Folletos cristianos

"De condenas, sentencias e indultos"

De condenas, sentencias e indultos

Folletos cristianos
Mucho se ha oído hablar en las noticias estas semanas pasadas de sentencias, condenas e indultos. Pero, ¿qué es un indulto?

Un indulto es una medida de gracia (o sea, inmerecida; gratuita) por la que se perdona o se conmuta una pena. Por las noticias hemos sabido que lo puede conceder el gobierno en ciertos casos. Y por la historia sabemos que antiguamente los soberanos acostumbraban conmutar la pena de muerte a algún reo en el llamado "día del indulto". Si recuerdas, en los evangelios se cuenta que, cuando Jesús fue entregado para ser crucificado, era el día de la fiesta de la Pascua, y que el gobernador Pilato tenía costumbre ese día de indultar al preso que el pueblo pidiera. Por fin, la multitud pidió el indulto para un delincuente, Barrabás, y la pena capital para el Hijo de Dios, Jesucristo.

Un indulto se concede a un culpable. De modo que, si alguien, después de ser condenado, sigue sosteniendo que es inocente, no solicitará que le concedan un indulto, sino que le hagan justicia.

Pues bien, esto nos atañe de cerca. ¿Por qué? Porque hay una sentencia condenatoria contra nosotros. Contra todos los hombres sin excepción; contra mí lo mismo que contra ti: ¿Somos nosotros mejores que ellos? -dice el apóstol Pablo- De ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a no judíos, que TODOS están bajo pecado... para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios (1). Y si vas al Nuevo Testamento y lees el contexto, no te cabrá ninguna duda. Esa es la sentencia de Dios sobre todo el género humano.

¿Y ante esto qué hacemos? Tenemos tres opciones:

- Ignorar la sentencia y pensar que, si hay Dios, no será tan intolerante.

- Recurrirla y tratar de probar que, a fin de cuentas, no soy tan pecador como otros, y que la balanza me será favorable el día del juicio.

- O aceptar la sentencia y mi culpabilidad y pedir a Dios un indulto.

Antes de optar por la primera, piensa que si Dios no va a juzgarnos un día, todas las injusticias, atropellos, barbaridades y crímenes que se han cometido a lo largo de la historia quedarán impunes. ¿Hay derecho a eso? Si hay Dios, claro que ha de juzgar un día; y será intolerante con el pecado. ¡Cómo no!

Y si eres de los que intentan con buenas obras y penitencias demostrar tu inocencia, lee la parábola que contó el Señor Jesús a unos que confiaban en sí mismos como justos (2). Es aquélla del fariseo y el cobrador de impuestos que fueron al templo a orar. El fariseo daba gracias porque no era como los demás hombres; ladrones, injustos y adúlteros. Y el publicano, mirando al suelo y golpeándose el pecho, decía: Dios, sé propicio a mí, pecador. Es decir, reconocía sus culpas y pedía a Dios un indulto. Dice Cristo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro.

¿Pero cómo puede Dios perdonar a un culpable y seguir siendo justo? La respuesta a esa pregunta es el mensaje central de la Biblia. ¿Recuerdas a Barrabás? ¿Cómo pudo ser indultado? A costa de la muerte del Hijo de Dios, que era inocente. El que debía haber muerto fue indultado, y el que no merecía la muerte, la sufrió en lugar del culpable. Barrabás es una figura de todos nosotros: Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios (3). ¿Vamos a seguir defendiendo nuestra inocencia, o vamos a reconocer nuestra culpabilidad y a acudir con fe a Dios para pedirle el indulto que Cristo ganó en la cruz? Recuerda que El dijo: Los sanos no tiene necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (4).


(1) Epístola a los Romanos 3.9 19
(2) Evangelio de Lucas 18.9-14
(3) 1ª Epístola de Pedro 3.18
(4) Evangelio de Lucas 5.31-32