Estudio bíblico de Apocalipsis 20:9-13

Apocalipsis 20

Versículos 9-13

Bienvenidos a un nuevo programa de "La Fuente de Vida", en el que juntos, una vez más, seguiremos avanzando por los senderos del libro de Apocalipsis, adentrándonos cada vez más en el relato del apóstol Juan, su autor. Estamos a punto de llegar al clímax del libro: la Segunda Venida de Cristo a la Tierra. Un suceso proféticamente prometido, que desde la muerte y resurrección de Jesucristo, los cristianos de todos los tiempos hemos estado esperando.

Comencemos hoy abriendo nuestra Biblia para leer el versículo 9 del capítulo 20 de Apocalipsis:

9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió.

Al cumplirse el periodo de los mil años establecidos por Dios, Satanás, el Diablo, es soltado de su cautiverio pero, aparentemente, no ha aprendido la lección, y reanudará su actividad allí donde fue interrumpido, y encarcelado. Volverá a engañar al hombre y predisponer a las naciones contra Dios. De esta manera, Satanás reunirá a las naciones para intentar un último ataque contra Dios. Como acabamos de leer, los ejércitos hostiles, bajo la dirección de Satanás, el Diablo, se dirigirán contra el campamento del pueblo de Dios y contra la ciudad amada, es decir, contra Jerusalén. Pero estos ejércitos serán consumidos por fuego del cielo, Satanás será arrojado al Lago de fuego y azufre, al igual que en el pasado fueron echados allí Anticristo, o la Bestia, y el Falso Profeta. Ahora, la victoria de Cristo será al fin, completa y definitiva.

La rebelión de Satanás y del hombre, tras el milenio, revela la persistente dureza e impermeabilidad del corazón del ser humano. El profeta Jeremías dijo en el capítulo 17 de su libro, versículo 9: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Sólo el ser humano es capaz de alcanzar las más altas y las más bajas cotas éticas y morales de conducta, tanto en positivo, como en negativo; construimos maravillosas catedrales, pero también la bomba atómica; componemos hermosos poemas y deliciosas sinfonías, pero también diseñamos campos de concentración y cámaras de gas; ¡Cuán separados podemos, los seres humanos, llegar a estar de Dios! Lo que la Biblia denomina "vieja naturaleza" no es sino nuestra natural tendencia a hacer lo malo, por puro egoísmo, así como hacer el mal, por puro placer. Tal y como escribió el apóstol Pablo, en su Carta a los Romanos, capítulo 8, versículo 7: "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden."

Resulta muy llamativa, por otra parte, la adhesión de ejércitos de hombres y mujeres dispuestos a secundar la última y definitiva rebelión de Satanás, el Diablo, más aún cuando estas personas habrán tenido la oportunidad de vivir en las condiciones ideales que caracterizarán el reinado de mil años de Cristo. Si usted lo recuerda, en anteriores programas tuvimos la oportunidad de ver cómo cuando Jesucristo reine, lo hará con vara de hierro, como un dictador. Y puede ser que, precisamente por ello, a muchos les disguste este tipo de reinado, que si bien será "perfecto" desde el punto de vista de Cristo, no lo será tanto para muchos, deseosos de llevar a cabo sus propios planes en un nuevo orden mundial. Y tal vez por ello, cuando se les ofrezca la oportunidad de rebelarse, aún bajo la bandera de Satanás, el mismo que engañó a las naciones en el pasado, antes del Milenio, accederán. Sin embargo, ésta será la última rebelión de Satanás

Y aquí llegamos, estimado amigo, amiga oyente, a una figura que se grabó profunda y misteriosamente en el pensamiento judío: la figura de Gog y Magog. De hecho, a esta rebelión, la que acabamos de leer en Apocalipsis, se la denomina Gog y Magog. La encontramos por primera vez en el libro del profeta Ezequiel, capítulos 38 y 39. Allí, Gog, de la tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec y de Tubal, va a lanzar un ataque contra Israel que no tendrá éxito y que acabará por destruirle a él. Puede ser que Gog se conectara originalmente con los Escitas, pueblo bárbaro y extremadamente violento, cuya invasión temían todos los hombres. Conforme fue pasando el tiempo, en el pensamiento judío, Gog y Magog llegaron a representar todo lo que se opone a Dios. Los rabinos enseñaban que los ejércitos de Gog y Magog se asociarían con sus ejércitos contra Jerusalén, y acabarían cayendo a manos del Mesías. Leamos ahora, el versículo 10 del capítulo 20 de Apocalipsis:

10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

En este breve y sencillo pasaje asistimos, al fin, a la destrucción definitiva de Satanás, el príncipe de este mundo y engañador del hombre desde el principio, el ángel más hermoso jamás creado, cuyo corazón se llenó de orgullo hasta el punto de querer ser igual a Dios. Aquel, que se rebeló en el Cielo contra el Padre y fue expulsado del mismo junto con sus seguidores, un tercio de los ángeles. Satanás, la Serpiente antigua, que pretendió tentar a Jesucristo en el desierto, sin lograrlo, y el mismo que llenó de codicia el corazón de Judas, para que traicionara a su Maestro; Satanás, aquel que desde el mismo comienzo de la historia humana ha intentando destruirnos por todos los medios, con el único fin de malograr la perfecta Creación de Dios, nuestra íntima comunión con Él y el posterior Plan de Salvación puesto en marcha por Dios para rescatar al hombre de sus pecados.

Al igual que sus demonios acuciarán a los ejércitos del mundo a lanzarse contra Israel, en la Batalla de Armagedón, Satanás también conducirá a las engañadas naciones a un ataque suicida contra Cristo y Su pueblo.

Aquí Juan nos desvela varias ideas que contradicen la cultura popular entorno al Diablo. En primer lugar, Satanás no es el actual habitante más ilustre del Infierno. El infierno aún no existe y tan sólo será una realidad tras el gran Juicio Final. Dice la Biblia que Él es el príncipe de la potestad del aire, es decir, el príncipe de este mundo. Él es quien hoy controla el planeta en el que vivimos. Dios, por supuesto, le ha impuesto ciertos límites, si bien durante la Gran Tribulación tendrá casi absoluta autoridad en la Tierra, durante cierto tiempo.

En segundo lugar, Satanás no será el primero en ser arrojado al infierno. El Anticristo, la Bestia, y el Falso Profeta, ambos le precedieron, mil años antes. Ambos fueron echados a un infierno descrito de manera aterradora: un lago de fuego y azufre.

¿Qué dice la Biblia acerca de este lugar, el Infierno? Juan el Bautista, el profeta enviado por Dios para preparar la llegada de Jesús, dijo, tal y como recogió Lucas, el evangelista, en su capítulo 3, versículo 7: "Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?" Algo después, el Señor Jesucristo mismo fue quien expuso la descripción más detallada que tenemos del Infierno. Escuche los siguientes versículos del capítulo 25 del evangelio según Mateo, versículo 41: "Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles." El capítulo 8 del evangelio según San Mateo, versículo 12, dice: "Mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes." Esto debería, al menos, hacernos reflexionar.

Por otro lado, ¿cómo puede ser una tiniebla total y aún un fuego literal? En el evangelio según Mateo, capítulo 13, versículo 42, leemos: "Y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes." Y luego el Señor Jesucristo dijo en el evangelio según Marcos, capítulo 9, versículo 44: "Donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga." ¿Puede usted pensar, amigo oyente, en un fuego, que sea más ardiente que el de un hombre que se encuentra en el Infierno, y escuche allí la voz de un hijo o hija suya, diciéndole: "Papá, te he seguido aquí"?

En cierta ocasión, un hombre espetó al Dr. Bill Anderson: "Supongamos que lleguemos allí y descubramos que esto no es cierto". "Bueno", respondió el Dr. Anderson, "entonces tendremos que pedirle disculpas y decir que hemos entendido mal al Señor. Pero, supongamos que llegamos allí y tenemos razón, y que usted está equivocado. ¿Qué sucedería entonces?" Esta sencilla pregunta, ha hecho perder el sueño a muchas personas. ¿Y si todo esto no son fábulas para ancianas, ni folklore popular, ni invenciones de pastores cristianos, deseosos por aumentar la membresía de sus iglesias? ¿Y si todo lo que dice la Biblia es verdad? Desde luego, las Escrituras son contundentes al respecto: Tan real como que esta vida existe, hay también un Cielo y un Infierno. El enemigo, Satanás, ha intentado desde el principio trivializar y ridiculizar ambas ideas, sabedor que de ese modo, pocos creerán y muchos se perderán. A todos nos gusta mucho el capítulo 3 del evangelio según Juan, versículo 16, ¿recuerda?: "Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo primogénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna". Esto es, sin duda, una realidad. La otra, es el fuego eterno, vivir separado de Dios por toda la Eternidad, un lugar de tormento consciente. Leamos a continuación el versículo 11 de este capítulo 20 de Apocalipsis, que dice así:

11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.

Juan nos describe aquí el Gran Trono Blanco, que aparece mencionado en Apocalipsis un total de 50 veces. Se trata, como vemos, de un trono de juicio que permanece elevado, puro y santo. Dios se sienta en él como Juez representado en la persona del Señor Jesucristo. Pero aún no estamos asistiendo al popularmente conocido "juicio final". Recordemos que todos los perdidos, de todos los tiempos, van a ser resucitados para ser juzgados aquí, pero aún no ha llegado ese instante. Por otro lado, todos los que han sido salvos, han sido ya resucitados en la primera resurrección, incluyendo a los santos muertos durante la Tribulación. Esta es, ahora, la Segunda Resurrección, reservada sólo para aquellos que serán exclusivamente resucitados aquí para recibir su juicio, una evaluación justa, equitativa de todas sus obras.

En una ocasión, cierto Pastor cristiano visitó a un hombre en su lecho de muerte. El enfermo, muy seguro de sí mismo, le dijo: "Predicador, no es necesario que malgaste su escaso tiempo hablándome de mi futuro. Creo que Dios será justo y aceptará de buen agrado mis numerosas buenas obras". El Pastor le respondió: "Está usted en lo cierto; usted es una persona justa y recta y lo más probable es que Dios esté ansioso por conocer sus buenas obras; seguro que las aprobará. Pero también hay algo más. La Biblia dice que la salvación es un regalo de Jesús, no un premio que usted obtiene mediante buenas obras. Hay mucha gente que hace buenas obras; hay, de hecho, gente mucho más buena, más caritativa, más generosa y más solidaria que los cristianos; pero no por ello serán salvos. La Biblia dice que nadie puede salvarse a sí mismo realizando buenas obras, sino tan sólo por medio de la fe en Jesucristo. Usted podría pasarse toda la vida haciendo buenas obras, pero si no acepta a Jesucristo como su Señor y Salvador personal, no se salvará e irá al Infierno. La Biblia también añade que los cristianos tenemos el deber, la obligación y el privilegio de demostrar el amor de Jesús al mundo realizando buenas obras; La Biblia dice que somos salvos para hacer buenas obras, no por hacer buenas obras, lo cual es muy diferente."

¿No ha observado usted a un niño pequeño juntando un ramillete de flores para su madre o abuela? Mientras él se las lleva, en sus manos las flores se marchitan y pierden su hermosura. Sin embargo, la madre o abuela agradece mucho el detalle de su hijo o nieto. Pero Dios, querido amigo, amiga, no actúa de la misma forma; cuando muchos lleguen a la presencia de Dios y se presenten ante Cristo, ante ese Cristo que han rechazado una y otra vez, al cual no han obedecido, ni permitido que gobierne su vida, al cual han reducido a una tediosa religión de ritos vacíos y esporádicos, y les muestren su pequeño ramillete de flores marchitas, es decir, sus buenas obras, esperando que Él reaccione como su madre o abuelita, dándole unas palmaditas en la cabeza, éstas "buenas" personas, se llevarán un gran chasco. Amigo, amiga oyente, esto es algo tremendamente serio. Es necesario que usted tenga un Salvador personal para poder estar en Su presencia, y este salvador se llama Jesucristo, que vivió y murió por usted hace aproximadamente 2.000 años. Para presentarse ante el Tribunal de Cristo usted necesita, no un ramillete de buenas obras, sino estar revestido con la justicia de Cristo, cuando Él nos limpia de todos nuestros pecados. Nos guste o no, todos nosotros, cristianos incluidos, somos por naturaleza, pecadores. Desde que nacimos, queremos seguir nuestros propios impulsos humanos, a movernos con egoísmo, por instinto de supervivencia, por anhelo de poder y de posesiones materiales. Nuestros deseos guían nuestra vida y nuestros impulsos nuestras acciones. A pesar de ello hay mucha gente buena, gente solidaria, que, independientemente de su religión o credo, ama al prójimo, es solidaria, es generosa. Y eso es maravilloso. Sin esta gente, el planeta sería, un lugar mucho peor. Sin embargo la Biblia es muy clara al respecto de los requisitos para ser salvo: Y sólo hay uno, ¿Cuál? Confiar en Jesús como nuestro Señor y Salvador personal. Por favor, querido amigo y amiga que nos escucha, no estamos despreciando las buenas obras; al contrario, son un deber, no una opción, del cristiano. Un cristiano sin buenas obras, es una contradicción en sí mismo. Un cristiano sin buenas obras, no es un cristiano; es un religioso, un místico, un intelectual, pero no un cristiano tal y como fue Jesús; un cristiano sin obras, es un cristiano sin fe y sin amor. Pero una cosa es la solidaridad y otra, muy diferente, es creer poder ser salvo, sólo gracias a mis buenas obras; esta idea errónea ha llevado a muchos a pensar que, por el hecho de ser donantes, colaboradores de ONG, o esforzados voluntarios sociales, van a poder ganarse el cielo. No es así, estimados oyentes, y lo afirmamos con todo nuestro cariño y respecto, por estas personas, a las cuáles admiramos como ejemplo de entrega y generosidad.

Fue Samuel Johanán quien escribió: "Cada hombre conoce aquello de sí mismo que no se atreve a contarle ni a su mejor amigo". Usted se conoce bien a sí mismo, ¿no es así, estimado amigo o amiga? Sólo usted conoce cosas que ha tapado y ocultado, y que no quisiera revelar por nada del mundo. Pues bien, amigo oyente, el Señor Jesucristo conoce todo su ser y abordará éstos cuando usted se le acerca a Él con su pequeño ramillete.

Regresando al texto bíblico, el que está sentado sobre el trono es el Señor Jesucristo. ¿Cómo sabemos esto? Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; ? eso nos dice el capítulo 5 del evangelio según Juan. Ahora, ¿cuál es la obra de Dios? Creer en Aquel a quien Él ha enviado. Éstos son los que hicieron lo bueno. Ellos han aceptado a Cristo. Entonces ellos saldrán a resurrección de vida. Esta es la primera resurrección. Ya hemos hablado en cuanto a esto. Y los que hicieron lo malo, ¿a qué clase de resurrección? Bueno, dice: "A resurrección de condenación." Ese es el Gran Trono Blanco.

Juan nos menciona, además, algo sorprendente; nos está hablando del gran Trono Blanco y de Aquel que está sentado en él, y añade lo siguiente: "De delante del cual huyeron la tierra y el cielo." Juan vio como el universo viejo y contaminado dejó de existir. El apóstol Pedro describió también ese preciso momento en su libro 2ª de Pedro 3:10: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas". El universo entero dejará de existir mediante un acto divino que es todo lo opuesto a la Creación original. Los versículos 12 y 13 del capítulo 20 de Apocalipsis dicen así:

12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.

Juan, buen observador, nos sigue trasladando pequeños detalles sin perder la visión global de la escena que está presenciando. Lo que ahora sigue es el juicio de la Humanidad. Es el juicio de los grandes y pequeños, es decir, que no hay nadie ni tan grande o importante, ni tan pequeño o insignificante, capaz de escapar del juicio de Dios; y todos estarán de pie ante Dios, al igual que suele suceder en un juicio con los prisioneros que son culpables y condenados, y se situarán delante del tribunal de justicia divina.

Se mencionan aquí dos clases de libros. El primero contiene el informe de todas las obras humanas. Este libro registrará todos los pensamientos, palabras y obras de los pecadores, fielmente recogidos gracias a la omnisciencia divina, y servirán para proveer una fuente irrefutable de evidencias para su condenación. Y es importante ser consciente de que el autor de ese libro no es Dios, sino nosotros mismos, con las decisiones que tomamos y las acciones que realizamos, día a día, en nuestra vida diaria y personal. Nada escapa al ojo de Dios. Todo lo oculto será revelado y sacado a la luz.

El segundo libro mencionado por Juan es el denominado "Libro de la Vida", el cual contiene los nombres de todos los redimidos o salvos. Este libro aparece, al igual que el anterior, frecuentemente, a lo largo de toda la Biblia. Moisés estaba dispuesto a que Dios lo borrara del libro de la vida si así Éste salvaba al pueblo (Éxodo 32:32); El salmista ora para que los malvados sean borrados del Libro de la Vida y no inscritos con los justos (Salmo 69:28). El apóstol Pablo habla de sus colaboradores, cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida (Filipenses 4:3). La promesa del Cristo resucitado a la iglesia en Sardes es que el que salga victorioso no será borrado del Libro de la Vida (Apocalipsis 3:5). La idea es que, aquellos cuyos nombres estén inscritos en este libro, son los ciudadanos vivos y activos del Reino de Dios.

Pero si usted es salvo, estimado oyente, entonces no tendrá que asistir a este juicio. Sus obras serán juzgadas como un hijo de Dios, en el Tribunal de Cristo, lo cual ya tuvo lugar durante la Gran Tribulación.

Este juicio es sólo para los perdidos. El Señor Jesucristo había dicho: "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5:40). Los que nunca quisieron ir a Él, sin embargo desearán ser juzgados según sus propias obras. Creen que ésta es su oportunidad y dado que el juicio será justo, se salvarán. Pero olvidan que Jesús ya advirtió que nadie podría nunca salvarse a sí mismo mediante sus buenas obras, sino sólo por medio de Él, de Jesús mismo. Con ese fin vino Jesucristo a la Tierra. Por eso murió en una cruz. Y por eso resucitó, venciendo a la muerte y a Satanás. Él ha ganado para nosotros el derecho de ser salvos. Si nosotros despreciamos esto, le estamos despreciando a Él; también estamos despreciando Su sacrificio en la cruz y le estamos diciendo: "Gracias por tu muerte, pero creo que no la necesito, dado que soy tan bueno, tal y como mis buenas obras atestiguan, que puedo salvarme sin necesidad de recurrir a ti". Pero ninguno será salvado por sus propias buenas obras.

Y luego leemos: "Y el mar entregó los muertos." En el tiempo de juicio se dice que el mar devolverá sus muertos; Ha habido multitudes que han fallecido o desaparecido en el mar, y serán resucitados para el juicio. Debemos pensar que esto no supone problema alguno para el Creador.

Juan añade: "Y la muerte y el Hades", el lugar donde van los espíritus de los que están perdidos, "entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras." Recordemos que muerte y Hades son términos que describen el estado de la muerte. Todos los muertos injustos y pecadores se presentarán en el juicio del Gran Trono Blanco, y ninguno de ellos escapará. De todos los lugares en los que se hubieran depositado los cuerpos de los muertos no justos, saldrán cuerpos nuevos, preparados para el Infierno. Desde luego esta es una escena terrible que debiera hacer reflexionar a muchos. Con esta idea nos despedimos de usted, no sin antes pedir a Dios que bendiga Su Palabra que acabamos de leer, y que ésta haga mella e impacto en su vida. Esperamos encontrarle en nuestro próximo programa, estimado amigo, amiga oyente, para continuar con este fascinante libro, el Apocalipsis.

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