En primer lugar notamos la presencia del Señor presidiendo aquella cena. Al fin y al cabo, la habían organizado en su honor y para tener comunión con él.
Vemos también a Lázaro, uno que había estado muerto pero al que el Señor había resucitado. Él era un testimonio vivo del poder del Señor y representa a aquellos que estando muertos en sus pecados han sido resucitados juntamente con Cristo (Ef 2:4-6).
Marta servía, expresando de ese modo su amor y gratitud para con el Señor. No olvidemos que somos salvos para servir al Señor y a los hermanos.
María, por su parte, tenía su propia forma de manifestar su amor y devoción al Maestro; ella lo iba a hacer entregando aquello que tenía de más valor a los pies del Señor. En esto consiste la adoración, en entregarle lo que somos y tenemos para honrar su santo Nombre.