En primer lugar ya hemos visto que tenía una confianza excesiva en sí mismo, al punto de que no hizo caso a las advertencias de Jesús (Mr 14:29-31).
Tampoco ejerció la vigilancia en oración que el Señor le recomendó (Mr 14:37-38).
No entendió la naturaleza de la batalla que se estaba librando, y usó las armas de la carne para pelear (Mr 14:47) (Jn 18:10).
Además, a partir del momento cuando huyeron al ser arrestado Jesús, ellos quedaron solos, y como el Señor les había dicho: "Separados de mí, nada podéis hacer" (Juan 15:5). Todo poder para vencer la tentación nos viene del Señor y por eso, cuando no tenemos comunión con él fracasamos.
Y finalmente, se había mezclado con los enemigos de Cristo, identificándose con ellos (Mr 14:54).