Estudio bíblico de Ester 5:5-6:9

Ester 5:5 - 6:9

Volvemos hoy estimado oyente, al capítulo 5 del libro de Ester que comenzamos a estudiar en nuestro programa anterior. Vamos a comenzar nuestra lectura en el versículo 5, dentro de unos momentos. Usted recordará que en nuestro programa anterior observamos que esta joven Ester, había tenido un gesto valiente, heroico. Se había arriesgado a perder su vida. Su pueblo iba a ser destruido si alguien no se acercaba al rey para interceder por él. Y ciertamente, ninguna persona de su pueblo podría haber hecho eso, ella era la única esperanza que ellos tenían desde el punto de vista humano. Y después de todo, Dios la había colocado a ella en ese palacio por medio de Su providencia. Aplicando esa situación al terreno espiritual, diremos que todos nosotros vamos a estar delante del Rey algún día. Cada creyente deberá presentarse ante Él para ver si recibe una recompensa o no. Ése es el tribunal de Cristo. También habrá el juicio del gran trono blanco donde los perdidos tendrán que presentarse.

Notemos aquí en esta historia lo que hizo el rey cuando vio a Ester. Extendió su cetro hacia Ester. Cuando ella se presentó en ese lugar tuvo que haber sido algo muy hermoso de contemplar. Ella era también una persona maravillosa. Y el rey extendió su cetro de gracia hacia Ester.

De la misma manera, en el día de hoy, nuestro Señor está reinando. No aquí en esta tierra, pero Él está reinando en el sentido que Él está extendiendo a este mundo perdido Su cetro de gracia. Ya hemos visto cómo Él estaba obrando en esta historia desde el principio, porque en el momento en que el rey vio a Ester le extendió su cetro de gracia, y le dio también, por así decirlo, un cheque en blanco. Es decir, nadie había escrito la cantidad en él, sin embargo ya estaba firmado por el rey por así decirlo. El rey le dijo a la reina, que la mitad del reino era suyo si ella así lo quería. Y podemos apreciar la mano invisible de Dios en esto. El rey, al verla angustiada, se dio cuenta que estaba ocurriendo algo importante y que requería una acción urgente.

Y para nosotros también esto es algo maravilloso. El apóstol Pablo podía decir: "Mi Dios pues suplirá todo lo que os falte". Y hoy Él nos ha dado también esa clase de cheque en blanco y Él suplirá todas nuestras necesidades. Esto es algo maravilloso, ¿no le parece? Tenemos un rey magnífico; pero es mucho más que eso para nosotros; Él es nuestro Salvador, Él es el Salvador del mundo. Ahora, en nuestra historia, el rey estaba haciendo todo esto por Ester, ¿por qué? Gracias a la providencia de Dios. Ahora, alguien quizá diga: "¿Cómo puede usted saber que Dios estaba obrando en su vida?" Pues bien, leamos lo que dice el libro de Proverbios, capítulo 21, versículo 1; "Como canales de aguas es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place". Y Dios estaba obrando aquí, en el palacio de Susa de una manera muy notable.

De paso podemos decir que en el versículo 4 tenemos un acróstico con el nombre de Dios. Personalmente no le damos mucha importancia a ese detalle, simplemente nos limitamos a destacarlo.

Así es que se le envió un mensaje a Amán y en el versículo 5, de este capítulo 5 de Ester, leemos:

"Dijo el rey: Daos prisa, llamad a Amán, para hacer lo que Ester ha dicho. Vino, pues, el rey con Amán al banquete que Ester dispuso".

El rey había sido muy generoso con Amán. Le había convertido en su primer ministro. Le había entregado su anillo permitiéndole emitir y distribuir el decreto de exterminación de los judíos. Pero cuando se le comparaba con la reina Ester, Amán debía obedecerla a ella, al ser la reina. Y así fue como el rey y Amán acudieron al banquete que Ester había preparado. Leamos ahora lo que el rey dijo en el versículo 6:

"Y dijo el rey a Ester en el banquete, mientras bebían vino: ¿Cuál es tu petición, y te será otorgada? ¿Cuál es tu deseo? Aunque sea la mitad del reino, te será concedido".

En el banquete Ester estaba obviamente nerviosa y el rey pudo ver que había algo que la estaba preocupando profundamente. Le preguntó cuál era su pedido y le ofreció hasta la mitad de su reino. Esta expresión idiomática significaba que ella podía pedir cualquier cosa que deseara. Y al verla tan ansiosa, fue como si hubiera querido ofrecerle algo parecido a un cheque en blanco.

Aquí tenemos también una lección espiritual. Dios, por medio del Señor Jesucristo, nos ha entregado un cheque en blanco. El apóstol Pablo pudo decir en Filipenses 4:19, Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Dios, pues, nos ha dado un cheque en blanco, pero la cifra no ha sido incluida, aun cuando Él ya ha firmado el talón. ¡Qué maravilloso es tener un rey así! Pero Él es más que un Rey, Él es nuestro Salvador. Él es el Salvador del mundo. Él está extendiendo el cetro de gracia a un mundo perdido.

¿Por qué estaba este rey cruel siendo tan bondadoso y paciente con Ester? Proverbios 21:1 dice: Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR; Él lo dirige donde le place. En la historia de Ester, el Señor estaba moviendo al rey de una manera definitiva. Leamos entonces los versículos 7 y 8:

"Entonces respondió Ester: Mi petición y mi deseo es este: Si he agradado al rey, y si place al rey otorgar mi petición y conceder mi demanda, que venga el rey con Amán a otro banquete que les prepararé; y mañana haré conforme a lo que el rey ha mandado".

Ester aún no tenía el valor de expresar su pedido al rey, así que le dijo que asistiese también al día siguiente, acompañado de Amán, a otro banquete que había preparado en su honor, y que entonces haría lo que el rey le pedía. Podemos ver el temor que había en el corazón de esa joven. Después de estas palabras, al rey y a Amán no les quedaba nada por hacer sino terminar su comida y luego retirarse. Continuemos leyendo el versículo 9:

"Salió Amán aquel día contento y alegre de corazón; pero cuando vio a Mardoqueo a la puerta del palacio del rey, que no se levantaba ni se movía de su lugar, se llenó de ira contra Mardoqueo".

Amán salió del banquete muy feliz por haber sido invitado del rey y de la reina. Su ego se había expandido notablemente. Pensó que le había causado tanto impacto a la reina que ella le había vuelto a invitar para asistir a otro banquete al día siguiente. Esta sección ilustra las palabras del libro de Proverbios, capítulo 18, versículo 12, donde dice: Antes del quebranto está la soberbia, y antes de la caída, la altivez de espíritu. Los griegos también tenían un proverbio parecido que dice algo así; "A quien los dioses destruirán, antes hacen enojar".

Al salir Amán del banquete, todos los funcionarios del rey se inclinaron ante él, excepto uno, Mardoqueo, un juez, que permaneció erguido. Uno podría pensar que un personaje en la posición de Amán, ignoraría un detalle de menor importancia como la negativa de Mardoqueo a inclinarse ante él. Pero Amán no iba a pasar este gesto por alto. Estaba lleno de indignación contra Mardoqueo, aunque se contuvo por el momento y pensó: "Dentro de unos días ya me las pagarás". Leamos ahora los versículos 10 y 11 de este capítulo 5 de Ester:

"Pero se refrenó Amán, y cuando llegó a su casa, mandó a llamar a sus amigos y a Zeres, su mujer, y les refirió la gloria de sus riquezas, la multitud de sus hijos, y todas las cosas con que el rey lo había engrandecido, y cómo lo había honrado elevándolo por encima de los príncipes y siervos del rey".

Ciertamente Amán estaba haciendo el tonto. Quiso presumir. Seguramente usted habrá observado que cuando alguien comienza a presumir, generalmente habla sobre tres áreas. En primer lugar, se jacta de sus riquezas, del dinero que gana. Luego, habla sobre sus hijos y nietos, y después, normalmente se jacta sobre un ascenso a una posición más elevada. Amán prácticamente recorrió toda esta lista y se jactó de estas tres áreas. Y además, dijo en el versículo 12:

"Y añadió Amán: También la reina Ester a ninguno hizo venir con el rey al banquete que ella dispuso, sino a mí; y también para mañana estoy convidado por ella con el rey".

Ésta era otra cosa de la cual él podía hacer alarde. Él pensaba que era un verdadero galanteador. Se jactó de las deferencias de la reina hacia él, invitándole en más de una ocasión a compartir la mesa exclusivamente con la reina y el rey. Su actitud era muy humana, pero también era una persona vil y cruel, que no sabía lo que le deparaba el futuro. Le hubiera convenido rechazar la invitación de la reina, pero este hombre no haría eso. Y continuó diciendo, en el versículo 13:

"Pero todo esto de nada me sirve cada vez que veo al judío Mardoqueo sentado a la puerta real".

O sea, que no podía sobreponerse al hecho de que Mardoqueo no se inclinase ante él. Todas las cosas positivas de las que acababa de jactarse perdían su significado al considerar el indigno trato que Mardoqueo le dispensaba. Alguien ha dicho acertadamente que uno siempre puede percibir la medida de la personalidad de alguien, por las cosas que le irritan. Si las cosas pequeñas, insignificantes, molestan a alguien, esta persona tiene una personalidad reducida. Pero si se necesitan cosas grandes para enfadar a alguien, esta persona es entonces un gran hombre, o una gran mujer.

Estimado oyente, ¿qué le preocupa a usted? ¿Deja usted que las cosas pequeñas le molesten? No permita que los asuntos insignificantes empañen su vida. Ésa es una señal de la pequeñez humana.

Amón se reveló entonces como un hombre pequeño, insignificante. Después de todo Mardoqueo era sólo un juez, un juez sin mayor importancia en el reino. Y Amán, era el primer ministro. Sin embargo, nada le satisfacía cuando veía al judío Mardoqueo sentado en la puerta del rey. Y dice el versículo 14:

"Entonces Zeres, su mujer, y todos sus amigos le dijeron: Hagan una horca de unos veintidós metros de altura, y mañana di al rey que cuelguen a Mardoqueo en ella; y entra alegre con el rey al banquete. Agradó esto a Amán, e hizo preparar la horca".

Observemos la sugerencia de Zeres y de sus amigos de construir una horca para Mardoqueo. Así que ese mismo día, al atardecer, construyeron la horca, que era una altura considerable. Recordemos que el nombre Mardoqueo, significa "pequeño", y el era de estatura baja. Erigir una horca de tanta altura para ahorcar a una persona de esas características revelaba el resentimiento, el odio y la amargura de su corazón. Sin embargo, con esta solución aparentemente feliz, Amón se fue a dormir.

Y llegamos ahora a

Ester 6:1-9

Hemos titulado a este capítulo: "Cuando el rey no pudo dormir de noche". Este rey tuvo una noche muy desvelada y queremos observar lo que pasó. Leamos el primer versículo de este capítulo 6, de Ester:

"Aquella misma noche se le fue el sueño al rey, y pidió que le trajeran el libro de las memorias y crónicas y que las leyeran en su presencia".

El hecho de que el rey no pudiera dormir parecía ser en esta historia un detalle menor, una pequeña incidencia, pero Dios utiliza los pequeños detalles. También, en mi opinión, el rey tuvo muchas horas de insomnio. Tengo la seguridad de que hubo noches en las que el rey pensó que su vida estaba en peligro. Pero esta noche en la cual el rey no pudo dormir fue la noche más agitada en le historia del Imperio porque fue un punto de inflexión en el libro de Ester.

¿Ha observado usted que Dios utiliza pequeñas cosas para llevar a cabo Su programa? Años antes, en Egipto, Dios reunió al corazón de una mujer y el llanto de un niño, cuando la hija de Faraón encontró al niño Moisés en el rio Nilo. Por esta circunstancia, Él cambió el destino de una nación. Un evento supuestamente de poca importancia ocurrió en el palacio de Susa: el rey no podía dormir. Así que mandó a sus siervos que le trajeran las crónicas reales, la historia de su reino. Éstas fueron leídas ante el rey. Evidentemente la lectura de estas crónicas era propicia para traer sueño. En esa hora fatal que había llegado, veremos la mano de Dios comenzando a moverse.

Así fue que un siervo fue llamado para leer este registro de las actas del reino. En esta noche concreta, los siervos llegaron por casualidad a cierto pasaje de las actas. ¿Hemos dicho por casualidad? Los pequeños detalles estaban comenzando a acumularse y a revelar que la mano de Dios estaba interviniendo en los asuntos humanos. Dios estaba actuando, estaba controlando. No había sido un accidente que Ester se convirtiera en reina. Tampoco había sido un accidente que ella se presentara ante el rey sin haber sido llamada, y había sido recibida bondadosamente. Tampoco había sido un accidente que él hubiera aceptado una invitación para el banquete. Después, en este pasaje, vimos que el rey era incapaz de dormir, y ciertamente no había sido un accidente que un siervo comenzara a leer en cierto pasaje. Continuemos leyendo los versículos 2 y 3:

"Entonces hallaron escrito que Mardoqueo había denunciado el complot de Bigtán y de Teres, dos eunucos del rey, de la guardia de la puerta, que habían planeado matar al rey Asuero. Y el rey preguntó: ¿Qué honra o qué distinción se concedió a Mardoqueo por esto? Los servidores del rey, sus oficiales, respondieron: Nada se ha hecho en su favor".

Recordemos el incidente en el cual Mardoqueo había oído, aparentemente por casualidad, a estos dos hombres conspirando, con esa clase de complot que asociamos con el Imperio Persa. Mardoqueo entonces hizo llegar el mensaje a la reina Ester, y ella lo notificó al rey. Aquel incidente fue registrado en las crónicas del reino. Cuando el funcionario leyó esto, el rey prestó atención por un momento. Se incorporó extrañado porque Mardoqueo no hubiera recibido ninguna recompensa y honor.

Mientras esta escena transcurría en el palacio, se oyó un golpe en la puerta exterior. Veamos que sucedió leyendo los versículos 4 al 6:

"Entonces el rey preguntó: ¿Quién está en el patio? En aquel momento llegaba Amán al patio exterior de la casa real, para pedirle al rey que ordenara colgar a Mardoqueo en la horca que él le tenía preparada. Y los servidores del rey le respondieron: Amán está en el patio. Que entre, dijo el rey. Entró, pues, Amán, y el rey le preguntó: ¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar? Amán dijo en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí?"

Justo en el momento en que el rey descubría que Mardoqueo nunca había sido recompensado por salvarle la vida, Amán fue oído cuando llegaba al patio exterior. Amán tampoco había dormido mucho. Había venido a la casa del rey para pedir permiso para colgar a Mardoqueo en la horca que había preparado para él. Aparentemente Amán tenía el privilegio de presentarse ante el rey en cualquier momento. Cuando Amán entró, el rey le introdujo en la conversación sin darle los antecedentes, ¡Qué situación paradójica! Amán había venido a pedirle al rey la vida de Mardoqueo, en el preciso instante en que el rey estaba preparándose para recompensarlo.

Estas circunstancias revelan la Providencia de Dios. En las sombras, Dios protege a los suyos. Aunque aquel pueblo estaba al margen de la voluntad de Dios, en una tierra que se encontraba lejos de aquella en la que Dios quería que estuvieran, ellos aún no estaban desvinculados de su guía directa. Estos eventos providenciales no podían haber sido accidentales.

Así que cuando Amán llegó a donde se encontraba el rey, fue saludado con la pregunta: ¿Qué debe hacerse al hombre a quien el rey quiere honrar? Amón pensó que el rey estaba hablando de él. Después de todo, él había sido nombrado primer ministro. Se le había dado el anillo del rey. Es cierto que él había pagado una cierta cantidad de dinero, pero pudo conseguir permiso para exterminar al pueblo judío. Y claramente, no había nadie más en el reino de quien él pudiera pensar que el rey se complacería en honrarle. Pero el rey estaba pensando en Mardoqueo. Continuemos leyendo los versículos 7 al 9, que contienen la respuesta de Amán:

"Respondió, pues, Amán al rey: Para el hombre cuya honra desea el rey, traigan un vestido real que el rey haya usado y un caballo en que el rey haya cabalgado, y pongan en su cabeza una corona real; den luego el vestido y el caballo a alguno de los príncipes más nobles del rey, vistan a aquel hombre que el rey desea honrar, llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad y pregonen delante de él: Así se hará al hombre que el rey desea honrar".

En esta respuesta se reveló la verdadera naturaleza de Amán y podemos ver lo que había en su corazón. Amán tenía su mirada puesta en el trono. Su intención era eliminar al rey cuando llegase el momento apropiado. Ésa era, de todas formas, la historia de los monarcas Persas. Era muy difícil que un hombre permaneciera en el trono por mucho tiempo. Incluso en la historia de Israel, tal como está registrada en 1 y 2 Reyes, si no hubiera sido tan trágico, tendría cierto sentido humorístico comprobar por cuan breves períodos gobernaron algunos reyes. Algunos de ellos duraron sólo dos meses en el trono. Cuando un rey se sentaba en el trono y miraba a su alrededor, no sabía quién era su amigo, ni quien era su enemigo. No se lo podía siquiera imaginar, porque el rey era consciente de que cualquier hombre que fuera ascendido a una posición alta, trataría de matarle para convertirse en rey. Obviamente, esta idea estaba en la mente de Amán.

Amán, en su fantasía habrá pensado: "¿a quién se complacería el rey en honrar más que a mí mismo? Dejadme llevar la ropa real, colocad la corona sobre mi cabeza, permitidme cabalgar en el caballo del rey, y que yo sea anunciado por un heraldo cuando paso por las calles" ¿Qué intenciones tenía? Amán estaba preparando a la gente para el día en el que la corana y el atuendo real le pertenecieran. En mi opinión, creo que el rey sospechaba algo, porque reconoció que al hablar de honrar a alguien, Amán claramente estaba pensando en sí mismo y no en Mardoqueo.

Nos llama la atención el sentimiento de odio del corazón de Amán. Es un hecho que estos sentimientos, estas pasiones van aumentando en intensidad, y el ser humano es incapaz de erradicarlas. No bastan para ello los buenos consejos, la imposición de una disciplina personal ni la impuesta por una religión. Ante esta situación no caben las mejoras, ni los intentos de reformar lo que ya está viciado por naturaleza. Ésta es una de las consecuencias del alejamiento de Dios. Y lo único que puede transformar progresivamente al ser humano en una persona liberada de esas obsesiones, de esa inclinación natural al mal, es el poder de Dios. Pero todas ellas esclavizan al hombre y a la mujer. Le invitamos, pues, a iniciar una relación con Dios, aceptando por la fe el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz a favor suyo. Y Él, por Su Espíritu, le regenerará, vendrá a morar en usted y le irá transformando en una persona capaz de vivir en paz con Dios, y con sus semejantes.

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