Estudio bíblico de 2 Pedro 2:5-9

2 Pedro 2:5-9

Regresamos hoy, amigo oyente, a este destacado capítulo 2 de la segunda epístola del Apóstol Pedro; un capítulo que nos habla de la apostasía que vendrá en la iglesia. Para que nuestros oyentes tengan una visión general de los temas tratados anteriormente, y a modo de repaso, diremos que las dos secciones precedentes, ya estudiadas llevaban los siguientes títulos. La primera, titulada "La suma de las virtudes cristianas proporciona seguridad", se extiende por los 14 primeros versículos del capítulo 1. La segunda sección, titulada, "La autoridad de las Sagradas Escrituras atestiguada por la profecía cumplida", abarca desde el capítulo 1, versículo 15, hasta el versículo 21, que marca el final del primer capítulo de esta epístola. Recordemos que este capítulo, que constituye la tercera gran división de esta carta, trata principalmente sobre las advertencias del apóstol contra los falsos maestros. Aunque dichas advertencias fueron dirigidas en primer lugar a sus lectores originales de la época en que vivió el autor, es evidente que se dirigían también a la iglesia de todos los tiempos, y de todos los lugares de la tierra.

Después de diversas consideraciones, en nuestro programa anterior concluimos que el versículo 4 fue una referencia a lo que sucedió antes de que el hombre fuera colocado sobre esta tierra, cuando hubo la citada rebelión contra Dios encabezada por Satanás.

El versículo 4 incluye una frase que dice los arrojó al infierno. La palabra que aquí se usó para infierno, es una palabra no muy común, que no aparece en muchos lugares de la Biblia. Esa palabra Griega es "tartarus". Los Griegos hablaban de los perdidos como estando en el "tartarus". No era el infierno tal como nosotros lo imaginamos. El infierno aún no ha abierto realmente sus puertas, que no se abrirán hasta mucho más tarde. El Diablo no se encuentra en el infierno; está por la creación de Dios. De acuerdo con el libro de Job, suele ir a la presencia de Dios; en su primera epístola, Pedro nos dijo que es como un león rugiente, que va de un lugar a otro por esta tierra, buscando a quien devorar. Pero aunque Satanás no está en el infierno, algunos de sus ángeles ya han sido encarcelados.

El versículo 4 continúa diciendo y los entregó a prisiones de oscuridad. La palabra que se utilizó para prisiones es "seira". Muchos creen que debería ser "seiros", por ser la palabra que se usó en los mejores textos. "Serios" significa cuevas o cavernas. Ambas palabras son muy similares. Aparentemente, estos ángeles se encuentran en cuevas de oscuridad. La gente suele imaginarse al infierno como un lugar de fuego, más bien pensamos que es un lugar de oscuridad. La oscuridad y el fuego simplemente no van juntos, porque el fuego produce luz. ¿Puede usted imaginarse estar en la oscuridad por la eternidad?

Y el versículo 4 finaliza diciendo donde están reservados para el juicio. O sea, que no han sido juzgados. El proceso ha comenzado y los cargos ya han sido formulados. Dios los ha declarado culpables, y ellos se encuentran en aquel lugar a la espera del juicio.

Para mantener la continuidad del tema, leamos nuevamente el versículo 5 de este segundo capítulo de 2 Pedro:

"Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos."

Comienza diciendo el versículo tampoco perdonó al mundo antiguo. En el capítulo 3, él iba a hablar sobre tres mundos diferentes - el mundo que era, el mundo que es, y el mundo que vendrá. Y Dios no perdonó al mundo antiguo, es decir, al mundo que existió antes de Noé.

Este versículo dice que guardó a Noé, la octava persona, pregonero de justicia. Había otras 7 personas con Noé; Noé, sus 3 hijos, sus esposas y la esposa de Noé. Fueron las 8 personas que se salvaron del diluvio.

El versículo 5 continúa diciendo: y trajo el diluvio sobre el mundo de los impíos. La gente de aquel tiempo era religiosa, pero simplemente había dejado a Dios fuera de su religión. Estaba viviendo como si Dios no existiera. Y estaban viviendo controlados por las pasiones de su naturaleza pecaminosa. El creer que alguien que vive con esa naturaleza tiene algo de bueno constituye una idea falsa. El mismo apóstol Pablo, en su carta a los Romanos capítulo 7, versículo 18 dijo: Porque yo se que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer el bien está presente en mí, pero no el hacerlo.

Hemos leído un informe publicado por el Dr. Turnbull en su libro "Gente de la Montaña". El hizo un estudio sobre un pueblo llamado Ik, que fue descubierto en Africa y cuyos integrantes vivían en una zona arbolada. Los niños eran abandonados por su madre a los 3 años de edad, y tenían que proveerse por sí mismos la comida o morir. En su búsqueda por sobrevivir, se alimentaban de bayas, cortezas de árboles o insectos, removiendo lo que dejaban los animales salvajes. Así es que, literalmente los más fuertes le quitaban la comida de la boca a los más débiles o a los ancianos. Y el autor de este informe dijo que sería un insulto a los animales el calificar el comportamiento de esta gente como bestialidad. Y además él mismo, que es un humanista, no creyente, dijo que ese pueblo nos enseña que nuestros tan cacareados valores humanos no son inherentes a la humanidad para nada; sino que están asociados sólo con una forma particular de supervivencia llamada sociedad, y que así y todo, aun la misma sociedad, es un lujo del cual se puede prescindir. En otras palabras, que el hombre aparte de Dios no es sino un animal, teniendo en cuenta que decir esto es como un insulto a los animales en general. Es que, estimado oyente, es Dios quien da los valores. Es Dios quien establece las normas morales, y ninguna de ellas es inherente a nosotros.

El patriarca Noé vivió en una época en la que había una rebelión contra Dios, un tiempo en el cual el mundo era ingobernable y rechazaba toda ley. El libro del Génesis nos dice, en su capítulo 6, versículo 5: 5Vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de continuo el mal; Es decir, que la violencia se extendía por todas partes en la tierra de aquella época. Entonces Dios pasó a la acción con el castigo del diluvio, poniendo fin a aquel mundo anterior a Noé. Con la excepción de Noé y su familia, el mundo se había convertido en un mundo totalmente depravado. (Nos imaginamos que si usted y yo hubiéramos estado sobreviviendo en aquella época como creyentes, acosados por todas partes, habríamos estado deseando que Dios pusiera fin a esa constante maldad cuanto antes.) Así que Dios hizo bien en aplicar Su juicio a aquella época en particular. Porque no habría pasado mucho tiempo hasta que la totalidad del mundo hubiera llegado a tal condición, que Dios habría que tenido que juzgarlo, y después de ello, no habría habido salvación para nadie. En Su juicio, Dios debió pensar en el futuro que se aproximaba, y Su castigo reveló Su cuidado y respeto por la vida humana que El había creado, pero que el pecado había corrompido de manera irreversible. En este sentido, cabe recordar las palabras del Señor Jesús en el Evangelio de Mateo, capítulo 15, versículo 19, que afirmó que del corazón humano salen los malos pensamientos y las acciones más malvadas y perversas que se puedan imaginar. Leamos ahora el versículo 6 de este segundo capítulo de 2da. Pedro:

"También condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente."

Podemos leer el registro histórico de este tercer juicio citado en esta carta de 2da. Pedro, en el libro del Génesis, capítulo 19. En este castigo que cayó sobre Sodoma y Gomorra, lo que Dios juzgó fue la naturaleza humana carnal, controlada por las pasiones. Allí se practicaban toda clase de actos contrarios a la moral y dignidad humanas que Dios había impreso a Su creación.

La naturaleza carnal es algo sumamente malo y perjudicial. Usted y yo tenemos esa vieja naturaleza, que es una naturaleza que se expresa a sí misma en aquello que es malvado, repugnante, degradante para la dignidad humana. Dios ha dicho que cuando los seres humanos descienden a un nivel tan bajo, El los abandona a todo aquello que los ha degradado. Uno puede admitir esto, o dejarlo, pero es lo que la Palabra de Dios dice. Continuemos leyendo los versículos 7 y 8 de este segundo capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro:

"Pero libró al justo Lot, abrumado por la conducta pervertida de los malvados, (pues este justo, que habitaba entre ellos, afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)."

Aquí se comenzó haciendo referencia a Lot, que era un hombre justo que estaba profundamente abatido por la vida desenfrenada de aquella sociedad. La palabra Griega que el apóstol usó aquí, fue traducida como "abrumado" y nos parece que no comunica totalmente lo que en realidad el apóstol quiso decir. Tenemos que aclarar que, aunque algunos han considerado que Pedro al escribir no usó un Griego muy elaborado, hemos tenido que consultar el significado original en más palabras Griegas de sus escritos, que en las palabras que el apóstol Pablo usó. La palabra que Pedro utilizó aquí fue "kataponeo" que, según el erudito Griego Trench, significa, "cansado de trabajar", o "exhausto de la labor". Significa "afligir, oprimir con el mal"; en realidad, se incluye también el significado de "atormentar", "torturar". Este es uno de los métodos utilizados en algunos países para tratar de obtener información de algunas personas y que consiste en interrogar a personas al mismo tiempo que se las somete a diversas torturas para quebrar su voluntad y capacidad de resistencia. Así que esta palabra nos presenta a Job profundamente afligido en la ciudad de Sodoma. Nunca fue feliz allí, pues la convivencia en aquella sociedad significaba para él un verdadero tormento interior y una presión insoportable. Otra versión tradujo que a Lot "se le despedazaba el alma" por las cosas que veía a su alrededor.

Pero cuando uno lee su historia en el libro de Génesis, no recibe esa impresión. Agradecemos al apóstol Pedro sus comentarios sobre la forma de sentir de Lot porque, de otra manera, nos habríamos inclinado a preguntarnos si Lot era realmente salvo. Leyendo el relato histórico en el Génesis de cuando Lot se dirigió a la ciudad de Sodoma, se introdujo en la política y perdió a la mayor parte de su familia, uno llegaría a la conclusión de que él no era salvo. Incluso al leer lo que les sucedió a sus dos hijas solteras que escaparon con él, uno casi habría deseado que ellos también hubieran permanecido en la ciudad. El caso fue que Pedro destacó el hecho de que Dios sacó a Lot de la ciudad; El sabe como librar a aquellos que viven como Dios quiere que vivan.

El versículo 6, que ya hemos leído, dice que todo aquello sucedió como un ejemplo. ¿Un ejemplo de qué? Creemos que usted y yo nos vamos a llevar al menos dos grandes sorpresas cuando lleguemos al cielo. La primera será que en el cielo no vamos a ver algunas personas que nosotros estábamos seguros de que llegarían allí. Ellos no eran creyentes genuinos, aunque nosotros habíamos creído que lo eran. Y la segunda gran sorpresa e impacto será que habrá en el cielo personas de quienes nunca imaginamos que fueran creyentes, renacidos espiritualmente e hijos de Dios. Quizás aquí en la tierra no presentaron un testimonio convincente o evidente ante los demás. Y Lot fue un ejemplo de ello. Incluso pensamos que él no ofreció ninguna clase de testimonio de su fe en Dios. Recordemos que cuando los ángeles llegaron y le dijeron que las ciudades de Sodoma y Gomorra iban a ser destruidas, él fue a ver s sus yernos y les dijo: Levantaos, salid de este lugar, porque el Señor va a destruir esta ciudad. Pero si seguimos el relato veremos que ellos se burlaron y pensaron que hablaba en broma. Quizás pensaron que la clase de vida que Lot había vivido no había revelado que él hubiera tenido mucha fe y confianza en Dios. En realidad, si solo tuviéramos el relato histórico del Génesis llegaríamos a la conclusión de que Lot no había sido salvo y que por lo tanto, no iría al cielo. Pero el apóstol Pedro nos sacó de dudas al escribir, en este versículo 7 que hemos leído, que Dios libró al justo Lot; y al hacerlo, el apóstol no se refirió solamente a Lot, sino también a sus 2 hijas, que salieron con él de la ciudad, y a su esposa, aunque ésta última no llegó demasiado lejos. Así que Lot fue llamado justo, porque Dios lo consideró justificado.

El versículo 7, recapitulando, dice 7Pero libró al justo Lot, abrumado por la conducta pervertida de los malvados. El no aprobaba la forma en que aquellos malvados vivían, detestaba su forma de vida porque había sido declarado justo ante Dios, porque había confiado en Dios tal como el patriarca Abraham había confiado, aunque no vivió en la forma en la que Abraham había vivido, presentando al mundo un testimonio de su fe en Dios. Lot quedó en las páginas de la Biblia como un creyente que fue declarado justo por Dios a causa de su fe, pero su vida negó todo lo que había creído, y nunca disfrutó en esta tierra de un momento de paz.

Y en el versículo 8 el apóstol añadió, (pues este justo, que habitaba entre ellos, afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos). Imaginemos la sociedad, es decir, las groserías y obscenidades que Lot habrá tenido que ver y presenciar cada día. Francamente hablando, no creemos que un hijo de Dios pueda implicarse continuamente en una conversación impura. Es que una conversación impura, conducirá a una acción impura.

Así que Dios le dijo a Lot que tendría que salir de la ciudad, porque El no podía destruirla si este justo permanecía en ella. Es interesante observar que mientras todo esto sucedía, había un hombre llamado Abraham que no estaba criticando a Lot, sino que esta orando, intercediendo por él. Esta fue una gran lección para muchos de nosotros. Porque a veces pasamos tiempo criticando a otros, por su forma de ser, por las relaciones que tienen con otras personas, por lo que dicen, o por la forma en que viven, en vez de dedicar tiempo a interceder por ellos ante Dios en oración.

Recordemos la escena en la que Abraham oró por la ciudad de Sodoma, escena relatada en el capítulo 10 del Génesis. Abraham quería que su sobrino Lot se salvara y le pidió a Dios que perdonara a la ciudad si hubiera en ella 50 personas justas. Finalmente, en sus peticiones, fue rebajando la cifra hasta llegar a 10 personas justas y entonces dejó de pedir, porque temió que Lot no fuera realmente un hijo de Dios. Pero Lot lo era, y Dios le sacó fuera de la ciudad. Y como podemos leer en el Génesis, Dios le dijo a Lot que no quería destruir la ciudad si él se encontraba dentro de ella.

La esposa de Lot salió con él y mientras salían, cuando ella miró hacia atrás, quedó convertida en una estatua de sal. Este castigo tan severo puede parecer extraño. ¿Por qué se convertiría en un pilar de sal por el hecho de mirar hacia atrás? Es que lo importante aquí fue el motivo que tuvo para darse vuelta y para mirar atrás. ¿Por qué lo hizo? Resulta obvio que aunque estaba saliendo de la ciudad, había dejado allí su corazón. Ella seguramente estaba vinculada con aquella sociedad, estaba pendiente de todas las actividades y se sentía como una parte de aquella comunidad. Otra razón por la cual miró hacia atrás pudo ser que ella realmente no creía que Dios destruiría la ciudad. Pero desgraciadamente para ella, así ocurrió.

La principal lección para nosotros de estos versículos es que el rescate que Dios llevó a cabo con Lot sacándolo de Sodoma, prefigura el arrebatamiento de la iglesia. Este acontecimiento tendrá lugar antes del período llamado La Gran Tribulación, antes de que llegue el juicio de Dios, porque Dios no permitirá que ninguno de Sus hijos pase por esa experiencia tan dolorosa. Incluso aquellos que en aquel momento sean como el patriarca Lot, los creyentes con una fe débil, serán recogidos. Lot consiguió ser liberado, y si usted, estimado oyente, ha confiado en el Señor Jesucristo como su Salvador, puede estar seguro de que también será recogido. Esta fue entonces una ilustración del hecho que la iglesia no pasará por el período en que Dios estará juzgando al mundo. Los creyentes han sido justificados por la fe en Cristo, como lo fue Lot, y serán librados del día de la ira de Dios. Leamos, y finalmente por hoy, el versículo 9 de este segundo capítulo de esta epístola:

"El Señor sabe librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio"

A aquellos que creen que la iglesia pasará por la Gran Tribulación, nos agradaría decirles que Dios sabe como liberar a los Suyos y, como dice este versículo, también sabe como reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio. Dios conoce la diferencia entre los justos - es decir, los que han sido declarados justos por Dios--- y los llamados injustos. En muchos casos, nosotros no podemos percibir la diferencia. Como en la parábola que relató Jesús en Mateo capítulo 13. el trigo y la cizaña están creciendo juntos y Dios permite que así ocurra. Y si Dios lo permite, nosotros no podemos tener otra actitud. (En esa parábola, el trigo representaba a las personas que tienen una fe genuina, es decir a los verdaderos creyentes, y la cizaña, a las personas que han hecho una profesión falsa de fe.) Así que, en consecuencia, no nos preocupa la cizaña, aunque debemos confesar que desearíamos que no hubiera tanta cantidad. Ambas semillas continúan desarrollándose y mientras tanto, la Palabra de Dios sigue difundiéndose en este día de grandes oportunidades como el que estamos viviendo. Uno de estos días, el Señor efectuará la separación entre el trigo y la cizaña, cuando recoja a Su iglesia de este mundo y los perdidos serán finalmente llevados ante el juicio del Gran Trono blanco para ser juzgados.

Y bien, estimado oyente, nos detenemos aquí por hoy. Esperamos encontrarle en nuestro próximo programa para continuar con el estudio de esta segunda carta del apóstol Pedro y, concentrando nuestras reflexiones en el capítulo 2. Por tal motivo le sugerimos que lea detenidamente y por sí mismo los versículos restantes de este capítulo, para familiarizarse con su contenido e ideas principales.

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