Estudio bíblico: El nacimiento de Jesucristo - Mateo 1:18-25

Serie:   La Navidad   

Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com
España
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El nacimiento de Jesucristo (Mateo 1:18-25)

(Mt 1:18-25) "El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su marido, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente. Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre JESÚS."

Introducción

Al terminar nuestro estudio anterior estábamos considerando que la genealogía de Jesús se interrumpe al llegar a José. Mateo no puede repetir la fórmula empleada en todas las generaciones anteriores y decir que "José engendró a Jesús", porque su nacimiento fue totalmente diferente a cualquiera de los nacimientos de sus antepasados, por lo tanto, tiene que hacer un paréntesis para explicar las condiciones especiales en las que Jesús fue engendrado. Como veremos, el niño que iba a nacer sería un hombre, pero su nacimiento iba a ser milagroso, naciendo de una virgen por obra del Espíritu Santo sin la intervención de ningún hombre. Esto debía ser así porque con él se iban a cumplir todas las promesas hechas a la nación judía durante siglos.
Ahora bien, es importante que notemos cómo Mateo divide la historia del nacimiento de Jesús en tres episodios diferentes: la noticia del embarazo de María (Mt 1:18-25); la visita de los magos que buscan al Mesías que había nacido para adorarlo (Mt 2:1-18); y el regreso de José a Galilea desde Egipto (Mt 2:19-23).
Como veremos, la historia de la Navidad estuvo llena de peligros que amenazaban la seguridad del niño Jesús. En el primer episodio, cuando José conoció la noticia del embarazó de María, su decisión estuvo a punto de provocar que Jesús naciera de una madre soltera. En el segundo, los celos de Herodes pusieron en peligro nuevamente la vida del niño cuando mató a todos los infantes de Belén. Y en el tercero, cuando José regresó a Galilea con su familia, temía una nueva persecución por parte de Arquelao, hijo de Herodes.
Pero frente a cada una de estas situaciones, Dios intervino por medio de un ángel que se apareció a José en sueños y le advirtió del peligro, indicándole el camino a seguir para ser librado (Mt 1:20) (Mt 2:13) (Mt 2:19-20). Y, lo que es muy importante también, José siempre respondió obedeciendo con prontitud (Mt 1:24) (Mt 2:14) (Mt 2:21).
En todo caso, Mateo quiere hacernos notar que todo esto no ocurría por casualidad, sino en cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento (Mt 1:22-23) (Mt 2:15) (Mt 2:23).

José se entera del embarazo de María

El relato del nacimiento de Jesús que encontramos en Mateo debe ser complementado con el que escribió Lucas (Lc 1:5-2:52). Ambos coinciden en los puntos principales: José estaba desposado con María cuando concibió por medio del Espíritu Santo; el niño debería ser llamado "Jesús"; nació en Belén y se crió en Nazaret.
Pero Lucas añade otros detalles que son importantes para tener un cuadro completo de lo que ocurrió en aquellos días. Por ejemplo, antes de lo que Mateo relata en el comienzo de su evangelio, debemos situar el anuncio de Gabriel a María de que concebiría por la acción divina del Espíritu Santo (Lc 1:26-38). Después de esto María fue a visitar a Zacarías y Elisabet y estuvo con ellos durante tres meses (Lc 1:39-56). Probablemente fue después de este viaje cuando José conoció la noticia de su embarazo.
Es importante notar que en ese momento José y María estaban desposados. Para entender lo que esto significa debemos recordar que en aquellos tiempos los matrimonios judíos eran acordados por los padres cuando los cónyuges eran todavía niños o muy jóvenes. Evidentemente, al tomar esta decisión, lo de menos era la afinidad erótica entre los jóvenes, eso llegaría después de casados. Lo que realmente importaba a los padres al tomar esta decisión eran cuestiones relacionadas con la afinidad social, cultural y espiritual de ambas familias. Años después el compromiso se hacía legal en el desposorio. A partir de ese momento ya eran considerados marido y mujer, y sólo se podrían separar mediante un divorcio legal. Pero el matrimonio no se consumaba todavía, sino que tendrían que esperar aún un año más antes de que el novio llevara a la novia a su casa y comenzara la convivencia. En ese momento tendría lugar una celebración espléndida, que dependiendo de las posibilidades económicas de la familia podría consistir en un banquete que normalmente duraba siete días.
Fue en ese año entre el desposorio y la boda cuando José descubrió que María estaba embarazada.
No sabemos cómo José llegó a enterarse del embarazo de María. Esto no nos lo explica el texto bíblico. En todo caso, nos imaginamos que María intentaría en algún momento explicar a José lo que le había anunciado el ángel Gabriel. Ahora bien, ¿cómo convencer a José de que había concebido por medio del Espíritu Santo, cuando algo así no había ocurrido nunca en la historia de la humanidad? Lo que todo el mundo pensaría al verla embarazada es que José había mantenido relaciones sexuales con ella antes de que se consumara el matrimonio. Pero José, que sabía perfectamente que él no había hecho nada de eso, sólo podría pensar que María había estado con otro hombre. ¡Qué situación más complicada! ¿Qué hacer?

La reacción de José

El texto comienza diciéndonos que José "era justo", es decir, que era un hombre que deseaba vivir de acuerdo con la ley de Dios. Ahora bien, la situación que tenía delante de sí era realmente complicada. Por un lado podemos imaginarnos la gran desilusión que se llevaría al saber que la mujer con la que estaba a punto de unirse en matrimonio estaba embarazada, es decir, que le había sido infiel. Pero por otra parte, su propio nombre quedaría en entredicho si no hacía algo al respecto.
Ante una sensación de traición como la que él podría estar experimentando, lo más lógico sería comenzar un proceso jurídico contra María ante los ancianos. La ley de Moisés contemplaba un caso similar a este y establecía que la mujer debería ser castigada con la muerte (Dt 22:23-24), aunque todo parece indicar que en este momento ya no se aplicaba. Esto permitiría a José ser "justo" en la aplicación de la ley, y librarse también del mal nombre que María le estaba dando. Por supuesto, María sería expuesta a una humillación terrible que le dejaría marcada para el resto de su vida.
Pero José no quería hacer esto, y su actitud nos resulta un tanto extraña. Nos hace pensar que José podía tener dudas sobre la historia de la concepción por medio del Espíritu Santo, que imaginamos que en este momento ya conocería. Y también estaba el embarazo de Elisabet, la mujer de Zacarías, que había ocurrido un poco antes de una forma igualmente sobrenatural. Todos estos detalles, unidos a lo que conocía de María, le hacía difícil pensar que le hubiera sido infiel. Y si todo esto no fuera poco, él la amaba de verdad y no deseaba hacerle ningún tipo de daño. Era incapaz de actuar por venganza u odio.
José tenía que resolver un verdadero dilema. ¿Qué hacer? Todos sus pensamientos estaban en conflicto y se sentiría tremendamente desilusionado. ¿Cómo podía María haberle sido infiel de ese modo? Pero, ¿por qué inventarse una historia como la concepción por el Espíritu Santo para justificarse, si sabía de antemano que nadie se la iba a creer? ¿Acaso aquella joven que él creía honesta y pura era una embustera de la que además había que dudar de su sanidad mental? ¿Cuántas horas y días pasaría pensando en qué hacer?
Finalmente José creyó que lo más conveniente sería darle una carta de divorcio y despedirla discretamente. Esto no salvaría su propia reputación, pero al menos le ahorraría a María la vergüenza del escándalo público que le acarrearía un proceso jurídico. Seguramente esta opción no le satisfacía plenamente, pero dentro de las posibilidades que tenía, era la única forma que encontró para combinar la justicia con la misericordia.
En todo esto vemos el retrato de un hombre bueno. Lo fácil habría sido buscar venganza después de lo que a todas luces parecía una infidelidad de su mujer. Pero él pone en práctica lo que decía Proverbios: "el amor cubrirá todas las faltas" (Pr 10:12). No actuaba con odio ni por venganza, sino que se comportaba como un hombre verdaderamente bondadoso y compasivo. Aunque no hay ninguna palabra de José registrada en los evangelios, sin embargo, sus actitudes y acciones nos permiten ver a un hombre ejemplar.
Algunos, llevados por un espíritu legalista, tal vez argumentarán que José para haber sido realmente justo debería haber denunciado públicamente a su mujer de fornicación tal como la ley señalaba para estos casos. Pero José no tenía pruebas de que eso hubiera ocurrido de verdad, y por otro lado, había detalles que le hacían dudar, aunque no los podía explicar. En una situación así prefirió dejarse guiar por el amor y la misericordia.

Un ángel del Señor se aparece en sueños a José

Nos imaginamos que en esos días José oró incansablemente buscando la dirección de Dios, y ahora iba a ser contestado. El Señor acude en ayuda de José a fin de indicarle el camino a seguir en la encrucijada en la que se encontraba, y lo hace por medio de un ángel que se le apareció en sueños.
Como acabamos de ver, José temía la repercusiones sociales que su decisión tendrían para María y para él mismo. No había ninguna opción ideal. La situación era especialmente complicada para José porque no contaba con toda la información necesaria para tomar una decisión correcta. Pero la situación iba a cambiar por completo con la información que el ángel le iba a proporcionar. Después de esto, lo que parecía una enorme desgracia, iba a descubrir que se trataba del mayor privilegio que unos seres humanos podrían recibir. Dios había visitado su hogar de una forma única en la historia, y los había elegido a ellos para cuidar al Hijo de Dios encarnado en su infancia.
El ángel comienza saludando a José con las palabras "hijo de David", un título con el que anticipaba el carácter mesiánico de su anuncio. Lo que el ángel le iba a comunicar tenía que ver con la promesa hecha a David de que un hijo suyo se sentaría en el trono y su reino sería estable eternamente. José era descendiente del rey David, tal como Mateo ha demostrado por medio de la genealogía anterior, y el hijo que iba a tener María sería el cumplimiento de la promesa hecha a David.
Pero para que eso pudiera llevarse a cabo, José tendría que recibir a María y reconocer al niño como su descendiente legítimo, a fin de que fuera legalmente hijo de David. Por esta razón el ángel le encargó que recibiera a María y pusiera nombre al niño cuando naciera.

"Engendrado del Espíritu Santo"

No obstante, José todavía se preguntaría quién era el padre real del niño, puesto que estaba seguro de que él no lo era. El ángel le confirmó lo que él ya seguramente había oído; que había sido engendrado de forma sobrenatural por el Espíritu Santo.
Ahora bien, ¿es posible creer en estas cosas en pleno siglo XXI? Bueno, un asunto así no es fácil de aceptar ni ahora, ni tampoco hace dos mil años. Notemos que la primera reacción de los propios personajes de esta historia fue de asombro e incredulidad. Por ejemplo, Zacarías, el padre de Juan el Bautista, al principio no creyó las palabras del ángel que le anunciaba que su mujer estéril iba a concebir un niño en su vejez (Lc 1:20). También María, cuando el ángel le anunció que ella iba a concebir un niño, preguntó "¿cómo será esto?" (Lc 1:34). Y José cuando se enteró del embarazó, se mostró muy escéptico y su primera decisión fue la de dejar a María.
Sin embargo, finalmente todos ellos creyeron en estos hechos sobrenaturales. Y su fe es un fuerte apoyo para la nuestra. Porque si después de valorar todas las evidencias llegaron a la conclusión de que Dios había intervenido de forma sobrenatural en el nacimiento de Jesús, fue porque el asunto estaba claro. De otro modo, ¿por qué inventarse una historia que nadie se iba a creer para justificar un acto de inmoralidad cometido durante el período del desposorio? Buscar una excusa de ese tipo sólo serviría para empeorar el problema. ¿Quién iba a creerse una cosa así? ¿Acaso no sabían que todos los iban a tratar de locos?
Pero ellos llegaron a estar plenamente convencidos de que Jesús había sido engendrado por el Espíritu Santo. ¿Qué les hizo pensar de ese modo? En primer lugar las repetidas apariciones de ángeles anunciando la inaudita noticia del nacimiento del Hijo del Altísimo. Esto venció todas las dudas que pudieran tener sobre el particular. Pero más adelante, cuando el niño creció, su vida confirmó más allá de toda duda que se trataba de una persona única e irrepetible. Todas las maravillosas obras que realizó serían imposibles de entender sin aceptar su origen sobrenatural.
Por otro lado estaba el hecho de que nadie pudo acusarle jamás de haber cometido algún pecado. Esto sólo era posible si había sido engendrado por el Espíritu Santo, porque de otro modo habría heredado la misma naturaleza caída de todos los hombres. Pero tenía que ser así para poder llegar a ser nuestro Salvador.

La obediencia de José

Del mismo modo que María obedeció a las palabras del ángel Gabriel y se prestó a ser la sierva del Señor y concebir al Hijo del Altísimo (Lc 1:38), igualmente José también obedeció rápidamente al ángel del Señor que se le había aparecido en sueños. Esta actitud compartida por ambos explica que fueran escogidos por el Señor para este elevado servicio.
A partir de ese momento José adelantó la boda y recibió a María en su casa con el fin de que el niño naciera en una familia ya constituida. Evidentemente, esto implicaba que reconocía la paternidad del niño, y estaba dispuesto a asumir la vergüenza social del embarazo de María. De ese modo, las críticas se dirigirían principalmente contra él en lugar de contra su mujer. Ese era el precio que tendría que pagar para poder disfrutar del alto privilegio para el que había sido elegido por Dios. Muchos años después, cuando Jesús era adulto y había comenzado su ministerio público, todavía se podían escuchar las maliciosas insinuaciones que algunos hacían sobre el hecho de que él había nacido en fornicación (Jn 8:41).

"Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados"

Otro detalle de la obediencia de José es que puso nombre al niño, asumiendo así públicamente su papel paterno. Y por supuesto, le puso el nombre que el ángel le había dicho: "Y le puso por nombre Jesús" (Mt 1:25).
Notemos que en este pasaje el Señor Jesús recibe dos nombres: "Jesús", que describe su misión como salvador de los hombres; y "Emanuel" (Mt 1:23), que significa "Dios con nosotros", y que revela su naturaleza divina.
En primer lugar el nombre de "Jesús" le fue asignado por su verdadero Padre celestial, y encerraba un importante mensaje: "Jehová es salvación" o "Jehová salva".
En realidad, "Jesús" es la versión griega del hebreo "Josué". Este detalle es interesante porque Josué fue el designado por Dios para introducir al pueblo de Israel en la tierra prometida. Inicialmente, debería haber sido Moisés quien lo hiciera, pero fue descalificado por causa de su desobediencia, así que, aunque Moisés había sido un importante siervo de Dios en la historia de Israel que les había dado la ley, sin embargo, no pudo llevar al pueblo a disfrutar de la tierra prometida. Esto lo hizo Josué. Y del mismo modo, Jesús entra ahora en la historia con la misión de llevar a su pueblo hacia la salvación de Dios. Como diría el apóstol Juan: "la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Jn 1:17).
Ahora bien, este anuncio es asombroso: "él salvará a su pueblo de sus pecados". ¿Quién era ese niño? Cuando años más tarde siendo ya adulto Jesús le dijo a un paralítico que sus pecados le eran perdonados, algunos de los que estaban allí pensaron inmediatamente que estaba blasfemando, porque "¿quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mr 2:7). Su razonamiento era correcto: sólo Dios puede perdonar los pecados del hombre. Por lo tanto, cuando el ángel anunció que Jesús salvaría a su pueblo de sus pecados, implícitamente estaba diciendo que el niño que estaba por nacer era Dios mismo.
Pero esta salvación de los pecados creó un problema a los judíos que estaban esperando una salvación política y social. Cuando se dieron cuenta de que Jesús había venido a conseguir una salvación espiritual, se sintieron defraudados y le rechazaron.
Hoy también, como en aquellos días, hay muchos que creen que los verdaderos problemas del ser humano tienen que ver con la falta de trabajo, salud, educación, bienestar, justicia social... pero no creen que el pecado sea un verdadero problema en sus vidas (como la teología de la liberación). Por supuesto, el diagnóstico de Dios es diferente. Desde la perspectiva divina, el pecado es lo que impide que el hombre pueda tener y disfrutar plenamente de todas esas cosas, por eso era necesario que primero el Mesías salvara al hombre de sus pecados.
Por otro lado afirma que él "salvará a su pueblo". Esto nos lleva a preguntarnos quién es su pueblo. Sin duda, los judíos que leyeran esta afirmación pensarían que era una referencia a Israel, el pueblo de Dios. Sin embargo, si continuaran leyendo el evangelio de Mateo, verían que el Señor Jesucristo dijo que algunos que se creían pueblo de Dios serían excluidos del reino de los cielos, mientras que otros que no eran descendientes físicos de Abraham serían incluidos (Mt 8:10-12). El factor determinante era la fe, y por eso, siguiendo las enseñanzas de Jesús, los apóstoles llegaron a decir que Abraham es el padre de todos los que creen, sean judíos o gentiles (Ro 4:16). El Señor se refirió a este hecho cuando dijo que tenía también otras ovejas que no eran de ese redil a las que también debía traer para que hubiera un solo rebaño y un solo pastor (Jn 10:16). Por lo tanto, el pueblo al que Jesús había venido a salvar no puede ser identificado con ninguna raza o linaje, aunque es cierto que en primer lugar vino a los judíos.

Conforme a las Escrituras

La venida del Mesías se realizaría cumpliendo estrictamente todo lo que la Palabra de Dios en el Antiguo Testamento había anunciado de antemano sobre él. Mateo justifica con frecuencia muchos detalles de la vida y obra del Señor Jesucristo con citas de las Escrituras. Esto nos da a entender que la venida del Mesías tuvo lugar después de una larga preparación histórica.
En relación con el nacimiento virginal de María, Mateo aporta una profecía de Isaías:
(Is 7:14) "Por tanto, el Señor mismo os dará señal; he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel."
La cita procede de un pasaje en el que Isaías se dirige al rey de Judá, Acaz. Este se encontraba en serios apuros porque su reino estaba siendo amenazado por Rezín, rey de Siria y por Peka, rey de Israel. La intención de sus enemigos era acabar con la dinastía de David y poner en su lugar a otro rey, al "hijo de Tabeel" (Is 7:6). Ante esta amenaza, Acaz y su pueblo se estremeció "como se estremecen los árboles del monte a causa del viento" (Is 7:2).
El profeta Isaías se dirigió a Acaz con la intención de tranquilizarle y darle esperanza. Según el hombre de Dios, el problema no era político, sino que se trataba de una cuestión de fe. Y aquí es donde estaba la verdadera dificultad, porque Acaz era un hombre incrédulo. Esto quedó demostrado cuando de manera inusual Isaías le dijo al rey que pidiera una señal de Dios, a lo que el rey se negó aparentando una falsa humildad. En el fondo, Acaz no creía en Dios y tampoco quería tenerlo en cuenta en su forma de hacer política.
Sin embargo, lo que estaba en juego era la continuidad de la dinastía de David, y con ello la promesa mesiánica. Por lo tanto, el Señor iba a darle una señal que serviría para confirmar que la alianza enemiga no prosperaría. Fue entonces cuando Isaías profetizó lo que dice nuestro versículo (Is 7:14).
Ahora bien, ¿en qué iba a consistir exactamente esa señal? En principio todo parece indicar a que en el contexto del rey Acaz, una doncella virgen se casaría y tendría un hijo que sería llamado "Emanuel", lo que significaba "Dios con nosotros". Evidentemente, en este hecho no había nada de milagroso, pero sí lo había en lo que el profeta añadió: "Antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada" (Is 7:16). Con ello Dios estaba manifestando su compromiso con la descendencia de David, que había de perpetuarse hasta que llegarse a cumplirse su promesa con un descendiente que se sentaría en el trono eternamente (2 S 7:12-16). No sabemos con exactitud a qué niño se refería, aunque algunos han propuesto a Ezequías, hijo de Acaz.
Pero según Mateo, esta profecía esperaba un cumplimiento mucho mayor que habría de tener lugar con Jesús. El primer niño nacido en la corte de Acaz se llamaría "Emanuel" y les serviría para recordar que Dios estaba con ellos, pero eso no quería decir que el niño fuera realmente Dios. Pero en el caso de Jesús, el nombre de Emanuel cobra un nuevo sentido mucho más pleno. Ya no se trataba sólo de un nombre que traía esperanza, sino que el niño que iba a nacer sería Dios mismo viviendo en medio de su pueblo. Y del mismo modo, la joven doncella virgen del primer cumplimiento, ahora sería una virgen que concebiría sin la mediación de un varón, sino por la obra del Espíritu Santo.
Así se cumpliría lo que también se profetizó en esa misma sección de Isaías:
(Is 9:6-7) "Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto."

"Llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros"

Como ya hemos mencionado, Emanuel sería el nombre que unos padres creyentes pondrían poner a un hijo que naciera en momentos críticos para expresar su confianza en la seguridad de que Dios estaba con ellos. Pero el niño que nacería de María no sólo llevaría un nombre que les ofrecería esperanza en momentos difíciles, sino que de manera literal aquel niño sería "Dios con nosotros".
En Cristo Dios vino a habitar entre los hombres. Así lo expresó el apóstol Juan:
(Jn 1:14) "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad."
En el Antiguo Testamento Dios había morado en el templo, pero ahora se presenta en medio de su pueblo de forma viviente, visible, palpable. Esta es la revelación suprema de Dios.
(He 1:1) "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo"
Pero no sólo iba a revelar a Dios de una forma única, también se disponía a salvar al hombre de todas sus miserias. Para eso era necesario que se hiciera como uno de ellos. No es posible hacerlo de otra manera. Para cuidar a los leprosos hay que estar con ellos, para predicar a las personas de los barrios marginales, hay que ir a donde ellos están. En este sentido, valoramos la fuerte vocación misionera del apóstol Pablo que dijo:
(1 Co 9:19-22) "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos."
Hombres así merecen nuestra admiración, pero debemos reconocer que ninguno de sus actos se puede igualar al de Cristo.
(2 Co 8:9) "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos."
Siendo el Creador de todas las cosas, asumió la naturaleza humana que él mismo había creado y vino a nuestro encuentro para enriquecernos con su gracia. Él se propuso sacarnos de nuestras miserias, pecado y desaliento para hacernos hijos suyos y herederos con Cristo. Entró en nuestra atmósfera contaminada por el pecado a fin de llevar sobre sí nuestra propia condenación y así podernos justificar ante Dios. Para esto se acercó a los enfermos para sanarlos, a los endemoniados para liberarlos, a los hambrientos para darles de comer, pero sobre todo, buscó a los perdidos para salvarlos.
Aunque muchas personas piensan que Dios está lejos del hombre, esto es totalmente falso. Aquí vemos que Dios nunca ha dejado al ser humano, y en Jesucristo lo ha demostrado de forma incontestable.

"Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito"

José obedeció el mandato del ángel y llevó a María a su hogar como esposa, pero no tuvo relaciones maritales con ella hasta después del nacimiento del Niño prometido.
Este es el sentido natural de la frase, pero evidentemente está en contra de la doctrina católica de la perpetua virginidad de María, por lo que algunos han hecho esfuerzos desesperados para darle otro sentido a la frase.
No olvidemos que a través de toda la Biblia la maternidad ha sido considerada como una bendición de Dios, y por el contrario, la esterilidad era vista como un estigma social. Del mismo modo, aunque la Iglesia Católica supone que la virginidad es un estado más digno y glorioso que el de la maternidad, esta no sería la forma de pensar de José y María, que habían sido educados conforme a los valores del Antiguo Testamento, donde no encontramos rastro alguno de esa idea.
La prueba de que después del nacimiento de Jesús sus padres fueron bendecidos por Dios con una familia de varios hijos la podemos deducir del hecho de que Jesús fue su "hijo primogénito", lo que implica necesariamente la presencia de otros hijos. Esto se ve confirmado por las numerosas referencias que encontramos en el Nuevo Testamento a los otros hijos de José y María (Mt 12:46) (Mt 13:55-56) (Mr 6:3) (Jn 7:3-5) (Hch 1:14) (1 Co 9:5) (Ga 1:19).
La Iglesia Católica ha cambiado todo esto con el fin de exaltar la figura de la virgen María hasta un punto que de ninguna manera puede encontrar justificación en la Biblia. Llamarla reina del cielo, orar a ella como mediadora entre Dios y los hombres, adorarla, decir que es la madre de Dios, o que ella misma nació sin pecado por una concepción inmaculada, son sólo algunos de los muchos excesos que la Iglesia Católica ha cometido en relación a María.
Pero el hecho de que la Biblia no nos permita llegar hasta ese punto, no nos debe llevar a perder de vista la fidelidad y amor que tanto como José como María profesaban hacia el Señor. Su ejemplo debe ser fuente de inspiración también para nosotros.

Comentarios

Colombia
  Mónica Picon Porras  (Colombia)  (05/11/2023)
Dios los bendiga gracias por estos estudios bíblicos han sido de mucha ayuda para mi vida espiritual.
Dios los bendiga en todas las áreas de sus vidas.
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