Estudio bíblico de Cantares 4:1-5:5

Cantar de los Cantares 4:1-5:5

Llegamos hoy al capítulo 4 del Cantar de los Cantares de Salomón. La totalidad de este capítulo, excepto el último versículo, constituye la canción del esposo. Aquí se demuestra el amor que Salomón tenía por esta joven, a quién él había conocido en la zona montañosa del país y había traído a la ciudad. Nos imaginamos que ella habrá usado zapatos por primera vez, que en su nueva vida también tenía muchos hermosos vestidos que lucir, y que se sentaba a la mesa del rey Salomón. ¡Qué privilegio que tenía ella! Y seguramente disfrutaba de la alegría de su nueva posición.

Al leer este capítulo, deberíamos ver que el Espíritu de Dios está tratando de demostrar el amor de Cristo para con nosotros. Ese amor está expresado a través de esta hermosa relación personal. En ella vemos el amor de Cristo por la iglesia y Su amor por el creyente individual. Este es la canción de amor del esposo, o la canción de amor del Señor Jesucristo.

Creemos que es obvio que El hablaba de la Iglesia cuando dijo, en el versículo 7, ¡Que hermosa eres amada mía! No hay defecto en ti. Aquí vemos a Cristo hablando de la iglesia, del creyente. El nos estaba hablando a usted y a mí. ¿Quiere decir que vamos a tener que convertirnos en personas perfectas? Por supuesto que no. Y para aclarar esto, observemos lo que nos dice un pasaje muy conocido en la carta del Apóstol Pablo a los Efesios 5:25 y 26 "como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra". Ahora, Él, ya nos ha limpiado por medio de Su sangre. Y a través de Su sacrificio, hemos obtenido perdón de los pecados; así que ahora no se nos puede acusar de nada; pero Él también nos va a santificar, nos va a purificar por medio de la Palabra de Dios. ¿Cómo? Bueno, con la Palabra de Dios. Así lo dice este mismo capítulo de Efesios 5:27, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino que fuese santa e intachable. Él será quien logre que esta Iglesia llegue a ser santa e intachable. Nosotros seremos vistos en Cristo, unidos a El. Y ahora, Él puede observar a la Iglesia y decir: ¡Qué hermosa eres, amada mía! No hay defecto en ti. Porque Él ha quitado esas manchas de la Iglesia, y de cada creyente.

Ahora, el primer versículo de este capítulo 4, del Cantar de los Cantares dice:

"¡Qué hermosa eres, amada mía, que hermosa eres! ¡Tus ojos son como palomas en medio de tus guedejas! Tus cabellos, como manada de cabras que bajan retozando las laderas de Galaad."

Aquí vamos a encontrar una descripción muy detallada de esta joven. Se describen aquí varias partes de su cuerpo. En el matrimonio, después de todo, existen dos puntos de vista extremos. Uno es el que le da demasiado énfasis al sexo. Y hay otro punto opuesto que no le da ningún énfasis al sexo; y que el matrimonio es un estado tan elevado, santo, donde el sexo no tiene ninguna cabida. Ahora cuando el énfasis se coloca completamente en el sexo, entonces la relación se convierte en algo parecido a la relación entre dos animales. Pues, bien, entre esos dos puntos de vista extremos está el verdadero matrimonio. Y cuando el esposo toma a la esposa en sus brazos, el amor de ellos, su amor físico, es consumado.

Leamos ahora los versículos 2 y 3 de este cuarto capítulo:

"Tus dientes, como manada de ovejas que suben del baño recién trasquiladas, todas con crías gemelas, ninguna entre ellas estéril. Tus labios son como un hilo de escarlata; tu hablar, cadencioso; tus mejillas, como gajos de granada detrás de tu velo."

Así era como el esposo veía a la esposa. Todo joven que ha mirado los ojos de alguna joven, le habrá dicho, lo hermosos que eran sus ojos. Estamos seguros que nunca hablamos de los otros miembros del cuerpo de tal manera.

Esto nos revela, estimado oyente, que el Señor Jesucristo no sólo nos ama, sino que nos conoce muy bien. Tenemos que dejar de engañarnos a nosotros mismos, porque a El no le podemos engañar. Esto quiere decir que podemos ir y decirle a Él todo, todo lo que está en nuestro corazón. No merece la pena ocultar nada, utilizar subterfugios ni andarse con rodeos. Le podemos contar acerca de sus debilidades, de nuestros pecados, de todo aquello que está presente en nuestros corazones y vidas. Esa es la manera de tratar o hacer frente a todas estas cosas.

¿Tiene usted un complejo de inferioridad? Si así es, cuénteselo al Señor Jesús. El es el único que tiene una respuesta para ello. Aunque seguramente existe una variedad de opiniones entre psicólogos, ya hemos mencionado en uno de estos programas que, cierto psicólogo cristiano en cuanto a este tema, dijo: "Usted no puede librarse del complejo de inferioridad. Nosotros como psicólogos podemos cambiar el complejo de inferioridad de un lugar de la personalidad a otro. Pero el único lugar donde uno puede encontrar una solución a este problema es en la cruz de Cristo". Hasta aquí la cita. Creemos que allí es donde la gente debería ir con sus complejos. Agustín dijo que nuestros corazones continuarían inquietos hasta que acudamos al Señor. Quizás algunos no necesitarían librarse de ciertos sentimientos de inferioridad, porque éstos podrían ayudarle para encontrar fortaleza en el Señor. Esos sentimientos podrían evitar que usted se convierta en un cristiano arrogante. Podrían ayudarle a darle al Señor todo el honor y la gloria.

¿Tiene usted un mal hábito que quisiera cambiar? Vaya a El y confiéselo. El es rico en compasión y misericordia. Quizás siente que ha fracasado ya varias veces. Ha todos nos ha sucedido. Pero podemos acudir a El con una actitud de arrepentimiento. Y es hermoso pasar por esa experiencia de comunicarnos con El, porque sabemos que en Su tiempo y a Su manera nos dará la victoria. Para realizar sus maravillosos actos El se mueve de forma misteriosa. El no sigue mis reglas o las de usted, estimado oyente. El no lo logra por artilugios o recursos concebidos por los seres humanos. El nos ayuda en el momento en que lo considera apropiado, y siguiendo Sus métodos.

Debemos destacar que El nos conoce íntimamente. Conoce los detalles más diminutos de nuestras vidas. Por lo tanto, nunca deberíamos temer por acudir a El y contarle todo.

Y podemos leer en el versículo 6 de este capítulo 4, lo siguiente:

"Mientras despunta el día y huyen las sombras, me iré al monte de la mirra, a la colina del incienso."

Ese es el lugar al cual debemos acudir para hallar la solución a nuestros problemas. El monte de la mirra es un símbolo de la cruz de Cristo, porque la mirra nos habla de Su muerte. Es en ese lugar que podemos encontrar consuelo, salvación, ayuda y esperanza.

Y la colina del incienso se refiere a Su vida, pero no simplemente Su vida terrenal, Porque como dijo el Apóstol Pablo en 2 Corintios 5:16: De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según criterios humanos; y aun si a Cristo conocimos de esta manera, ya no lo conocemos así.

La solución a su problema espiritual es conocer a Cristo. Por ello dijo Pablo; Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús. (Fil. 2:5) Por tal motivo, estimado oyente, continuamos diciendo que la respuesta se encuentra en la Palabra de Dios. Es por la ignorancia de la Palabra de Dios que muchas personas están buscando respuestas por otras partes. Esa falta de conocimiento hace a una persona vulnerable ante los maestros falsos que se aprovechan de quienes no conocen la Palabra de Dios. Porque es por medio de la Palabra de Dios que conocemos a Jesucristo y aprendemos a sentarnos a la mesa en la sala de banquetes, que hemos visto en el Cantar de los Cantares de Salomón. Allí podemos celebrar un banquete con El, encontrando en El la satisfacción y la alegría.

En realidad, ni usted ni yo somos conscientes de cuánto nos ama. Escuchémosle leyendo los versículos 9 y 10:

"Me robaste el corazón, hermana, esposa mía; me robaste el corazón con una mirada tuya, con una gargantilla de tu cuello. ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, y la fragancia de tus perfumes más que toda especia aromática!"

El esposo hablando con la esposa ilustra al Señor Jesús hablando de los creyentes, de aquellos que son Suyos. De esa manera El nos ama hoy. Si verdaderamente supiéramos cuánto nos ama, ese conocimiento quebrantaría nuestro corazón. Solo el Espíritu de Dios puede hacer ese amor real para nosotros. ¿Ha experimentado usted mismo ese amor? ¿Es consciente ahora mismo de Su amor? Estimado oyente, tenga la seguridad de que El le ama. Escuchemos ahora lo que dijo la esposa en respuesta, aquí en el versículo 16, de este capítulo 4:

"¡Levántate, viento del norte, y ven, viento del sur! ¡Soplad, y mi jardín desprenda sus aromas! ¡Venga mi amado a su jardín y coma de sus dulces frutos! Comed, amados amigos; bebed en abundancia."

Recordemos cómo enseñó el señor Jesús a Sus discípulos en el aposento alto en aquel hermoso discurso registrado en Juan 13 al 17. En la mitad del discurso, en Juan 14, encontramos que el Señor Jesucristo fue interrumpido una y otra vez por los discípulos que le hicieron preguntas. El último en interrumpirlo fue Judas. ¿Se ha fijado usted alguna vez en la pregunta que él le hizo al Señor? En Juan 14:22 vemos que le preguntó: Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo? Judas le estaba diciendo: "Es maravilloso el estar aquí. Tú nos estás revelando estas maravillosas verdades en cuanto a tu persona. Pero, ¿y el mundo que se encuentra fuera de aquí?"

En el versículo 16 de nuestro pasaje, la esposa estaba hablando. Y se dirigió al viento del norte. El viento del norte era un viento frío y podía hacer que la esposa sintiera mucho frío. Pero ella dijo: ¡Levántate, viento del norte! ¿Por qué? Para que aquella especia, aquella maravillosa fragancia pudiera ser esparcida hacia otros, para que también pudieran disfrutarla. EL Dr. Ironside añadió: "nos indica el anhelo de la esposa de ser todo lo que su esposo quería que fuera". Y continuó diciendo: "el viento del norte es frío, implacable, cortante; una ráfaga glacial. Naturalmente, ella se protegería de él, como nosotros también lo haríamos y, sin embargo, el frío del invierno es tan necesario como el calor del verano, si va a llevarse a cabo perfectamente la producción del fruto. Se requiere el frío para desarrollar el sabor de las manzanas. Y así sucede con nuestras vidas. Necesitamos el viento del norte, el viento frío de la adversidad y las dificultades, así como el viento suave y apacible del sur, tan agradable para nuestra naturaleza. Las mismas experiencias de las cuales nos apartamos, o de las cuales intentamos protegernos, son las que actuarán en nosotros para producir los frutos pacíficos de justicia. Si todo en nuestra vida nos resultara fácil y placentero, éstas serían insípidas; habría tan poco en ellas que pudiera deleitar el corazón de Dios; así que, tiene que haber un viento del norte, así como un viento del sur". Hasta aquí la cita.

Esta es la clase de vida que el Señor Jesús usa para alcanzar al mundo. El no ha olvidado al mundo.

La esposa le dijo al esposo: ¡Venga mi amado a su jardín y como de sus dulces frutos! Esta fue una invitación que él aceptaría. Y en el aposento alto, como vimos en Juan 14:23, el Señor Jesús les dijo a Sus inquisitivos discípulos: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él.

Llegamos ahora al

Capítulo 5

del Cantar de los Cantares. Ahora, parecía que había cierto conflicto en la mente de la esposa, en cuanto a si ellos debían pasar algún tiempo en comunión y compañerismo, o si debían salir a cumplir con sus responsabilidades. Ambas eran cosas esenciales. Necesitamos llevar a cabo ambas. Necesitamos sentarnos a los pies de Jesús, pero también necesitamos seguir a aquellos pies que salen por las laderas de las montañas buscando a la oveja perdida. Tenemos que seguir a aquellos pies que salen por el mundo, que es el campo en el cual hemos de sembrar la semilla de la Palabra de Dios.

Escuchemos hablar al esposo en el primer versículo de este quinto capítulo:

"He venido a mi jardín, hermana, esposa mía; he recogido mi mirra y mis aromas, he comido mi panal y mi miel, mi vino y mi leche he bebido."

El la estaba invitando a ella para pasar un rato juntos. Recordemos las palabras del Señor en Apocalipsis 3:20, cuando dijo: He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo. Estos son los momentos de compañerismo que necesitamos. Y en relación con esta comunión, el apóstol Juan escribió lo siguiente en su primera epístola, capítulo 1, y versículo 4, Estas cosas os escribimos, para que vuestra alegría sea completa El no solo quiere que tengamos ese compañerismo, sino que también disfrutemos de esos momentos. ¿Lo está usted pasando bien como cristiano?

De vez en cuando recibimos cartas de personas que están ingresadas en hospitales o en hogares para ancianos. Muchas de esas personas nos cuentan acerca de sus sufrimientos, provocados por la enfermedad que están padeciendo. Pero también nos cuentan de lo maravilloso que es tener una relación de comunión con el Señor Jesucristo.

Ahora llegamos a la cuarta canción. Estas son canciones populares. Podemos titular este nuevo párrafo

El sueño inquieto

Aquí fue la esposa la que habló. Leamos el versículo 2:

"Yo dormía, pero mi corazón velaba. La voz de mi amado que llama: «¡Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía, perfecta mía, pues mi cabeza está cubierta de rocío, mis cabellos, de la humedad de la noche!"

Ella dijo que su corazón estaba despierto. Estaba alerta, pendiente de él, oyendo la voz de su amado. Él había estado fuera toda la noche, ocupado, mientras la esposa se acostaba.

La iglesia necesita oír hoy este mensaje. Todos los creyentes necesitan escuchar ese mensaje. Levantémonos del lecho del descanso y la inactividad, y pongámonos en acción. Si el Señor nos ha dado salud, ocupémonos en Sus asuntos.

Leamos ahora el versículo 3:

"Me he quitado la ropa, ¿cómo vestirme otra vez? Ya me he lavado los pies, ¿cómo ensuciarlos de nuevo?"

Aquí la esposa comenzó a racionalizar. Ya se había acostado y lavado sus pies. Y en el versículo 4, dijo:

"Mi amado metió su mano por el resquicio de la puerta y mi corazón se conmovió dentro de mí."

Aquí vemos que sus emociones se despertaron y se conmovió ante la presencia del esposo. Y continuó diciendo en el versículo 5:

"Me levanté para abrir a mi amado y mis manos gotearon mirra: ¡de mis dedos corría la mirra sobre el pestillo de la cerradura!"

El antecedente de este detalle de la puerta era una hermosa costumbre de la época. Cuando un hombre estaba enamorado de una mujer y quería expresarle su amor, solía ir a la casa de ella y, en vez de dejarle una tarjeta, le dejaba una especia aromática. La puerta estaba construida dejando una abertura, una rendija, para que alguien pudiera tener acceso con la mano al interior para correr el pasador, a menos que estuviera atrancado, como fue el caso en esta ocasión. Cuando no había respuesta de la mujer, que estaba durmiendo, el esposo colocaba mirra en el tirador interior de la puerta para que ella supiera que él había estado allí. Mas tarde, cuando ella fuera a abrir la puerta, el agradable aroma quedaría impregnado en sus dedos. De esa manera, el esposo había dejado la dulzura de su presencia.

La esposa es una figura de la Iglesia. La Iglesia no se va muy lejos de su sede. Muy pocos salen de la sombra del edificio de la iglesia. La mayoría ni siquiera se apartan de los escalones de la iglesia. Y como resultado, han perdido la relación de compañerismo y comunión con el Señor Jesús. En realidad, esa es una de las pequeñas zorras que destruyen las uvas. Al perder nuestra comunión con El, nos apartamos del ámbito de la voluntad de Dios. Eso es lo que significa apagar al Espíritu (como vemos en 1 Tesalonicenses 5:19). Apagar al Espíritu es negarse a ir a donde El quiere que vayamos o a hacer lo que El quiere que hagamos.

Creemos que si hoy, figurativamente hablando y desde un punto de vista espiritual, nos levantáramos de nuestras camas, comenzáramos a ponernos en movimiento y empezáramos a hacer algo para Dios, encontraríamos, como la esposa de esta historia, la fragancia de Su presencia en el tirador de la puerta de nuestro dormitorio. Y entonces experimentaríamos la fragancia de Su comunión y compañerismo. Y así llegamos al fin de esta canción que, siendo la más breve, es una pequeña piedra preciosa, que nos invita a experimentar el aroma de Su compañerismo, de su trato con nosotros, de la relación personal que tenemos con El.

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