Estudio bíblico de Juan 14:16-15:2

Juan 14:16-15:2

Continuamos hoy estudiando el capítulo 14 del evangelio según San Juan. Y en nuestro programa anterior, estábamos considerando lo que significa pedir u orar en el nombre de Cristo. Significa, estar completamente identificados con Él, y significa estar unidos a Cristo. Significa que usted y yo, cuando estamos ante Dios, imploramos los méritos de Su Hijo. Nosotros no tenemos ningún mérito, ni ninguna posición propia ante Dios. Él oye nuestras oraciones cuando se elevan en el nombre de Cristo.

"Lo haré - dijo el Señor - para que el Padre sea glorificado en el Hijo". Una oración que permita que la gloria de Dios se manifieste en el Hijo, es una oración que, con toda seguridad, Él contestará. Ahora, es necesario que lo que se pide sea para Su honra y Su gloria, y no para nuestros fines egoístas.

Además, todos nosotros necesitamos reconocer, estimado oyente, que la obediencia a Él es la evidencia de nuestro amor, y que esta promesa fue dada a aquellos que le aman. El Señor hizo, entonces, la promesa del Espíritu Santo. Leamos los versículos 16 y 17 de este capítulo 14 de San Juan:

"Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros."

Éste es un hecho único de esta época en que vivimos. El Espíritu Santo estaba en el mundo antes de Pentecostés, pero en el día de Pentecostés vino para morar en los creyentes. Ésta sería la nueva realidad de este período. El Consolador vendría para fortalecernos. Jesús se iba, pero enviaría a Éste que nos podría fortalecer.

No dice que el mundo no recibiría al Espíritu de verdad. Dice que el mundo no podría recibirle. El Espíritu de Dios toma la Palabra de Dios y la enseña, y se la abre al creyente. El no creyente tiene que creer primero en Jesucristo como su Salvador. Luego, el Espíritu Santo morará en él.

El ser humano normal, el no creyente, en quien no mora el Espíritu Santo, no puede percibir ni ver la revelación de Dios, porque Él sólo puede ser visto y adorado en espíritu y en verdad. Es contemplado con el ojo espiritual. (El predicador Billy Graham usa la expresión: "los ojos y los oídos del alma"). Es sólo mediante el Espíritu de Dios que estos ojos y oídos pueden ser abiertos para entender la Palabra de Dios. Así, el Espíritu Santo es el Maestro que nos guía a toda verdad. Sin Él, la Biblia llega a ser sólo un libro de Historia, un libro de hechos. El Espíritu Santo nos enseña las verdades de la Biblia. Había estado pues en el mundo, pero Jesús les dijo a los suyos que después de Su partida, "Él estará en vosotros". Continuemos leyendo el versículo 18:

"No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros."

Jesús dijo que no los dejaría huérfanos, sino que vendría en la persona del Espíritu Santo. Ahora leamos los versículos 19 y 20:

"Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros."

Ahora, ¿Cuál es aquel día? Bueno, "En aquel día", es el tiempo en que usted y yo vivimos, estimado oyente. Es el día que comenzó con Pentecostés. "Vosotros en mí, - dijo el Señor - y yo en vosotros". Ésta fue la declaración más profunda en todo el evangelio de Juan, o en toda la Biblia.

La primera parte de esta declaración, "Vosotros en mí". Se refiere a la salvación. Ser salvo significa estar en Cristo. Es por eso que el apóstol Pedro dijo que somos salvos mediante el bautismo. Porque el bautismo significa identificación, y significa estar identificado con Cristo. Dios ve a todos, o bien en Cristo, o bien fuera de Cristo. O estamos en Él por la fe, o estamos fuera de Él, cargando aun con los pecados. Si usted, estimado oyente, está en Cristo, entonces, Dios le ve en Cristo, y le atribuye Su justicia. De esa manera, estamos completos en Él.

La segunda parte de esta declaración, "Yo en vosotros", se refiere al proceso en que Dios produce la santificación en el creyente. Es el vivir cristiano aquí en el mundo. ¿Vive Cristo en usted, estimado oyente? El apóstol Pablo dijo en su carta a los Gálatas 2:20: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí". Continuemos ahora con el versículo 21, de este capítulo 14 de San Juan:

"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él."

No diga que usted ama a Cristo, estimado oyente, si no le está obedeciendo. Aquí Jesús lo expresó con claridad. Jesús se manifestará a aquel que le ama. No crea que ésta es una aparición mediante alguna visión. Más adelante, Él dijo que sería el Espíritu Santo quien tomaría las cosas de Jesús y se las revelaría al creyente. ¿Y dónde hace esto? En la Palabra de Dios. Allí es donde Jesús se revela. Leamos ahora el versículo 22 del capítulo 14 de Juan:

"Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?"

Judas oyó todo esto y creyó que sería maravilloso que todo el mundo también lo oyera. Y preguntó a Jesús si es que se habría olvidado del mundo. A propósito, aquí está el primer misionero. El Señor Jesús le respondió, y Su contestación abarca el resto de este capítulo 14 de San Juan. Leamos los versículos 23 y 24:

"Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió."

El mundo va a saber acerca del Señor Jesús por nuestra obediencia y por ello, la obediencia constituye un imperativo. El expresar verbalmente nuestra fe, o ser miembro de una iglesia, no es suficiente. Nuestro amor tiene que ser puesto en evidencia por nuestra obediencia. Continuemos con los versículos 25 y 26 de este capítulo 14 de Juan:

"Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho."

Jesús les estaba diciendo que Él no se había olvidado del mundo. Se había reunido con estos apóstoles en aquella sala y les había dado la verdad para que la pudieran comunicar al mundo, en el poder del Espíritu Santo. La única manera en que la verdad podía ser transmitida al mundo, era mediante estos hombres. Juan era uno de aquellos hombres y ha escrito estas verdades para nosotros por el poder del Espíritu Santo. Jesús les aseguró que el Espíritu Santo les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que Él había hablado. Leamos ahora el versículo 27:

"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo."

Este versículo nos lleva al primero de este capítulo 14. Fue Su última palabra de consuelo. La paz de la cual habló aquí, no era la paz que resulta de tener perdonados los pecados. Aquí se trata de la gloriosa y maravillosa paz que viene al corazón de aquellos que se han entregado completamente al Señor Jesucristo. Es la paz del corazón y de la mente, de aquellos que viven en armonía con la voluntad de Dios. Leamos ahora los versículos 28 al 31 de este capítulo 14 de Juan:

"Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vuelvo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre, porque el Padre mayor es que yo. Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que, cuando suceda, creáis. No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. Pero para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. ¡Levantaos, vámonos de aquí!"

Jesús les dijo que ellos debían alegrarse porque Él se iba, por las maravillosas bendiciones que vendrían sobre ellos. Jesucristo volvería al Padre, y luego les enviaría al Consolador. Les dijo que no podría quedarse mucho con ellos, y la verdad es que así fue. El príncipe de este mundo venía. Jesucristo sería asediado nuevamente por Satanás, y creemos que dicho encuentro tuvo lugar en el huerto de Getsemaní. Luego iría a la cruz por los pecados del mundo. Y después de Su resurrección y ascensión, el Consolador vendría a habitar en los creyentes. Y así dejamos el capítulo 14 del evangelio según San Juan, y llegamos a

Juan 15:1-2

Este décimo quinto capítulo de Juan, es una continuación del mismo discurso del aposento alto, aunque nuestro Señor en verdad, no pronunció esta sección del discurso en aquella sala. Esta suposición se basa en su última declaración del capítulo 14, cuando dijo: "Levantaos, vamos de aquí". En algún lugar entre el aposento alto y el huerto de Getsemaní, nuestro Señor pronunció las palabras de los capítulos 15 y 16, y luego hizo la oración del capítulo 17, probablemente cuando entraba en el huerto de Getsemaní.

Muchos expositores de la Biblia han creído que nuestro Señor Jesucristo pronunció las palabras de este capítulo 15, en un discurso en el valle de Cedrón, o en la ladera del monte de los Olivos; porque sabemos que en aquel entonces había una viña en aquella zona, que cubría ese valle. También sabemos que era noche de luna llena, porque era el tiempo de la pascua. Y bien pudo haber expresado aquellas palabras mientras cruzaba los viñedos, y creemos que éste habría sido un lugar apropiado para decir lo que dijo.

Ahora, otros expositores han ofrecido otra sugerencia que nos inclinamos a aceptar. Creen ellos que Jesús esa noche pasó por el templo, cumpliendo así con la ley, ya que la cumplió escrupulosamente. Las puertas habían estado abiertas durante las noches de la pascua. Aquellas hermosas puertas del templo, atraían a muchos turistas. Habían sido forjadas en Grecia, y habían sido llevadas en barco al otro lado del Estrecho de los Dardanelos, y luego traídas a Jerusalén, y puestas allí en el templo de Herodes. Estaban hechas de bronce y en ellas, labrada en oro, había una vid de oro. La vid era símbolo de la nación de Israel. Hay varias citas bíblicas que nos demuestran que el olivo y la vid eran símbolos de Israel.

En el Salmo 80:8 y 9 dice: "Hiciste venir una vid de Egipto; echaste las naciones, y la plantaste. Limpiaste el terreno para ella, hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra". El profeta Isaías también se refiere a esta vid, en el 5:1 y 7, dijo: "Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. Ciertamente la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y hubo vileza; justicia, y hubo clamor."

El profeta Jeremías, por su parte en el capítulo 2:21 de su profecía, dijo: "Te planté de vid escogida, toda ella de buena simiente ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?"

Y el profeta Oseas, en el capítulo 10, verso 1 dice: "Israel es una frondosa viña que da de sí abundante fruto. Cuanto más abundante era su fruto, más se multiplicaban los altares; cuanto mayor era la bondad de su tierra, mejor hacía sus ídolos."

Estimado oyente, nuestro Señor estaba diciendo una de las cosas más revolucionarias que aquellos hombres jamás habían oído. Esto nos suena como algo conocido en la actualidad, pero era algo muy extraño para ellos. Escuchemos sus palabras. Comencemos pues, leyendo el primer versículo de este capítulo 15 del evangelio según San Juan, en el cual

Jesús es la vid verdadera y los discípulos son los sarmientos

"Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador."

La palabra para "verdadera" en este versículo es "alethinos" que significa "genuina". Ahora, una cosa puede ser verdadera, comparada con el error y la falsedad. O una cosa puede ser verdadera, comparada con aquello que sea una falsificación, que es el sentido en que se usó aquí. Ya hemos visto esta palabra usada de la misma manera, anteriormente en el evangelio de Juan. Juan era una luz reflectante, pero Jesucristo era la Luz verdadera. Así también, Moisés dio pan en el desierto, pero Jesucristo era el verdadero Pan. Por tanto, Jesús estaba diciendo: "Yo soy la vid genuina."

Estos discípulos pensaban según su mentalidad judía, y sus esquemas mentales habían estado influenciados por el Antiguo Testamento. Jesús les estaba diciendo que la nación de Israel no era la vid verdadera. Su identificación con la nación judía y con la religión judía no era lo esencial. "Yo soy la vid genuina", dijo Él. Lo importante era que los discípulos estuvieran relacionados con Jesucristo.

Nuestro Señor usó aquí, una maravillosa figura del lenguaje, y expresó con toda claridad que la identificación con una religión, ceremonia, u organización, no era lo más importante. ¡Usted estimado oyente, tiene que estar identificado con Cristo mismo! Usted está unido a Cristo por medio de la acción del Espíritu Santo, en el momento en que confía en Cristo como su Salvador personal y es renacido como hijo de Dios.

"Mi Padre - dijo el Señor - es el labrador". Ésta, también fue una declaración de suma importancia. En los pasajes del Antiguo Testamento y en las parábolas, Dios era el dueño de la vid. Aquí, Dios es el labrador, el que cuida de la viña. Jesús es la vid verdadera y el Padre cuida de Él.

En el Antiguo Testamento se nos anunció que el Señor Jesús, "Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca". Pensemos en cuántas veces el Padre intervino para salvar a Jesús del diablo, que quiso matarle. El Padre es quien cuidó de la Vid, y cuidará también de los pámpanos o sarmientos.

Los pámpanos o pequeñas ramas, tienen que estar unidas a la vid. ¿Para qué? Para llevar fruto. Hay tres palabras o frases que son muy importantes y las estudiaremos a medida que avanzamos en la lectura. Leamos ahora el versículo 2 de este capítulo 15 de Juan:

"Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto."

"En Mí", dice aquí; es decir, en Cristo. Esto es lo que significa ser salvado. Hay grandes palabras como: propiciación (término que proviene de la tapa del arca o propiciatorio, y era el lugar donde Dios entraba en contacto con el pueblo para perdonarlo). Otras palabras importantes son reconciliación y redención, que abarcan aspectos particulares de la salvación. Pero todo el espectro de la salvación se halla en la frase, "en Cristo". Hay sólo dos grupos de personas: los que están unidos a Cristo, y aquellos que no lo están. Ya hemos mencionado que uno llega a estar unido a Cristo por medio del nuevo nacimiento espiritual. Cuando uno confía en Él como Salvador personal, se convierte en un hijo de Dios por la fe. Un creyente es renacido por el Espíritu de Dios, y luego el Espíritu hace algo más. No solo habita en el creyente, sino que también bautiza a cada creyente. Es decir, que le une al cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Esta unión se expresa aquí en la frase "Todo pámpano en mí".

Este pasaje fue dirigido a creyentes. Jesús no estaba hablando en cuanto a cómo una persona se salva. La verdad es que en este pasaje no habla sobre la salvación. Estaba hablando de llevar fruto. Y ésta es la próxima frase que queremos destacar. La palabra "fruto" se menciona seis veces en los primeros diez versículos de este capítulo 15. Al continuar con nuestro estudio observaremos que hay tres niveles en el llevar fruto: fruto, más fruto, y mucho fruto. Todo el Tema de este párrafo gira alrededor de producir fruto.

El Señor dijo: "Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará". Ahora, ¿De dónde lo quitaría? Lo quitaría del lugar o de la posibilidad de llevar fruto. Aunque ya veremos más adelante los versículos 3 al 5, escuchemos cómo lo describe Él en el versículo 6, de este capítulo 15 de Juan:

"El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, los echan en el fuego y arden."

Alguien dirá: "Pues, esto me suena como si le fuera posible a uno perder la salvación". Pero, recuerde estimado oyente, que este pasaje no está hablando en cuanto a la salvación, sino de la producción de fruto. Habla sobre el resultado de la salvación.

Ahora, en primer lugar, ¿cuál es el fruto? No creemos que el fruto aquí sea el ganar almas para Cristo, como parecen creer tantas personas. Creemos que eso es más bien una consecuencia derivada del fruto, pero que no es el fruto mismo. Aquí dicho fruto, es el fruto del Espíritu. El apóstol Pablo habló de esto en Gálatas 5:22 y 23, diciendo: "Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza". Éste es el fruto en la vida del creyente. Y el permanecer unidos a Cristo produce una oración eficaz, un fruto perpetuo y una alegría celestial. El versículo 7 dice:

"Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho."

Esta es la oración eficaz. Ahora el versículo 8, dice:

"En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis mucho fruto y seáis así mis discípulos."

Este es el fruto perpetuo. Y el versículo 11 de este capítulo 15 de Juan, dice:

"Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo."

Y este fruto es la alegría celestial. Y ésta no es un sentimiento como generalmente lo entendemos, basado en que las circunstancias que nos rodean sean positivas y favorables para nosotros. Incluso ante las vivencias y sentimientos generados por la agitada vida que vivimos, como por ejemplo, estrés, depresión, angustia y soledad, es posible experimentar esa alegría auténtica, que es interior, del alma, pero que por el poder del Espíritu Santo nos mantiene erguidos frente a las circunstancias adversas, motivados para seguir luchando ilusionados, sabiendo que Dios nos sostiene en todo momento de esta vida, y que el Señor nos acompañará también en la vida eterna.

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