Estudio bíblico de Mateo 24:3-14

Mateo 24:3-14

Recordemos que en nuestro programa anterior iniciamos este capítulo 24, destacando que los capítulos 24 y 25, conocidos como Discurso del Monte de los Olivos, constituyen el último de los 3 discursos principales de este Evangelio. (Los otros dos eran el Sermón del Monte y las llamadas Parábolas del Misterio). Recordemos también que los discípulos le habían formulado las siguientes 3 preguntas con respecto al futuro: (1) ¿Cuándo serán estas cosas? (refiriéndose a la destrucción del templo), (2) ¿Cuál será la señal de tu venida? y (3) ¿Cuál será la señal del final de la época? En el próximo párrafo veremos cómo

Jesús respondió a las preguntas de los discípulos

Leamos el versículo 3:

"Y estando El sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos en privado, diciendo: Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu venida y de la consumación de este siglo?"

La respuesta a la primera pregunta, relacionada con la destrucción del templo, no se encuentra en este Evangelio de Mateo, sino en el Evangelio de Lucas, con algunos fragmentos incluidos en el Evangelio de Marcos. ¿Y por qué no se encuentra aquí en Mateo? Porque este libro constituye el Evangelio del reino y presenta al Rey. La destrucción de Jerusalén en el año 70 tiene que ver con esta época en la que vivimos, pero no con un futuro distante en el que vendrá el Rey. Es por ello que Mateo no incluye esa parte del Discurso de los Olivos.

Escuchemos la respuesta del Señor a la primera pregunta, tal como se encuentra en el Evangelio de Lucas 21:20-24:

"Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su desolación está cerca. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes, y los que estén en medio de la ciudad, aléjense; y los que estén en los campos, no entren en ella; porque estos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. ¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad sobre la tierra, e ira para este pueblo; y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan."

Indudablemente, muchos de los que escucharon estas palabras, estarían con vida en el año 70, cuando los ejércitos romanos rodearon la ciudad sitiándola, aislándola del resto del mundo y abriendo una brecha en la muralla, entraron. La destrucción que provocaron fue terrible y la peor de toda su historia, más devastadora que la que provocó el rey Nabucodonosor, de Babilonia, más de 600 años antes. En esta destrucción de los romanos, en el año 70, se cumplió la primera parte del Discurso del Monte de los Olivos.

Las otras dos preguntas hechas por los discípulos eran las siguientes: (2) ¿Cuál será la señal de tu venida? y (3) ¿Cuál será la señal del final de la época?

El Señor iba a responderlas en sus órdenes cronológico y lógico. Contestaría a la última pregunta en primer lugar y a la segunda, en último lugar. El primer Tema tratado por el Señor fue la señal del fin del mundo o, más exactamente, como hemos dicho, el final de la época. Porque el mundo nunca llegará a su fin. Por la acción del Señor, el antiguo mundo desaparecerá y una nueva tierra aparecerá en su lugar. Y aunque no sea el fin del mundo, será la consumación de una era, como así lo expresaron los discípulos.

En este discurso, cuando Jesús habló sobre Su venida, se estaba refiriendo a Su regreso a la tierra para establecer Su reino. En aquellos días finales de la época y de la nación de Israel, la iglesia no aparece en escena porque habrá sido removida, en un período de guerras, grandes convulsiones y opresión, con una intensidad nunca experimentada en la historia, período llamado por Jesús mismo la gran tribulación. Leamos el versículo 4, donde

Jesús describió las características de esta época

"Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe."

Esta frase describe las características de toda la época y constituye una advertencia de precaución ante el engaño, especialmente durante los días de la tribulación, cuando aparezca en Anticristo. El apóstol Pedro, en su segunda carta 2:1, advirtió lo siguiente:

Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos maestros entre vosotros, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras, negando incluso al Señor que los compró, trayendo sobre sí una destrucción repentina.

En nuestro tiempo, un motivo especial de preocupación serían los falsos maestros, cuya enseñanza debería ser examinada frente a las Sagradas Escrituras. Leamos el versículo 5 de nuestro pasaje, que añade:

"Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y engañarán a muchos."

Esta proliferación de jefes de sectas es una de las características de estos tiempos hasta que llegue el fin, aunque cerca del final de la época aparecerá un Anticristo que se opondrá a Cristo, instituyéndose como única autoridad, hasta que venga el Señor desde el lugar santísimo de los cielos a la tierra y resuelva los problemas.

Creo que desde el Monte de los Olivos el Señor dirigió su mirada hacia los últimos días de la historia humana y, concretamente, al período de la gran tribulación. Pero en el principio de Su discurso, es decir entre los versículos 5 y 8, nos ofreció una imagen de la época actual de la iglesia. En mi opinión, el Señor no se refirió concretamente a la gran tribulación hasta el versículo 9 de este capítulo. Continuemos con nuestra lectura con el versículo 6:

Y habréis de oír de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado! No os alarméis, porque es necesario que todo esto suceda; pero todavía no es el fin.

El Señor estaba describiendo el prolongado período de tiempo que se extendía desde el momento de la conversación con sus discípulos hasta el final de la historia. Naturalmente, las guerras y rumores de guerras no constituyen la señal de que nos encontremos ya cerca del fin; ésta sería una conclusión superficial ya que, desde que el Señor pronunció aquellas palabras, ha habido innumerables guerras y, aproximadamente, solo unos 200 años de paz. Ha transcurrido un extenso período desde la segunda guerra mundial, en el pasado siglo, y el final aun no ha llegado. Debiéramos tomar en consideración las palabras del Señor, antes que las predicciones apocalípticas de algunos. Además, no tendríamos que dar lugar a la ansiedad ni a una obsesiva preocupación, al escuchar los rumores o noticias de los conflictos armados que están teniendo lugar, pues éstos aún no indican la proximidad del fin. Lo que si queda claro es que el ser humano y organizaciones como, por ejemplo, las Naciones Unidas, no pueden resolver el problema de las guerras. Realmente, no habrá paz en el mundo hasta que venga el príncipe de Paz. Y la predicción del Señor continúa en los versículos 7 y 8:

"Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y en diferentes lugares habrá hambre y terremotos. Pero todo esto es sólo el comienzo de dolores."

Por lo tanto, éstas son las características de toda la época y no señales del fin. Como decía el versículo 6, "todavía no es el fin". Porque, como es evidente, los falsos Cristos, los rumores de guerras y los terremotos han caracterizado a toda esta era de la iglesia, aunque se intensificarán a medida que nos acerquemos al final. En este momento, la explosión demográfica es motivo de gran preocupación, y con razón, pues millones de personas se están muriendo de hambre. Y esta situación se va a agravar. Sin embargo, el caballo negro que representa al hambre en el libro del Apocalipsis 6:5,6, aun no ha aparecido; pero dicho caballo con su jinete se harán presentes cuando llegue el fin. Lo que vemos hoy, es como el principio de dolores de una mujer encinta.

El párrafo encabezado por el versículo 9 describe

El principio de la tribulación y sus señales

En este pasaje Bíblico, el Señor comienza a hablar de este período llamado la tribulación. Nosotros estamos viviendo en esta época de la iglesia, que algunos prefieren denominar la "era del Espíritu Santo". La Biblia clasifica a las personas en tres grupos: los judíos, los Gentiles (o personas de las demás naciones) y la iglesia de Dios, como destaca el apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios 10:32. En esta época, Dios está llamando a personas de entre los judíos y de las demás naciones para formar un pueblo que crea en El, que constituye este tercer grupo, que es la iglesia. Es este tercer grupo el que será removido de este mundo en un momento determinado. Entonces, yo creo que dará comienzo la llamada gran tribulación. En mi opinión, el versículo 9, habla de este principio. Leamos este versículo:

"Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis odiados de todas las naciones por causa de mi nombre."

¿A quiénes se dirigen estas palabras? Evidentemente, no aluden a la iglesia sino a la nación de Israel, que experimentará oposición y aflicción a escala mundial. En este punto quisiera referirme a un hecho importante para los cristianos de nuestro tiempo. Mientras los miembros de la iglesia verdadera se encuentren en el mundo, no podría existir una actitud de anti-semitismo a nivel mundial, porque la iglesia la resistiría. Sería imposible que un genuino creyente en el Señor Jesús odiase a los judíos como seres humanos. Tal sentimiento se intensificará con mayor amplitud después que la iglesia sea removida de la escena. Los versículos 10 y 11 añaden:

"Muchos tropezarán entonces y caerán, y se traicionarán unos a otros, y unos a otros se odiarán. Y se levantarán muchos profetas falsos, y a muchos engañarán."

Anteriormente vimos que se le advertía a la iglesia con respecto a los maestros falsos, mientras que a Israel se le prevenía sobre los profetas falsos. Por ello aquí, después que la iglesia haya sido removida, la advertencia se refiere nuevamente a los profetas falsos. Y a continuación dice el versículo 12:

"Y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriará."

Estas palabras afirman un principio, de los muchos que contiene este discurso de los Olivos, que podemos aplicar a nuestra propia época. Cuando la maldad aumente, muchos dejarán de sentir amor hacia los demás. Y esta carencia de sentimientos será una realidad más evidente en los últimos tiempos.

Leamos el versículo 13, que ha muchos les resulta sorprendente:

"Pero el que persevere hasta el fin, ése será salvo."

La cuestión es: ¿quiénes permanecerán firmes hasta el fin? En el libro del Apocalipsis leemos que Dios detendrá a todas las fuerzas de la naturaleza y del mal, e incluso a las fuerzas del bien, mientras El coloque un sello de protección sobre varias personas. Así que, aquellos que perseveren hasta el fin serán aquellos que El ha marcado al principio. Porque Jesús, el Buen Pastor de todos los tiempos, conducirá a Sus ovejas hasta que llegue el fin. Recordando la ilustración de las 100 ovejas (que encontramos en este Evangelio de Mateo 18), se hará realidad la experiencia del Buen Pastor que, habiendo comenzado con 100 ovejas, culminará su obra con esas mismas 100 ovejas.

Algunos me han preguntado sobre cristianos que parecían muy activos militantes de la fe cristiana y, arrastrados por sus pecados o por otros motivos se han apartado de su testimonio público. La pregunta era: ¿serán salvos? No lo sabemos, porque no podemos juzgar ni ver el interior de las personas. Pero me ayuda recordar la historia del hijo pródigo (relatada en el Evangelio de Lucas 15), en la que el hijo pródigo encontró el camino de regreso a la casa de su padre. ¿Verdad que sería desconcertante encontrar en ese relato que el hijo terminó en la pocilga y el cerdo en la casa del padre? El apóstol Pedro, en su segunda carta 2:22 citó el proverbio que dice: "El perro vuelve a su propio vómito". Además escribió que, "la puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno". Supongamos que uno de los cerdos de la citada historia hubiese regresado con el hijo pródigo a la casa de su padre, y allí hubiese sido lavado y perfumado. Tarde o temprano, el animal habría regresado a su entorno natural en la pocilga. Esto nos ilustra la realidad de algunos cristianos que, como el hijo pródigo, habrán llegado a extremos parecidos a una pocilga pero, siendo en realidad hijos, algún día saldrán de tal situación, como le sucedió al hijo pródigo. ¿Por qué? Porque tienen un fiel Pastor que les protege. Por ello, acerca de cada uno de ellos se podrán repetir las palabras que acabamos de leer en el versículo 13: "ése será salvo".

Terminaremos nuestra exposición de hoy, leyendo el versículo 14:

"Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin."

El evangelio del reino es aquel que también predicó Juan el Bautista con aquellas palabras citadas en este libro de Mateo 3:2: "Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado". Y el Señor Jesús comenzó sus actividades con ese mismo mensaje. En este mismo Evangelio 4:17, se dijo: "Desde entonces Jesús comenzó a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". También se relató en el capítulo 10 que Jesús envió a Sus discípulos a predicar ese mismo mensaje. Pero en el capítulo 11 el mensaje del Señor fue el siguiente: "Venid a mí todos los que estáis muy cansados y cargados, y yo os haré descansar" Y en el capítulo 20:28, El dijo que había venido para dar Su vida en rescate por muchos. Pero durante el período de la tribulación el evangelio con un énfasis en el reino será predicado otra vez. Dicho énfasis no es apropiado para nuestro tiempo porque nosotros debemos proclamar el evangelio realzando la gracia de Dios. Alguien podrá preguntarse lo siguiente: ¿es el evangelio del reino, otro evangelio? No, no lo es. Es el mismo evangelio con un énfasis diferente. Cuando comience el tiempo de la tribulación, la gente sabrá que se encuentra cerca del fin, aunque no sepan el día ni la hora de ese fin. Por lo tanto, el mensaje apropiado para ese período será: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".

Quiero insistir en que, de ninguna manera, existen 2 o más formas de salvarse. Dios nunca ha tenido más que una base por virtud de la cual El salva a las personas y ésa es la cruz de Cristo. Cada ofrenda o sacrificio ofrecido antes de la llegada de Cristo al mundo tuvo lugar con la expectativa de la cruz de Cristo y toda conmemoración desde que El ha venido, mira retrospectivamente a la cruz de Cristo.

Para ilustrar esta verdad retrocedamos a Génesis 4 para considerar la ofrenda que Abel trajo a Dios. Le ofreció un cordero. Si hubiéramos estado allí podríamos haberle preguntado: "¿porqué has traído este cordero? ¿Crees que removerá tus pecados, que te separan de Dios?" Y él habría respondido: "Por supuesto que no; he traído este pequeño cordero porque Dios me pidió que así lo hiciese. Lo estoy trayendo por la fe". Entonces podrías haber insistido preguntándole: Bueno, pero, si no quitará tus pecados, ¿por qué te habrá pedido que lo trajeses? Y él, finalmente, habría respondido algo así: "Este cordero está señalando a Alguien que vendrá en el futuro, de la simiente de la mujer, mi madre. Aquel sí, removerá mis pecados. Lo he traído por la fe, reconociendo que soy un pecador y necesito un sustituto que pague mi deuda, la deuda que soy incapaz de pagar a Dios. Es que Abel estaba mirando por la fe hacia Aquel que vendría algún día, en el futuro.

Significativamente, Juan el Bautista, el precursor de Cristo, no solo había dicho: "arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado", sino que también declaró: "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". Juan le había identificado. Antes de la llegada de Cristo, todo el que venía a Dios de acuerdo con Sus condiciones, era salvo anticipadamente, (y utilizando términos económicos) era como si recibiese un crédito respaldado por la certeza de que Cristo lo saldaría en la cruz. Las personas eran, pues, salvas en base a la muerte de Cristo. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios nunca salvó a nadie por la Ley. En el centro mismo de aquel sisTema mosaico se encontraba el sisTema de sacrificios. Las personas traían a Dios un cordero porque la Ley revelaba que ellas eran infractoras de la ley, que no estaban obedeciendo a Dios y que necesitaban un sustituto que pudiese pagar el castigo por sus pecados. Como dijo el apóstol Pablo en su carta a los Romanos 3:19: la Ley fue dada "para que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho responsable ante Dios". Estimado oyente, tú y yo somos infractores de la ley, somos pecadores que necesitan un Salvador. Lo que hay que hacer es recibir a Cristo como Salvador antes de que El venga como el Soberano del universo y como Juez.

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