Estudio bíblico de Job 18:1-20:3

Job 18:2 - 20:3

Continuando con nuestro estudio del libro de Job, diremos que en nuestro programa anterior comenzamos el capítulo 18. Y encontramos aquí el segundo discurso de Bildad. Éste fue el segundo del grupo en hablar, y en este caso por segunda vez. Este segundo discurso de Bildad fue su refutación a Job. Lo interesante aquí es que él ya no tenía nada nuevo qué aportar. Recordemos que él era un tradicionalista. Y tenía una serie de proverbios y dichos que iba conectando unos con otros. Algunos eran buenos, pero ninguno de ellos arrojaba ninguna luz sobre el caso de Job. Leamos nuevamente, pues, el versículo 2, de este capítulo 18 de Job:

"¿Cuándo pondréis fin a las palabras? Pensad, y después hablemos".

En otras palabras él dijo francamente: "Job, si tú te callaras la boca, nosotros entonces podríamos hablar. Deberías dejar de hablar y comenzar a escuchar. Has estado hablando, cuando tenías que haber estado escuchándonos". Y uno no puede menos que pensar que todos ellos, tanto Job como sus amigos, podrían haberse abstenido de hablar tanto para poder escuchar. Ellos no estaban preparados en esta ocasión para escuchar la voz de Dios. Pero Dios estaba preparando a Job para que él escuchara Su voz más tarde.

Ahora, en el versículo 3, dijo:

"¿Por qué somos tenidos por bestias y a vuestros ojos somos viles?"

Bildad le preguntó a Job por qué les miraba con tanto desprecio y les consideraba torpes. La respuesta era obvia. Ésa era precisamente la manera en que ellos habían estado considerando a Job. Por eso decimos que en ese momento la situación entre Job y sus amigos se encontraba en un punto muerto. Durante este debate, se habían estado observando detenidamente. Estos hombres, que se habían acercado a él como amigos, ya no lo eran. Escuchemos lo que este hombre le dijo en el versículo 4:

"Tú, que te destrozas en tu furor, ¿será abandonada la tierra por tu causa, o serán removidas de su lugar las peñas?"

Lo que él estaba diciendo era: "¿Crees tú que Dios va a dirigir este universo de una forma que te convenga a ti?" Como ya hemos podido ver, este hombre era un tradicionalista, y él se basaba para todo en el pasado. Cualquier cosa que hubiera sido cierta en el pasado, era lo suficientemente buena para su tiempo. Ése era el método que él estaba utilizando.

En otras palabras: "Job, ¿no puedes tener un poco de sentido común para que podamos llegar a un entendimiento aquí? ¿Piensas que tu desprecio hacia nosotros considerándonos incompetentes, o tu ira por la forma en que Dios te trata, te va a librar de la trampa en que te encuentras?" Porque en el versículo 5 dijo:

"Ciertamente la luz del impío se apaga y no resplandecerá la llama de su fuego".

No se habría podido decir algo más cierto que eso, pero la verdad era que no se aplicaba a Job. Ahora, en los versículos 6 al 8 dijo:

"La luz se oscurece en su casa y se apaga sobre él su lámpara. Sus pasos vigorosos se acortan y sus propios planes le hacen tropezar; porque un lazo está puesto a sus pies y entre redes camina"

En otras palabras, le dijo: "Job, tú has sido atrapado en una red como un pez, y no porque no hayamos hecho todo lo posible. Se supone que nosotros estamos aquí para ayudarte y tú no nos escuchas. Tú te encuentras en esa situación porque hay algún pecado secreto en tu vida". Luego, en los versículos 9 y 10 dijo:

"Un cepo atrapa su talón y una trampa se afirma contra él. La cuerda está escondida en la tierra y la trampa lo aguarda en la senda".

O sea, "has sido atrapado como un animal en una trampa porque has estado jugando con el cebo. Y si no hubieras obrado así, no te habría sucedido esto".

Aquí podemos apreciar que Bildad pronunció estos tópicos piadosos y los expuso como si fueran un problema de geometría o matemáticas. Primero uno toma todos los pasos que corresponden a la prueba, llega a una conclusión, y ahí se da por terminado. Pero en la vida no todo funciona así. Además, en la vida es fácil comenzar con algunas premisas equivocadas. Si las premisas son correctas, por supuesto que uno puede llegar a una conclusión correcta; pero si sus premisas están equivocadas, entonces el resultado también resultará equivocado. Si en un problema de matemáticas, por ejemplo, A es igual a 10 y usted dice que es igual a 15, no llegará al resultado exacto, aunque siga correctamente todos los pasos requeridos.

Todos estos hombres estaban tratando de exponer sus fórmulas, pero estaban colocando las premisas equivocadas en sus fórmulas y luego emitían un juicio rápido y duro diciendo que Job había caído en una trampa, que todo esto se debía a su propia conducta, y que no podía ser de ninguna otra manera. La traducción de este texto indica que fueron sus propios pies los que le hicieron caer en una trampa, y quedar atrapado en las redes. Leamos ahora los versículos 11 al 17:

"De todas partes lo asaltan temores y lo hacen huir desconcertado. El hambre desgasta sus fuerzas y a su lado está dispuesta la ruina. La enfermedad roe su piel y sus miembros devora el primogénito de la muerte. De la confianza de su hogar es arrancado y es conducido al rey de los espantos. En su hogar mora como si no fuera suyo; piedra de azufre es esparcida sobre su morada. Por abajo se secan sus raíces y por arriba son cortadas sus ramas. Su recuerdo se borra de la tierra y no tiene nombre en las calles".

Luego él continuó diciéndole que la enfermedad desgastaría el cuerpo del malvado. El fuego de Dios destruirá su morada terrenal y su nombre será borrado. Su familia perecerá, no tendrá descendientes. Y su desolación asombrará a las generaciones futuras. Bueno, todo esto era cierto de los malvados, pero no era aplicable a Job. Una declaración puede ser absolutamente cierta, y aun así, no tener aplicación a una situación individual.

Ésa es una de las razones por las cuales uno debiera elegir cuidadosamente a sus consejeros. Algunos psicólogos frecuentemente parten de premisas que no son acertadas desde el punto de vista de una ética Bíblica, lo cual les incapacita para aconsejar a aquellos que basan en las Sagradas Escrituras su ética cristiana.

Aquellos hombres estaban intentando aconsejar a Job, pero no podían lograr su propósito. Bildad dijo que los malvados serían juzgados. Y eso es cierto. Si recordamos le historia relativamente reciente, al destino de los dictadores, veremos que tal como vivieron, así murieron, Por todo ello, aunque la afirmación de Bildad era cierta, Job no era en ningún modo, esa clase de persona. Ahora, en el versículo 18, de este capítulo 18, leemos:

"De la luz es lanzado a las tinieblas y es arrojado fuera del mundo".

Ésa es una expresión bastante figurativa del impío, pero no corresponde a una persona como Job. Luego continuó diciendo en los versículos 19 y 20:

"No tiene hijo ni nieto en su pueblo, ni quien le suceda en sus moradas. De su día se espantan los de occidente, y el pavor caerá sobre los de oriente".

Al ser humano le agrada tener descendencia y posteridad. El texto se refiere concretamente a hijos y nietos. Ellos son motivo de orgullo y satisfacción. A veces los malos tienen más descendientes que nadie más. A Job, en aquel tiempo, no le había quedado ningún hijo. Todos habían muerto. Fue realmente cruel que Bildad le hablara a Job de esta manera. Más tarde en nuestro relato, veremos que Dios compensaría a Job por todo lo que había perdido y le daría más hijos. Ahora, pasando al versículo 21, de este capítulo, leemos:

"Tales son ciertamente las moradas del impío, y ese es el lugar del que no conoce a Dios".

En este capítulo hemos visto entonces que Bildad estaba describiendo a los malvados, su condición y destino final. Clasificó a Job entre ellos y le comunicó que se encontraba al final del camino de su vida. Por supuesto, si uno mira a estas circunstancias, tiene que admitir que parecía que la descripción dada por Bildad encajaba con Job. Estos amigos sencillamente no creían que lo que le había ocurrido a Job podría haber sucedido por alguna otra razón. Como dijimos anteriormente, ellos creían que su conducta había sido mala, que ocultaba algún pecado secreto y no aceptarían ningún otro motivo para explicar su sufrimiento.

Cuando Job les respondiera a sus amigos, les diría: "¿No podéis concebir la posibilidad de que Dios me haya atrapado en Su red sin que me haya explicado por qué lo ha hecho? Ahora, debe haber una explicación, pero la vuestra quizá no sea la correcta". Y llegamos así a

Job 19

En este capítulo tenemos la respuesta de Job a Bildad. Como podemos ver, la equivocación que Job estaba comenzando a cometer era ésta: él sabía que ellos estaban equivocados, pero el que ellos estuvieran en el error no hacía que él estuviera acertado. La actitud de Job también era equivocada. Él tiene también una concepción equivocada de Dios en esta oportunidad, aunque él pudo ver algunos destellos de luz de vez en cuando. Leamos los dos primeros versículos de este capítulo 19:

"Respondió entonces Job y dijo: ¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma y me moleréis con palabras?"

Si éste hubiera sido como un encuentro deportivo, el entrenador de un equipo habría declarado que el adversario había superado a sus defensas. En nuestro relato, los supuestos amigos de Job habían derribado sus defensas. En el versículo 3, Job dijo:

"Ya me habéis insultado diez veces, ¿no os avergonzáis de injuriarme?"

Cuanto más hablaban, más distanciados de Job estaban. Ellos no tenían razón, pero tampoco la tenía Job. Job pensaba que porque ellos estaban equivocados, él estaba en posición correcta, pero en realidad no era así. Si la conciencia de Job y su vida hubieran estado abiertas a la presencia de Dios, ¿qué posición debería haber tomado? Bien, permítanos hacer una sugerencia: pensamos que él nunca debería haber contestado en absoluto a sus amigos. Lamentablemente, la mayoría de nosotros creemos que debemos defendernos.

Aquellos que tienen el don de predicar y enseñar se encuentran en una situación muy vulnerable, porque están expuestos a ataques y críticas. Y en muchos casos en que las personas han acudido a un predicador o a un maestro y le han dicho: "Bueno, ¿y por qué no se defiende usted? ¿Por qué no escribe algún artículo o carta y se defiende?" Pues bien, no creemos que eso sea necesario. Alguien ha dicho acertadamente: "Los amigos que lo conocen bien a uno, no necesitan una explicación, y los enemigos, pues, no la van a creer de todas maneras".

De modo que, opinamos que las cosas se explican a sí mismas con el correr del tiempo. Y no creemos que sea necesario defenderse uno mismo en estos casos. Por eso hemos dicho antes que creíamos que Job no debería haber contestado a sus amigos. Él debería haber cedido en una actitud de sumisión. Él debería haber escuchado todo lo que ellos tenían que decir, y luego despedirles e indicarles como llegar a la puerta principal de la ciudad. Pero él estaba decidido a defenderse a sí mismo.

Y hay muchas personas que piensan que deben adoptar esa actitud. Personalmente opino que Job debió haber adoptado la posición de permanecer en silencio y de no defenderse de esta manera. Así, quedó distanciado de ellos. Si hubiera guardado silencio, no habría recibido diez reproches de ellos. En el versículo 4, de este capítulo 19 dijo:

"Aun siendo verdad que yo haya errado, sobre mí recaería mi error".

En otras palabras, Job estaba diciendo: "Nadie conoce ningún error en mí, excepto yo mismo". Sus amigos no eran capaces de señalarlo, y la implicación era que él mismo no era consciente de ningún error. Alguien ha dicho que el Señor no nos hizo perfectos, sino que nos hizo ciegos hacia nuestros errores. Bueno, no creemos que el Señor haya hecho eso, pero es una declaración correcta; nosotros no somos perfectos, sino que la mayoría de nosotros somos ciegos con respecto a nuestras propias faltas. Así fue que este hombre Job fue ciego hacia muchas de sus faltas. Leamos ahora, los versículos 5 y 6, de este capítulo 19:

"Pero si vosotros os jactáis contra mí, y contra mí alegáis mi deshonra, sabed ahora que Dios me ha derribado, y me ha atrapado en su red".

Bildad había dicho que Job había caminado hasta quedar atrapado en una red, pero Job sostenía que Dios había causado esta situación y no le había dado una explicación por ello. ¿No podría haber sido el caso que Dios había hecho esto por alguna razón que Él no le había explicado a Job? Por supuesto, pero sus amigos habían decidido que la explicación de ellos era la correcta.

Entonces Job habló en un tono de súplica a sus amigos. Leamos los versículos 7 al 11:

"Yo grito: ¡Agravio!, pero no se me oye; doy voces, pero no se me hace justicia. Dios ha cercado con valla mi camino y no puedo pasar; y sobre mis veredas ha tendido tinieblas. Me ha despojado de mi gloria y ha quitado la corona de mi cabeza. Por todos lados me ha arruinado, y perezco; ha hecho que pase mi esperanza como un árbol arrancado. Hace arder contra mí su furor y me tiene por uno de sus enemigos".

Job continuó diciendo que Dios le había tratado muy duramente y que tenía que haber una explicación para ello. El propósito de Dios tenía que ser diferente a la explicación que sus amigos le habían dado. Pero Job confesó que no sabía cuál era ese propósito.

Y así, continuó diciendo que sus hermanos le habían abandonado, sus conocidos se habían separado de él, sus amigos le habían olvidado, las criadas que vivían en su casa le veían como un extraño, sus siervos no respondían a su llamado, y su esposa era como una extraña para él. Incluso los niños le habían despreciado. Estaba tan delgado que la piel se pegaba a sus huesos, y dijo en el versículo 20, "he escapado con solo la piel de mis dientes". Y pidió a sus amigos que se compadecieran de él. Y en los versículos 23 y 24, de ese capítulo 19, dijo:

"¡Quién diera ahora que mis palabras fueran escritas! ¡Quién diera que se escribiesen en un libro, o que con cincel de hierro y con plomo fueran esculpidas en piedra para siempre!"

En este párrafo manifestó el deseo que sus palabras quedaran registradas en un libro, y estaría dispuesto a que su peor enemigo las escribiera.

Pero Job expresaría a continuación su gran fe. Estos amigos habían tratado de derrotarlo; y ésa era la sutil intención de Satanás. El diablo, por medio de los amigos de Job, había podido llevarle a una condición en la cual él no era humilde, y aún estaba tratando de defenderse ante Dios. Pero, podemos decir que Job no había llegado al fondo todavía, y estos amigos suyos no habían podido quebrantarlo. Job tenía una fe real, viva en Dios. E iba a pronunciar una de las grandes declaraciones de la Biblia. Y no es simplemente porque la frase es muy importante, sino que fue grande porque el hombre que la pronunció era un hombre enfermo que estaba listo para morir. Había perdido todo lo que tenía. Él estaba bajo la disciplina del Dios Todopoderoso, y sentía, por así decirlo, el azote sobre su espalda. Y aun así pudo decir lo que leemos en los versículos 25 al 27, de este capítulo 19:

"Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí".

Cuando Job se puso enfermo y estaba en el peor momento de sus sufrimientos, dijo que quería morir. No estaba hablando de aniquilación, sino de la muerte, que le libraría de todos sus dolores. Creemos que esto fue evidente. Él supo que resucitaría de los muertos. Supo que en su carne, físicamente, vería a Dios. Supo que aunque los gusanos destruyeran su cuerpo después de la muerte, él vería a Dios. Él creyó en la resurrección de los muertos.

Estimado oyente, estos cuerpos nuestros volverán al polvo. Los cuerpos de los que mueren estando unidos a Cristo, son puestos a descansar, pero el espíritu se va inmediatamente con Cristo.

Y habiendo pronunciado esta gran declaración, Job clamó ante sus amigos. En los versículos 28 y 29, de este capítulo 19, dijo:

"Deberíais decir: ¿Por qué lo perseguimos, si la raíz de su situación está en él mismo? ¡Temed vosotros delante de la espada, porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias! ¡Sabed, pues, que hay un juicio!"

En realidad Job les dijo: "¿No teméis el juicio de Dios por todo lo que me habéis estado diciendo?" Pero, a pesar de las acusaciones de ellos, Job había conservado su fe. Él creía que el Redentor vendría, y que él mismo era considerado como uno de los redimidos. Y llegamos así a

Job 20:1-3

El tema ahora es el segundo discurso de Zofar. Ahora, el último de sus amigos, el tercero, iba a hablar a Job en esta segunda ronda del debate. Luego tendremos una tercera ronda, que será breve y en la cual ni siquiera estará incluido Zofar.

Recordemos que Zofar era un legalista. Creía que Dios obraba según la ley y el orden. Esto, por supuesto es verdad, pero el trono de la ley y el orden en el juicio, se convertiría en un trono de gracia; y Zofar no sabía nada acerca de eso.

Hoy quizás diríamos que Zofar tenía una mente científica. En nuestra época el pensaría que uno puede colocar la vida en un tubo de ensayo y surgirá de una manera determinada. Él decía que las cosas nunca pueden cambiar, y que permanecerán tal como están desde la fundación del mundo. No sabía nada sobre la gracia y misericordia de Dios. Comenzó su intervención enérgicamente, aunque su estilo no impresionó tanto como antes. Aunque fue más cruel de lo que había sido anteriormente. Sabía como golpear con dureza y lo hizo con Job, previendo que posiblemente ésta sería su última ocasión de hacerlo. Aunque no introdujo nada nuevo en sus argumentos, se apoyó en su antigüedad y recurrió al mismo legalismo. Se aferró a la teoría de que Job era una mala persona, debido a la ley que establecía que los malvados debían ser castigados. Y éste fue su énfasis en esta exposición. Leamos los primeros tres versículos de este capítulo 20:

"Respondió Zofar, el naamatita, y dijo: Por cierto mis pensamientos me hacen responder, y por eso me apresuro. He escuchado una reprensión afrentosa y mi inteligencia me inspira la respuesta".

Aquí vemos que no le importó destacar que estaba más calificado que su oponente. Y se preparó para presentar su caso con el mismo tipo de argumento que había usado anteriormente, Iba a repetir lo que él consideraba un hecho establecido por su antigüedad.

En nuestro programa de hoy hemos visto que, en medio de sus sufrimientos y agonía al borde de la muerte, surgió su fe como un brillante resplandor en medio de la oscuridad, cuando dijo: "Yo sé que mi Redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. Y cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos". Estimado oyente, ¿podría usted decir lo mismo? ¿Tiene usted esa fe, esa seguridad? Frente a la inflexibilidad y el legalismo de sus amigos, Job se apoyó en la gracia de Dios. Y usted puede hacerlo también, aceptando por la fe que el Señor Jesucristo murió por usted en la cruz, para poderle conceder el don gratuito de la salvación, Si así lo hace, por la obra del Espíritu de Dios, podrá apoyarse en Dios para sobrellevar las circunstancias más adversas de esta vida, con la esperanza de estar algún día en la presencia de Dios.

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