Estudio bíblico de Santiago 1:13-15

Santiago 1:13-15

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido por la epístola universal del apóstol Santiago. Una vez más, estamos en el capítulo 1, de este libro. Apenas habíamos comenzado con la segunda parte que comprende los versículos 13 al 21, donde vimos que:

Dios no pureba la fe con el mal

Esta sección se extiende desde el versículo 13 hasta el 21 de este primer capítulo. La palabra "tentación" se usa en dos sentidos: hablando de las pruebas o las dificultades, como vimos en el versículo 12, y hablando de la provocación al mal, como vemos en los versículos 13 y 14. Santiago se dispuso entonces a hablar sobre la tentación, en el sentido de tentación a hacer el mal. Algunos dicen que el Señor les probó, cuando en realidad no fue el Señor en absoluto. Dios no puede ser tentado por el mal, y Él no tienta a nadie con el mal. Santiago trató aquí un tema que es muy importante que los hijos de Dios entiendan, porque con frecuencia culpan a Dios por muchísimas cosas que suceden en sus vidas y de las cuales no es responsable. Leamos entonces el versículo 13 de este primer capítulo de Santiago:

"Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie"

En los versículos precedentes hemos visto que Dios prueba a Sus propios hijos, pero en este punto Santiago dejó bien claro que Dios nunca prueba a los hombres con el mal y con el pecado. Por eso declaró enfáticamente que Cuando alguien es tentado no diga que es tentado de parte de Dios. Observemos que Santiago ya no estaba usando la palabra "tentación", como lo hizo anteriormente. A partir de aquí estaba usando el verbo: él estaba hablando de la acción.

La propensión natural de la humanidad es culpar a Dios por sus propias torpezas, de todas sus manías, de todos sus defectos, fracasos e impureza. Desde el mismo principio, desde el momento de la caída del hombre, esta tendencia se ha mantenido. Adán dijo en Génesis capítulo 3, versículo 12, la mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí -¡él realmente escurrió el bulto! Y la mujer hizo lo mismo, porque dijo (como leemos en el versículo siguiente, el 13) La serpiente me engañó, y comí. En realidad, los tres eran responsables de lo ocurrido, es decir, la serpiente, Eva y Adán.

Con frecuencia escuchamos preguntas como éstas: "¿Por qué envía Dios inundaciones y terremotos y permite la muerte de los niños?" Y nosotros culpamos a Dios hoy por el resultado de codicia, la avaricia y el egoísmo de la humanidad --que es la realmente responsable por las inundaciones y terremotos. La gente ha construido en muchas ocasiones las casas muy cerca de los ríos y cuando en el curso natural de los acontecimientos el caudal de los ríos aumenta, lo califican como inundación y como un acto de Dios. Pero el hombre cree que es más agradable vivir cerca del río, o de una vía de transporte, o de donde tienen lugar las actividades comerciales. Lo que realmente motiva al hombre a construir en lugares donde es verdaderamente peligroso construir, es la codicia y la avaricia.

Todos hemos oído hablar de que algunas zonas del mundo son altamente propensas a terremotos. Los modernos sistemas de detección del estado geológico de una zona permiten predecir los terremotos con bastante exactitud. Sin embargo, las personas se trasladan masivamente a vivir en tales áreas, porque le agrada el clima, la belleza del paisaje y entonces se edifican edificios altos para aprovechar la rentabilidad de la tierra en esa zona. La seguridad de las personas pierde su prioridad y la posibilidad de que ocurran catástrofes va cayendo en el olvido. Por todo ello, no podemos acusar a Dios o culparle cuando se produce una catástrofe en esas zonas densamente pobladas.

Los hombres también culpan hoy a Dios con sus filosofías. El panteísmo, por ejemplo dice que todo es Dios, pero el bien es la mano derecha de Dios, y el mal está en su mano izquierda. En otras palabras, la totalidad del universo es el único Dios. Ahora, el fatalismo dice que todo ocurre como una necesidad ciega. Todo sucede por ineludible predeterminación o destino. Ellos dicen que, si hay Dios, Él le ha dado cuerda al universo como a uno de esos relojes que marcan el tiempo por ocho días, y que luego lo se retiró y lo dejó. La explicación que da el materialismo del problema de la raza humana es que las aspiraciones más elevadas y las pasiones más bajas constituyen el metabolismo natural del organismo físico.

Ahora, Dios ha respondido a estas filosofías en Su Palabra. No hay mal en Dios. En Él todo es bueno, todo es luz, y todo es justo. El apóstol Juan escribió en su primera epístola, capítulo 1, versículo 5. 5Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz y no hay ningunas tinieblas en él. Y el Señor Jesús pronunció esta muy interesante declaración en el Evangelio de Juan capítulo 14, versículo 30: 30No hablaré ya mucho con vosotros, porque viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. Eso quiere decir, que no hay mal o pecado en Él. Pero cada vez que Satanás se acerca a mí, él puede encontrar algo.

Permítanos inducir en este punto algo que es teológico. Jesús no podía pecar. Ahora, alguien podría preguntar inmediatamente: "¿Entonces, por qué fue tentado?" En el evangelio según San Mateo, capítulo 4, versículo 7, el Señor le dijo a Satanás: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Dios quiere salvar del pecado, estimado oyente, y Él no tienta a las personas a pecar -Él quiere liberar a las personas. Él nunca usa los pecados como una prueba, pero lo permitirá, como veremos más adelante. El Señor Jesús no tenía ningún pecado en Él --recordemos su declaración: viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí. Fue tentado para probar que no había nada en Él. Después de haber vivido aquí en la tierra por 33 años, Satanás se acercó a Él con esta tentación, una tentación que apeló a la personalidad total del hombre: la parte física, la parte mental, y la parte espiritual del hombre. El Señor Jesucristo no podía fracasar, y la prueba, o tentación, fue presentada para demostrar que Él no podía caer. Porque si Él pudiera caer, entonces en cualquier momento su salvación y la mía, amigo oyente, estarían en duda. En el momento en que Él sucumbiera o cediera ante el pecado, no tendríamos un Salvador. Su tentación ocurrió para probar que no podía pecar.

Hace algunos años, el ferrocarril que pasaba por cierta localidad campesina tenía que cruzar un río sobre un puente de madera. Este río durante la época del verano parecía un arroyo insignificante, pero cuando comenzaba la temporada de lluvia, aumentaba de tal manera su caudal que arrasaba con todo. Ahora, en cierta ocasión, la crecida del río provocó una inundación que se llevó consigo el puente del ferrocarril. Los ingenieros se hicieron presentes y construyeron otro puente; esta vez lo hicieron de metal. Cuando su construcción finalizó, los ingenieros llevaron a ese puente dos máquinas del ferrocarril, las colocaron en el medio del puente, y allí detuvieron su marcha. La gente de la zona se preguntaba por qué hacían eso los ingenieros. Un joven, que estaba por allí observando la escena, se atrevió a preguntar a los ingenieros qué estaban haciendo, y éste respondió que habían construido el puente y lo estaban probando. El joven entonces les preguntó si creían que el puente se iba a caer. Entonces el ingeniero le respondió enfáticamente: "Por supuesto que no se caerá. Estamos simplemente probando que no se caerá". Ahora, el Señor Jesucristo, estimado oyente, fue tentado para probar que usted y yo tenemos un Salvador que no puede pecar. Dios no puede ser tentado por el pecado. Y Dios, no tienta a las personas con el pecado.

Sin embargo, Dios permite que seamos tentados con el pecado. Podemos tener un ejemplo en algo que se dijo en cuanto a David. En el Segundo libro de Samuel, capítulo 24, versículo 1, leemos: Volvió a encenderse la ira del Señor contra los israelitas, e incitó a David contra ellos diciéndole: Ve, haz un censo de Israel y de Judá. Evidentemente, ese hecho era pecado. Entonces, ¿tentó Dios a David con el mal? Estimado oyente, para entender bien la Biblia usted siempre necesita examinar toda la historia de un suceso. En el segundo libro de Crónicas usted tiene el punto de vista humano de los eventos registrados. Desde un punto de vista humano, pareció como si Dios estuviera enfadado con Israel y simplemente obligó o incitó a David para que hiciera el censo. Sin embargo, en el primer libro de Crónicas capítulo 21, versículo 1, se nos dejó el punto de vista de Dios sobre este hecho. Dice este pasaje: Se levantó Satanás contra Israel e incitó a David a que hiciera censo del pueblo. ¿Quién provocó a David para que pecara? Fue Satanás, no Dios. Dios simplemente permitió que Satanás así lo hiciera porque Él estaba enfadado con Israel y su pecado. Dios nunca tienta a los hombres con el mal.

¿Quién es entonces responsable de nuestra propensión al mal? ¿Qué hace que nosotros pequemos? Bueno, alguien quizá diga: "Ustedes acaban de destacar que es Satanás". Observemos lo que dice este versículo 14, del primer capítulo de la epístola del apóstol Santiago:

"Sino que cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido."

Aquí estamos hablando sobre los pecados de la naturaleza carnal. ¿Quién es responsable cuando usted se aleja para hacer el mal, cuando usted cede ante una tentación para practicar el mal? Dios no es responsable. El diablo no es responsable. Usted es responsable.

Cada uno es tentado. Cada uno - dice aquí. Y esta es una declaración de la individualidad de la personalidad en la raza humana. De la misma manera en que cada uno de nosotros tenemos huellas digitales diferentes, cada uno de nosotros tiene una naturaleza moral diferente. Todos nosotros tenemos nuestras propias idiosincrasias, nuestras propias excentricidades. Todos tenemos algo un poco diferente, que nos distingue de los demás. Estimado oyente, todos nosotros tenemos nuestras peculiaridades. Una persona puede ser tentada a beber en exceso; otro, puede ser tentada a comer demasiado; otra persona puede ser tentada en el área del sexo. El problema siempre se encuentra dentro del individuo; ninguna cosa o influencia exterior nos puede hacer pecar, tiene que ser algo que viene de adentro, y allí es donde está el problema. El problema está aquí, dentro de nosotros con esa vieja naturaleza que tenemos.

Un niño estaba jugando cerca de un lugar donde su madre guardaba las galletas. Él había bajado el recipiente donde ella las guardaba y su madre escuchó que él estaba por allí y lo llamó y le preguntó, qué era lo que estaba haciendo. Entonces, el muchachito respondió: "Estoy luchando contra la tentación". La verdad es que él estaba en un lugar bastante malo para luchar contra la tentación. No había resistido el poder de atracción de esa tentación y al recorrer parte del camino hacia su fracaso, se estaba exponiendo voluntariamente frente al objeto de la tentación, con pocas o ninguna posibilidad de vencerla. Hay muchas cosas que no son malas en sí mismas, pero es el uso que uno hace de ellas lo que está mal. La comida es buena, pero uno puede llegar a ser un glotón. El alcohol es una medicina, pero uno puede llegar a ser un alcohólico si lo usa indebidamente. El sexo es bueno, si se usa dentro de los límites del matrimonio, como Dios lo ha establecido, pero si uno lo ejerce fuera del mismo, puede llegar a sufrir varias clases de daños y perjuicios. En muchas zonas del mundo se han propagado epidemias de enfermedades venéreas debido al relajamiento de la moral actual.

Y en el día de hoy muchos psicólogos están tratando de ayudar a las personas para que se liberen de sus complejos de culpa. Un psicólogo cristiano, profesor de una Universidad de Estados Unidos dijo en una ocasión a un profesor de la Biblia: "Ustedes necesitan enfatizar en su enseñanza el complejo de culpa más de lo que lo están haciendo. Un complejo de culpa forma parte de usted tanto como su brazo derecho. Simplemente, usted no puede librarse de él".

Otros profesionales investigan lo más a fondo que sea posible los antecedentes de quienes los consultan, incluyendo en su examen todos los factores ambientales y del contexto familiar, como por ejemplo los sentimientos de afecto recibidos o, por el contrario, la falta de amor de los padres, la agresividad, la falta de comunicación con el entorno más próximo, etc. Pero, estimado oyente, usted podría resolver muchos de sus problemas por los cuales usted se culpa a sí mismo o a otras personas, si se dirigiera al Señor Jesús, que se encuentra ahora a la derecha de Dios, diciéndole: "Soy un pecador, soy culpable". Entonces Él removerá su complejo de culpa. Él es el único que puede hacerlo.

El libro de los Proverbios, capítulo 23, versículo 7, dice: 7porque cuales son sus pensamientos íntimos, tal es él. La provocación al pecado debe tener la respuesta o reacción correspondiente desde el interior de la persona. El apóstol Santiago dice que el apetito desordenado de los placeres deshonestos, ese anhelo o deseo incontrolable de las personas, es el que atrae a las personas hacia el pecado. En el Evangelio de Juan capítulo 12, versículo 32, el Señor Jesús dijo: 32Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. Pero el que se burla puede decir: ¡El no me atraerá! Bueno, estimado oyente, Él no le obligará a usted. Recordemos que cuando estudiamos el libro de Oseas, leímos que Él sólo utiliza las cuerdas del amor para atraernos hacia Sí mismo. Él quiere conquistarnos y ganarnos por Su gracia, por Su amor. Sinceramente hablando, hoy, el mal es atractivo, como siempre lo ha sido. La historia Bíblica nos dice que al principio, Moisés fue atrapado por los placeres del pecado. El hombre puede ser seducido; el cebo puede ser colocado en el anzuelo. Si él, por así decirlo, muerde el anzuelo, es decir, si cede, si se rinde, antes de que pase mucho tiempo esa persona llegará a convertirse en adicto a un vicio o un pecado que irá destruyendo su cuerpo y su mente. Continuemos leyendo, entonces, el versículo 15 de este capítulo 1, de la epístola de Santiago:

"Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte."

En otras palabras, cuando el deseo del alma ha concebido, da nacimiento al pecado, y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. El apóstol Santiago utilizó aquí una palabra interesante, en la primera frase de este versículo: Entonces la pasión, después que ha concebido, la palabra realmente significa "quedar embarazada". La concepción es la unión de dos. Así que el deseo de nuestra vieja naturaleza humana se une con la tentación exterior que nos enfrenta, y de esa forma se convierte en pecado. El Señor Jesús dijo: Y el deseo del alma se une con la tentación de afuera. El Señor Jesucristo dijo: 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio. (Mateo capítulo 5, versículo 22). Porque esa pasión comienza en el corazón y sale en forma de acción. Y el Señor Jesús también dijo: yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón (como podemos leer en ese mismo capítulo 5 de Mateo, versículo 28). Allí es donde siempre comienza el pecado, en nuestro corazón.

En este punto surgiría de forma natural la pregunta: ¿es la tentación un pecado? Por supuesto que no es un pecado, definitivamente que no es un pecado. Es cuando la concepción tiene lugar, es decir, cuando el pensamiento del corazón se lleva a cabo, se transforma en acción, entonces la tentación se convierte en pecado, Martín Lutero expresó esta realidad de una forma original cuando dijo: "Uno no pude evitar que las aves vuelen sobre su cabeza, pero sí puede evitar que no construyan un nido en su cabello". Hasta aquí la cita. O sea, que el pecado es la consumación del acto interiormente y exteriormente.

La tentación, en sí misma no es pecado. Todos tenemos una naturaleza mala; es inútil tratar de engañarnos a nosotros mismos en este asunto. Todos hemos sido tentados a hacer el mal; cada uno tiene una debilidad en su naturaleza humana, una tendencia difícil de vencer; por ejemplo algunos no pueden evitar la glotonería, otros el ser chismosos, etc. Cada uno conoce su propia debilidad. Los pecados que acabamos de mencionar pertenecen absolutamente a nuestra naturaleza humana, es decir, que proceden de nuestro interior. Solamente el Señor Jesús pudo decir, 30viene el príncipe de este mundo y él nada tiene en mí (como podemos leer en el evangelio de Juan capítulo 14, versículo 30).

El versículo 15 dice Entonces la pasión, después que ha concebido, da a luz el pecado. En este caso, la criatura no puede nacer muerta. La pasión va a provocar algo. Cuando el mal pensamiento del corazón se une con la tentación exterior, se produce un nacimiento: el nacimiento de un acto, el nacimiento de un pecado.

Ahora, nosotros hoy racionalizamos al pecado. Racionalizamos nuestro mal carácter, nuestro chismorreo y una serie de pecados que puedan explicarse con costumbres de cortesía o educación, e incluso racionalizamos la burda y flagrante inmoralidad. Pero la Biblia los llama pecados.

Estimado oyente, nuestro tiempo ha finalizado. En nuestro próximo programa continuaremos con nuestros comentarios sobre el versículo 15 de este primer capítulo de Santiago. Esperamos poder contarle entre nuestros oyentes al continuar nuestro estudio de este capítulo 1 de la epístola de Santiago.

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