Estudio bíblico: La blasfemia contra el Espíritu Santo - Marcos 3:20-30

Serie:   El Evangelio de Marcos   

Autor: Luis de Miguel
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España
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La blasfemia contra el Espíritu Santo - Marcos 3:20-30

(Mr 3:20-30) "Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo."

Introducción

Nos encontramos ante un pasaje muy serio. Fijémonos como al final del incidente narrado aquí, el Señor dijo que cualquiera que cometiera el pecado que él describió como la blasfemia contra el Espíritu Santo, "no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno". ¿Por qué un veredicto tan grave y definitivo? ¿En qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo? Para entender lo que Jesús quiso decir debemos considerar las circunstancias.
Por un lado, ya hemos tenido ocasión de ver que el Señor había desarrollado un amplio ministerio a lo largo de toda Galilea en el que había manifestado suficientes evidencias de ser el Mesías: su enseñanza, sus continuos milagros de sanidad o el poder con el que echaba fuera a los demonios eran pruebas inequívocas de que Jesús era el Mesías anunciado por las Escrituras.
Sin embargo, aun después de haber recibido tanta luz, su respuesta fue de rechazo. Pero no cualquier tipo de rechazo: lo trataron como si estuviera loco y endemoniado.
"Los suyos vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí"
"Los escribas... decían que tenía a Beelzebú"
Habían llegado demasiado lejos, y el pasaje nos enseña que hay un punto desde el que ya no hay posibilidad de retornar.

El veredicto de "los suyos"

Nuevamente nos encontramos con el Señor Jesucristo entregado de manera absoluta a su ministerio, al punto de que ya no le quedaba tiempo ni siquiera para comer. "Los suyos" habían llegado a tener conocimiento de la situación y decidieron que Jesús había perdido el juicio y que ya era hora de llevárselo a casa. No sabemos si "los suyos" son "su madre y sus hermanos" que son mencionados a continuación en (Mr 3:31) o tal vez otros familiares o personas cercanas a él venidos de Nazaret. En cualquier caso, esta reacción apunta a una incomprensión muy seria acerca de la Persona de Cristo.
Así que el Señor sabía por su propia experiencia lo que más tarde dijo que tendrían que enfrentar también aquellas personas que quisieran seguirle: (Mt 10:36) "Y los enemigos del hombre serán los de su casa". Sin duda, este tipo de desprecio cuando viene de un amigo o familiar es muy difícil de afrontar. Pero encontramos un fuerte consuelo en saber que nuestro Salvador nos entiende porque él mismo también pasó por esa situación.
Al mismo tiempo, aprendemos otra lección que se repite constantemente: la gente del mundo cuando ven que una persona se consagra al Señor para vivir enteramente para él, les parece que está loco, que está fuera de sí, que es un fanático... ¡Cuántas veces pasa esto con los creyentes! Cuando se dedican a las cosas de Dios, cuando muestran entusiasmo por adorar a Dios y servirle, eso es considerado fanatismo. Sin embargo, si un hombre se emborracha, si gasta todo su dinero en fiestas, si anda con mujeres..., eso es considerado normal y hasta se alaba. Pero servir a Dios con fervor es una buena "locura". Lo triste es que sea tan infrecuente. ¡Cómo cambiaría este mundo si todos los cristianos estuvieran "fuera de sí" como lo estaba el Maestro!
Pero aun podemos preguntarnos: ¿Qué hizo que su familia pensara así? ¿Por qué pensaron que su comportamiento era el de un loco?
Tal vez porque había abandonado la seguridad y tranquilidad del taller de carpintería en Nazaret para convertirse en un predicador ambulante.
O porque iba camino de llegar a una colisión frontal con los líderes religiosos judíos.
Quizá porque las amistades que había escogido no les parecían muy recomendables.
También parece que a su familia le importaba mucho lo que los demás estaban pensando de Jesús y sobre todo de ellos. Y tal vez les horrorizaba pensar en los riesgos que estaba asumiendo, y en esto, su familia estaba acertada: Jesús no buscaba su propia seguridad ni salvación.

El veredicto de los líderes religiosos

El relato acerca de los parientes de Jesús se ve interrumpido momentáneamente para tratar la reacción de otro grupo muy importante: "los escribas". Marcos nos dice que estos escribas "habían venido de Jerusalén". Suponemos que los escribas de la provincia de Galilea habían pedido ayuda de los doctores de la ley de Jerusalén con el fin de contrarrestar la gran influencia que el Señor Jesús ejercía en Galilea.
Estos líderes religiosos tenían la responsabilidad de dar alguna explicación a las sorprendentes obras que Jesús hacía. ¿Cuál sería su actitud? Bueno, en principio debemos notar que ni ellos, ni tampoco ningún otro representante oficial del Sanedrín, nunca pusieron en duda los milagros de Jesús o su poder para echar fuera los demonios. Este habría sido el camino fácil, pero era imposible negar algo que era tan evidente. Por eso, el que veinte siglos después la gente de nuestro tiempo no crean en los milagros de Jesús, no tiene la menor importancia cuando tenemos en cuenta que los mismos enemigos de Jesús que vivieron en su tiempo, no se atrevieron a poner en tela de juicio la veracidad de sus obras.
Pero el hecho de que hubieran visto sus milagros y los reconocieran como auténticos, no quería decir que fueran a reconocerle como el Mesías. Ellos de ninguna manera estaban dispuestos a sujetarse a su autoridad. Pero entonces, qué iban a decir sobre Jesús, porque todos allí estaban esperando el veredicto de sus autoridades religiosas venidas a tal efecto desde Jerusalén.
Parece que los escribas ya traían su respuesta preparada, así que no se hicieron esperar: "Decían... que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios". No estaban dispuestos a sujetarse a Jesús, así que su estrategia consistió en desacreditarle: le acusaron de estar endemoniado y de hacer sus milagros en colaboración con el mismo Satanás.
No deja de sorprendernos cómo el espíritu religioso, movido por sus propios intereses, puede llegar a estar tan ciego y ser tan malvado. Pero con esto coincide el diagnóstico que el mismo Jesús hizo: (Jn 3:19-20) "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas".

Jesús muestra lo absurdo de la acusación de los escribas

Lo que los escribas dijeron no tenía sentido, no era más que un intento absurdo de negar lo evidente. Y esto ocurre una y otra vez con el hombre; es capaz de creerse cualquier cosa, por absurda que sea, con tal de negar a Dios.
Pero Jesús no estaba aliado con Satanás, sino que por el contrario se le oponía e incluso lo había sometido, triunfando sobre él. Para que lo entendieran, les puso dos pequeñas ilustraciones.
1. "Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer."
Cristo compara el reino espiritual de Satanás con un reino humano, con el fin de resaltar la insensatez de la idea presentada por los escribas. Si hay una disensión interna en un reino, ese reino no puede durar mucho. Si hay peleas continuas entre el esposo y la esposa, el matrimonio no durará. Si hay divisiones dentro de una iglesia local, ésta no durará. Si Satanás está en guerra con sus propios demonios, entonces está acabado como poder a tener en cuenta, porque ha empezado una guerra civil en su reino.
Este mundo no es el escenario de una división dentro del reino de Satanás, sino el de un terrible conflicto entre el poder del mal y el poder de Dios, entre el reino de Cristo y el de las tinieblas.
2. "Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata"
Supongamos que alguien quiere robar en la casa de un hombre muy poderoso. No hay manera de hacerlo hasta que haya sometido a ese hombre poderoso. Cuando le tiene bien atado, entonces podrá desmantelar sus bienes, pero no antes. Lo que no tiene sentido es pensar que el dueño de la casa preste su ayuda al ladrón para que le robe. Y esto era precisamente lo que los escribas estaban diciendo: que el diablo estaba ayudando a Jesús a liberar las almas que éste tenía aprisionadas.
El profeta Isaías expresó la misma idea de esta forma:
(Is 49:24-25) "¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano? Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos."
Jesús había encontrado al hombre fuerte, Satanás, y allí en el desierto le venció (Mr 1:13). Desde entonces había recorrido toda aquella región estropeando, frustrando y anulando sus malévolas obras (Mr 1:23-26) (Mr 1:34) (Mr 3:11-12).
Jesús es mucho más poderoso que el diablo, tiene el poder para atarle y también para deshacer todas sus obras: (1 Jn 3:8) "... Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo". El propósito final del Señor es liberar a las almas y los cuerpos de los seres humanos que están bajo el dominio de Satanás. A esto se refiere cuando dice que "saquea su casa".

Jesús enjuicia a los escribas

Los escribas tenían una gran responsabilidad. Ellos conocían de primera mano que todo el ministerio de Jesús era una demostración directa y clara del Espíritu Santo. El mismo Nicodemo, un principal entre los judíos lo había dicho: (Jn 3:2) "Sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él".
Pero ahora ellos, teniendo delante de sí mismos toda la evidencia, habían emitido un juicio condenatorio sobre Jesús. Le trataron de la peor forma posible, dijeron que estaba endemoniado y que era un aliado del mismo Beelzebú. Esta decisión, una vez tomada deliberadamente sería irreversible, y haría imposible cualquier arrepentimiento.
Pero, ¿por qué era tan grave? ¿por qué dijo Jesús que este pecado no sería jamás perdonado, pero sí todos los demás?
Para comenzar, fijémonos en cómo llamó Jesús a este pecado: "la blasfemia contra el Espíritu Santo". ¿Por qué se refirió a él de esta manera? Porque lo que estaban haciendo era resistir al Espíritu Santo. Esteban, antes de ser apedreado por dar testimonio de Jesús les dijo lo mismo: (Hch 7:51) "¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros".
Entonces tenemos que preguntarnos cuál era la obra del Espíritu Santo que ellos estaban resistiendo.
En las Escrituras el Espíritu Santo tiene dos funciones principales: Revelar la verdad de Dios a las personas y capacitar a las personas para hacer la obra de Dios. Por lo tanto, cuando acusaron a Jesús de estar endemoniado, estaban resistiendo la revelación que el Espíritu Santo estaba dándoles acerca del Señor Jesucristo y de la naturaleza de sus obras.
(Jn 16:8-11) El Espíritu Santo "convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado."
Si ellos estaban resistiendo de esta manera la obra del Espíritu Santo, ¿qué más podría hacer Dios para convencerles de su pecado y llevarles al arrepentimiento y al perdón? El Espíritu Santo había presentado delante de ellos el testimonio más claro posible de la Persona de Cristo, si lo rechazaban conscientemente, no había nada más que Dios les pudiera ofrecer. Si lo que Dios hacía por ellos para llevarles a la salvación, ellos lo interpretaban como obra del mismo Satanás, ¿qué más podía hacer Dios contra eso? Con esto cerraban la puerta definitivamente al Espíritu Santo.
El asunto que estamos tratando es realmente serio: hay un estado de endurecimiento que incapacita al alma para el arrepentimiento. Todos recordamos el caso de Faraón en Egipto. Él se fue endureciendo ante cada nueva evidencia del poder de Dios que su siervo Moisés le mostraba, hasta que llegó un momento cuando Dios mismo consideró que había traspasado el límite y entonces ya no hubo retorno. Pero para el ladrón, el adúltero, el homicida hay esperanza. El mensaje del evangelio puede hacerle exclamar, "¡Oh Dios, ten misericordia de mí, pecador!". Pero cuando un hombre se ha endurecido, de modo que está decidido a no prestar atención alguna a los impulsos del Espíritu, ni siquiera a escuchar sus ruegos y advertencias, se ha colocado a sí mismo en el camino que lleva a la perdición.

Algunas consideraciones sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo

Pecar contra el Espíritu Santo no es una acción o afirmación aislada, sino una actitud firme de hostilidad abierta hacia Dios que rechaza su poder salvador. Al tratarse de una actitud interna del corazón, que sólo Dios conoce en última instancia, ningún hombre se debe aventurar a hacer juicios sobre otros en el sentido de que tal persona ha blasfemado contra el Espíritu Santo.
También se le llama "pecado de muerte" (1 Jn 5:16) (He 6:4-8). Y tiene su analogía en el Antiguo Testamento, donde Dios habla de un pecado cometido "con soberbia". No había sacrificio que se podía ofrecer para expiar tal pecado. Por ende, la persona que cometía dicho pecado "será cortada de en medio de su pueblo, por cuanto tuvo en poco la palabra de Jehová" (Nm 15:30-31).
Este versículo ha preocupado a muchos creyentes, quienes temen haber cometido este pecado imperdonable. Pero cuando una persona está realmente preocupada por este asunto, está demostrando por su comportamiento, que no ha cometido dicho pecado.
En otras ocasiones escuchamos de personas que dicen que nunca debemos cuestionar si algún ministerio (por ejemplo de sanidad), realmente se está desarrollando en el poder del Espíritu Santo, por el peligro de estar blasfemando contra el Espíritu Santo. Ante tal "chantaje espiritual", hay que recordar lo que leemos en (1 Jn 4:1), donde dice que debemos probar los espíritus, para ver si son de Dios. Por lo tanto, "probar" los espíritus no es sinónimo de "blasfemar contra el Espíritu Santo". Sin embargo, al evaluar dichos ministerios, debemos guardar nuestros corazones, de no estar "cerrados" al obrar del Espíritu Santo en la vida de otro creyente.
Blasfemar es hablar mal de Dios, es rebajar su dignidad deliberadamente, insultarle. De esto aprendemos dos cosas muy importantes:
El Espíritu Santo es una Persona y no una fuerza impersonal como algunos dicen.
El Espíritu Santo es Dios, por eso la blasfemia contra él es un pecado muy grave.
Para blasfemar contra el Espíritu Santo no es necesario ser un depravado moral, y estar inmersos en todos los vicios posibles. Recordemos que el Señor se estaba dirigiendo a personas muy religiosas, moralmente rectos según los criterios del mundo, meticulosos en sus expresiones religiosas.

"Es reo de juicio eterno"

Notemos finalmente que el Señor Jesús habló de la condenación eterna y de la posibilidad de que un hombre quede eternamente en el infierno. Esta es una verdad terrible, pero es una verdad, y no podemos cerrar los ojos ante ella, ni engañarnos pensando que es imposible que un Dios de amor nunca permitiría que nadie vaya al infierno.

Preguntas

1. ¿Por qué querían prender a Jesús los suyos?
2. ¿Qué podemos aprender del hecho de que Jesús fuera incomprendido por los suyos?
3. ¿Cuál fue el veredicto al que llegaron los escribas sobre Jesús? Comente si le parece correcto y explique sus razones.
4. ¿En qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo y por qué no hay perdón para ese pecado?
5. Nuestro texto habla del infierno. Busque otros tres lugares en la Biblia donde se trate también de él. No olvide transcribir las citas bíblicas.
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