No debió quedarse mirando a su hermano en desgracia.
No debió alegrarse contra su hermano en el día de su ruina.
No debió burlarse de ellos en el día de su angustia.
No debió echar mano de los bienes de su hermano.
No debió recrearse con su desgracia.
No debió perseguir y matar a los que escapaban.
No debió entregar a los supervivientes.
Las relaciones entre ambos siempre fueron tensas y estuvieron marcadas por el conflicto. A pesar de la reconciliación de Esaú y Jacob descrita en (Gn 33:4-5) e incluso del trato especial que Moisés mandó a favor de este pueblo (Dt 23:7-8) hubo una "raíz de amargura" que los edomitas nunca desterraron y que con el tiempo floreció (He 12:15). De hecho los edomitas negaron el paso por su territorio a Israel cuando iban desde Egipto a la tierra prometida (Nm 20:14-22). Recordemos también las palabras del profeta Amós con respecto a la actitud de estos frente a Israel: "?le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor" (Am 1:11).
No solo que "siempre" deseó el mal para sus hermanos sino que además, en cuanto tuvo oportunidad, Edom se situó directa o indirectamente al lado de los enemigos del pueblo de Dios. Tres ejemplos significativos: Participaron en la coalición de Amonitas y moabitas contra Josafat, rey de Judá (2 Cr 20:10-11); cuando los filisteos y árabes atacaron Judá, poco tiempo después de que los edomitas se independizaran (2 Cr 21:10,16,17) ellos se alegraron (Abd 1:11) (Am 1:11); cuando finalmente los babilonios conquistaron y destruyeron Jerusalén (Sal 137:7) (Lam 4:21) (Ez 25:12).
Con un panorama así, desde temprano Israel entendió que solo habría paz con Edom mientras estos estuviesen bajo su control. Lo contrario sería como tener al enemigo "andando a sus anchas dentro de casa". Esto motivó crueles guerras desde los tiempos de David hasta el reinado de Joram, rey de Judá, cuando definitivamente se separaron.
Teniendo en cuenta estos antecedentes podemos entender que distintos profetas y en diferentes épocas anunciaran juicios contra esta nación. Fue un tema común de la profecía. Antes del exilio de Jerusalén: Abdías, (Jl 3:19) (Am 1:11) (Is 34:5). Durante el exilio: (Jer 49:7-22) (Lam 4:21) (Ez 25:12-14) (Ez 35).
Después de la deportación y destrucción de Jerusalén los edomitas se extendieron por el sur de Judá en un territorio que con el tiempo recibió el nombre de Idumea.
Sin embargo, poco después, ellos mismos fueron expulsados de su territorio (de Edom) por diferentes tribus árabes que fundaron allí el reino Nabateo, con capital en Petra (¿un cumplimiento parcial de las profecías?).
Más tarde, tras el regreso de los judíos del exilio, y ya en el Siglo II a. C. Judas Macabeo los derrotó y sometió. Después Juan Hircano (descendiente de los macabeos) los obligó a convertirse al judaísmo. Con las llegada de los romanos, y especialmente tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. los edomitas o idumeos desaparecerán de la historia.
Herodes el grande, quien gobernaba cuando Jesús nació, era idumeo o edomita y su madre nabatea. Los herodianos que aparecen en los evangelios posiblemente eran de origen idumeo (edomitas).
"Conoce mejor a Jesús y entonces le amarás más y desearás que sea El quien gobierne tu vida".
Debemos pasar tiempo "hablando con Él": vida de oración. Debemos pasar tiempo "escuchando lo que nos dice": esto es "Pasar tiempo con la Biblia".
Recuerda: "todo va bien cuando Jesús está gobernando tu corazón, pero todo va mal cuando tratas de hacer las cosas solamente para darte gusto a ti mismo".