrestado sin dificultades y llevado por hombres pecadores para ser juzgado y condenado.
No obstante, nada de esto habría ocurrido sí Jesús mismo no lo hubiera permitido. Recordemos, por ejemplo, la ocasión en la que después de haber predicado en la sinagoga de Nazaret, la gente llena de ira le echó fuera de la ciudad y le llevó hasta la cumbre del monte con la intención de despeñarle, "mas él pasó por en medio de ellos, y se fue" (Lc 4:29-30). O incluso en esa misma noche, cuando los judíos fueron a arrestarle, el evangelista Juan nos dice que Jesús les preguntó "¿a quién buscáis?", a lo que ellos contestaron "a Jesús nazareno", y fue entonces cuando él les dijo: "Yo soy, y retrocedieron y cayeron a tierra" (Jn 18:4-6). Sin lugar a dudas, su arresto sólo fue posible porque él lo permitió, o dicho de otra manera, porque él se estaba entregando.
A partir de aquí veremos a Jesús atado, llevado de un lugar a otro sufriendo continuas muestras de la maldad y el odio humanos.
En este punto es conveniente recordar que todo esto estaba ocurriendo durante la noche de la pascua, una fiesta anual con la que los israelitas recordaban el momento en que sus antepasados habían sido liberados de la esclavitud en Egipto. Pero el evangelista nos quiera hacer notar que para Jesús no fue una fiesta de liberación, sino que por el contrario insiste en mostrarnos que él era el Cordero pascual que había de morir para traer libertad a su pueblo.

"Uno sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote"

Aunque Marcos no lo dice, Juan nos explica que fue Pedro el apóstol que sacó su espada e hirió a Malco, el siervo del sumo sacerdote (Jn 18:10). Suponemos que Marcos no reveló el nombre de Pedro porque todavía podría ser peligroso para él dada la fecha temprana en la que redactó su evangelio, algo que no supondría ningún problema cuarenta años después cuando Juan escribió el suyo.
Ahora bien, ¿por qué actuó Pedro de esta manera? Seguramente quería demostrar que la promesa que le había hecho al Señor de acompañarle hasta la muerte, estaba dispuesto a cumplirla al precio que fuera.
Pero el Señor no le dejó continuar por ese camino, y además de sanar inmediatamente al hombre al que Pedro había herido (Lc 22:51), también le mandó que metiera la espada en la vaina (Mt 26:52).
En este momento se empezaba a apreciar la falta de preparación a la que Jesús les había exhortado mientras él había estado orando intensamente en el huerto de Getsemaní. Notemos algunos detalles sobre esto:
Fue una reacción violenta y asesina, ya que aunque sólo cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote, seguramente su intención era abrirle la cabeza. Sin lugar a dudas fue una actitud totalmente inapropiada, un impulso de la carne que no era gobernada por la oración y la voluntad de Dios. Si antes hubiera estado orando junto a su Maestro, le habría escuchado decir que estaba listo para morir, y esto le habría ayudado a tener un comportamiento más reflexivo y menos impulsivo.
Además, Pedro no entendía la naturaleza del conflicto. Seguramente el hecho de ver a toda aquella gente llevando sus espadas, le hizo perder de vista que la verdadera guerra que se estaba librando era espiritual. Y como decimos, si se hubiera preparado en oración, habría sabido que en esa lucha las armas carnales no sirven de nada (Ef 6:10-18).
Pero por otro lado, la actitud de Pedro fue completamente imprudente, llegando a colocar al Señor en una posición muy comprometida. Si Jesús le hubiera dejado continuar por ese camino, las autoridades judías no habrían tardado en contar por todas partes que habían apresado a Jesús a altas horas de la noche cuando estaba al frente de una banda armada que preparaba alguna acción guerrillera subversiva. ¡Cómo se habría reído Satanás al ver al Salvador del mundo representado como un guerrillero! Y sin darse cuenta, Pedro lo estaba facilitando con su comportamiento.

"¿Como contra un ladrón habéis salido para prenderme?"

Jesús expresa aquí una queja: "¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día estaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis".
Le estaban tratando como a un ladrón que huye de la justicia, pero él muestra la incoherencia de este razonamiento, recordándoles que él nunca había actuado de una forma clandestina, sino que había hablado siempre públicamente en el templo, donde todos podían escucharle.
Lo cierto es que quienes actuaban en la noche, escondiéndose para evitar ser vistos por el pueblo, eran ellos mismos. De esta manera mostraban cuál era el origen de su poder: "esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas" (Lc 22:53). Habían sido incapaces de encontrar alguna acusación contra Jesús mientras enseñaba públicamente en el templo a la luz del día, así que se escondieron al amparo de la noche para prenderle con acusaciones infundadas, como más adelante veremos.
De otro modo, si realmente había pruebas contra él, ¿por qué no le habían arrestado en el mismo momento en que estaba enseñando en el templo? Allí tenían todos los recursos necesarios para haberle prendido, y además no les habría costado nada encontrar a numerosos testigos que podrían haberle inculpado. Pero aunque en sus visitas al templo le habían provocado en muchas ocasiones, buscando que dijera alguna palabra comprometedora, nunca habían encontrado en él algo por lo que pudieran arrestarle. Así que buscaron la noche, dando así comienzo a un proceso sin ninguna garantía de legalidad y donde el veredicto había sido fijado con anterioridad.
Y finalmente consiguieron su propósito, pues fueron contra él como un ladrón, y acabaron crucificándole entre dos ladrones, como si él mismo fuera uno de ellos.

"Es así, para que se cumplan las Escrituras"

Aquí volvemos a contemplar nuevamente lo que estaba ocurriendo desde dos dimensiones diferentes: la humana y la divina. Desde un punto de vista, ya hemos dicho que el hecho de no prenderle en el templo se debió a que no encontraron nada de que culparle y porque tenían miedo a las multitudes que le escuchaban maravilladas. Pero desde otra perspectiva, le arrestaron de este modo "para que se cumpliesen las Escrituras".
Pero, ¿cuáles eran las Escrituras que se debían cumplir?
Podemos pensar en la traición de Judas, uno de los apóstoles del círculo íntimo de Jesús, y del que el salmista había hablado: (Sal 41:9) "Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar". El Salmo 41 es el texto en el que el rey David habla de la traición protagonizada por "el hombre de mi paz". El Salmo presenta una verdadera radiografía de la traición. Los falsos amigos que le visitaban cuando estaba enfermo, a pesar de su fingimiento, sólo deseaban su muerte (Sal 41:6-9). Así es el traidor; habla una cosa en presencia del "amigo", y otra bien distinta entre sus detractores. Se reúnen, murmuran, piensan y hablan mal, juzgan la espiritualidad del hombre de Dios y descalifican su integridad moral. Pero, sobre todo, el traidor viola la confianza de quien la había depositado en él. En la experiencia del rey David, aquel hombre se llamaba Ahitofel. Este había sido su consejero y hombre de confianza hasta que se unió a Absalón, el hijo de David que intentaba usurpar su trono por medio de un golpe de estado (2 S 16:23). Pero llegó un momento en que los consejos de Ahitofel no fueron tenidos en cuenta y entonces se ahorcó y así murió (2 S 17:23). Y Judas, hizo lo mismo: "salió, y fue y se ahorcó" después de consumar su traición (Mt 27:5).
También la actitud de Jesús cuando fue arrestado, negándose a defenderse, nos recuerda la profecía de Isaías: (Is 53:7) "Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado la matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca".
El hecho de que en el momento de su arresto todos los discípulos abandonaron a Jesús, también había sido profetizado por Zacarías: (Zac 13:7) "Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor, y serán dispersadas las ovejas; y haré volver mi mano contra los pequeñitos".
Esta afirmación de Jesús nos recuerda que a lo largo de todo el Antiguo Testamento hay constantes referencias a Cristo y su obra. Desgraciadamente los cristianos modernos desconocemos mucho de esta parte de las Escrituras y por esta razón perdemos grandes bendiciones. Veamos la reprensión que Jesús hizo a los dos que iban camino de Emaús después de su resurrección, porque no percibieron ni creyeron que todo lo que había ocurrido con Jesús ya había sido descrito a lo largo de todo el Antiguo Testamento:
(Lc 24:25-27) "Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían."

"Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron"

Como estamos considerando, Jesús fue arrestado sin dificultades, pero sin embargo, todos los discípulos lograron escapar. Este hecho no deja de sorprendernos. Si las autoridades judías estaban decididas a terminar con el movimiento de Jesús de Nazaret, ¿no habría sido conveniente arrestar también a sus seguidores más cercanos con el fin de cortar de raíz cualquier posible brote? ¿Y cómo pudieron escapar todos los discípulos si había salido contra ellos una guardia tan numerosa?
Pero los que le iba a arrestar se encontraron con dos obstáculos insalvables.
Por un lado, aunque Jesús y sus discípulos estaban en absoluta minoría, sin embargo era él quien estaba dictando las condiciones para su arresto: "si me buscáis a mí, dejad ir a éstos" (Jn 18:8). Seguramente había sido la intención de las autoridades judías el apresar también a los discípulos, pero Jesús salió en su defensa y se cumplió así lo que él mismo había anunciado: "De los que me diste, no perdí ninguno" (Jn 18:9). Sólo la protección del mismo Señor les pudo salvar en estos complicados momentos.
Y por otro lado, estaba la palabra profética que anunciaba el abandono de sus discípulos (Zac 13:7). De esta manera el viento se llevó todas las promesas que los discípulos habían hecho a su Maestro de morir con él antes que abandonarlo.
Por otro lado, podemos imaginarnos también la sorpresa de los discípulos ante todo lo que estaba ocurriendo. Hasta aquel momento el Señor había solucionado cualquier situación incómoda que los judíos le habían ocasionado, saliendo siempre airoso de todas ellas. Pero ahora le habían prendido sin que él hiciera absolutamente nada para impedirlo. De repente, los discípulos vieron que todo su mundo se venía abajo, y no pensaron en otra cosa que no fuera huir.
Así que Jesús quedó solo, abandonado por sus amigos y en manos de sus crueles enemigos. Sin duda, esta es una de las experiencias más dolorosas por las que un ser humano puede pasar, pero ahora podemos estar seguros de que Jesús nos entiende, y que además nunca nos abandonará. El apóstol Pablo encontró mucho consuelo en este hecho durante su primer juicio ante el César:
(2 Ti 4:16-17) "En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león."
Pero finalmente, y a pesar de todo, el plan eterno de Dios se estaba llevando a cabo, valiéndose para ello incluso de la maldad de los hombres, o la debilidad de los discípulos:
(Hch 2:23) "A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matásteis por manos de inicuos, crucificándole"

"Cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana"

Aparecen ahora un incidente que sólo Marcos recoge y que resulta irrelevante para la narración. ¿Por qué decidió incluirlo en su relato? ¿Cuál es la razón para que esté aquí?
La respuesta más probable es que el joven al que se refieren estos versículos no fuera otro que el mismo autor del evangelio, Juan Marcos. En ese caso, sería una nota autobiográfica por la que él mismo nos estaría diciendo: "yo estuve allí". Si esto fuera así, no sólo tenemos su firma de una manera muy discreta, sino que además nos estaría haciendo saber de su proximidad a los hechos que estaba narrando.
En ese caso, revelaría sus deseos de seguir al Señor, juntamente con la flaqueza de su vergonzosa huida, y confirmaría también la absoluta soledad del Señor en su hora de angustia.
Ahora bien, surgen varias preguntas: ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué iba cubierto sólo por una sábana? ¿Cuánto tiempo llevaba allí? Tal vez podamos hacer una hipotética reconstrucción de los hechos.
Quizá el aposento alto donde Jesús había celebrado la última cena era la casa de María, la madre de Juan Marcos, donde más tarde los apóstoles tuvieron su centro de reunión (Hch 12:12).
Tal vez Marcos estaba durmiendo en la planta de abajo y fue despertado cuando Judas llegó a la casa con la escuadrilla para prender a Jesús. Cuando comprobaron que ya no estaban allí, Judas dirigió a la comitiva hasta el segundo destino en el que sabía que Jesús estaría. Marcos que en esos momentos se encontraría en la cama arropado con una sábana, sintió curiosidad pensando que algo iba a ocurrir y se dispuso a seguirlos a cierta distancia.
Cuando Jesús fue arrestado, Marcos estaría observando todo lo que ocurría, pero al ser descubierto huiría apresuradamente dejando la sábana que le cubría.
En todo caso, son conjeturas, pero es difícil encontrar otra explicación razonable.

Preguntas

1. ¿Por qué fueron a prender a Jesús con espadas y palos? ¿Cree que era necesario? Razone su respuesta.
2. ¿Qué ha aprendido en esta lección del hecho de que Jesús escogiera a Judas como apóstol?
3. ¿Cree que Jesús podría haber sido arrestado si él mismo no lo hubiera permitido? ¿Cómo pudo ser que arrestaran a Jesús pero en cambio los discípulos quedaran libres? Razone sus respuestas usando textos bíblicos.
4. Valore la reacción de Pedro al sacar una espada y herir al siervo del sumo sacerdote. ¿Qué aprende de este hecho?
5. Explique con sus propias palabras las Escrituras del Antiguo Testamento que se cumplieron en este pasaje.

Comentarios

Perú
  Maritza Cornejo  (Perú)  (09/10/2021)
Estoy siendo muy bendecida con estos estudios ,(aunque recién llevo pocos días), sus enseñanzas son claras y prácticas, gracias a Dios por ustedes que son de mucha ayuda y bendición, tengo la seguridad que al igual que yo muchos están aprendiendo más de la palabra de Dios. Muchas gracias ¡BENDICIONES!
Argentina
  Basaldua marcelo  (Argentina)  (23/11/2017)
Gracias y bendiciones.. me sirvió muchísimo lo aprendido porque estoy haciendo un estudio y tenía algunas dudas.. Dios los bendiga.
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