Estudio bíblico de 1 Juan 2:29-3:4

1 Juan 2:29-3:4

Continuamos hoy, amigo oyente, recorriendo la Primera Epístola del Apóstol Juan y llegamos al capítulo 3. Pero antes vamos a retomar nuestro comentario a partir del versículo 29, último versículo del capítulo 2, uniéndolo con los 3 primeros versículos del capítulo 3, porque forman un párrafo que titulamos "El amor del Padre por Sus hijos". Leamos entonces el versículo 29 del capítulo 2 de 1 Juan:

"Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él."

Esta es la prueba final, la prueba de tornasol, que se coloca en la solución para determinar si es ácido o es base. Esa prueba con toda seguridad lo aclarará en cada caso. La Palabra de Dios es la verdadera prueba. En efecto, el apóstol Juan estaba diciendo que los hijos de Dios se parecen al Padre, salen a su Padre. Si no se parecen a su Padre, no serán hijos de Él. Se trata de una realidad tan sencilla como esta. Y así llegamos al

1 Juan 3

Tema: Como pueden los hijos amados de Dios conocerse entre sí y convivir; el amor del Padre por sus hijos; las dos naturalezas del creyente en acción.

Cómo pueden los hijos amados de Dios conocerse entre sí y convivir

Como ya indicamos, el último versículo del capítulo 2 está unido a estos 3 primeros versículos del capítulo 3. En la primera carta de Juan 2:29 leemos: 29Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él. Una cosa es testificar que conocemos a Cristo y que estamos unidos a Él, y otra cosa es el tener una vida que revele que Él es nuestra justicia. En otras palabras, es maravilloso conocer nuestra posición de que estamos en Cristo y que somos aceptados en el Amado. Pero es algo completamente diferente el tener una vida aquí en la tierra que se corresponda con esa verdad. Lo que el apóstol estaba diciendo es que la forma en que reconocemos a otros creyentes es a través de sus vidas, y no por sus labios. La justicia es una característica familiar del Padre y de sus hijos. Los hijos de Dios se parecen a su Padre y tienen sus características. Pero, notemos lo que el escritor dijo aquí en el versículo 1 del capítulo 3, que encabeza un párrafo que hemos titulado

El amor del Padre por sus hijos

"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;, por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoció a él."

Aquí tenemos una destacada afirmación del apóstol Juan. Escuchemos este versículo, traducido por otra versión. "¡Fijaos qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llama hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a El."

Lo que él estaba diciendo es que nosotros no esperamos llegar a ser hijos de Dios, sino que somos hijos de Dios, ya lo somos. El creyente puede decir enfáticamente: "Yo soy un hijo de Dios a través de la fe en Cristo Jesús". Es decir, que no tenemos una esperanza de serlo, no esperamos poder llegar a serlo, pero el hecho emocionante es que cada creyente puede alegrarse y darle gracias constantemente por ser un hijo de Dios. Nos jactamos, no de nosotros mismos, sino por la realidad de tener un pastor extraordinario. Juan dejó bien en claro que si usted es un hijo de Dios, es decir, que ha renacido espiritualmente, va a exponer una vida que se somete y se adapta a su Padre celestial.

El versículo 1 comienza con esta reflexión: Mirad cual amor nos ha dado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. La clase de amor de la cual el apóstol estaba hablando era un tipo extraño de amor, un amor fuera de lo normal, una clase de amor a la que no estamos acostumbrados. Dios nos ama. ¡Qué gran amor nos ha dado el Padre! El amor de Dios, es decir, Su amor por nosotros, ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Y Juan continuaría explicándonos que Dios había demostrado Su amor entregando a Su Hijo para morir por nosotros. ¿Cuántos de nosotros tendríamos a alguien que estuviera dispuesto a morir por nosotros? ¿Por cuántas personas estaría usted dispuesto a morir? En cuanto a Dios, El le ama, y ha demostrado Su amor, El entregó a Su Hijo para que muriera por usted.

El amor de Dios es la mayor fuerza motivadora del mundo. El amor constituye la mayor energía e impulso en la familia humana. Un hombre se enamora de una mujer, o una mujer de un hombre, y como resultado, están dispuestos a realizar los más grandes sacrificios el uno por el otro. Cuando el amor humano es genuino, es una experiencia maravillosa, noble, pura, a la vez que un impulso dinámico. Pero el amor de Dios por Sus hijos sobrepasa cualquier experiencia que pueda experimentar un ser humano.

El verdadero hijo de Dios va a tener que probar su nacimiento espiritual siendo obediente a la Palabra de Dios. El gran amor de Dios por nosotros debería motivarnos. Y es ese mismo amor el que cause en nosotros el deseo de vivir para Dios. Por eso nos sorprende ese amor tan fuera de lo común que se nos ha concedido, que permite que podamos ser llamados hijos de Dios.

El apóstol Juan enfatizó que somos hijos de Dios precisamente en este momento. Esta verdad nos hace afirmar que nuestra salvación se expresa en tres tiempos, de la siguiente manera: "He sido salvo; estoy siendo salvado; y seré salvo."

1. He sido salvo. El Señor Jesús dijo, en el Evangelio de Juan 5:24; 24»De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. En el momento en que usted confía en Cristo, recibe la vida eterna, Y nunca será más salvo que lo que es en el momento en que confía en El. Usted ha renacido espiritualmente, ha nacido en la familia de Dios. Por ello Juan se estaba dirigiendo a los hijos amados, a los hijos de Dios, al decir Mirad cual amor nos ha dado el Padre ¿Por qué? Porque somos Sus hijos. El ha concedido Su amor a Sus hijos, y ellos responden a ese amor con una actitud de obediencia hacia El, y viviendo una vida que le agrade.

2. Estoy siendo salvado. El Apóstol Pablo dijo en su epístola a los Filipenses, capítulo 2, versículos 12 y 13: ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Y el Apóstol Pedro dijo, en su segunda epístola, 3:18, 18Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Y Juan nos estaba guiando aquí siguiendo el mismo pensamiento. Si somos hijos de Dios, vamos a obedecerle, vamos a crecer y desarrollarnos espiritualmente, y vamos a continuar viviendo con constancia la fe cristiana. Por lo tanto, podemos decir que estamos siendo salvados.

3. Finalmente, podemos decir que seremos salvos. Cuando el Señor Jesús venga otra vez para buscar a los suyos, experimentaremos la etapa final de nuestra salvación. El pecado ya no tendrá más poder sobre nosotros, y estaremos para siempre con el Señor Jesús. Continuemos leyendo ahora el versículo 2 de este tercer capítulo de 1 Juan.

"Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es."

Dice aquí Amados, - ahora, en este instante, ahora mismo somos hijos de Dios. No será mañana, sino ahora mismo. Y eso es la parte más extraordinaria de esta verdad. El sistema del mundo no nos comprenderá, porque no le comprendió a Jesús. Se requiere una percepción espiritual y ella viene a través de la unción que El nos ha dado, de la cual ya hemos hablado. El Espíritu de Dios es quien convierte en realidad esta experiencia para nosotros y, estimado oyente, El es el único que puede hacerlo. Hasta que El la confirme en su corazón, por supuesto, usted podría decir: "en realidad, no sé si soy salvo". Pero el Espíritu de Dios puede confirmarla en su corazón.

Así que Juan dijo: Amados, ahora somos hijos de Dios. Ahora, quizá alguien, al evaluar su vida cristiana, se desanime al pensar que debería haber avanzado espiritualmente un poco más. Bueno, todos podríamos decir lo mismo y es conveniente reconocerlo. Nos gustaría ser cristianos más consagrados y somos conscientes de que deberíamos continuar avanzando en el estudio de la Palabra de Dios. Pero ese reconocimiento no debería ser una causa para el desaliento, y en este sentido recordemos que en este versículo 2 el apóstol escribió que en esta etapa, aquí en la tierra, aún no se ha manifestado lo que habremos de ser.

Y continúa diciendo este versículo: pero sabemos que cuando él se manifieste, es decir, cuando Cristo venga, seremos semejantes a él. Esta es una perspectiva maravillosa. El ve en usted y en mi lo que El hará de nosotros. Estamos agradecidos a Dios porque El no haya terminado con nosotros. Si pensáramos que El ha terminado su obra en nosotros, tendríamos motivos para desanimarnos; pero El aun tiene que realizar en cada creyente una tarea.

Se cuenta la historia de que le presentaron al gran artista Miguel Angel un gran trozo de mármol. Y él, al mirarlo exclamó: "¿No es hermoso?"

Y el versículo 2 concluye diciendo: seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Nosotros vamos a ver al Cristo glorificado. No vamos a ser iguales a Él, sino que seremos semejantes a Él en nuestra propia forma; y esto no quiere decir que todos vamos a ser como robots o como duplicados. Seremos semejantes a Él pero con nuestras propias personalidades, nuestras propias individualidades, seremos nosotros mismos. El nunca destruirá la personalidad de nadie, pero va a elevarle a su nivel máximo y a su estatura completa en la cual usted será semejante a Él, no idéntico a Él, sino semejante, parecido a Él.

Será indescriptiblemente hermoso estar en el cielo y poder amar a todos. Pero lo más emocionante del cielo probablemente será que todos le van a amar a usted, estimado oyente, y a mí. Este será un cambio notable con respecto a esta tierra. Recordemos una vez más este versículo 2, que dice: 2Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Estas palabras constituyen un gran incentivo para vivir la vida cristiana. Continuemos leyendo ahora el versículo 3 de este tercer capítulo de 1 Juan:

"Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro."

Si usted cree que el Señor Jesucristo va a regresar y que algún día, usted va a ser como Él es, esta creencia le impulsará a vivir una vida pura aquí en la tierra. No conocemos un incentivo mayor para vivir una vida santa. No somos personas maravillosas en la actualidad, pero lo seremos algún día.

Uno de los factores que más debería estimular el vivir una vida santa es el estudio de la profecía Bíblica. Hay muchos que hacen ostentación de su deseo de que el Señor venga. La cuestión no es si usted está esperando o no la venida del Señor, sino la clase de vida que está llevando. La forma en que uno vive aquí en la tierra pone de manifiesto si usted está realmente esperando la venida del Señor.

Algún día lograremos alcanzar nuestra meta. La nueva Jerusalén, en la cual viviremos; va a ser un lugar donde el Señor enjugará toda lágrima. Allí no habrá aflicción ni sufrimiento y esto es ya una hermosa realidad. Pero lo que más nos impacta del pasaje de Apocalipsis 21: 5, es cuando el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas» No habrá más llanto, ni clamor, ni dolor. (Rev. 21:4). Pero lo que más nos llama la atención en ese capítulo 21 de Apocalipsis es que dice: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y esta afirmación nos agrada enormemente. Muchos pueden pensar que nunca han sido realmente la clase de persona que hubieran querido ser.

Y así , cuando estamos pensando tristemente que, no hemos cumplido nuestros objetivos en esta vida, podemos darle las gracias por la forma en que El nos ha guiado, Y lo que de verdad nos estimula es recordar que el dijo que haría nuevas todas las cosas. O sea, que podremos comenzar otra vez. Vamos vivir verdaderamente una vida eterna y podremos cumplir nuevos objetivos, alcanzar nuevas metas. Que extraordinario será crecer en la gracia y en el conocimiento de Él, no solo en esta tierra, pero por toda la eternidad. Esta es la gran perspectiva que tenemos ante nosotros.

En fin, Juan nos estuvo describiendo en este pasaje el maravilloso amor que el Padre celestial tiene por Sus hijos. Hemos visto la salvación expresada en tres tiempos: "He sido salvo, estoy siendo salvado, y voy a ser salvado". Así que, estimado oyente, no se desanime al recordar las metas no alcanzadas y los objetivos no logrados.

Leamos ahora el versículo 4 de este tercer capítulo de 1 Juan, que comienza a tratar el siguiente tema:

Las dos naturalezas del creyente en acción

"Todo aquel que comete pecado, infringe también la Ley, pues el pecado es infracción de la Ley."

Hemos consultado dos comentarios del griego, y ellos aclaran que la palabra traducida "cometer pecado" significa literalmente "hacer pecado", queriendo referirse a alguien que vive continua y habitualmente en el pecado. Es prácticamente vivir en el pecado, sintiéndose atraído y experimentando todas las formas del placer. Así que el apóstol se refirió aquí a aquellos para quienes la práctica constante del pecado, constituye una forma habitual de vida, Por ello, otra versión traduce "Todo aquel que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley."

Este versículo también añade infringe también la ley. Es decir, que Dios ha presentando ciertas leyes. Dios dijo: no cometerás adulterio (Éxodo 20:14) y esa prohibición también sigue existiendo. Una nueva moralidad o forma de considerar estos mandamientos no sería novedosa en absoluto. Sería tan antigua como las montañas y se remonta a los tiempos de la vida en la jungla y al paganismo.

Y continuó diciendo Juan pues el pecado es infracción de la ley. . Dios ha puesto la ley para que nosotros sepamos que somos pecadores, para que seamos conscientes de lo que El requiere. Este es el propósito de la ley. La ley nunca fue dada para salvar, sino para revelar al hombre que es un pecador.

El pecado es básica y fundamentalmente todo aquello que es contrario a la voluntad de Dios. En otras palabras, un pecador es alguien insubordinado ante la voluntad de Dios. La vieja naturaleza carnal controlada por las pasiones que usted y yo tenemos es absolutamente contraria a la voluntad de Dios, Pablo enfatizó esta realidad en Romanos 8:5, que dice: "Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu". Estimado oyente, ¿cómo está usted viviendo? ¿Controlado por su vieja naturaleza o por el Espíritu?

Y el apóstol continuó escribiendo en Romanos: "Porque la mente puesta en la carne es muerte". La muerte significa la separación de Dios, y de este tema nos estaba hablando Juan. Usted no puede tener una relación de compañerismo con Él, y al mismo tiempo ser un cristiano carnal, Es imposible vivir así. Algunos proclaman amar a Dios, servirle, y exaltarle. Esto suena muy piadoso, pero tales personas, en muchos casos, no tienen esa relación con Dios que manifiestan tener, porque una mente centrada en la naturaleza carnal es muerte. Pero, por otra parte, "la mente puesta en el Espíritu es vida y paz". Y el apóstol añadió: "Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo".

Estimado oyente, nuestro tiempo ha llegado a su fin y debemos interrumpir aquí nuestro estudio. Como esperamos continuar contando con su compañía, le sugerimos que lea detenidamente los versículos 1 al 6 de este tercer capítulo, pues en nuestro próximo programa los trataremos como un solo bloque temático. Le agradecemos pues su participación en este estudio que forma parte de nuestro viaje "a través de la Biblia".

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