Estudio bíblico de Mateo 15:1-39

Mateo 15

Tema: Jesús denunció a los escribas y Fariseos, reprendió a Sus discípulos, sanó a la hija de una mujer cananea y a multitudes, y alimentó a 4.000.

Este capítulo continúa narrando los movimientos del Rey, quien estaba comenzando a encaminarse hacia la cruz. Ya hemos presenciado Su rechazo y conflicto con los líderes religiosos. Aquí se avanza en el ministerio de Jesús hasta llegar al mismo punto de ruptura con los escribas y Fariseos. El pasaje contiene mucha acción. Y el primer párrafo nos relata cómo

Jesús denunció a los escribas y fariseos

Leamos los versículos 1 y 2:

"Entonces se acercaron a Jesús algunos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no se lavan las manos cuando comen pan."

Los escribas y Fariseos habían venido viajando desde Jerusalén. En el capítulo anterior vimos que Jesús y Sus discípulos se encontraban fuera en un lugar desértico, donde las multitudes no podían conseguir alimentos. Fue entonces que El las alimentó. A primera vista, el hecho de que los dirigentes religiosos hubiesen venido desde lejos para escuchar a Jesús, podría parecer asombroso. En fin, francamente hablando, no habían recorrido el largo camino para aplaudirle o aceptar su enseñanza, sino para criticarle. Es evidente que no se trataba de una visita amistosa. No le acusaron de quebrantar las Escrituras, sino las tradiciones, que ellos consideraban en un pie de igualdad con las Escrituras. Querían saber por qué los discípulos no se lavaban las manos. Se estaban refiriendo a la limpieza ceremonial, antes que a lo que nosotros consideramos una limpieza física o higiénica. Hay muchísimas personas que creen que si uno participa de una ceremonia o rito exterior, obteniendo así una limpieza externa, ya ha cumplido con todo lo que tenía que hacer. Escuchemos la respuesta de Jesús, en el versículo 3:

"Y respondiendo El, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición?"

Jesús les acusó de quebrantar el mandamiento de Dios con su tradición. Es que la tradición de ellos permitía a un hombre desobedecer a la Ley, --algo realmente asombroso, y tenían una muy ingeniosa forma de hacerlo. Leamos los versículos 4 al 6, en los que continúa la respuesta de Jesús:

"Porque Dios dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: Quien hable mal de su padre o de su madre, que muera. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es ofrenda a Dios todo lo mío con que pudieras ser ayudado, no necesitará más honrar a su padre o a su madre. Y así invalidasteis la palabra de Dios por causa de vuestra tradición."

Nuestro Señor estaba diciendo que el honrar a los padres, incluía apoyarles en su manutención. La manera en que soslayaban esa responsabilidad era dedicando su dinero como un donativo para Dios, lo cual les liberaba de mantener a sus padres. Esta solución les proporcionaba una forma piadosa de quebrantar la Ley Mosaica.

Aun creo que la mejor manera de probar a un cristiano es examinar cómo administra sus bienes y cuál es su actitud frente a Dios. El desea que cada uno se ocupe de sus responsabilidades personales como, por ejemplo, el mantenimiento de la familia, antes de colaborar económicamente con la obra de Dios.

Volviendo a nuestro relato, vemos lo que Jesús, además, les dijo. Leamos los versículos 7 y 8:

"¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros cuando dijo: Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mi."

Los dirigentes religiosos estaban ansiosos de que la gente cumpliese la ceremonia del lavamiento de las manos, pero pasaban por alto la condición del corazón, que para Dios era lo más importante. De una manera piadosa, estaban violando la Ley de Moisés.

A continuación vemos que el Señor amplió aquella declaración. Leamos los versículos 10 al 12:

"Y llamando junto a sí a la multitud, les dijo: Oíd y entended: no es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se escandalizaron cuando oyeron tus palabras?"

El gran principio que Jesús estaba enseñando establecía que la corrupción moral era espiritual, no física. Los discípulos se sorprendieron de que el Señor ofendiese a los Fariseos. Hasta ese momento, había existido una situación conflictiva entre los dirigentes religiosos y Jesús, pero este incidente marcó el punto de ruptura. La enseñanza continuó en los versículos 13 y 14:

"Pero El contestó y dijo: Toda planta que mi Padre celestial no haya plantado, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo."

La palabra "planta" aquí significa sisTema. No es una interpretación demasiado amplia considerar que Jesús afirmó que todo sisTema religioso que su Padre celestial no hubiese plantado o establecido, sería arrancado de raíz. La conclusión de Jesús tenía sentido del humor y sarcasmo. Los Fariseos eran los guías ciegos. Continuemos leyendo los versículos 15 al 18:

"Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos la parábola. Y El dijo: ¿También vosotros estáis aún faltos de entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al estómago y luego se elimina? Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre."

El Señor les había estado hablando a Sus discípulos por parábolas, pero ellos aun no habían comprendido la lección. Aquí tenemos un principio importante. Una persona no se corrompe por lo que entra por su boca, sino por lo que sale de su boca. Como alguien ha expresado adecuadamente; lo que se encuentra en el pozo del corazón, tarde o temprano saldrá en el cubo de la boca. En los versículos 19 y 20, escuchemos lo que Jesús dice:

"Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre."

Indudablemente, estamos viendo funcionar este principio en nuestra cultura contemporánea. En este período y en cuanto a la moralidad que en él prevalece, hemos llegado a la situación a la cual se refirió el profeta Isaías en su libro, 5:20, en la que la gente "llama al mal bien y al bien mal". A los que creemos en la Biblia se nos considera retrógrados y completamente equivocados. Y ¿qué es lo que tenemos en esta época en la que el ser humano expresa sin limitaciones lo que hay en su corazón? ¿Se trata de una nueva moralidad? No, se trata de las mismas cosas de épocas antiguas: malos pensamientos, asesinatos, adulterio, fornicación, testimonios falsos, blasfemias, robos. Verdaderamente, se ha abierto la caja de Pandora y surgen los problemas en los ámbitos personal, familiar y social.

Es evidente que el ser humano necesita estar controlado. Es el ser viviente más depravado de la tierra. A los otros animales se les coloca en jaulas, pero el ser humano tiene que estar en libertad para hacer lo que quiere. Y nuestro Señor nos describió todo lo que la humanidad iba a hacer, y que estos pensamientos y acciones corrompen. Mucho de lo que hoy nos rodea está enfocado hacia un énfasis en cuestiones sexuales, como puede verse en internet y en algunos medios de difusión. Este despliegue de propaganda corrompe y nadie puede declararse inmune ante este esfuerzo publicitario que afecta a niños y a jóvenes y que pretende justificarse con una mal entendida libertad de expresión. Las vivencias que se encuentran en el corazón del ser humano están ahora surgiendo al exterior. Por ello señalo los tremendos alcances de esta declaración del Señor.

Llegamos ahora al versículo 21, que inicia el párrafo en el que

Jesús sanó a la hija de una mujer cananea

"Saliendo Jesús de allí, se retiró a la región de Tiro y de Sidón."

En ese momento Jesús salió del territorio de Israel, por primera vez durante Su ministerio público. Este detalle es interesante porque El había venido a Israel como su Rey. Cuando envió a Sus discípulos a cumplir su misión, les dio instrucciones para que fuesen a las ciudades de Israel, pero no más allá de sus límites. Después, el Señor fue rechazado por Israel y aparecieron los conflictos. Hace poco hemos leído sobre el punto de ruptura entre Jesús y los dirigentes religiosos. Y ahora, que estaba sucediendo. Que el Señor mismo salía de los límites de Israel, estableciendo otro gran principio. Ahora, El recibiría a los Gentiles. Su invitación era la siguiente: "Venid a mí, todos los que estáis muy cansados y cargados, y yo os haré descansar".

Leamos los versículos 22 y 23, que nos introducen a este nuevo incidente:

"Y he aquí, una mujer cananea que había salido de aquella comarca, comenzó a gritar, diciendo: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí; mi hija está terriblemente endemoniada. Pero El no le respondió palabra. Y acercándose sus discípulos, le rogaban, diciendo: Atiéndela, pues viene gritando tras nosotros."

La mujer cananea provenía de una mezcla de razas, y según el relato del Evangelio de Marcos, era de la raza sirofenicia, integrante del grupo de naciones que la Biblia llama " Gentiles." Por lo tanto, no tenía derecho a llamarle Hijo de David y cuando ella se dirigió a Jesús asignándole ese título, El no le respondió. Y los discípulos sugirieron que la atendiese pronto, pues estaba causando desorden. Observemos en el versículo 24, la respuesta de Jesús:

"Y respondiendo El, dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel."

Esta parece una respuesta dura, aunque era la exposición de una realidad. Jesús se había ofrecido en primer lugar como el cumplimiento de todas las profecías sobre la llegada del Rey a través de la línea genealógica de David. El estaba obligando a la mujer a reconocer ese hecho. El había venido como Rey de los Judíos, y ése era el asunto primario que había que aclarar. Más tarde, El moriría con la siguiente inscripción en la cruz: "Este es Jesús, el Rey de los Judíos". Observemos la respuesta de la mujer, en el versículo 25:

"Pero acercándose ella, se postró ante El, diciendo: ¡Señor, socórreme!"

Cuando ella se dirigió a Él como Hijo de David, El había respondido: "No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Porque ella, como Gentil, no tenía derecho a utilizar tal título. Sin embargo, cuando ella vino a Él y le adoró, y le pidió ayuda llamándole Señor, obtuvo Su ayuda, como veremos más adelante. Pero leamos antes los versículos 26 y 27:

"Y El respondió y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echárselo a los perrillos. Pero ella dijo: Sí, Señor; pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos."

La respuesta de Jesús no parece muy amistosa. Un desaire como éste habría impulsado a cualquiera a dar media vuelta e irse. Recordemos que el Señor contó acerca de un pobre hombre que comía de las migajas que caían de la mesa de un hombre rico, y que venían los perros y le lamían sus heridas. Los Israelitas utilizaban la palabra "perro" en referencia a los Gentiles. Esta mujer estuvo dispuesta a soportar aquel reproche porque creyó en el Señor Jesús. El incidente terminó con las palabras que encontramos en el versículo 28:

"Entonces, respondiendo Jesús, le dijo: Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y su hija quedó sana desde aquel momento."

Nuestro Señor se asombró verdaderamente de la fe de esta mujer Gentil. El había invitado a los que estaban muy cansados y cargados, les había dicho: "Yo os ayudaré, llevaré vuestra carga", y eso es lo que hizo por la mujer cananea, cuya respuesta había mostrado una gran fe. Y a esa fe, el Señor respondió.

Leamos ahora los versículos 29 al 31, en los que podemos ver que

Jesús continuó sanando

"Y pasando Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea, y subiendo al monte, se sentó allí. Y vinieron a Él grandes multitudes trayendo consigo cojos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos y los pusieron a sus pies y El los sanó; de modo que la muchedumbre se maravilló al ver que los mudos hablaban, los lisiados quedaban restaurados, los cojos caminaban y los ciegos veían; y glorificaron al Dios de Israel."

Otra vez tenemos que destacar las multitudes de personas a quienes Jesús sanó. No se trató de solo algunos casos aislados que no pudiesen demostrarse, sino que hubo tantos que nadie pudo negar que El realizó milagros de sanidad.

Leamos los versículos 32 y 33 del siguiente párrafo, del relato en que

Jesús alimentó a cuatro mil

"Entonces Jesús, llamando junto a sí a sus discípulos, les dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos sin comer, no sea que desfallezcan en el camino. Y los discípulos le dijeron: ¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?"

Este milagro casi parece una duplicación de la alimentación de los 5.000. Observemos, una vez más, su compasión por la gente. No pasemos por alto este mensaje. Francamente, parece una repetición, u otra versión del citado milagro anterior. Podemos preguntarnos por qué Mateo lo incluyó aquí, ya que no parece añadir ningún progreso a las demandas Mesiánicas del Señor Jesús. Sin embargo, nos encontramos en una sección en la cual el énfasis ya no recae en Jesús presionando con sus derechos Mesiánicos, sino en el rechazo a sus demandas. Y este milagro muestra cuán lentamente aprendían los discípulos. Ellos ya habían presenciado la alimentación de los 5.000 que, según creo, había tenido lugar pocos días antes y, sin embargo, plantearon las mismas viejas objeciones de su incredulidad. Fue así que le dijeron, otra vez: "¿Dónde conseguiríamos nosotros en el desierto tantos panes para saciar a una multitud tan grande?" Leamos los versículos 34 al 36:

"Jesús entonces les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos respondieron: Siete, y unos pocos pececillos. Y El mandó a la multitud que se recostara en el suelo; y tomó los siete panes y los peces; y después de dar gracias, los partió y empezó a darlos a los discípulos, y los discípulos a las multitudes."

Una vez más, El alimentó a las multitudes. Y ello nos revela que los discípulos no habían aprendido realmente la lección. De hecho, su desgana para creer constituía una forma de rechazo. Estimado oyente, la incredulidad es pecado. El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos 14:23, dice que "todo lo que no precede de fe, es pecado". Y en la carta a los Hebreos 12:1, se nos advierte que nos despojemos "de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve". ¿Y cuál es ese peso? Pienso que es la incredulidad, porque la incredulidad es pecado. Estoy dispuesto a hacer la siguiente confesión: quisiera creer más en El. El es digno de ser creído. Yo debería creer en El plenamente, pero el problema está dentro de mí. Y yo sospecho que este problema es también el tuyo. Leamos los versículos finales de este milagro, desde el versículo 37, hasta el 39:

"Y comieron todos y se saciaron; y recogieron de lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Los que comieron fueron cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Y después de despedir a la muchedumbre, subió a la barca y fue a la región de Magadán."

El señor alimentó a la multitud de 4.000 hombres, además de las mujeres y los niños. Calculando una mujer y un niño para cada hombre, y llegaremos a un total de 12.000 personas. Este milagro fue parte del ministerio del Señor en Galilea.

Este capítulo nos muestra que los discípulos del Señor estaban rezagados en su crecimiento espiritual. Eran lentos para creer, para entender y estaban realmente siendo un obstáculo para el Señor Jesús. En aquel momento, desde que El había tenido su ruptura con los líderes religiosos, estaba teniendo un verdadero problema con Sus discípulos y parecía estar haciendo tiempo hasta que ellos se pusiesen al día y llegasen al nivel que El requería.

Sinceramente, El tiene mucha paciencia contigo y también conmigo. Necesitamos avanzar y llegar a ese nivel. Estamos muy rezagados en nuestra fe y comprensión. ¡Si pudiéramos creer verdaderamente en El!

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