Estudio bíblico de Amós 3:1-6

Amós 3:1-6

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en el libro de Amós, un libro profético. En el bosquejo general del libro, nos encontramos en la segunda gran división del mismo, titulada "El juicio contra Judá e Israel", que se extiende desde el capítulo 2, versículo 4, hasta el capítulo 6, versículo 14.

Antes de comenzar a reflexionar sobre nuestro capítulo de hoy debemos destacar que vamos a continuar el resto de nuestros estudios en el Antiguo Testamento tratando con libros proféticos. Todos estos son libros de profecía, y en el Nuevo Testamento pasaremos una buena parte de nuestro tiempo, también en un libro profético, el libro de Apocalipsis.

Al finalizar el capítulo 2 llegamos a la conclusión de que el profeta Amós trató de que los israelitas comprendieran que Dios les estaba enviando mensajes de advertencia. Dios le dijo a Israel que se estaba convirtiendo en una nación débil, y que ese pueblo no se había dado cuenta de que Dios había comenzado a juzgarlos. Este fue el mensaje transmitido por el profeta Amós y no nos sorprende que la gente quisiera expulsarle de la ciudad. No nos asombra que no quisieran escuchar el mensaje que tenía para ellos. Y el profeta aún no había terminado. Y así llegamos al

Amós 3 - La acusación de Dios contra todo el pueblo de Israel

Dice el versículo 1 de este tercer capítulo de Amós:

"Oíd esta palabra que ha hablado el Señor contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto"

Ahora Dios pasó por alto el hecho de que la nación se había dividido y dijo que estaba hablando a la totalidad del pueblo de Israel, al que sacó de Egipto. Ante Sus ojos no había dos naciones sino solo una. Ante El, las doce tribus eran como una familia. Y dice el versículo 2 de este tercer capítulo:

"A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades."

Como vemos, Dios les estaba hablando de una forma clara y directa, acorde con la forma de ser del profeta. Él no se andaba con rodeos, ni daba vueltas sino que se dirigía directamente al grano. Él no andaba con rodeos ni tenía pelos en la lengua, como vulgarmente se dice. Israel sería castigada por su maldad. Fue una desgracia que sus políticos y sacerdotes no le escucharan. Si lo hubieran hecho, la historia de aquel pueblo habría sido diferente.

El mensaje profético continuó diciendo en el versículo 2 a vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra. En el libro del Génesis podemos ver que después del desastre del diluvio, los seres humanos vivían en un estado de pecado y rebelión contra Dios, condición que se expresó en la torre de Babel. En aquel momento, toda la humanidad se alejó de Dios., produciéndose una apostasía total. Entonces, Dios se dirigió hacia Ur de los Caldeos y de aquella ciudad llamó a un hombre, a Abraham. Dios formaría a partir de él una nación, a quien entregaría una tierra. Eso fue lo que El quiso decir aquí en este versículo de Amós, al proclamar A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra.

Para poder dar un mensaje a todo el mundo, Dios tuvo que usar este método. En la torre de Babel el hombre no estaba construyendo una vía de escape para el caso de que tuviera lugar otro diluvio. Este nunca fue el propósito. Fue un altar aparentemente dedicado al sol. Era un lugar de adoración. Después del diluvio los hombres concibieron la falsa idea de que el dios de la oscuridad y el dios de la tormenta habían causado el diluvio. Así que desde entonces estuvieron dispuestos a adorar al sol. Fue la adoración al sol la que predominó en el valle de los ríos Tigres y Éufrates, culto que continuó hasta nuestro tiempo. En la religión del profeta Persa Zoroastro existió hasta nuestros días la adoración a la luz.

Dios escogió a Abraham entre las naciones, de él hizo surgir la nación de Israel, y a ese pueblo entregó Su Palabra. Su propósito fue que esta nación entregara Su Palabra al mundo. Y ese es el propósito de Dios para nosotros, estimado oyente. Por esta razón estamos intentando exponer y difundir la totalidad de Su Palabra, formada por 66 libros, por todos los medios que tenemos a nuestra disposición.

Dijo Dios como leemos en el versículo 2, Os castigaré por todas vuestras maldades. Así El les manifestó su intención de juzgarlos. La nación de Israel ocupaba una posición única ante Dios. Dios les había dado a ellos Sus mandamientos. Y la razón por la cual Él juzgaría a Israel tan severamente fue que ellos habían desobedecido tantos de Sus mandamientos. Es que la luz de la revelación que ese pueblo recibió les creó una responsabilidad. Una nación instruida tenía una responsabilidad mayor que una nación que se encontraba en la oscuridad espiritual.

Y este fue el gran principio que Dios estableció aquí. El va a juzgar de una forma más severa a aquellos que han recibido la luz, que a los que se encuentran en la oscuridad. El Señor Jesucristo mencionó el hecho de que algunos recibirán pocos latigazos, mientras que otros recibirán más. Ya hemos señalado en otra oportunidad que preferiríamos ser un pagano de un pueblo en el lugar más remoto de la tierra, que se inclina ante un ídolo horrible de piedra, que ser un hombre civilizado en un país que se ha jactado de ser cristiano, un hombre que se sienta en la iglesia un domingo por la mañana, que oye la predicación del Evangelio y no hace nada al respecto. Las personas que han escuchado la Palabra de Dios tienen una responsabilidad mayor que aquellas que no la han escuchado. Por lo tanto, habrá diferentes grados de castigo.

Dios dejó bien en claro que El iba a castigar a aquel pueblo por sus malvadas acciones. A muchas personas hoy les agrada oír acerca del amor de Dios. El amor de Dios es realmente maravilloso, y nosotros lo hemos enfatizado, por lo menos, como cualquier otro maestro de la Biblia. Ese amor es una realidad en la cual podemos apoyarnos, consolarnos y alegrarnos. El amor de Dios se manifestó en la cruz de Cristo. Como dijo el Evangelista Juan, De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito. La cruz fue el lugar en el cual Dios reveló Su amor, y cuando ese amor es rechazado, solo queda el castigo. Muchas personas creen que Dios no debería castigar; pero teniendo en cuenta que ellas no están dirigiendo el universo, somos de la opinión de que tal punto de vista no será tenido en cuenta. Dios ya ha dicho que El es santo, justo y que va a juzgar. El juicio contra el pecado es una consecuencia lógica.

De hecho, veremos una serie de preguntas formuladas y respondidas, que revelan cuan verdaderamente práctico era el profeta Amós. El desarrolló ciertas verdades básicas. Era un hombre que provenía de los confines del desierto, procedía de Tecoa, y él hizo uso de la experiencia acumulada en aquel lugar. Tomó sus lecciones del mundo de la naturaleza y aprendió algunas cosas que los seres humanos aun necesitan aprender en la actualidad.

Así que este hombre, este profeta de formación rural había observado algunos hechos hermosos en la naturaleza. Observemos cuál fue su primera pregunta leyendo el versículo 3 de este tercer capítulo de esta profecía:

"¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?"

¿Podrán convivir ambos juntos? No, a menos que se hayan puesto de acuerdo. El otro día observamos a un hombre y una mujer que no habían estado casados mucho tiempo. Habían salido a pasear y caminaban por la calle tomados de la mano. De pronto, la mujer interrumpió su andar, bruscamente se separó de él, y comenzó a caminar en dirección a su hogar. El, continuó caminando en la otra dirección. Quizás por un desacuerdo importante en su conversación dejaron de caminar juntos.

Aquí tenemos una causa y un efecto. La causa es que debe haber un acuerdo, si usted va a andar junto con Dios. Y el efecto será que usted andará con Él cuando se ponga de acuerdo con El. Esto no quiere decir que Dios va a venir a ponerse de acuerdo con usted. Usted y yo, estimado oyente, tendremos que ir hacia Él y estar de acuerdo con Él. Alguien ha dicho que Dios viaja victoriosamente en Su propio carro, y si usted no quiere caer bajo las ruedas de ese carro, entonces, será mejor que suba y viaje con Él. Después de todo, Dios está hoy llevando a cabo Su propósito en el mundo.

Podemos aprender mucho de la historia de las naciones en el pasado. ¿Cuántos reyes y jefes de estado gobernaron grandes y pequeñas naciones? Pudieron imponer su voluntad totalmente en sus territorios correspondientes. Pero lo que ellos dijeron o hicieron, que en su momento presentaron como grandes logros en la historia de la humanidad, han ido cayendo en el olvido y la mayoría de las personas no los recuerda, ni a ellos ni a sus discursos, ni a sus obras. Estimado oyente, Dios está gobernando este universo a Su manera y no le está pidiendo consejo al ser humano. Si usted y yo hemos de caminar con Dios, tendremos que vivir de acuerdo con Su voluntad, en conformidad con Sus Palabras, sus planes y propósitos. Así que el profeta Amós estableció un gran principio cuando formuló su primera pregunta: ¿Andarán dos juntos si no están de acuerdo?

Ahora veamos la segunda y la tercera pregunta. Leamos el versículo 4 de este tercer capítulo de la profecía de Amós:

"¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Rugirá el cachorro de león desde su guarida sin haber cazado nada?"

A estas preguntas respondemos que, por supuesto que no. Como usted bien sabe, un león avanza sigilosamente, cautelosa y silenciosamente. No hace el menor ruido hasta que se abalanza sobre su presa. Y una vez que la ha capturado, entonces nos hace oír su rugido, pero nunca hasta ese momento.

¿Y qué diremos del cachorro de león en su guarida? ¿Rugirá sin haber atrapado nada? No, amigo oyente, el cachorro no hace ningún ruido porque su madre, la leona, lo ha instruido para que permanezca en silencio mientras ella sale a buscar algo de comer. Pero cuando ella regresa con la comida y el leoncillo la ve, entonces nos hará oír su rugido, pero nunca se pondrá en evidencia hasta ese momento.

También aquí podemos ver que existe una causa y un resultado. Y el juicio de Dios seguirá a la maldad del ser humano.

Ahora veremos que el profeta Amós tenía una cuarta y una quinta pregunta. Leamos el versículo 5 de este tercer capítulo de esta profecía:

"¿Caerá el ave a tierra, en la trampa, si no hay cebo? ¿Saltará la trampa del suelo si no ha atrapado algo?"

Aquí se menciona al cebo o carnada. Por supuesto, un pájaro no va a ser atrapado a menos que se le prepare una trampa completa, incluyendo al cebo. Así que el principio de la causa y el efecto opera también en la naturaleza, es decir, en el mundo de la caza y la pesca.

En la segunda parte de este versículo 5 se encuentra otra pregunta. ¿Saltará la trampa del suelo si no ha atrapado algo? Nadie va a continuar instalando una trampa si no atrapa nada con ella. Si uno quiere cazar algo, siempre va a revisar las trampas que prepara para evaluar su efectividad. Y si luego de algún tiempo no ha cazado nada en algunas de ellas, pues entonces, las cambia de lugar y buscará una ubicación más apropiada. Cuando uno las instala, espera lograr el resultado de cazar algún ser vivo, es decir, que la trampa cumpla su finalidad. Y en el versículo 6 de este tercer capítulo, tenemos la sexta y la séptima pregunta;

"¿Se tocará la trompeta en la ciudad y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, que el Señor no haya enviado?"

Dice la primer pregunta ¿Se tocará la trompeta en la ciudad y no se alborotará el pueblo? Dios había dicho que iba a juzgar al pueblo, y el juicio se aproximaba. Y sería insensato no reaccionar a ese anuncio. Debería haber tenido un efecto en las vidas de los miembros de aquel pueblo, pero ellos no estaban escuchando a los mensajes del profeta - de la misma manera en que muchas personas hoy no están escuchando - el mensaje de la Palabra de Dios.

Y el versículo 6 termina preguntando ¿Habrá algún mal en la ciudad que el Señor no haya enviado? En primer lugar, como traduce otra versión, la palabra "mal" aquí no se refería a aquello que fuera pecaminoso o malo, sino que significaba calamidad o juicio. En realidad el profeta Amós se estaba preguntando: "¿Ocurrirá en la ciudad alguna desgracia que el Señor no haya provocado?" Esto significa, estimado oyente, que no hay tal cosa como un accidente en la vida de un hijo de Dios. Tiene que haber una causa para ese efecto, para ese resultado. Dios no está dirigiendo los asuntos de este universo de una forma insensata, frívola o despreocupada. Por lo tanto, cuando ocurre una desgracia, hay que aprender de ella una lección. Tanto los individuos, a nivel personal, familiar y social, como las naciones en su propia historia o en relación con la comunidad internacional, si no aprenden las lecciones de la historia, están condenados a repetir sus errores. Muchas personas y países, se han permitido ignorar la voz de la Palabra de Dios, ignorando Sus advertencias. Y después de haber cometido errores, se han dejado engañar por un período de aparente paz y prosperidad. Dios no permitirá que ninguna persona, familia, sociedad o nación pueda permanecer en paz y prosperidad, si el pecado está presente. Podrán existir tales épocas, que acabarán en desilusión y frustración, porque la realidad, tarde o temprano, siempre se impone y el resultado final será la llegada del juicio de Dios. Creemos que, si hubiéramos aprendido las lecciones del pasado, entonces, nos habríamos librado de muchas calamidades que nos ocurren. Pero los seres humanos no escuchamos, o deliberadamente no queremos escuchar; o pensamos que no nos conviene enterarnos de las consecuencias de nuestras acciones u omisiones, porque rechazamos todo aquello que creemos que nos va a inquietar, o que va perturbar nuestra imagen social o nuestra calidad de vida material. No lo hicimos en el pasado y no lo estamos haciendo en el presente.

Estimado oyente, haríamos muy bien en prestar atención a estas siete preguntas formuladas por el profeta Amós. Preguntas que ilustran el principio universal de que por cada hecho existe una causa, y que el juicio de Dios que se aproxima no es un hecho accidental, circunstancial o que depende del azar. Este juicio es, sencillamente, la consecuencia. Es el resultado causado por el pecado de los seres humanos, Esta fue la consecuencia anunciada en los tiempos del profeta Amós, y esta será la consecuencia de todas las personas que desprecien y rechacen la misericordia y el amor de Dios.

Debemos terminar aquí nuestra exposición pero continuaremos con este tema en nuestro próximo programa; le invitamos a que nos acompañe en nuestro próximo encuentro y le sugerimos que continúe leyendo por sí mismo, los versículos restantes de este tercer capítulo de Amós. Teniendo en cuenta el alcance de nuestro mensaje y la esfera de influencia de la Palabra de Dios que proclamamos, somos conscientes que nos dirigimos especialmente a personas y a familias. Claro que hay que reconocer una realidad que supera nuestras expectativas. Nunca podremos medir el alcance de la influencia de la Palabra de Dios. La experiencia nos ha mostrado que una vez que nosotros llegamos a la medida de nuestras fuerzas y posibilidades económicas, Dios suele sorprendernos con su acción poderosa, que supera todas las precisiones humanas. Atravesando barreras ideológicas y obstáculos sociales, esa Palabra llega hoy a lugares que jamás hubiéramos soñado haber alcanzado y penetra en fortalezas aparentemente inexpugnables. Quizás las barreras más humanamente infranqueables, son las que cada ser humano levanta en su interior, tratando de construir él mismo su vida, sin ninguna intervención de un Dios a quien no cree necesitar, porque niega su existencia, o - ¿por qué no?--- porque no le conviene escuchar lo que El tendría que decirle. En este sentido, creemos oportuno terminar hoy con las palabras con las que el escritor de la carta a los Hebreos describió el carácter y los tremendos efectos de la Palabra de Dios en el interior de las personas. Dice el libro de Hebreos, capítulo 4, versículo 12: Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quién hemos de rendir cuentas.

Estimado oyente, en medio de tantas preguntas formuladas por aquel interesante profeta, nos despedimos de usted con una pregunta personal. ¿No estaría usted dispuesto a dejarse alcanzar por el amor y la gracia de Dios, para que El transforme su vida humana y al terminar ésta continúe acompañándole en la vida eterna?

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