Folletos cristianos

"El más admirado"

El más admirado

Folletos cristianos
Hace unos meses la universidad inglesa de Leicester hizo la siguiente pregunta a 2.500 jóvenes del Reino Unido: ¿Quién es la persona de la historia que más admiras?. La respuesta reveló un número 1 indiscutible: David Beckham, el futbolista inglés que ahora viste los colores del Real Madrid (por si todavía hay alguien en el mundo que no sepa quién es).

Los siguientes puestos no fueron para grandes políticos, ni pensadores, ni científicos que hayan aportado algo para el bien de la humanidad. Todos eran personajes célebres del mundo del deporte y el espectáculo: Brad Pitt, Michael Jackson, Jennifer López, Robbie Williams, Britney Spears...

Todos esos famosos también están en las revistas y programas del corazón de nuestro país, junto a otros ídolos nacionales de similares características: jóvenes, atractivos, competentes, ricos y afortunados. Los jóvenes los admiran, se ponen sus camisetas, se peinan como ellos, los llevan en la carpeta y en el móvil y sueñan con ser ricos y famosos como ellos...

¿Nos damos cuenta a quién estamos admirando? ¿Qué mérito tiene jugar bien al fútbol, tener una buena voz o actuar de cine? Indaga en su vida privada y encontrarás armarios oscuros como los de Michael Jackson. Mira cómo reaccionan ante las crisis y verás chascos como el de Maradona. Observa qué valor dan a las personas, y tendrás que abandonar el sueño imposible de saludar un día a Madonna o a Britney Spears. Analiza sus palabras y te darás cuenta de lo poco que daría de sí una conversación con gente como David Bisbal. Fíjate cómo se dan codazos unos a otros para estar en la palestra y no perder popularidad. Quítales el maquillaje que llevan encima y la gomina del pelo. O sólo ponles unos años más... Y tus ídolos irán cayendo como moscas.

En aquella encuesta había otro dato chocante. El hombre que más ha influido en la historia y el que sin duda más hizo por la humanidad, quedaba relegado al puesto 123, junto al ya poco popular presidente Bush. Me refiero a Jesucristo.

¡Pobre de ti si admiras más a un futbolista de moda que al Hijo de Dios! Su carácter justo, fiable, íntegro y generoso era lo que le hacía atractivo. En él no había falsas apariencias, ni maquillaje, ni sonrisa artificial. Puedes analizar sus palabras y terminarás diciendo como aquellos alguaciles que le escucharon: "Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre" (1). Indaga en su vida privada y encontrarás, como los doce que convivieron con él, que "no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca" (2). Verás que nunca renunció a sus principios para mantener su popularidad entre los grandes de entonces. Observa cómo trataba a las personas y el valor que daba a cada uno y te quedarás perplejo de que estuviera dispuesto, no sólo a perder popularidad, sino a ser sentenciado a muerte para "llevar él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (3). Mírale enfrentando la crisis de la cruz y comprueba la resistencia de sus hombros para cargar con todas tus culpas y tus fracasos. Y date cuenta de que está dispuesto a llamarte amigo si haces lo que él te dice (4): "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (5).

No sé si te haría más ilusión una invitación de Beckham. Pero él nunca te la hará. Y, créeme, no merecería mucho la pena. En cambio el Rey de reyes y Señor de señores te invita a entablar una relación personal con él. Responde. Pídele perdón y acepta su invitación. Y deja de admirar y de imitar a ídolos que caen. Hazte seguidor del Señor resucitado, cuyo atractivo no caduca y cuyo Reino durará para siempre.


1. Evangelio según Juan 7.46
2. 1ª Epístola de Pedro 2.22
3. 1ª Epístola de Pedro 2.24
4. Evangelio según Juan 15.14
5. Apocalipsis 3.20