En primer lugar, nos recuerda que la muerte del Señor Jesucristo fue llevada a cabo con la participación de judíos y gentiles, lo que demuestra que ningún sector de la humanidad fue capaz de percibir la "gloria de Dios en la faz de Jesucristo" ni de someterse a la revelación que Dios les dio por medio de su Hijo. Y al mismo tiempo, prueba que ambos fueron responsables por igual del mayor crimen que la historia de la humanidad ha conocido.
En segundo lugar, todo lo que estaba ocurriendo había sido anunciado previamente en el (Sal 2:1-2). Allí David había hablado de la hostilidad humana contra el gobierno de Dios y se había preguntado con horror y gran sorpresa cómo era posible que las naciones hicieran tal cosa. ¿Qué lógica hay en el empeño de independizarse de un Dios cuya voluntad es siempre el bien supremo de sus criaturas? ¿Qué mal ha hecho Dios a los seres humanos para que le aborrezcan de este modo? ¿Cómo es posible que un mundo tan dividido como el nuestro pueda llegar a estar unido en un complot de carácter universal contra el gobierno de Dios? Pero todo esto se cumplió cuando judíos y gentiles se unieron para crucificar a Jesús.
En tercer lugar, si el Sanedrín hubiera ejecutado la sentencia de muerte, lo habría hecho por lapidación, y no por crucifixión. En ese caso, no se habrían cumplido muchas de las profecías que describían detalladamente algunos aspectos de su muerte, y que sólo podían ser realizados por la crucifixión. Tendremos ocasión de ver estos detalles más adelante.
Pilato fue nombrado procurador (gobernador romano) de la provincia de Judea por el emperador Tiberio, cargo que ocupó durante diez años, desde alrededor del 26 hasta el 36 d.C.
Filón, escritor judío del siglo primero se refiere a Poncio Pilato como un hombre "de carácter inflexible y duro, sin ninguna consideración". Más aún, según este escritor, el gobierno de Poncio se caracterizaba por su "corruptibilidad, robos, violencias, ofensas, brutalidades, condenas continuas sin proceso previo, y una crueldad sin limites".
Según el historiador judío Josefo, Pilato tuvo un mal comienzo en lo que respecta a las relaciones con sus súbditos judíos: de noche envió a Jerusalén soldados romanos que llevaban insignias militares con imágenes del emperador, y la situación se complicó porque las insignias fueron colocadas en la Torre Antonia, cuartel general de las cohortes romanas, es decir justo frente a uno de los ángulos del complejo del Templo, con el añadido de que los judíos creyeron que los auxiliares romanos quemaban incienso frente a las imágenes de Tiberio y Augusto. Este suceso provocó un gran resentimiento debido a que vulneraba uno de los diez mandamientos, y una delegación de principales entre los judíos viajó a Cesárea para protestar por la presencia de las insignias y exigir que las quitasen. Josefo aún menciona otro alboroto: a expensas de la tesorería del templo de Jerusalén, Pilato construyó un acueducto para llevar agua a Jerusalén desde una distancia de casi 40 km. Pilato solicitó del Sanedrín fondos del tesoro del templo para financiar la obra, bajo la advertencia de que si eran negados tendría que aumentar los impuestos. Los sacerdotes se negaron en principio alegando que era dinero sagrado, pero cedieron bajo la condición de que se ocultara el origen de los fondos y de que el principal flujo del líquido llegara a los depósitos del propio Templo, pero el acuerdo fue descubierto. Grandes multitudes vociferaron contra este acto cuando Pilato visitó la ciudad. Pilato envió soldados disfrazados para que se mezclasen entre la multitud y la atacasen al recibir una señal, lo que resultó en que muchos judíos muriesen o quedasen heridos. Algunos piensan que ésta fue la ocasión referida en (Lc 13:1), cuando Pilato mezcló la sangre de algunos galileos con los sacrificios de ellos.
Como gobernador romano, la principal preocupación de Pilato era la de mantener la ley y el orden, y para conseguirlo estaba dispuesto a ser implacable y aplastar cualquier rebelión o amenaza de rebelión.
También era conocido su odio por los judíos, a los que acusaba de crearle innumerables problemas. Y por su parte, los judíos también le odiaban a él al ver el desprecio con el que los trataba y por el hecho de ser el máximo representante del Imperio Romano que los había conquistado.
En vista de sus antecedentes, el descontento general entre los judíos había crecido y su posición no era muy segura, pues un "incidente" más podía provocar una denuncia en Roma y ser causa de su destitución.
Sobre sus creencias, podemos ver que a raíz de su encuentro con Jesús manifestó cierto cinismo e incredulidad frente a la existencia de la verdad absoluta (Jn 18:38).
Una razón es que ya no era necesario hacerlo, puesto que Pilato había entendido que él era inocente.
Además, Jesús debía cumplir la profecía que probaba su identidad como Mesías: "Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado..." (Is 53:7-8).
Por otro lado, no se defendió a sí mismo porque había encomendado su causa al que juzga justamente (1 P 2:23).
Y sobre todo, porque estaba decidido a ir a la cruz y cumplir así la voluntad del Padre.