Estudio bíblico: Los ángeles con las siete plagas postreras - Apocalipsis 15:1-8

Serie:   Apocalipsis   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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Los ángeles con las siete plagas postreras - Ap 15

Introducción

El capítulo anterior trató acerca de la cosecha de los santos para ser llevados a su hogar celestial y del juicio divino que destruirá a los impíos. Ahora vamos a ver con un poco más de detalle lo que ya se había anunciado en:
(Ap 11:18-19) "Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra. Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo."
Por un lado vamos a ver el juicio de Dios que concluirá con la siete plagas postreras que comenzarán en el capítulo siguiente, y por otro, tendremos ocasión de ver la alegría de los santos redimidos disfrutando ya en la presencia de Dios en el cielo.
A lo largo del capítulo encontramos tres visiones:
Siete ángeles preparados para ejecutar los juicios postreros de Dios (Ap 15:1).
El gozo de los santos en el cielo (Ap 15:2-4).
El templo del tabernáculo en el cielo es abierto (Ap 15:5-8).

Siete ángeles preparados para ejecutar los juicios postreros de Dios

(Ap 15:1) "Vi en el cielo otra señal, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras; porque en ellas se consumaba la ira de Dios."
Juan ve en el cielo una nueva señal que le produce asombro y admiración. Se trata de los "siete ángeles que tenían las siete plagas postreras".
En los capítulos anteriores ya se nos ha hablado mucho acerca de los juicios de Dios. Hemos visto los siete sellos y también las siete trompetas. Ahora comienza una nueva serie de siete copas de la ira de Dios, pero debemos notar que son descritas aquí como "las siete plagas postreras". En ellas vamos a ver un fuerte énfasis en el carácter definitivo de estos juicios, puesto que con ellas, nos dice Juan, "se consumaba la ira de Dios".
Al terminar el capítulo anterior vimos que los hombres impíos estaban ya como "uvas maduras", listas para ser vendimiadas (Ap 14:18). Habían llegado a un punto de endurecimiento y oposición contra Dios que resultaba imposible su conversión. Lo vamos a ver en el siguiente capítulo, cuando la respuesta de los hombres a cada uno de los juicios de Dios será la blasfemia y la falta de arrepentimiento: "Y los hombres blasfemaron contra Dios y no se arrepintieron para darle gloria" (Ap 16:9,11,21).
Su actitud es la que provocó esta nueva serie de siete juicios que vemos aquí. Esto ya había sido advertido por Dios en la ley:
(Lv 26:21) "Si anduviereis conmigo en oposición, y no me quisiereis oír, yo añadiré sobre vosotros siete veces más plagas según vuestros pecados."
Llegados a este punto podríamos decir que a partir de aquí el propósito de Dios no es tanto buscar la conversión de las personas sino traer sobre ellas su justo juicio. Por eso, aunque los juicios simbolizados por los siete sellos y las siete trompetas fueron fuertes, sin embargo, eran juicios parciales. Pero a partir de aquí las limitaciones desaparecen y los juicios afectan al universo entero, y se centran especialmente contra el reino de la bestia.
Sin lugar a dudas, el tema de la "ira de Dios" no nos gusta. Se habla muy poco de ello, incluso entre los creyentes. A veces pareciera que el pueblo de Dios se avergüenza de la ira de Dios y las manifestaciones tan terribles que aquí se muestran de sus juicios. Sin embargo, vamos a ver en este pasaje que la manifestación de la ira de Dios produce uno de los cánticos de alabanza más hermosos que se han escuchado en el cielo.
A todos nos agrada pensar en el amor de Dios, y cuando se nos menciona su ira, nos parece que es algo ajeno a su carácter. Ningún creyente dudaría en admitir que el amor es uno de los atributos de Dios, pero pocos se atreverían a decir que la ira es otro de ellos. Evidentemente, esta visión de Dios encaja bien con las preferencias del ser humano. Queremos un Dios que se preocupe por nuestro placer y bienestar, pero no uno que nos reprenda y castigue por lo que hacemos mal.
Pero no olvidemos que en gran medida la belleza de Dios consiste en su odio hacia el pecado. De hecho, si este universo puede llegar un día a ser diferente, sólo será posible por la ira de Dios. Ahora bien, dicho esto, debemos aclarar que la ira de Dios no tiene nada que ver con las manifestaciones humanas de ira. En el hombre se trata de una pérdida de control, de una manifestación de mal carácter, pero en Dios no tiene nada que ver con esto. La ira de Dios es la respuesta anunciada contra toda forma de pecado.
Si lo pensamos bien, dentro de cada uno de nosotros, permanece el anhelo de que Dios actúe y juzgue la maldad de los hombres. Todos queremos ver cómo aquellos que abusan de su poder son juzgados, que Dios escucha el clamor de los oprimidos e interviene. ¡Con cuanta frecuencia escuchamos a las personas decir: "si Dios existe por qué no hace algo ante las injusticias que vemos en este mundo"! El problema surge cuando Dios viene a juzgarnos también a nosotros. En ese momento ya no nos gusta la ira de Dios contra el pecado. Pero si Dios ha de llevar a cabo su proyecto para convertir este mundo en un lugar bueno, es necesario que previamente acabe con todo tipo de pecado; no sólo los que son mal vistos socialmente, sino cualquier transgresión contra la ley de Dios. Es lógico que a los hombres pecadores les desagrade la idea de la ira de Dios, y este debería ser un motivo de preocupación para ellos.

El gozo de los santos en el cielo

(Ap 15:2-4) "Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado."
La segunda visión que Juan tiene nos presenta a "los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre". Ya no están en la tierra, sino que aparecen en la misma presencia de Dios. Seguramente debamos pensar que estos son aquellos que en el capítulo anterior habían sido segados para ser llevados a su patria celestial (Ap 14:14-16).
Ahora están en pie sobre lo que a Juan le pareció "un mar de vidrio mezclado con fuego". Seguramente sea el mismo "mar de vidrio semejante al cristal" que había delante del trono de Dios (Ap 4:6). Una visión semejante a la que Moisés tuvo cuando él y los ancianos de Israel "vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno" (Ex 24:10). Y la que Ezequiel describió como "una expansión a manera de cristal maravilloso" (Ez 1:22).
Ese mar de vidrio delante del trono reflejaba la gloria de Dios. Sin embargo, aquí está "mezclado con fuego", que como en otras ocasiones es un símbolo del juicio de Dios. Esto tiene sentido si tenemos en cuenta que es el tema principal de todo el pasaje.
Ahora bien, encima de este mar de vidrio se encuentran de pie todos "los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre". Esto es curioso, porque al marcharse de este mundo parecían perdedores más que vencedores. Ya vimos que a la bestia "se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos" (Ap 13:7). Sus condiciones de vida bajo el régimen de la bestia fueron realmente angustiosas, pero ellos prefirieron ser fieles hasta la muerte antes que negar a Cristo.
(Ap 12:11) "Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte."
Ahora todos ellos se encuentran ante el mismo trono de Dios como vencedores. Así se cumplirá lo que dijo el Señor Jesucristo:
(Mt 16:25) "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará."
Queda demostrado de este modo que nada puede triunfar sobre el pueblo de Dios cuando éste decide ser fiel al Señor.
A continuación se nos muestra la alegría de estos vencedores. Juan dice que los vio "con las arpas de Dios" y que cantaban "el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero".
Parece que el arpa es uno de los instrumentos principales usados en el cielo para acompañar la adoración. Los veinticuatro ancianos tenían arpas (Ap 5:8) y también los ciento cuarenta y cuatro mil (Ap 14:2-3). Poco a poco el coro celestial se iba completando.
En cuanto al cántico que cantaban, debemos notar que se presenta como un breve paréntesis que anuncia el gozo celestial ante la inminente consumación de la ira de Dios. Notemos cuál era la razón de su adoración: "Porque tus juicios se han manifestado" (Ap 15:4). Cuando esto empiece a ocurrir, ellos ya estarán a salvo en el cielo con el Señor.
Lo que cantaban era "el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero". De alguna manera aparecen unidas aquí las distintas fases de la revelación. La primera es consumada en la segunda. Lo que Moisés vivió anticipaba el mismo tipo de conflicto y victoria que los seguidores del Cordero experimentarán al final de los tiempos.
Recordamos que en Egipto, en los tiempos de Moisés, Faraón se había levantado desafiando a Dios e intentando aniquilar a su pueblo escogido; exactamente del mismo modo en que la bestia se alzó contra el Cordero de Dios y sus santos, exigiendo ser adorado por ellos y matando a quienes se le oponían.
Pero también en ambos casos, tanto Faraón como la bestia sufrieron las plagas de Dios que fueron enviadas para mostrar la justicia de Dios y conseguir liberar a su pueblo.
Probablemente el cántico de Moisés al que se hace referencia aquí sea el que encontramos en (Ex 15:1-18), justo después de que Moisés y el pueblo hubieran cruzado el Mar Rojo. En ambas escenas, los redimidos se encuentran de pie delante de un mar, mientras que sus enemigos son destruidos. Moisés e Israel estaban delante del Mar Rojo donde sus perseguidores egipcios habían perecido, y los santos de Apocalipsis también están de pie sobre un mar de cristal después de haber vencido a la bestia. En ambos casos habían dejado atrás a sus enemigos y ya disfrutaban de su victoria.
Es también interesante la mención del "Cordero" en el cántico, porque también la victoria de Israel en el pasado tuvo lugar inmediatamente después de que el pueblo sacrificara el cordero pascual.
Veamos ahora el contenido del cántico:
Comienza diciendo: "Grandes y maravillosas son tus obras". En este contexto, las obras a las que se hace referencia tienen que ver con los juicios de Dios. Es algo similar a lo que dijeron los israelitas cuando Dios ahogó al ejército egipcio en el Mar Rojo. Entonces describieron a Dios como "¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Ex 15:11).
Continúa reconociendo la rectitud de Dios en la ejecución de sus juicios: "Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos".
Se enfatiza también su santidad y soberanía, razones por las que se le debe temer y adorar: "Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?". Es verdad que hoy en día muy pocas personas tienen este temor reverente ante Dios. Incluso muchos creyentes piensan tanto en su amor que olvidan que él odia y rechaza con todas sus fuerzas cualquier forma de pecado. Su santidad le lleva a revelar su ira contra él.
Pero esta santidad absoluta de Dios es también una razón fundamental por la que es digno de ser alabado y reconocido como el Soberano del universo: "Pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado". Esto no quiere decir que todas las naciones le adorarán como consecuencia de una conversión genuina, sino porque no les quedará otra opción que doblar su rodilla ante la gloria y majestad del Creador del universo. Este mismo pensamiento lo encontramos anunciado en otras partes de la Escritura:
(Sal 2:8) "Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra."
(Fil 2:9-11) "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre."
En este mundo no existen naciones cristianas, o al menos no hay ninguna que se comporte como tal, pero en la nueva creación habrá también nuevas naciones que rendirán su adoración a Dios de corazón y voluntariamente (Ap 21:24).

El templo del tabernáculo en el cielo es abierto

(Ap 15:5-7) "Después de estas cosas miré, y he aquí fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos."
Juan regresa ahora al mismo tema con el que comenzó este capítulo: las siete plagas postreras que serán administradas por siete ángeles. Sin embargo, antes de tratar ese tema, observa un hecho muy importante: "fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio". El hecho de que "fuera abierto" es algo así como si se descorriera una cortina para que podamos ver lo que hay en el otro lado. Ahora bien, con esta apertura del santuario parece querer decir que los pensamientos y planes de Dios comienzan ahora a realizarse abiertamente en la tierra. Los juicios que hasta ese momento han obrado en este mundo como escondidas, ahora se verán claramente como juicios provenientes del Dios del cielo.
Notemos que al templo se le llama también el "tabernáculo del testimonio". El "testimonio" se refería a las tablas de la ley que estaban en el arca en el lugar santísimo. Esa ley trata del carácter de Dios y de los requisitos que Dios espera que los hombres cumplan. ¿Qué importancia tiene este detalle en este contesto? Bueno, sirve para aclarar cuál es la causa de los juicios que están a punto de ser manifestados. Cuando los hombres quebrantan la ley de Dios y viven de espaldas a él, le ofenden gravemente. Algunos piensan que como son mayoría los que no creen en Dios, él un día se dará por vencido y cambiará para ser como ellos quieren que sea, pero eso es una equivocación terrible. Dios es perfecto y no va a cambiar su carácter, por el contrario, se dispone a quitar todo aquello que no se corresponde con su santa ley.
Pensemos en una sencilla ilustración. Si yo soy un violinista y soy invitado a tocar en una orquesta, el director me dará una partitura a la que me deberé ajustar. Si cuando todos los músicos comienzan a tocar yo decido tocar otra cosa que a mí me gusta más, el director no tendrá más opción que parar la orquesta y hacerme salir, de otro modo, verá arruinada su propia partitura y todo el sonido. Y del mismo modo, para que este mundo llegue a convertirse en un lugar hermoso, sólo hay una solución; que todos nos sujetemos a la ley de Dios. Es verdad que muchos no quieren hacerlo, por eso Dios se ve obligado a sacarlos de su mundo.
En todo caso, como ya hemos señalado anteriormente, la Biblia no se avergüenza de la idea de un Dios que juzga. Veamos ahora que los siete ángeles que tenían las siete plagas salían del templo de Dios, dando a entender claramente que estaban ejecutando sus órdenes. Y se añade otro detalle más que refuerza esta idea: estaban "vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro". La idea que transmiten sus vestidos es de santidad y pureza. A muchos les puede extrañar que el asunto de la ira de Dios contra el pecado tenga algo que ver con la belleza y pureza de carácter, pero es así. En el cielo no es considerado como algo brutal o como si fuera fruto de una malvada pasión. Tiene que ver con una auténtica inquietud por la justicia, y esto siempre es bueno.
En relación a lo anterior, notemos quién es el que da las copas de la ira de Dios a los siete ángeles: "Uno de los cuatro seres vivientes". Estos seres aparecieron por primera ven en (Ap 4:6), y vimos que ocupan un lugar estratégico alrededor del trono de Dios y que le sirven en su presencia. Su propia descripción como "seres vivientes" nos da a entender que ellos valoran la vida, y por lo tanto, están en contra de todo aquello que acabe con la vida, como lo es el pecado.
Otro detalle curioso es que la ira de Dios iba contenida en "siete copas de oro". Este tipo de tazón o escudilla poco profunda, se usaban frecuentemente en el templo para verter libaciones sobre los sacrificios que se elevaban en olor grato ante Dios. ¿Hemos de pensar que el sacrificio de los impíos pudiera ser interpretado de esa manera? Veamos lo que dijo el apóstol Pablo:
(2 Co 2:15-16) "Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida."

Nadie podía entrar en el templo

(Ap 15:8) "Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles."
Lo que Juan estaba viendo era un momento muy solemne en el que la gloria de Dios se estaba manifestado de una manera especial. Como consecuencia de ello nos dice: "Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder". Momentos similares los podemos encontrar también en el Antiguo Testamento: (Ex 40:34) (1 R 8:10) (Is 6:4) (Ez 10:4) (Ez 44:4).
Tal era la importancia de este momento que "nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles". En todo caso, aunque nadie podía entrar en el templo, los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia ya estaban dentro. Quizá la idea de la puerta cerrada del templo impidiendo la entrada de nadie más, sea similar a lo que ocurrió una vez que comenzó el diluvio y Noé y su familia entró en el arca pero Dios cerró la puerta para que nadie más entrara porque ellos habían llegado al colmo de su maldad y ya sólo cabía para ellos esperar el juicio de Dios que vendría con el diluvio (Gn 7:16).
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