Por otro lado, aunque hay muchas personas que admiran a Cristo por su enseñanza o sus milagros, no se puede llegar a tener una auténtica relación espiritual con él si previamente no dejamos que nos lave de nuestros pecados.
Por un lado hay creyentes que habiendo experimentado el lavamiento inicial de la regeneración, luego se olvidan de la necesidad de lavarse constantemente los pies. Por supuesto, esta actitud desagrada al Señor e impide el progreso en la vida cristiana.