Estudio bíblico de Éxodo 17:1-16

Exodo 17

Tema: los israelitas se quejaron nuevamente, porque querían agua en Refidim; Dios envió a Moisés a Horeb para hacer salir agua de la roca; Aarón y Hur sostuvieron los brazos de Moisés e Israel venció a Amalec; y Moisés edificó un altar reconociendo que el Señor era su estandarte.

Observaciones

Los israelitas habían salido de Egipto y se encontraban viajando por el desierto, dirigiéndose hacia el Monte Sinaí. A lo largo del camino, Israel pasó por 7 experiencias que son, a la vez, ilustraciones apropiadas de la vida cristiana. Recordemos que, como dijo el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios 10:11,

"Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos."

Todos los cristianos harán bien en leer y reflexionar sobre estas lecciones, que nos han llegado en la forma de imágenes cuyo significado es claro.

Al viajar por el desierto los israelitas tuvieron sed y, una vez más, se quejaron. Leamos el primer párrafo de nuestro estudio de hoy, desde el versículo 1 al 3, que relata ese incidente en el que

El agua fluyó de la roca golpeada

"Toda la congregación de los hijos de Israel marchó por jornadas desde el desierto de Sin, conforme al mandamiento del Señor; y acamparon en Refidim, y no había agua para que el pueblo bebiera. Entonces el pueblo contendió con Moisés, y dijeron: Danos agua para beber. Y Moisés les dijo: ¿Por qué contendéis conmigo? ¿Por qué tentáis al Señor? Pero el pueblo tuvo allí sed, y murmuró el pueblo contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos has hecho subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?"

Los israelitas se quejaban constantemente. Apenas surgía una necesidad, comenzaban a protestar. Entonces Dios, en su misericordia, satisfacía esa necesidad. Después surgía otro problema y empezaban a reclamar, quejarse y encontrar defectos. Veamos cuál fue la reacción de Moisés, en el versículo 4:

"Y clamó Moisés al Señor, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? Un poco más y me apedrearán."

A estas alturas, y aunque llevaban tan poco tiempo viajando, Moisés estaba probablemente dispuesto a retirarse y que otra persona ocupase su lugar, porque estaba sumamente molesto con la actitud quejosa de los israelitas. Observemos la provisión de Dios para ellos, en esta ocasión. Leamos los versículos 5 al 7:

"Y el Señor dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo y toma contigo a algunos de los ancianos de Israel, y toma en tu mano la vara con la cual golpeaste el Nilo, y ve. He aquí, yo estaré allí delante de ti sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrá agua de ella para que beba el pueblo. Y así lo hizo Moisés en presencia de los ancianos de Israel. Y puso a aquel lugar el nombre de Masah y Meriba, por la contienda de los hijos de Israel, y porque tentaron al Señor, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no?"

Esta era la vara o el bastón que le fue dada a Moisés cuando había regresado a Egipto. Era el símbolo y garantía de la autoridad y poder de Moisés. Esta es la primera mención de la "roca" y del "agua" que brotó de la roca. ¿Qué representa la roca? No tenemos necesidad de hacer conjeturas ni de recurrir a nuestros propios conocimientos. En la ya citada primera carta a los Corintios 10.1-4, el Espíritu Santo nos lo explica con estas palabras:

"Porque no quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron por el mar; y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo."

El pan que comían los israelitas era el llamado "maná", que es una figura de Cristo, el Pan de Vida. Cristo también es el Agua de Vida y la roca, una figura de El. En esta ocasión, la gente también dudó de Dios; así, podemos ver un contraste entre la incredulidad del pueblo y la solidez de la roca. Aquel pueblo se apoyaba en sus antiguos hábitos y sentimientos inestables, mientras la nube de la duda no les permitía ver la presencia de Dios.

La roca constituye una bella imagen del Señor Jesucristo. Dice el Salmo 61:2,

"Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo."

Esta roca señala a la persona de Cristo. Y en el Salmo 78:35, dice otra vez el salmista:

"Se acordaban de que Dios era su roca, y el Dios Altísimo su Redentor."

Después, en el Nuevo Testamento, el apóstol Pedro dirá en su primera carta 2:6-8,

Pues esto se encuentra en la Escritura:

"He aqui, pongo en Sion una piedra escogida, una preciosa piedra angular, y el que crea en El no sera avergonzado. Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis; pero para los que no creen, la piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido, y, piedra de tropiezo y roca de escándalo; pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados."

Finalmente, tenemos las palabras de consejo del apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios 3:11;

"Pues nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo."

Aunque la roca es una adecuada figura de El como el fundamento en que nosotros nos apoyamos y sobre quien está edificada la Iglesia, una roca sería el último lugar al que iríamos a beber agua. Pero admiramos la consistencia y duración de la roca, de la que podemos aprender grandes lecciones. Jesús es la roca, pero Su vida perfecta no te salvará. Sus enseñanzas no redimirán tu alma. Su vida y doctrina son puras como el mármol pulido pero, aunque las apliques a tu vida, no te salvarán. La aplicación de los principios expuestos por el Señor Jesús podría perfeccionar tu vida, pero El es aun la roca contra la cual podría tropezar tu pie.

Tú puedes dejarte caer sobre Cristo, la Roca, para recibir la salvación. Pero no hay esfuerzo humano que sea capaz de hacer salir agua de esta Roca. Solo después de que la roca fue golpeada brotaron de ella aguas que trajeron la vida. Jesús fue crucificado y nada que no sea creer que El murió en tu lugar y llevó tus pecados en aquella cruz, te salvará. La roca golpeada es una figura de la muerte de Jesucristo.

La primera vez que ellos protestaron por causa de la sed, Dios le dijo a Moisés que golpease la roca y entonces, las aguas brotaron de ella. Este incidente es el que acabamos de leer en este capítulo 17. Pero el libro de Números relata que, por segunda vez, los israelitas se quejarían por la falta de agua. En esa ocasión, Dios le daría a Moisés instrucciones diferentes. En este segundo incidente y según Números 20:8, le dijo lo siguiente:

"Toma la vara y reúne a la congregación, tú y tu hermano Aarón, y hablad a la peña a la vista de ellos, para que la peña dé su agua. Así sacarás para ellos agua de la peña, y beban la congregación y sus animales."

En este segundo incidente, Moisés tendría que hablar a la roca porque la roca ya había sido golpeada, (según aquel primer incidente que comentamos hoy, en Éxodo 17). Así también Cristo fue crucificado hace 2.000 años y cuando El dijo en la cruz "consumado es", realmente su obra de la redención quedaba consumada, terminada. Cristo no tiene que ser crucificado otra vez. Dios estaba satisfecho con lo que Jesús había hecho en la cruz. La pregunta hoy es: ¿Estás tú satisfecho con la obra que Cristo realizó para ti en la cruz? El murió para salvarte. Todo lo que Dios pide es que creas en Su hijo.

Desde la Roca, Cristo Jesús, proceden en la actualidad las bendiciones espirituales. Las aguas de bendición brotan para aliviar los labios resecos. La carta a los Efesios 1:3, dice:

"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,"

La Roca fue herida una vez y de ella brotó agua en abundancia. La fuente rebosa. La corriente de aguas es caudalosa y el mundo no puede contenerla. Pero, a pesar de ello, hay muchas almas que, como las flores, se marchitan y las lenguas de muchas personas están también resecas. Hay millones que están muriendo a causa de su necesidad de la bebida espiritual. El canal está atascado, bloqueado por las dudas, corroído por el pecado y aislado por la indiferencia. El canal también se encuentra obstruido por aquellos que profesan conocer a Jesucristo pero, en la realidad no tienen una relación con El.

Al mirar a mí alrededor, no puedo evitar el sentir pena. El mundo está sediento. Y ya a un nivel personal quisiera preguntarte: "¿Has recurrido a la Roca herida para beber del agua de la vida? Dios dice que si bebes de esa agua, nunca más tendrás sed".

El párrafo siguiente nos relata

La contienda contra Amalec

Durante su marcha por el desierto, los israelitas se enfrentaron con los amalecitas, que en la Biblia representan a la naturaleza física, carnal. Esta experiencia es aun otra lección que haríamos bien en aprender. Dice el versículo 8:

"Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim."

Amalec era descendiente de Esau, que fue hijo de Isaac y hermano de Jacob. Esaú era un símbolo de la naturaleza física, que exige satisfacer sus inclinaciones al mal, tal como comentamos al estudiar el Génesis. Los amalecitas se habían convertido en enemigos de Israel y nunca dejaron de serlo. Por primera vez, los israelitas se implicaron en una lucha. Leamos los versículos 9 y 10:

"Y Moisés dijo a Josué: Escógenos hombres, y sal a pelear contra Amalec. Mañana yo estaré sobre la cumbre del collado con la vara de Dios en mi mano. Y Josué hizo como Moisés le dijo, y peleó contra Amalec; y Moisés, Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado."

A la luz de la comparación de Esaú con la naturaleza física, diremos que Israel no podía vencer a Amalec por sus propios esfuerzos, así como tú y yo no podemos vencer a nuestra naturaleza. Según dice el apóstol Pablo en la carta a los Gálatas 5:17,

"Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis."

Esta es la imagen que se hizo realidad en la travesía por el desierto cuando los israelitas y los amalecitas luchaban entre sí. Continuemos leyendo los versículos 11 y 12:

"Y sucedió que mientras Moisés tenía en alto su mano, Israel prevalecía; y cuando dejaba caer la mano, prevalecía Amalec. Pero las manos de Moisés se le cansaban. Entonces tomaron una piedra y la pusieron debajo de él, y se sentó en ella; y Aarón y Hur le sostenían las manos, uno de un lado y otro del otro. Así estuvieron sus manos firmes hasta que se puso el sol."

Un examen detenido revela que la lucha de esta batalla, en efecto, tuvo lugar en la cima de la montaña. Fue una lucha en oración. Aquella batalla no la ganaron los israelitas por su capacidad para combatir, porque ellos no eran soldados experimentados ni aun tenían en aquel momento una tradición militar. La batalla la peleó y la ganó Moisés. En el momento en que Moisés ya no fue capaz de mantener sus manos en alto, los israelitas comenzaron a perder terreno en la lucha. Si no hubiera sido por Moisés, habrían sido derrotados. La lección importante que aquí tenemos que recordar, es que el Espíritu Santo es el único que puede darnos la victoria sobre nuestra naturaleza física. El triunfo llega en la medida en que un creyente es controlado por el Espíritu. Cuando tú y yo actuamos independientemente del Espíritu, Amalec, es decir, nuestra naturaleza física, consigue una victoria fácil. Recordemos aquella imagen de Moisés, que cuando levantaba sus manos, hacía vencer a aquel pueblo. Tú y yo nunca seremos capaces de dominar y vencer las inclinaciones de nuestra propia naturaleza física. Solo el Espíritu Santo puede hacerlo.

Leamos los versículos 13 y 14:

"Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada. Entonces dijo el Señor a Moisés: Escribe esto en un libro para que sirva de memorial, y haz saber a Josué que yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo."

Este es el momento apropiado para detenernos a considerar a aquel hombre llamado Josué, que con el tiempo resultaría elegido para ser el sucesor de Moisés. Parecía un hombre corriente pero este relato nos muestra cómo Dios ya le estaba preparando para la tarea que le esperaba en el futuro. Dios le comunicó a Moisés que le informase a Josué que Amalec sería destruido.

Gracias a Dios que El quiere poner fin al control de esa naturaleza física. Cuando El lleve a su iglesia universal al cielo, la transformará. La primera carta a los Corintios 15:52, confirma esta verdad, y dice lo siguiente:

"En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados."

Si el Señor llevase la iglesia al cielo tal como ésta se encuentra en la actualidad, sin cambiarla, el cielo sería simplemente como esta vieja tierra porque nosotros estropearíamos aquel lugar con nuestra antigua naturaleza física. Nosotros arrastramos nuestra vieja naturaleza por años, como si fuese un cadáver. Nos hubiera gustado librarnos de ella y lo habremos intentado hacer. Pero tal naturaleza continúa afirmando su identidad una y otra vez. Pero damos gracias a Dios, por compartir la esperanza de todos los creyentes, de vernos libres de ella algún día. Aquellos que pertenecen a Cristo serán transformados, en un día futuro, en seres aptos para el cielo.

Finalmente, leamos los últimos versículos de este capítulo, los versículos 15 y 16:

"Y edificó Moisés un altar, y le puso por nombre El Señor es mi Estandarte, y dijo: El Señor lo ha jurado; el Señor hará guerra contra Amalec de generación en generación."

Hay 3 cosas importantes para recordar. Primera, que Dios va a librarse de ese enemigo, en este pasaje llamado Amalec. En otras palabras, Dios proveerá la liberación de esta naturaleza vieja. Segunda, el Señor nunca concertará compromisos con esa vieja naturaleza. El siempre estará en guerra con ese enemigo de generación en generación. Y la tercera verdad, es que el continuo conflicto durará mientras vivamos aquí en la tierra con estos cuerpos. La naturaleza física, controlada por el mal, y el espíritu, nuestra naturaleza espiritual, estarán siempre en guerra la una contra la otra. Solo el Espíritu Santo de Dios puede darnos la victoria. Si estamos dispuestos a reconocerlo así, experimentaremos triunfos en esta lucha incesante que es nuestra vida en este mundo. Estimado oyente, la forma de vencer no constituye ningún secreto ni verdad exclusiva para algunos privilegiados. La victoria está muy cerca, frente a nosotros. Es una de las buenas noticias del Evangelio. Es una de las grandes verdades y lecciones de la Biblia.

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