Estudio bíblico de 2 Crónicas 2:5-5:10

2 Crónicas 2:5 - 5:10

En nuestro programa anterior, tuvimos una buena introducción a este Segundo Libro de Crónicas, donde vimos el comienzo del reino de Salomón. David había desaparecido de la escena en el último capítulo del Primer Libro de Crónicas, y entonces, Salomón llegaba al trono. En este libro tenemos nueve capítulos dedicados al reino de Salomón. Y lo interesante es que, seis de ellos, están destinados a la construcción del templo. Salomón estaba construyendo el templo, siguiendo las instrucciones y preparativos que hizo David su padre.

Ahora, tenemos en este segundo capítulo, el comienzo de la edificación. Inmediatamente, comenzó a organizar a los trabajadores para la tarea que se aproximaba. Luego, solicitó la ayuda del amigo de David, Hiram, rey de Tiro, para que le proveyera los materiales que necesitaría al avanzar en la construcción de la casa para el Señor en Jerusalén, en el mismo sitio que había seleccionado David.

Vamos a comenzar hoy, leyendo una vez más los versículos 5 y 6, para hacer más clara la conexión con lo que tenemos aquí. Leamos entonces los versículos 5 y 6, de este capítulo 2 del Segundo Libro de Crónicas:

"Y la Casa que tengo que edificar ha de ser grande, porque el Dios nuestro es grande sobre todos los dioses. Pero ¿quién será capaz de edificarle Casa, siendo que los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Quién, pues, soy yo, para que le edifique Casa, aunque sólo sea para quemar incienso delante de él?"

El sacrificio era el camino que ellos utilizaron para llegar a Dios. La única manera en que nosotros podemos llegar a Dios en nuestros días, estimado oyente, es por medio del sacrificio del Señor Jesucristo. Algo importante de notar en esta situación es que Salomón no tenía ninguna duda en cuanto a quién era Dios, o de si Él llegaría a ocupar el lugar que Salomón estaba edificando.

En un artículo escrito por un teólogo, éste decía, que lo que Salomón estaba tratando de hacer era una pequeña casa, lo cual era como poner a Dios en una caja; y que la gente tenía la idea de que Dios debía ser colocado en una caja para poder ser guardado allí. Pero, permítanos decir, amigo oyente, que Salomón no tenía ninguna idea como esa, ni tampoco la tenía el pueblo. Ellos estaban muy por delante de muchas personas en nuestros días. Muchas personas llaman a la Iglesia "La Casa de Dios". Bueno, Dios nunca ocupa una casa. Nunca lo ha hecho. El templo de aquella época era un lugar para hacer sacrificios. Era un lugar para aproximarse a Dios y que tenía que ser digno de Él. Era algo bien adornado, algo muy hermoso. No era de gran tamaño comparado con los otros edificios de esos días; como por ejemplo el templo de Diana en Éfeso y las pirámides, veríamos que era pequeño. Pero, aunque el tamaño no era demasiado grande, se distinguía por la enorme riqueza que tenía: una tremenda cantidad de oro, plata y piedras preciosas fueron utilizadas en su construcción, riquezas reunidas por el rey David. Leamos ahora, el versículo 7, de este capítulo 2 del Segundo Libro de Crónicas, donde continuó hablando Salomón al rey Hiram, o enviándole su mensaje, en el cual le dijo:

"Envíame, pues, ahora un hombre hábil que sepa trabajar en oro, en plata, en bronce, en hierro, en púrpura, en grana y en azul, y que sepa esculpir con los maestros que están conmigo en Judá y en Jerusalén, los cuales contrató mi padre".

Ellos tenían que buscar trabajadores especializados en otro país, porque Israel se había dedicado a la agricultura, como Dios así lo había dispuesto. Si usted tiene la oportunidad de viajar por esa tierra en el día de hoy, podrá apreciar que sus gentes están haciendo lo mismo, es decir, están dedicados a la agricultura. No creemos que haya tierra más fértil que la que se encuentra en el valle de Esdraelón, cerca de Megido. Ciertamente es un lugar fértil. La nación de Israel, pues, no tenía artífices ni artesanos, y tuvieron que pedir la ayuda de Hiram para que él supliera la persona que hacía falta. Ahora, Salomón dijo en el versículo 8:

"Envíame también madera del Líbano: cedro, ciprés y sándalo; porque yo sé que tus siervos saben cortar madera en el Líbano. Mis siervos irán con los tuyos"

En otras palabras, los hombres de Salomón aprenderían el oficio de esta otra gente. Sigamos adelante con los versículos 9 y 10, donde continúa el mensaje a Hiram.

"para que me preparen mucha madera, porque la Casa que tengo que edificar ha de ser grande y portentosa. Para tus siervos, los que trabajen cortando la madera, he dado cuatro millones cuatrocientos mil litros de trigo, igual cantidad de cebada, cuatrocientos cuarenta mil litros de vino y otros tantos de aceite".

Más adelante veremos que hubo un mal entendido en cuanto a la cantidad que Salomón debía pagar. Ahora, leamos los versículos 11 hasta el 13, de este capítulo 2 del Segundo Libro de Crónicas:

"Entonces Hiram, rey de Tiro, respondió en una carta que envió a Salomón: Porque el Señor amó a su pueblo, te ha puesto por rey sobre ellos. Hiram también decía: Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hizo los cielos y la tierra, y que dio al rey David un hijo sabio, entendido, cuerdo y prudente, que va a edificar una casa al Señor y una casa para su reino. Yo, pues, te he enviado un hombre hábil y entendido, Hiram-abi"

Y luego el rey de Tiro, continuó describiendo a esta persona que estaba enviando. Pasemos ahora, a los versículos 17 y 18:

"Salomón hizo el censo de todos los extranjeros que había en la tierra de Israel, después del que David, su padre, había hecho; y se halló que eran ciento cincuenta y tres mil seiscientos. Y señaló de ellos setenta mil para llevar cargas, ochenta mil para las canteras en las montañas, y tres mil seiscientos como capataces para hacer trabajar al pueblo".

Éstas eran las personas que serían los ayudantes. Ellos ayudarían a los carpinteros, albañiles, etc., en las labores comunes. Llegamos ahora a

2 Crónicas 3 - Salomón comenzó la construcción del templo

En la primera parte del versículo 1, leemos:

"Comenzó Salomón a edificar la casa del Señor en Jerusalén, en el monte Moriah, que había sido mostrado a David su padre, en el lugar que David había preparado en la era de Ornán, el jebuseo".

Ya hemos dicho que éste fue el mismo lugar donde Abraham había ofrecido a Dios a su hijo Isaac. En ese mismo cerro, en las afueras de la ciudad de Jerusalén, está el Gólgota, el lugar de la Calavera, donde fue crucificado el Señor Jesucristo. El rey David había comprado esta finca a Ornán. Es la misma zona del templo de hoy, y allí fue donde lo edificó Salomón.

Ahora, no vamos a entrar en todos los detalles que se mencionan aquí, porque a decir verdad, no creemos que resulten de interés. Sería como leer un plano o la lista de los materiales necesarios para la construcción de un edificio. Sólo queremos comentar algunas verdades que no fueron mencionadas en los Libros de Reyes, ni en ninguna otra parte. Leamos entonces el versículo 3:

"Estas son las medidas que dio Salomón a los cimientos de la casa de Dios: la longitud era de veintisiete metros y la anchura de nueve metros".

El templo era el doble del tamaño que tenía el tabernáculo. En estas medidas sólo se incluye el templo mismo, ya que alrededor de él fueron construidos muchos otros edificios.

Hay algunas cosas sobre las cuales debemos o deseamos dirigir nuestra atención. Algunas de ellas ya han sido mencionadas, otras no. Pasemos entonces, al versículo 13 de este capítulo 3 del Segundo Libro de Crónicas. El versículo 13, dice:

"Estos querubines, cuyas alas extendidas medían en total nueve metros, estaban en pie con los rostros vueltos hacia la sala central".

Estos eran los querubines que miraban hacia abajo, hacia el propiciatorio o tapa del arca. Usted recordará que cuando Moisés construyó el tabernáculo o tienda de reunión, en las instrucciones que él recibió no se indicó ninguna medida en cuanto a tamaño de los querubines, Y eso nos habla de la deidad. Y la deidad no puede ser medida. Pero aquí en el templo, se dieron las medidas de los querubines, que fueron indudablemente mayores que en el tabernáculo. Pero aún con las medidas dadas, hay en cierto sentido, una nota de deterioro; y es que estaban tratando de medir la deidad, y eso, estimado oyente, no se puede hacer.

Recordemos que aquí estamos recibiendo el punto de vista de Dios. ¿Qué se mencionó aquí de parte de Dios, que no fue registrado según el punto de vista humano de los libros de los Reyes? Bueno, aquí se nos da la hermosura del velo o la cortina. Notemos lo que dice el versículo 14:

"Hizo también el velo de azul, púrpura, carmesí y lino, e hizo bordar querubines en él".

El velo era algo hermoso, de tela morada y púrpura. Se cuenta que en el tiempo de nuestro Señor, tenía un espesor de unos siete u ocho centímetros. Se cambiaba cada año. Ahora, el velo nos habla de la humanidad de Cristo. Y eso es algo sobre lo cual Dios quiere llamar la atención. Cuando Jesús, el Hijo de Dios, fue crucificado, el velo del templo fue rasgado en dos partes. El velo rasgado significó que un camino nuevo y vivo fue abierto para todos los creyentes hacia la presencia de Dios, con ningún otro sacrificio que el de Cristo. Aquí en Crónicas, Dios llamó la atención en cuanto a la belleza del velo. Es como si Él hubiera dicho, como dijo en Mateo 3:17, "Éste es mi hijo amado, en quien tengo complacencia".

Miremos ahora algo más que tenemos aquí; nos estamos refiriendo a las columnas. Leamos el versículo 15:

"Delante de la Casa, para la fachada del templo, hizo dos columnas de casi diez y seis metros de altura cada una, con capiteles de dos metros veinticinco centímetros encima".

Esto quiere decir que estas columnas eran bastante altas. Si uno las compara con el edificio, parece que estuvieran fuera de proporción. Estas columnas nos hablan de fuerza y belleza; y Dios hizo destacar este detalle. Fuerza y belleza son dos cosas que el hombre de nuestro tiempo piensa que puede obtener. Nos enorgullecemos de nuestra fuerza y, sin embargo, somos incapaces de controlar la violencia. Y en cuanto a la belleza que disfrutamos contemplando la creación de Dios, no hay nada más transitorio, y en lo cual pueda verse la mano destructora del hombre.

Pero Dios, estimado oyente, sí está interesado en la fuerza y la belleza. Y esas columnas eran impresionantes.

2 Crónicas 4

Ahora, al pasar al capítulo cuatro, podemos ver en el versículo 12 que Dios hizo referencia nuevamente este asunto de la fuerza y la belleza. Leamos el versículo 12 de este capítulo 4 del Segundo Libro de Crónicas:

"Las dos columnas y los capiteles redondos en la parte superior de las dos columnas, y las dos rejillas o mallas para cubrir las dos esferas de los capiteles que estaban encima de las columnas".

Dios estaba haciendo resaltar de manera particular estos elementos. Ahora, volviendo al capítulo 3, tenemos en el versículo 16, lo siguiente:

"Hizo asimismo cadenas en forma de collar en el santuario y las puso sobre los capiteles de las columnas; e hizo cien granadas, las cuales puso en las cadenas".

Aquí tenemos cadenas. Y, ¿de qué nos hablan esas cadenas? Nos hablan de la unidad de la nación; hablan de la unidad de las tribus: Ilustran la unidad de los individuos que constituían las tribus; y las tribus, a su vez, formaban la nación.

Lo que le agrada a Dios es la unidad absoluta, lo cual es algo que hoy, muchos de los hijos de Dios, están perdiendo de vista. Estamos separados y divididos en miles de grupos diferentes. Cada día aparecen nuevas organizaciones. No estamos muy seguros que esto sea algo que le dé honra y gloria a Dios. En el Nuevo Testamento Dios nos ha dado una figura de la unidad que es, incluso, mejor que la de la cadena. Es la figura de un cuerpo. Él dice que la iglesia, es un cuerpo. En un cuerpo puede haber muchos miembros, algunos de ellos para honra, otros para deshonra. Pero todos se encuentran en un cuerpo. Y ésta es una figura de la iglesia. Luego, se mencionaron estas granadas. Usted habrá notado que se dice que modeló cien granadas. Ahora pasamos nuevamente al capítulo 4 y leemos el versículo 13:

"cuatrocientas granadas en las dos rejillas o mallas, dos hileras de granadas en cada rejilla, para que cubrieran las dos esferas de los capiteles que estaban encima de las columnas".

Las granadas nos hablan de los frutos, y es allí donde se estaba poniendo el énfasis. También encontramos que se destacaban cuatro colores. Ellos eran: el azul, púrpura, carmesí (o rojo) y el blanco, que corresponde al lino. El azul es el color del cielo. El púrpura es el color de la realeza; mientras que el carmesí (o rojo) habla de la redención por medio de la sangre de Cristo. Y el blanco nos habla de un andar, un vivir santo. Todos estos colores, estimado oyente, son importantes desde el punto de vista de Dios, y creemos que Él no quería que nosotros las pasáramos por alto, ya que se destacan en estos dos capítulos, es decir el capítulo 3 y el capítulo 4, de este Segundo Libro de Crónicas.

El capítulo cuatro nos dio detalles sobre los elementos del mobiliario: el altar de bronce, una enorme pila de bronce para el agua, diez pilas de bronce más pequeñas para lavar, los candelabros y las mesas. Además había ollas, palas y tazones. El altar de bronce era cuatro veces más grande que el del tabernáculo. Y en el templo había pilas adicionales, así como otros elementos añadidos y ciertos cambios. Y diremos que las adiciones y ampliaciones quitaron la sencillez del tabernáculo y las claras referencias a Cristo. Cabe destacar que fue el tabernáculo, y no el templo, el que se convirtió en figura, en las ilustraciones utilizadas en la carta a los Hebreos para describir la persona y la obra de Cristo. Ahora pasemos directamente a

2 Crónicas 5

En los capítulos 5 y 6 vemos el templo terminado. Leamos los versículos 1 y 2 de este capítulo 5.

"Así se acabó toda la obra que hizo Salomón para la casa del Señor. Luego metió Salomón las ofrendas que David, su padre, había consagrado: la plata, el oro y todos los demás utensilios, y lo puso todo en los tesoros de la casa de Dios. Entonces Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los príncipes de las tribus, y a los jefes de las familias de los hijos de Israel, para que trasladaran el Arca del pacto del Señor desde la Ciudad de David, que es Sión".

Al ser terminado el templo, el arca fue llevada al templo. Sión, está en lo alto de la colina y no lejos de la zona del templo. No se conoce el lugar exacto donde David guardaba el arca en la ciudad de David, en el Monte de Sión. Leamos ahora el versículo 6:

"El rey Salomón y toda la congregación de Israel que se había reunido con él delante del Arca, sacrificaron ovejas y bueyes, que por ser tantos no se pudieron contar ni calcular".

La idea que se quiere comunicar aquí es que ni siquiera se intentó contarlos por la sencilla razón de que representaban al sacrificio de Cristo. Y, estimado oyente, ese sacrificio no se puede calcular ni medir.

Ahora, tenemos aquí algo que es de suma importancia. Encontramos una declaración aquí en el versículo 9, que es muy importante. Y Dios está haciendo resaltar este asunto, de una manera bien directa. Leamos los versículos 7 al 9:

"Los sacerdotes metieron el Arca del pacto del Señor en su lugar, en el santuario de la Casa, en el Lugar santísimo, bajo las alas de los querubines; pues los querubines extendían las alas sobre el lugar del Arca, cubriendo así tanto el Arca como sus barras por encima. E hicieron salir las barras, de modo que se vieran las cabezas de las barras del Arca delante del Lugar santísimo, pero no se veían desde fuera; y allí están hasta el día de hoy".

Aquí dice, "hasta el día de hoy", es decir, hasta el día de escribir este Libro. Las barras o travesaños fueron sacadas. El arca ya no se movería más. Recordemos que el arca había sido construida en el desierto, en el monte Sinaí, y el pueblo de Israel pasó cuarenta años vagando por el desierto. El arca siempre era transportada delante de ellos cuando viajaban. El arca fue llevada en primer lugar cuando cruzaron el río Jordán, cuando entraron en la tierra prometida. Después de entrar en aquella tierra, el arca aún fue trasladada de un lugar a otro. Recordemos que una vez fue incluso capturada por los filisteos, siendo posteriormente devuelta.

Después, el arca había sido traída por David a Jerusalén y él la había guardado en el monte Sión, donde estaba el palacio, hasta que el templo estuviera terminado. Y llegó al fin el momento en que el arca fue colocada en el Lugar Santísimo del templo, y entonces las barras o travesaños fueron removidos, porque ya el arca no sería movida de aquel lugar. En el pasado, los hombres de Israel debían acudir al tabernáculo o tienda de reunión en las tres fiestas anuales, que eran la Pascua, Pentecostés, y la fiesta de los Tabernáculos. Pero a partir de la inauguración del templo, ellos deberían venir a Jerusalén en las citadas fiestas y presentarse en el templo, donde se encontraba el arca.

El arca, como hemos visto anteriormente, nos habla de la persona de Cristo. Sobre ella se encontraba el propiciatorio o tapa, que ilustraba Su obra de redención, del derramamiento de Su sangre, y del hecho que Él es nuestra propiciación, es decir, que Él se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados. Y aquella obra sería permanente, como nos explica Hebreos 9:26 con estas palabras: "Ahora, al final de los tiempos, Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio para quitar el pecado". Se trata de una obra permanente. Por ello, el arca fue colocada en un lugar permanente en Jerusalén.

Hablando de una manera figurativa, quisiéramos decir lo siguiente. Las barras o travesaños fueron quitados. No habría ya otra forma de salvación. Fue por eso que el apóstol Pedro pudo decir a su pueblo, en Hechos 4:12: "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos". Estimado oyente, las barras fueron quitadas. El arca no volvería a moverse.

Y eso nos habla de descanso. El Señor Jesús da descanso a los que acuden a Él. Y habrá un lugar de descanso, de reposo. De ese lugar Él habló a Sus discípulos en el aposento alto, cuando en Juan 14:2 y 3 les dijo: "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros, y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez para llevaros conmigo". El lugar está pues preparado y uno de estos días iremos a ese lugar.

Y se nos dice que una de las características de ese lugar es la permanencia del mismo; el hecho de que es un lugar eterno del cual se dijo en Apocalipsis 21:4, que no habrá más lágrimas, no habrá muerte, ni lamento, ni dolor, porque todo lo que antes existía, habrá dejado de existir. Aquel lugar es la ciudad de Dios, es decir, un lugar de residencia permanente. Allí no se verá ningún santuario, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero de Dios son su santuario, como bien dijo Apocalipsis 21:22. Estimado oyente, las barras para transportar el arca han sido quitadas. Eso ya ha sucedido. ¡Qué hermoso es saber que no vamos a tener que viajar como aquel pueblo por el desierto, o por una tierra para buscar a Dios! Como ya hemos visto en nuestro estudio de la epístola a los Romanos, el apóstol Pablo dijo que no tenemos que ascender al cielo para hacer bajar a Cristo aquí, ni tenemos que descender al infierno para hacerle subir. Él está allí en Su lugar para usted, de manera permanente y eterna. Y esta situación no cambiará. Él ha quitado las barras. Veamos ahora el versículo 10 de este capítulo 5 del Segundo Libro de Crónicas:

"En el Arca no había nada más que las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, las tablas del pacto que el Señor había hecho con los hijos de Israel cuando salieron de Egipto".

Faltaban dos cosas que había sido colocadas por Moisés en el arca: una de ellas era la vara de Aarón, que reverdeció y la otra era la urna de oro con el maná. Recordemos que, según el relato de Números 17, el maná desaparecía, si la gente no lo recogía y, si no era comido en el mismo día, se estropeaba. Sin embargo, la urna con el maná fue conservada en el arca como un recordatorio. Pero en este momento del relato, vemos que había desaparecido. El maná era un símbolo de Cristo como el Pan de Vida, que alimenta a los suyos. Y como ya dijimos, la vara de Aarón que reverdeció, según el relato de Éxodo 16, era un símbolo de la resurrección de Cristo. Esto ha sido actualizado para nosotros por el hecho histórico de que Cristo murió, es decir, en Su humanidad, fue sepultado, y resucitó de los muertos al tercer día, lo cual no era un hecho humano, sino que revelaba Su deidad. El sacerdocio del Señor Jesucristo se basa en Su resurrección, así como el sacerdocio de Aarón fue confirmado por el florecimiento de su vara, que fue una figura de la resurrección.

Estimado oyente, estas figuras que anticiparon la persona y obra de Jesucristo en la cruz, y Su resurrección, nos recuerdan la necesidad de tener una relación con Dios, una vida fructífera, de auténtica calidad aquí en la tierra, y la fuerza suficiente para afrontar las penas y sufrimientos de esta vida, y para disfrutar, como hoy hemos visto, de la presencia eterna de Dios, en una dimensión donde no existirá más el sufrimiento ni la muerte. ¿No querrá usted recibir al Señor Jesucristo y, con Él, la vida eterna?

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