Estudio bíblico de Romanos 4:1-25

Romanos 4:1-25

Al comenzar hoy el capítulo 4 de esta epístola del apóstol San Pablo a los Romanos, nos encontramos con este pasaje que trata del tema de la justificación por la fe. Pablo declaró enfática y claramente que el hombre es pecador. Y luego reveló que Dios provee la justicia para los pecadores. Después, esa justificación por la fe fue explicada y esa es la sección que hemos finalizado en nuestro programa anterior. A continuación ilustró esta verdad con dos personajes del Antiguo Testamento: Abraham y David.

En los días del apóstol Pablo, Abraham y David eran probablemente tenidos en alta estima por la nación de Israel, mucho más que otros personajes del Antiguo Testamento. Luego recordamos que el Señor en Su día hizo la siguiente pregunta en el evangelio según San Mateo, capítulo 22, versículo 42. Preguntó Jesús: "¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David". Creemos que en esos días, la gente pensaba que las personas más destacadas del Antiguo Testamento, serían Abraham, el fundador de la raza, y David, el rey más importante. Aquí, pues, Pablo usó estos dos destacados personajes del Antiguo Testamento, como ilustraciones para basar sus declaraciones en el capítulo 3, de que hay acuerdo, hay concordancia entre la Ley y el Evangelio. Aunque representan dos sistemas diametralmente opuestos, no se contradicen ni están en conflicto el uno con el otro. No son mutuamente excluyentes. Tanto bajo la ley como antes de la ley, la fe en Dios fue el único requisito. Y Abraham antes de la ley, fue justificado por fe. Y David, bajo la ley cantó a la justificación por fe.

Ahora, Pablo no estaba presentando aquí una doctrina nueva y extraña que cancelaba el Antiguo Testamento y dejaba al judío flotando en el mar de la vida, asido a un ancla, en lugar de estar en un bote salvavidas. Pablo estaba demostrando que tanto Abraham como David estaban en el mismo bote salvavidas, el cual Dios estaba ofreciendo a Su pueblo en su día, y el cual lleva el nombre de Justificación por Fe. Ahora, la ley era un pedagogo. Tomó de la mano al hombre que se encontraba bajo la ley para llevarlo al Señor Jesucristo. En los primeros 5 versículos de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos, vemos que Abraham fue justificado por fe. Leamos, pues, el primer versículo que encabeza el párrafo sobre

Abraham

"¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?"

Aquí podríamos traducir este versículo de otra manera que quizá se asemeje más a lo que Pablo dijo. "Entonces, ¿qué diremos que halló Abraham, nuestro primer padre físicamente hablando, es decir, por un esfuerzo humano natural?"

Usted puede notar que esto sigue en el mismo pensamiento con el contexto. Esa palabra "entonces" une este argumento con lo que él venía presentando en el tercer capítulo. El evangelio descartaba la jactancia y establece la ley. Eso lo vimos en nuestro último estudio. Abraham y David confirmaron lo que Pablo estaba diciendo en esta tesis.

Luego, él usó una frase idiomática; dijo: "¿Qué, pues, diremos. . .?" Ahora, Pablo usó esta frase aquí y en los párrafos argumentativos de esta carta. Y Pablo, en la primera división, no había intentado probar o argumentar que el hombre era un pecador. Por tal motivo, no encontramos allí una frase como ésta. Y también en la última parte de su carta que es práctica, se omitió dicha frase enteramente.

La frase "Abraham nuestro padre (o antepasado)" revela que la nación de Israel comenzó con Abraham. Es una expresión peculiar. Demuestra la importancia que tuvo Abraham, quien fue primero, cronológicamente, y también primero en importancia.

Bien, ¿qué fue entonces lo que descubrió Abraham según la carne o desde un punto de vista físico? Abraham descubrió que las obras según la carne, no producían jactancia, sino vergüenza y confusión. Esas eran las obras de Abraham. No tenía nada de qué enorgullecerse. En realidad creemos que Abraham fue un gran hombre, especialmente en el asunto de Lot. Él no permitió que los reyes de Sodoma y Gomorra lo recompensaran. Pero en otro momento, Abraham no creyó a Dios y huyó hacia Egipto. Esa cuestión de la sierva egipcia que él tuvo y de la criatura que nació de su unión con ella, fueran cosas de las cuales no se podría jactar. Veamos ahora cómo desarrolló Pablo este tema. El dijo aquí en el versículo 2, de este capítulo 4 de su epístola a los Romanos:

"Si Abraham hubiera sido justificado por las obras, tendría de qué gloriarse, pero no ante Dios"

Abraham se podía gloriar en sí mismo, pero no ante Dios. Se asumió que Abraham tenía buenas obras que tenían valor ante Dios. Y en realidad, él tuvo muchas buenas obras. Pero, lo sorprendente es descubrir que estas buenas obras no eran base para salvación, sino que eran el resultado de su salvación y el resultado de ser justificado por fe.

Los apóstoles Santiago y Pablo no se estaban contradiciendo entre sí cuando Santiago dijo en el capítulo 2, versículo 21 de su carta: "¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?" Ahora, las obras a las que se refirió Santiago aquí, no son las obras del esfuerzo humano bajo la ley, porque él no estaba bajo la ley, no vivió en aquella época. Sino que estaba hablando de las obras de la fe. Abraham creyó en Dios y ofreció a Isaac, pero no llegó a dar muerte a su hijo. Dios lo detuvo y no permitió que continuara presentando su ofrenda. Y tanto Santiago como Pablo, como podemos ver en esta misma carta 4:3 y en Santiago 2:23, se estaban refiriendo al mismo versículo: "Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia". Lo que hizo Santiago es ir hasta el fin de la vida de Abraham, hasta el momento en que ofreció a Isaac. Abraham estaba en la misma situación que en la que se encuentra el más débil de los pecadores. Admitimos que Abraham tenía obras de las que podía jactarse, pero no ante Dios porque Dios, estimado oyente, no acepta las obras del esfuerzo humano. Y las obras realizadas por el esfuerzo humano no pueden estar delante de Su santidad, y las obras de Abraham estaban, por cierto, un poco manchadas. Llegamos ahora al versículo que acabamos de mencionar, es decir, el versículo 3 de este capítulo 4:

"Pues ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios y le fue contado por justicia".

Pablo apeló a las Escrituras como la autoridad final. Incluso las personifica como en este pasaje. Las Escrituras son Dios hablando, "¿qué dice la Escritura? No había ninguna otra autoridad a la que él podía apelar.

Cuánto desearía, estimado oyente, que las personas que se dicen cristianas creyeran en realidad en la Palabra de Dios, y que es Dios el que está hablando (y no el hombre.) El apóstol Pablo citó las palabras del Antiguo Testamento directamente unas sesenta veces en esta Epístola. Y la que estamos mencionando al leer este versículo 3, es una cita que aparece en el capítulo 15 del libro de Génesis, versículo 6, donde leemos: "Y creyó al Señor, y le fue contado por justicia". Pablo estaba diciendo: "Escuche usted lo que la Escritura dice. Dios le está hablando en la Palabra de Dios".

Esta promesa le fue dada a Abraham cuando él le hizo una pregunta a Dios. En el capítulo 15 de Génesis, versículo 2, leemos esta pregunta y dice: "Señor, ¿qué me darás, si no me has dado hijos. . . ?" Ahora, aparte de la confirmación de la promesa de que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas de los cielos, Dios no le dio a Abraham ninguna otra promesa. En otras palabras, Abraham simplemente creyó a Dios. Él tomó la pura palabra de Dios literalmente y confió, se aferró a ella. El comentarista Newell dijo al respecto: "No hubo ni honra ni mérito cuando Abraham creyó a un Dios fiel que no puede mentir. El mérito era de Dios. Cuando Abraham creyó, él hizo lo único que un hombre podía hacer sin llegar a hacer nada. Dios hizo la declaración, la promesa, y se encargó de cumplirla. Abraham creyó de corazón que Dios estaba diciendo la verdad, y en ello no hubo ningún esfuerzo. La fe de Abraham no consistió en una acción sino en una actitud. Su corazón deja de mirarse a sí mismo para contemplar a Dios y a Su promesa. Esto dejó a Dios en libertad para cumplir Su promesa. La fe, entonces, no fue una acción meritoria de Abraham, ni siquiera un cambio en su carácter o naturaleza. Él simplemente creyó que Dios cumpliría lo que había prometido. Según Génesis 12:3, Dios le dijo: En ti serán benditas todas las familias de la tierra". Hasta aquí, la elocuente declaración hecha por el Dr. Newell.

Dios, estimado oyente, reconoció y acreditó esta actitud a Abraham. Esto es algo valioso que debemos reconocer. Como dice el versículo 3, Abraham creyó a Dios, y Dios se lo tomó en cuenta y le aceptó como justo. Él abonó eso en su cuenta por así decir, y se lo atribuyó como justicia. Y así fue Dios se lo consideró. Ahora, leamos la declaración de los versículos 4 y 5:

"Pero al que trabaja no se le cuenta el salario como un regalo, sino como deuda; pero al que no trabaja, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia".

La regla general es que un obrero reciba un salario por los servicios que preste. Un hombre trabaja por cierta cantidad de dinero por hora, y se le paga cierta suma de dinero por determinado trabajo. Ahora, es obvio que Abraham no era un obrero, porque él no se ganó lo que recibió. Él recibió su salvación de la única otra manera en que podía recibirla y fue por el favor inmerecido de la gracia de Dios, y Abraham creyó a Dios.

"... pero al que no trabaja", dice aquí en este versículo. Y eso indica que no se puede hacer nada para merecer la salvación; sino creer en Él, es decir, en Dios que declara justo al que es indigno. Y la única clase de persona que Dios está salvando, estimado oyente, es al injusto. Ahora, alguien quizás pregunte: ¿Quiere decir entonces que Dios no salva a las personas buenas? Bueno, nómbreme usted a alguna. ¿Recuerda usted en el capítulo 3 de esta misma carta a los Romanos, versículos 10 y 12? Dicen así: "no hay justo, ni aun uno. . . no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno". Y eso según las normas de Dios, no según las normas mías o las suyas. Si usted cree que alguien es bueno, sería como decir que Dios miente.

Y dice el final del versículo 5: "Su fe le es contada por justicia". Fe es la única condición aquí. Es por eso que Dios acepta la fe en lugar de las obras. No hay ningún mérito en la fe, pero es la única manera de recibir lo que Dios ofrece gratuitamente. La fe honra a Dios y asegura la justicia para el hombre. Y Dios acreditó "justicia" en la cuenta de Abraham. Es decir, Dios le tomó en cuenta la fe para aceptarle como justo, aunque Abraham no fuese justo. Leamos a continuación el versículo 6, que comienza a hablarnos sobre

David

"Por eso también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras"

Aquí debemos tener en cuenta que David vivió bajo la ley. Sin embargo, como dijimos antes, Abraham no lo hizo porque en la época del patriarca, ésta no había sido aún dada. El sistema mosaico no se implantaría hasta 400 años después. Dijimos que David sí, vivió bajo la ley. Pero David nunca podía haber sido salvo bajo la ley. Por consiguiente David describió la bendición de que Dios reconociera la justicia sin obras, porque David no tenía buenas obras. Las obras que él tenía eran malas. Por lo tanto, la justicia tenía que estar completamente separada de las obras. Tenía que venir bajo un principio enteramente diferente. El versículo 7 dice:

"Diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos".

Esta fue una cita directa del Salmo 32, versículos 1 y 2. Y este es uno de los salmos penitenciales de David. El Salmo 51 es el otro. Estos versículos son el resultado del gran pecado de David y su consiguiente confesión y aceptación por parte de Dios.

"Bienaventurados", o sea, "dichosos" dice aquí. Y esto expresa lo más elevado en la felicidad y el gozo. ¿Es usted, estimado oyente, una de esas personas dichosas? Yo me congratulo de estar en ese grupo. Esta dicha expresa la gran alegría de tener los pecados perdonados. Ésta es la bienaventuranza más grande de todas y David la conoció por experiencia propia. David había quebrantado la ley de Dios deliberadamente. No lo había hecho en su ignorancia. Supo el alcance de la maldad que había cometido. Sin embargo, fue perdonado. Y esto habla de una remisión, de un perdón completo. Esto es mucho más que un simple perdón. Un juez severo puede perdonar algunos pecados. Pero, aquí se habla de la ternura de Dios, que toma al pecador en Sus brazos de amor, y lo recibe con cariño, y sus pecados son cubiertos. ¿Y cómo? Bueno, porque el Señor Jesucristo murió y derramó Su sangre. Es por eso que el apóstol Pablo dijo aquí en el versículo 8:

"Bienaventurado el hombre a quien el Señor no culpa de pecado".

En otras palabras, dichoso es el hombre cuyo pecado el Señor no cargará en su cuenta, al que el Señor no le tome en cuenta su pecado. David fue un gran pecador. Sin embargo, Dios quitó su pecado, tal como le informó Natán el profeta. Eso lo leemos en el Segundo Libro de Samuel, capítulo 12, versículo 13, donde dice: "Entonces dijo David a Natán: Pequé contra el Señor. Y Natán dijo a David: También el Señor ha perdonado tu pecado; no morirás". Pero David fue castigado. David había dictado su propio castigo cuando él respondió al relato de Natán del hombre rico que tomó la cordera de un hombre pobre. En aquella ocasión David dijo, en el versículo 6 del Segundo libro de Samuel, capítulo 12: ". . . debe pagar cuatro veces el valor de la cordera". Y cuatro de los hijos de David fueron muertos. El hijo de Betsabé, Amnón su hijo mayor, Absalón, y Adonías. La aflicción fue como una plaga durante todos los días de su vida. Pero la culpa de David no fue cargada en su cuenta, aunque otro la llevaría por él. No nos sorprende entonces que él pudiera decir (Salmo 32:1) "Bienaventurado, dichoso aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado". Leamos ahora el versículo 9 de este capítulo 4 de su carta a los Romanos, donde se comienza a hablar de

Abraham justificado por la fe

"¿Es, pues, esta bienaventuranza solamente para los que están circuncidados o también para los que no lo están? Porque decimos que Dios aceptó como justo a Abraham por su fe".

Vemos que el argumento vuelve a Abraham para ilustrar que la justificación es universal. Ya que David había hablado de la alegría del hombre que, viviendo bajo la ley había sido perdonado, la respuesta del judío habría sido que David estaba circuncidado, y que sólo los circuncidados podrían disfrutar de esa satisfacción. Por tal motivo, Pablo recurrió a Abraham para demostrar que el patriarca fue justificado entes de la llegada de la Ley, y antes de que él mismo fuese circuncidado, Y en el versículo 10 de este capítulo 4 leemos:

"Pero ¿cuándo le aceptó? ¿Después que Abraham fuese circuncidado, o antes? No después, sino antes de ser circuncidado".

Dios le había hecho una promesa a Abraham. Y él creyó que Dios la cumpliría, mucho antes de que se hubiera efectuado un acuerdo, salvo lo que Dios había dicho que haría. Y Abraham creyó en la lisa y llana Palabra de Dios. Veamos ahora los versículos 11 hasta el 13, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:

"Y recibió la circuncisión como señal, como sello de que Dios le había aceptado como justo por la fe que tuvo cuando aún no había sido circuncidado, para que fuera padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. La promesa de que sería heredero del mundo, fue dada a Abraham o a su descendencia no ligada al cumplimiento de la Ley sino a la justicia que se basa en la fe en Dios".

Dios hizo esa promesa a Abraham mucho antes de la introducción de la circuncisión. Y él simplemente creyó en Dios. Tomó en serio Su Palabra, Su promesa. Ahora, en el versículo 14 y hasta la primera parte del versículo 16, leemos lo siguiente:

"Porque si los que son de la Ley son los herederos, vana resulta la fe y anulada la promesa. La ley produce ira; pero donde no hay Ley, tampoco hay transgresión. Por eso, la promesa es fe, para que sea por gracia"

Como usted puede ver, estimado oyente, Dios salvó a Abraham únicamente por gracia. Siguiendo más adelante en este capítulo 4 de la epístola a los Romanos podemos observar algo más. Abraham fue justificado, realmente, por la fe en la resurrección. Leamos el versículo 19:

"Y su fe no se debilitó al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara".

No hay ningún mérito en la fe misma. Es que no había nada alrededor de Abraham en lo cual él pudiera confiar. Nada que pudiera sentir, nada que pudiera ver, absolutamente nada. Todo lo que él hizo fue confiar en Dios. Y eso fue lo importante. Ahora, en el versículo 20 leemos:

"Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció por la fe, dando gloria a Dios"

Abraham no estuvo indeciso. Ese es el pensamiento central en este pasaje. Él extendió su mirada más allá de las circunstancias, fijándola en la promesa. Creyó en la promesa, a pesar de que las circunstancias estaban en contra. Por el contrario, depositó su confianza en la promesa, basándose en Quién la había dado, adorando de esa manera a Dios. Es que el hombre fue creado para glorificar, para honrar a Dios pero, por la desobediencia él hizo lo contrario, y la única manera de que usted pueda traer gloria y honra a Dios, es creyendo en Él. El versículo 21 dice que Abraham estaba

"Plenamente convencido de que Dios era también poderoso para hacer todo lo que había prometido".

"Plenamente convencido" quiere decid que estaba rebosante de confianza. No le quedaba lugar para la duda. El versículo 22 dice:

"Por eso, también su fe le fue contada por justicia".

Es decir, que Dios, tomando en cuenta su fe, le aceptó como justo. Esta fe en la resurrección, que implica vida después de la muerte, es lo que aceptó Abraham, en lugar de su propia justicia que él no tenía. Dios declaró justo a Abraham por su fe en la promesa de levantar a un hijo de la tumba de la muerte, es decir, de la esterilidad de la matriz de Sara, su mujer. Y Dios ha prometido vida eterna a quienes creen que Él levantó a Su propio Hijo de la tumba de José de Arimatea, es decir, del lugar de la muerte. Escuchemos ahora lo que dijo el apóstol aquí en los versículos 23 y 24, de este capítulo 4 de la epístola a los Romanos:

"Pero no sólo con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes igualmente ha de ser contada, es decir, a los que creemos en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro"

Usted sabe que el vientre de Sara era como una tumba. Era un lugar muerto. Pero de él surgió la vida. Abraham había creído a Dios. Eso fue lo que Jesús quiso decir en el capítulo 8 del evangelio según San Juan, versículo 56, con estas palabras: "Abraham, vuestro padre, se alegró de que iba a ver mi día; y lo vio y se llenó de gozo". Pablo finalizó este capítulo de esta manera, aquí en el versículo 25:

"El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación".

Eso sí que es fe, no sólo en la muerte de Cristo, sino también en Su resurrección. Alguien ha dicho que, "En Su muerte, Cristo pagó nuestra deuda, y en Su resurrección, Él descargó esa deuda". El justifica a los que creen en la muerte y resurrección de Cristo. Estimado oyente, ¿ha llegado usted tan lejos en su relación con Dios? ¿Cree usted en Él?

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