Jesús hizo a sus discípulos una pregunta clave: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Esta misma pregunta se nos hace a cada uno de nosotros. De nuestra respuesta depende dónde pasaremos la eternidad.
"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Ti 3:16)