Estudio bíblico de Hechos 21:5-22:5

Hechos 21:5-22:5

Continuamos hoy estudiando el capítulo 21 de los Hechos de los Apóstoles. Y en nuestro programa anterior estuvimos hablando del apóstol Pablo y del regreso de su tercer viaje misionero. Y dejamos en claro que Pablo no se había apartado de la voluntad de Dios cuando se propuso ir a Jerusalén. Continuemos hoy entonces con el versículo 5 de este capítulo 21 de los Hechos, que dice:

"Cumplidos aquellos días, salimos. Todos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad, y puestos de rodillas en la playa, oramos."

A propósito sería interesante ponernos a pensar un poco en la postura en que debemos estar al orar. Dice aquí: "puestos de rodillas en la playa oramos." Ahora, aunque parece muy apropiado arrodillarnos cuando nos acercamos a la presencia de Dios en oración, no vamos a argumentar a favor de una posición única al orar. No creemos que haya una única postura exclusiva para la oración. Creemos que se puede orar en cualquier parte y en cualquier forma. Podemos orar con nuestros pensamientos mientras nos dirigimos a un lugar, tanto andando como en un vehículo. Y podemos encontrar muchos momentos apropiados para orar. Continuemos pues, con los versículos 6 y 7 de este capítulo 21 de los Hechos:

"Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas. Nosotros completamos la navegación saliendo de Tiro y llegando a Tolemaida; saludamos a los hermanos, y nos quedamos con ellos un día."

Nos podríamos preguntar por qué Pablo se quedó solamente un día allí. Pero es hermoso leer y observar la maravillosa bienvenida que le dedicaron, y el número de creyentes que había en estos lugares en ese tiempo. Creemos que había millones de creyentes en el Imperio Romano, en los últimos años del siglo primero. Leamos ahora el versículo 8, en el cual encontramos a

Pablo en Cesarea

"Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; entramos en casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos con él."

Si usted sigue la trayectoria en el mapa que encuentra en su Biblia, podrá darse cuenta que el apóstol Pablo continuó bajando por la costa de un lugar a otro. Aquí vemos que se menciona a un personaje notable, que ya hemos conocido anteriormente, en los capítulos 6 y 8 de este libro. Dice el versículo 9 de Hechos 21:

"Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban."

Ahora, en esta parte cuando dice que Felipe era un evangelista, la palabra significa literalmente "uno que anuncia buenas noticias". Este versículo muestra que las mujeres ocupaban un lugar destacado en la iglesia. Estas mujeres, concretamente, tenían el don de profecía. Todavía no se había escrito el Nuevo Testamento. Ahora, los versículos 10 y 11 dicen:

"Mientras nosotros permanecíamos allí algunos días, descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los no judíos."

El Espíritu Santo le estaba revelando a Pablo lo que le sucedería cuando fuera a Jerusalén. Pero Pablo, aun sabiéndolo, estaba completamente decidido a ir. Además, este profeta no le estaba diciendo nada nuevo. En el capítulo 20, cuando aun estaba en Asia Menor, él ya había recibido una revelación sobre las grandes aflicciones que le esperaban. Leamos los versículos 12 y 13 de este capítulo 21 de los Hechos:

"Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén. Pero Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy dispuesto no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús."

Recordemos que esto fue lo que escribió el Dr. Lucas. Él y sus compañeros no querían que Pablo fuese a Jerusalén. El Espíritu de Dios le estaba revelando a Pablo que iba a ser apresado. Y él les pidió a los creyentes que no llorasen, porque le estaban entristeciendo. Es conmovedor ver aquí la cariñosa preocupación de aquellos creyentes por el apóstol Pablo. ¡Cómo le amaban! Y el versículo 14 nos dice:

"Como no lo pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor."

Vemos pues, que el apóstol Pablo estaba actuando de acuerdo con la voluntad del Señor, y que ésta se cumpliría. Continuemos ahora con los versículos 15 al 17 de este capítulo 21 de los Hechos:

"Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y vinieron también con nosotros algunos de los discípulos de Cesarea, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos. Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo."

Aquí vemos que cuando el apóstol Pablo llegó a Jerusalén, la Iglesia local le recibió con mucha alegría. Continuemos con el versículo 18:

"Al día siguiente, Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos"

Ya por ese entonces él era un veterano, que había estado en el ministerio cristiano por largo tiempo y llevaba en su cuerpo las cicatrices que demostraban que era un siervo del Señor Jesús. Avancemos con los versículos 19 al 21 de este capítulo 21 de los Hechos:

"a los cuales, después de haberlos saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los no judíos por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la Ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los no judíos a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las costumbres."

En realidad los judíos habían distorsionado lo que Pablo estaba realmente enseñando y haciendo.

Aquí hemos llegado a otro pasaje interesante, acerca del cual algunos buenos expositores Bíblicos ofrecen diferentes explicaciones. ¿Estaba Pablo dentro o fuera de la voluntad de Dios cuando fue a Jerusalén y cumplió un voto o promesa que evidentemente implicaba la presentación de una ofrenda?

Los creyentes de Jerusalén contaron a Pablo que miles de judíos habían creído en Cristo, pero no habían abandonado la ley de Moisés. Sin embargo no podían insistir en que los no judíos debían sujetarse a la Ley. Por otra parte, los no judíos no podían insistir en que los judíos renunciasen a las costumbres o prácticas de la Ley, siempre y cuando no confiaran en ellas para obtener la salvación. Aquellos que insistían en que la gracia de Dios no obligaba a los no judíos a cumplir la ley de Moisés, parecían olvidar que la misma gracia de Dios permitía a los judíos continuar cumpliendo con sus preceptos, si ellos sentían que ésa era la voluntad de Dios.

Recordemos que Pedro no había comido nada en contra de la ley mosaica hasta que visitó a Pablo en Antioquía. De la misma manera, los creyentes judíos aborrecían el comer cualquier cosa que hubiese sido sacrificada a los ídolos, lo cual no molestaba a la conciencia de los no judíos. Sin embargo, si el comer esa carne ofendía la conciencia de otro creyente y era para él un obstáculo espiritual, entonces no debía hacerse. Pablo dijo en 1 Corintios 8:8 que el hecho de que Dios nos aceptase no dependía de lo que comiéramos, pues no íbamos a ser mejores por comer ni peores por no comer.

Pablo también escribió que si una persona se crió de acuerdo con ciertas costumbres, la gracia de Dios le permite seguir practicando esas costumbres, después de haber aceptado al Señor Jesús como su Salvador. Dijo en su primera carta a los Corintios, capítulo 7, versículos 17 al 20, diciendo: "Cada uno debe vivir según los dones que el Señor le ha concedido y tal como era cuando Dios lo llamó. . . Si Dios llama a uno que ha sido circuncidado, no trate éste de disimular su circuncisión; y si llama a uno que no ha sido circuncidado, no debe circuncidarse. Porque lo importante no es estar o no estar circuncidado, sino obedecer los mandatos de Dios. Quédese cada uno en la condición en que se encontraba cuando Dios lo llamó".

Pablo aplicó este principio para ganar a gente para Cristo. Más adelante, en el capítulo 9 de la misma primera carta a los Corintios, versículos 19 al 23, Pablo dijo: "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar al mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él". No critiquemos, pues, al apóstol Pablo por lo que él hizo en Jerusalén. Él hizo una promesa o un voto para ganar a los judíos. Si él no hubiera sido judío, habría sido cuestionable que adoptara una costumbre extranjera. Con estos antecedentes, pues, podemos comprender la acción de Pablo. Leamos los versículos 22 al 26 de este capítulo 21 de los Hechos, donde continuaron hablando los ancianos y le dijeron a Pablo:

"¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la Ley. Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el Templo para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos."

Ahora, ¿que tendría que haber hecho Pablo? Había llegado a Jerusalén, siendo muy bien recibido por esa iglesia. Había recibido un don para trabajar en las iglesias de los que no eran judíos. Estos creyentes de Jerusalén habían escuchado sus informes y se habían alegrado de cómo Dios estaba salvando a los no judíos. Pero luego le dijeron que había miles de judíos en Jerusalén que habían confiado en Cristo aceptándole como su Mesías y Salvador. Ninguno de ellos quería que hubiera una división en la iglesia, porque había una sola iglesia de Jesucristo y no una iglesia judía y otra no judía, Un judío que hubiera venido a Jesucristo no dejaba de ser un judío. Así que le dijeron a Pablo: "Tú eres un judío. Estos son tus antecedentes y seguramente quieres ganar a los judíos para Cristo. Ya que eres judío, no te va a perjudicar ir con estos cuatro judíos que han hecho una promesa. Ellos se han rapado la cabeza y van a ir al templo. ¿No podrías ir con ellos?" Y así lo hizo Pablo. No hizo un voto porque estaba obligado a hacerlo. Lo hizo porque quería ganar a aquella gente.

Estimado oyente, usted no tiene que prometerle a Dios cumplir con un voto, o hacerle una promesa solemne; pero, si usted quiere hacerlo, bien puede. Porque como creyente usted tiene libertad de hacerlo bajo la gracia de Dios. Pero, lo que realmente cuenta es entender que no somos salvos por lo que hagamos sino sólo por medio de la gracia infinita de Dios. Ahora veamos lo que ocurrió aquí en los versículos 27 y 28, de este capítulo 21 de los Hechos, en los cuales encontramos a

Pablo en el templo de Jerusalén

"Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verlo en el Templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, gritando: ¡Israelitas, ayudad! Éste es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la Ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el Templo y ha profanado este santo lugar."

Como generalmente sucede con las turbas, aquella multitud actuó impulsada por suposiciones y desinformación. Lo podemos ver claramente aquí en el versículo 29:

"Decían esto porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Éfeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el Templo."

Necesitamos hacer aquí una distinción clara. Cuando Pablo, que era judío y criado en esa tradición llegó a Jerusalén, fue al templo. Ahora, Trófimo, que era efesio y aparentemente uno de los convertidos por el ministerio de Pablo cuando estuvo con él en Jerusalén, no tenía ningún motivo para ir al templo ni para participar de algún ritual. Esta tradición no formaba parte de sus antecedentes. Como creyente que era, estaba bajo la gracia de Dios y podía haberlo hecho si así lo hubiera deseado, como parte de su libertad cristiana. Por supuesto, Pablo supo que el voto que estaba haciendo no tenía nada que ver con su salvación.

El voto de Pablo probablemente incluyó el ayuno y una cierta dieta. El apóstol Pablo estaba acostumbrado a ayunar porque era judío. Vemos hoy en día, que hay cristianos que siguen dietas con una constancia tal que, en algunos casos, parece una actitud de fe o religiosidad. Y el único beneficio que se notará al cumplirlas, será en la salud y en el cuerpo lo cual, por supuesto, es importante. Pero, desde un punto de vista espiritual, una dieta no le hará a nadie más aceptable delante de Dios. Bajo el principio de la gracia de Dios y la libertad cristiana, un cristiano puede adoptar una dieta o no. Pero ello no tendrá nada que ver con su relación con Dios. Pero, regresemos pues a nuestro estudio y vemos que en realidad esta gente aquí causó un gran desorden, y hasta incluso intentaron matar a Pablo. Leamos ahora los versículos 30 al 32 de este capítulo 21 de los Hechos:

"Toda la ciudad se alborotó, y se agolpó el pueblo. Apoderándose de Pablo, lo arrastraron fuera del Templo, e inmediatamente cerraron las puertas. Intentaban ellos matarlo, cuando se le avisó al comandante de la compañía que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Éste, inmediatamente tomó soldados y centuriones y corrió a ellos. Cuando ellos vieron al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo."

Observemos la amargura y el odio que sentían hacia Pablo, porque enseñaba que no era necesario someterse a la ley mosaica para ser salvo. Pero, por otra parte, Pablo actuaba correctamente al seguir una de las costumbres de su propio pueblo, si así lo deseaba o creía conveniente, porque estaba tratando de ganar a los judíos. Ahora aquí, si el comandante y los soldados no hubieran intervenido, habrían matado a Pablo. Continuemos ahora con el versículo 33, en el que vemos a

Pablo sujetado con cadenas

Ahora, el comandante no conocía al apóstol Pablo y pensó que Pablo había cometido algún delito, porque ordenó que fuese encadenado. Leamos los versículos 34 al 36:

"Pero, entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, lo mandó llevar a la fortaleza. Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud, porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!"

Ahora, como el oficial romano no pudo entender de qué se le acusaba, decidió llevarse a Pablo a la fortaleza. Dice el versículo 37:

"Cuando estaban a punto de meterlo en la fortaleza, Pablo dijo al comandante: ¿Se me permite decirte algo? y él dijo: ¿Sabes griego?"

Aquí vemos que el comandante se sorprendió mucho. En un principio pensó que tenía ante sí a un criminal común, pero este hombre hablaba griego perfectamente. Y le entendió, porque él mismo era un emisario extranjero. Entonces le dijo, en el versículo 38:

"¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días y sacó al desierto los cuatro mil sicarios?"

Pensó que Pablo era el líder de un grupo rebelde, y que lo había introducido en el país. Pero, veamos lo que contestó Pablo en el versículo 39:

"Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano de una ciudad no insignificante de Cilicia; pero te ruego que me permitas hablar al pueblo."

Notemos que el apóstol Pablo no solamente habló en griego, sino que dijo que era judío. Y al identificarse el comandante le dijo entonces: "Sí, claro, no sabía quién eras. Puedes hablar al pueblo". Y entonces, en el versículo 40 leemos:

"Cuando él se lo permitió, Pablo, de pie en las gradas, hizo señal con la mano al pueblo. Se hizo un gran silencio, y comenzó a hablar en lengua hebrea, diciendo..."

Aunque Pablo le había hablado al comandante en griego, cuando se dirigió a la multitud, habló en hebreo, su lengua nativa. En el momento en comenzó a hablarles en hebreo, el idioma que comprendían y amaban, ellos le escucharon. Y con esto llegamos a

Hechos 22:1-5

Y en este capítulo tenemos el mensaje de Pablo a la multitud. Les hablaría de su encuentro con Cristo y su posterior experiencia, que le llevaría a Jerusalén. Después apelaría a su ciudadanía romana para librarse de los terribles azotes que sufrían los presos. Leamos, los versículos 1 y 2 y comencemos a escuchar este elocuente mensaje que fue

La defensa de Pablo ante la multitud

"Hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros. Al oír que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio. Él les dijo..."

El momento en que el apóstol Pablo empezó a hablar en hebreo fue como un viento furioso desapareciendo gradualmente. Fue como cuando se calman las olas del mar. Ellos se callaron, se calmaron. Estaban escuchando a alguien que era uno de ellos. Y Pablo comenzó contándoles su historia, y les dijo aquí en el versículo 3:

"Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la Ley de nuestros padres, celoso de Dios como hoy lo sois todos vosotros."

Pablo estaba siendo perseguido por los líderes judíos, los líderes religiosos de ese tiempo. Y Pablo había sido uno de ellos. Él había sido fariseo. Y una de las razones por las cuales él les comprendía y amaba tanto, era porque él sabía exactamente como se sentían. Les habló de sus antecedentes porque quería ganarlos para Cristo. Y Pablo tenía un currículo excelente. La mejor universidad griega de aquel tiempo se encontraba en Tarso, y no en Atenas, ni en Corinto. Éstas dos últimas ya habían pasado su apogeo, y en esos momentos, Tarso era una próspera ciudad y un importante centro educativo. Ahora, era muy probable que Pablo hubiera estudiado en la universidad de Tarso, y que tuviera una buena educación en la cultura griega. Y había estado en Jerusalén, estudiando bajo Gamaliel, que era el erudito más sobresaliente de aquel entonces. Y continuó diciéndoles en el versículo 4 de este capítulo 22 de los Hechos:

"Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres"

Vemos que Pablo dijo nuevamente: "este Camino". No mencionó ni a la Iglesia, ni a los seguidores de Cristo, los cristianos. Utilizó un término común, con el cual estaban familiarizados. Pero cuando él dijo: "este Camino", se refería al mismo Señor Jesucristo, quien se presentó como el Camino, la Verdad y la Vida. Pablo, prácticamente les estaba diciendo: "Yo tengo los mismos antecedentes que vosotros tenéis. Y yo también perseguía a este Camino. Yo sé cómo os sentís, porque yo hice lo mismo antes". Y continuó diciéndoles aquí en el versículo 5:

"como el Sumo sacerdote también me es testigo, y todos los ancianos, de quienes también recibí cartas para los hermanos, fui a Damasco para traer presos a Jerusalén también a los que estuvieran allí, para que fueran castigados"

Y en nuestro próximo programa continuaremos con este relato de su conversión. Pero hoy, estimado oyente, nos quedamos con la frase de Jesús en la mente. En un mundo en que todos los caminos parecen formar, en su conjunto, una especio de laberinto que no conduce a ninguna parte, donde las verdades se transforman en lemas provisionales, cambiantes e inciertos, y donde la vida es un término que más bien nos recuerda a la muerte y al fracaso humano, es importante recordar la vigencia de aquella afirmación de Jesús cuando dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene a Dios, el Padre, sino por mí."

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