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Estudio bíblico de 1 Juan 2:3-8

1 Juan 2:3-8

Continuamos hoy, estimado oyente, nuestro recorrido por la Primera Epístola del Apóstol Juan. En nuestro estudio de esta epístola, estamos en el capítulo 2. Recordemos que , en el capítulo 1, consideramos la primera división de esta carta, titulada "Dios es Luz", que abarca desde el capítulo 1:1 hasta el capítulo 2:2.

Ahora bien, en este segundo capítulo continúa la idea comenzada en el capítulo anterior sobre la forma en la que los hijos amados de Dios pueden tener una relación de comunión y compañerismo con Dios. Hemos visto que podemos disfrutar de esa comunión con Dios viviendo en la luz, es decir, en la presencia de Dios. Lo segundo que debemos hacer para mantener dicha comunión es confesarle a El nuestros pecados. Cuando andamos o vivimos en la luz, sabemos que la sangre de Jesucristo continúa limpiándonos de todo pecado; pero también sabemos que en nuestras vidas hay imperfección, y que tenemos que acudir a Él para confesarla.

En el capítulo dos llegamos al tema del ministerio de Cristo como abogado. Ahora veremos la conclusión del tema que comenzó en 1 Juan 1:5, cuando el apóstol Juan dijo: Este es el mensaje. ¿Y cuál es el mensaje? Es el mensaje del Evangelio de la gracia de Dios que toma al pecador condenado al infierno, y que simplemente por su fe en Cristo lo introduce a la familia de Dios, en la que se convierte en un heredero y en un coheredero con Jesucristo. Lo sumamente importante es la relación con el Padre. Leamos nuevamente el versículo 3 de este segundo capítulo de 1 Juan, que inicia la segunda división general de esta epístola titulada "Dios es amor" y que se extiende desde el 2:3 hasta el 4:21. Así que en este versículo 3 se inicia también la sección que hemos titulado

Cómo tener comunión los unos con los otros

"En esto sabemos que nosotros lo conocemos, si guardamos sus mandamientos."

Esta sección se extiende hasta el versículo 14 de este mismo capítulo. En primer lugar, tenemos que decir que este versículo no tiene nada que ver con la seguridad del creyente. Juan estaba hablando sobre la certeza. Como hijos de Dios, formamos una familia. Pero ¿cómo podemos tener la seguridad de que pertenecemos a la familia de Dios? El escritor nos estaba diciendo que la seguridad, la certeza, proviene de obedecer Sus mandamientos.

Al hablar aquí de los "mandamientos" el apóstol no se refiere a los Diez Mandamientos. Juan no estaba tratando con ningún aspecto legal, sino sobre asuntos familiares. Los Diez Mandamientos fueron dados a una nación y en esos mandamientos todas las naciones civilizadas han basado sus leyes. Los Diez Mandamientos son para los que aun no han sido salvados. Ahora, Dios tiene algo para Su propia familia, es decir, mandamientos para Sus hijos. Por ejemplo, en la epístola a los Gálatas, capítulo 6, versículo 2, leemos: Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. En la Primera epístola a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículo 2, el apóstol Pablo le dijo a la familia de Cristo: Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús. Algunos de esos mandamientos fueron mencionados en el último capítulo de 1 Tesalonicenses. En ese último capítulo hemos contado unos 22 mandamientos y aquí hay algunos de ellos: Estad siempre gozosos. Él quiere que usted sea un creyente alegre. Y después el versículo 17 dice: Orad sin cesar, y éste último indica una actitud de oración. Usted puede levantarse de sus rodillas y continuar aun en una actitud de oración. En el versículo 19, se nos dijo: No apaguéis el Espíritu, es decir, que no nos neguemos a Su acción en nuestra vida. Y así, éstos son algunos de los mandamientos que el Señor Jesús ha dado a los creyentes, y si hemos de tener una relación de compañerismo con Dios el Padre, y de disfrutar de esa relación teniendo la certeza en nuestros propios corazones, debemos obedecer Sus mandamientos. No sentimos que podemos hacer todo lo que nos agrade. El cristiano no hace lo que le place, sino lo que a Cristo le agrada.

Dice aquí En esto sabemos que nosotros lo conocemos. Ahora, recordemos que por toda esta epístola el apóstol Juan estaba respondiendo a los gnósticos, que alegaban poseer un conocimiento superior que nadie más tenía - y ese conocimiento generalmente consistía generalmente en una herejía. El apóstol estaba diciendo que lo importante era conocer al Señor Jesucristo. ¿Y cómo podemos tener la certeza de que le conocemos? Estimado oyente, aunque muchísimos creen en la seguridad del creyente, no tienen la certeza de la salvación, y la razón es obvia. No podemos saber si somos hijos de Dios si no lo obedecemos. La obediencia a Cristo es esencial y constituye la base misma de la certeza. Usted puede guardar las apariencias y hacer creer a los demás que está obedeciendo; pero usted no puede tener esa certeza en lo profundo de su corazón a no ser que obedezca Sus mandamientos. Ahora, el versículo 4 de este segundo capítulo dice:

"El que dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él."

Podríamos calificar esta forma de hablar como un lenguaje franco, sincero y directo. En el versículo anterior Juan había dicho que sabemos que lo conocemos - y este es el lado positivo. Nosotros conocemos a través de la experiencia, en contraste con el conocimiento esotérico de los gnósticos. Y después el apóstol presentó el lado negativo: la desobediencia a Cristo es una prueba de que lo conocemos. Este es un lenguaje sencillo y directo. La desobediencia a Cristo por parte de un cristiano profesante equivale a ser un mentiroso. En otras palabras, su vida es una mentira.

Hay muchas personas que dicen ser hijas de Dios; pero ¿realmente lo son? Una cosa es decir que usted es un hijo de Dios y otra diferente es ser un poseedor de la vida eterna, tener una nueva naturaleza que clama al Padre para tener comunión y compañerismo y quiere obedecerle. Resulta difícil creer que todos aquellos miembros de iglesia que no tienen un amor por la Palabra de Dios y son desobedientes a Cristo sean realmente Sus hijos. ¿Cómo creer que tales personas han pasado por la experiencia de la regeneración? Juan estaba dejando bien en claro que sabemos que lo conocemos porque obedecemos Sus mandamientos.

Reiteramos que Juan no estaba refiriéndose a los Diez Mandamientos que fueron dados al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. El apóstol estaba hablando de los mandamientos que Nosotros no estamos hablando en cuanto a los mandamientos que Cristo dio a la iglesia. Y si un hijo de Dios no siente amor para esos mandamientos, él se encuentra en hiel de amargura y en prisión de maldad, como dice la Escritura en el libro de los Hechos, capítulo 8, versículo 23.

Cuando el Señor Jesucristo se encontraba aquí en la tierra, le dijo al Padre: Yo hago siempre lo que le agrada (como podemos leer en Juan 8:29) Nosotros, sinceramente, no podemos decir esto, pero sí podemos afirmar que deseamos agradarle y que hemos dedicado nuestra vida a ese fin. Aunque a veces tropezamos y caemos, tenemos siempre tenemos el deseo de complacerle. Aunque, como dice Juan en su Evangelio, en 3:36, es cierto que el que cree en el Hijo tiene vida eterna, esa persona confirma su fe cuando en su corazón sabe que quiere cumplir la voluntad de Dios. El ser humano natural nunca quiere hacer la voluntad de Dios. Realmente, la declaración de Juan en el versículo 4 de su primera epístola, nos dejó una declaración muy fuerte, al escribir lo siguiente: El que dice: «Yo lo conozco», pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él. El Apóstol Juan nos diría que el Espíritu Santo fue quien lo impulso a decir esto. La verdad no está en un individuo que afirma ser un hijo de Dios, pero que no obedece Sus mandamientos. Continuemos leyendo el versículo 5 de este segundo capítulo de 1 Juan:

"Pero el que guarda su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él."

Queremos resaltar ahora una diferencia que destacan muy pocos expositores de la Biblia. Creemos que existe una diferencia entre la Palabra de Dios y los mandamientos de Dios. Ahora, alguien quizá nos recuerde el hecho de que los mandamientos son la Palabra de Dios. Pues, bien, efectivamente, los mandamientos son la Palabra de Dios, pero la Palabra de Dios no está formada solo por mandamientos. La Palabra es la expresión de la voluntad de Dios, ya sea en los mandamientos en otras secciones de la Biblia. En la Palabra de Dios usted tiene Su revelación completa para nosotros acerca de Su voluntad para nuestras vidas.

Ahora, el Señor Jesucristo dijo en el capítulo 14 del evangelio según San Juan, versículo 15: Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y en el mismo capítulo 14 de Juan, versículo 23, dijo: El que me ama, mi palabra guardará. Ahora, ¿cuál es la diferencia aquí entre ambas expresiones del Señor?

La actitud y la forma que debe manifestar un hijo de Dios es la de querer obedecer no solo los mandamientos de Dios, sino también la de querer llegar lo más lejos posible en obedecer la Palabra de Dios. Quiere complacer a su Padre en todo lo que haga. A veces tenemos la impresión que muchas personas quieren vivir como los que no son salvos en la mayor medida que sea posible, y aun así, al mismo tiempo, ser cristianos. A veces algunos preguntan si un cristiano puede hacer esto o aquello, y aun así ser cristianos. No solemos contestar a ese tipo de preguntas porque son preguntas mal formuladas. La pregunta apropiada y correcta es: "¿Qué puedo hacer para complacer a mi Padre celestial?" Es que el genuino hijo de Dios quiere agradar a su Padre en todo, antes que intentar vivir simplemente en los mismos límites permisibles de la vida cristiana.

Hay cristianos en nuestro tiempo que se esfuerzan por ser tolerantes, por tener miras amplias, y entonces critican a otros por ser estrechos de miras. Esperamos, estimado oyente, que usted se encuentre en un nivel superior ante estas cuestiones. Porque como ya hemos dicho, lo verdaderamente importante es si una determinada acción o hábito, le agradará a Dios trayéndole satisfacción a Él, a la vez que le permita a usted disfrutar de su comunión y compañerismo en su vida. Y esta actitud está basada en el amor. Por ello el apóstol Juan dijo Si me amáis, guardad mis mandamientos, y además, El que ama, mi palabra guardará. Si usted realmente le ama, hará más que obedecer Sus mandamientos, es decir, que hará más que esto, hará algo adicional para El.

Pensamos que muchas personas al oír hablar de pecado, piensan solo en los pecados de comisión, y se olvidan de los pecados de omisión. El apóstol Santiago dijo El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado (como podemos leer en el capítulo 4:17 de su carta. Hay muchas cosas que deberíamos hacer, pero omitimos hacerlas. Estos son los pecados de omisión. La Biblia no hace distinción entre la gravedad de los pecados de comisión y la de los pecados de omisión. Ambos tipos de pecado son igualmente malos.

Estimado oyente, el versículo 5 de este segundo capítulo es muy importante. Leámoslo nuevamente pero de otra versión, que dice: "el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra". Cuando ese amor de Dios se perfecciona (como dice la primera versión) o se manifiesta (como dice esta última versión) significa que usted ya ha rebasado los mandamientos y usted desea simplemente gradar a Dios.

Sugerimos que usted haga un inventario de sí mismo. ¿Cuál es su actitud en cuanto al pecado? ¿Le molesta a usted el pecado? ¿Quiebra su comunión y compañerismo con el Padre celestial? ¿Le impulsa a clamar en la noche diciendo: "Oh, Dios mío, me he equivocado. He cometido una mala acción y quiero confesar el mal que he hecho. Quiero tener una relación de comunión contigo"? En base a esa confesión que podemos hacerle, El restaurará la relación de compañerismo con nosotros y comenzaremos a disfrutar en nuestros corazones de la certeza de la salvación. Continuemos leyendo el versículo 6 de este segundo capítulo de 1 Juan:

"El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo."

O sea que, el Señor Jesucristo es nuestro ejemplo. Nosotros no podemos hacer todo lo que el señor Jesucristo hizo ni ser como El era, pero si preparamos nuestros corazones para realizar la voluntad de nuestro Padre celestial - que fue lo que el Señor Jesús puso como prioridad de Su vida--- entonces estaremos siguiendo desde nuestras limitaciones la forma de afrontar la vida que caracterizó al Señor.

A veces oímos hablar mucho sobre la "dedicación" o el "compromiso". ¿Qué se quiere decir en realidad con dedicar una vida a Cristo? Pues bien, veamos que pensaba el apóstol sobre un pleno compromiso y dedicación. Consiste en amar a Cristo en todo el sentido de la palabra. Si usted realmente ama a Cristo. usted va a obedecer Su Palabra - en otras palabras, no podrá evitarlo. Todos deseamos complacer a la persona que amamos: no queremos ofenderla, sino hacer lo que a ella le agrada. Entonces, la pregunta no es si uno se ha dedicado a Cristo, sino preguntarse "¿Amo yo a Cristo?" Leamos ahora el versículo 7 de este segundo capítulo de 1 Juan:

"Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio."

Aquí se menciona a un mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio. Ahora nos preguntamos, ¿desde qué principio? Bueno, el "principio" en la primera carta de Juan es la encarnación de Cristo. Comenzó en Belén, continuó en el taller de un carpintero y en tres años de ministerio público. El "mandamiento que habéis tenido desde el principio" fue el que el Señor les comunicó a Sus apóstoles cuando estuvo con ellos en la tierra - y que repitió en varias ocasiones. Por ejemplo, en el Evangelio de Juan 13:34-35 podemos leer: 34Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros. Y en el mismo Evangelio, en al capítulo 15:10 y 12 leemos: 10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 12»Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.

En otras palabras, Juan estaba diciendo: "El antiguo mandamiento es el que os estoy comunicando ahora. Fue lo mismo que el Señor Jesús dijo cuando enseñó aquí en la tierra". Y después el apóstol continuó diciendo en el versículo 8:

"Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra."

Ahora, ¿por qué es éste un nuevo mandamiento para los creyentes que son regenerados y en los que mora el Espíritu Santo? Porque fue un mandamiento que fue dado del otro lado de la cruz, antes de la venida del Espíritu Santo. Desde este lado, desde esta perspectiva, es nuevo.

Los creyentes tienen que hacer la voluntad de Dios; y la voluntad de Dios es primordialmente amarle. Este sentimiento identifica a un creyente. Un creyente es alguien que se deleita, que disfruta cumpliendo la voluntad de Dios. Porque, como dice este versículo 8, las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra el creyente tendría que ser capaz de decir que está conociendo mejor al Señor Dios, y que está comprendiendo Su voluntad más perfectamente. El gran poeta alemán Schiller dijo: "Veo todo cada vez más claro". Hasta aquí la cita. Y esta debería ser la experiencia de cada hijo de Dios. Cada día deberíamos estar creciendo, y es imposible crecer aparte de un estudio de la Palabra de Dios. La Palabra escrita revela a la Palabra viviente, el Señor Jesucristo, y El es el Pan de Vida y el Agua de Vida. Si no nos alimentamos de Él, no podremos saciar nuestra hambre espiritual.

Como dijimos en otras ocasiones, uno de los problemas de los cristianos en la actualidad es que muchos están tratando de seguir algunas sencillas reglas y actúan como su estuvieran programados por un ordenador. En consecuencia, creen que si cumplen estas reglas o prácticas, están viviendo la vida cristiana. Debemos tener en cuenta que somos seres humanos y que no hemos sido diseñados para funcionar como un ordenador. Si usted es un hijo de Dios, tiene una nueva naturaleza, aunque aún tiene su vieja naturaleza en la cual, no habita el bien, como dijo el apóstol Pablo en Romanos 7:18. Pero su nueva naturaleza desea cumplir la voluntad de Dios, quiere agradar a Dios.

Dice finalmente este versículo 8, las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra. Al mirar hoy a nuestro alrededor podemos ver que la oscuridad espiritual todavía no se ha desvanecido. La ignorancia con respecto a la Palabra de Dios aún es muy evidente. La luz verdadera, que es el Señor Jesucristo, está brillando sobre este mundo. El es aún la persona más polémica que jamás ha vivido sobre la tierra.

Bien, estimado oyente, vamos a detenernos aquí por hoy. En nuestro próximo programa, proseguiremos estudiando los siguientes versículos de este capítulo 2 de la Primera Epístola del Apóstol Juan. Y como quisiéramos continuar contando con su compañía y participación en este estudio, quisiéramos sugerirle que continúe leyendo y examinando por sí mismo, hasta aproximadamente la mitad de este capítulo 2, digamos, hasta el versículo 14, para que pueda estar más familiarizado con el contenido de nuestro próximo programa. De esa manera podremos alcanzar una mayor comprensión de este libro, en esta etapa de nuestro viaje "a través de la Biblia."

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