Estudio bíblico de Zacarías 8:4-19

Zacarías 8:4 - 19

Continuamos hoy, amigo oyente, nuestro recorrido a través del libro del profeta Zacarías.

En nuestro programa anterior vimos cómo Zacarías continuaba en su respuesta a la delegación de judíos que había venido a verle desde Betel. En los próximos versículos, Zacarías establecerá un contraste entre el juicio pasado de Israel y la promesa futura de restauración que ha sido prometida. En vista del cautiverio que ocurrió en el pasado, la nación debía arrepentirse y vivir en rectitud. Por ello, en vista de las bendiciones futuras que fueron prometidas, Israel debía arrepentirse y vivir en rectitud. De esta manera, Zacarías incitó a esta delegación a mirar hacia el futuro de manera positiva y con ilusión, cuando Israel será colocado en una posición de bendición especial y los ayunos se conviertan en fiestas.

Nos encontramos en el capítulo 8, en el cual podemos observar la respuesta final de Dios a los israelitas que se estaba quejando que su religiosidad les obligaba a un riguroso cumplimiento de rituales y liturgia. Estaban ayunando; estaban llorando y lamentándose, y aún así Dios no los había bendecido. El Señor les enseñó de manera muy clara que el problema no radicaba en sus complicados rituales sino en su propio corazón.

De hecho, el rito era un mero invento del hombre para intentar agradar a Dios, pero cuyo valor, a ojos del Señor, era nulo. Sus prolongados y exigentes rituales no movían el corazón de Dios. Dios les presentó de una manera muy clara que cuando el corazón está bien con el Señor, entonces el rito también estaba bien. No había nada de malo en sus ritos, pero sí en sus corazones, alejados de Dios.

Un ejemplo contemporáneo de esta situación podría ser la de una persona que dice una cosa pero que, con su vida, está demostrando algo completamente opuesto, algo completamente diferente. Un viejo proverbio afirma: "Tus hechos no me dejan oír tus palabras". Y un conocido cristiano escribió: "Predica todo el tiempo y, si es necesario, habla". Y es que, como cristianos, debemos saber que mucha gente nos juzgará no por lo que decimos sino por cómo vivimos.

Amigo oyente, usted puede ser, quizá, una persona que disfruta con la práctica de los ritos religiosos, con la liturgia y las formas. Pero aquí, en el capítulo 8 de Zacarías, Dios claramente afirmó que su propósito para la ciudad de Jerusalén no iba a ser cambiado por ninguna clase de ritual. Y aquí tenemos una expresión muy importante que se repite unas 18 veces: "el Señor de los ejércitos". Por ejemplo, en el versículo 1 de este capítulo 8 de Zacarías, leemos:

"Vino a mí palabra del Señor de los ejércitos, diciendo..."

Y esta es ahora la respuesta de Dios. Él dice: "Y moraré en medio de Jerusalén. Y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad".

Anteriormente, el profeta Isaías había profetizado que Jerusalén iba a ser la capital de toda la tierra. Y en el capítulo 2 de Isaías, leemos estas palabras: "Lo que vio Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. Acontecerá en lo postrero de los tiempos que será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes". (Isaías 2:1-2). Y Zacarías estaba mirando hacia esos días postreros, animando al pueblo que ya había regresado a la ciudad. Esto es una pequeña muestra de lo que algún día acontecerá en el futuro: habrá un día glorioso en que regrese el Hijo de Dios, Jesucristo, y esto no dependerá de los ritos o de la liturgia o de las ceremonias o de las actividades que podamos realizar con el fin de agradar a Dios.

Pero Dios dijo que era su corazón el que debe ser cambiado. Y Dios dijo que Él va a cambiar sus corazones. Él dijo que Su Palabra, saldrá de Jerusalén y que esta ciudad será llamada "la Ciudad de la Verdad".

Dios, por medio de Zacarías dijo que el monte del Señor de los ejércitos será establecido, y como vemos en Isaías, capítulo 2, versículos 2 y 3: "Será confirmado el monte de la casa del Señor como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la Palabra del Señor".

Dios dijo en este capítulo 2 de Isaías que ellos cambiarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces.

Se acerca un día, y de eso nos habló Zacarías, en que Jerusalén llegará a ser la Ciudad de la Verdad, y el monte, o reino del Señor de los ejércitos, Monte de Santidad. Es decir, que el reino del Señor será establecido en la tierra y Él reinará.

En los primeros 8 versículos de este capítulo 8 de Zacarías, podremos ver cómo el propósito final de Dios no ha cambiado en cuanto a Su pueblo, en cuanto a Jerusalén. Y ahora en el versículo 4 del capítulo 8 de Zacarías, leemos:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días."

Es decir, que Jerusalén llegará a ser un lugar donde podrán vivir los más indefensos de la sociedad, con tranquilidad, paz y seguridad.

En el versículo 5 de este capítulo 8 de Zacarías, se nos dice:

"Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas."

De una manera que hoy no podemos llegar a comprender completamente, en la Jerusalén del futuro, la capital del reino de Jesucristo en la tierra, la ciudad será tal que no sólo acogerá a ancianos sino también a multitud de niños, que podrán jugar sin peligro alguno. Y continúa el versículo 6, de esta manera:

"Así dice el Señor de los ejércitos: Si esto parecerá maravilloso a los ojos del remanente de este pueblo en aquellos días, ¿también será maravilloso delante de mis ojos? dice el Señor de los ejércitos."

Por medio de Zacarías, Dios les estaba diciendo: "Vosotros no podéis ver lo que yo veo en el futuro". Cuando una delegación de judíos fue a Jerusalén y vio cómo el templo estaba siendo reedificado y que muchas personas habían reconstruido sus casas, pudo claramente palpar la prosperidad en Jerusalén. Seguramente pensaron: "Bueno, parece que al fin Dios está actuando en este lugar". Pero en la mente de Dios había asuntos mucho más importantes para esta ciudad. Es como si Dios les hubiera dicho: "Si pensáis que esto es todo lo que voy a hacer con mi ciudad, estáis muy equivocados; todo esto no es nada comparado con lo que haré en el futuro". Y notemos otra vez que aquí se vuelve a repetir esta expresión del Señor de los ejércitos. En el versículo 7, leemos:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol"

Esto resulta sumamente interesante porque la "tierra del oriente" era el lugar del cual ellos habían regresado a Jerusalén. Algunos de ellos habían regresado de lo que hoy sería el país de Yemen. Y Dios dice: "He aquí, yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente, y de la tierra donde se pone el sol". Y como usted bien sabe, el sol se pone por el occidente. Por ello, el Señor afirma que salvará a su pueblo esté donde esté, tanto en oriente como en occidente. Y en el versículo 8 de este capítulo 8 de Zacarías, leemos:

"Y los traeré, y habitarán en medio de Jerusalén; y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia."

Estas palabras aseguran una futura reagrupación del pueblo judío a escala mundial en Jerusalén, en la segunda venida de Cristo a la tierra. El regreso desde Babilonia no podía ser el cumplimiento de esta promesa, porque la nación de Israel no fue esparcida hacia el oriente (que es donde se pone el sol) hasta la diáspora iniciada por los romanos en el primer siglo de nuestra era.

Por otro lado, alguien podría estar preguntándose en este momento: ¿creen ustedes que los judíos son el pueblo escogido de Dios? En el día de hoy, amigo oyente, el pueblo escogido de Dios es la iglesia. Todos los que formamos "la iglesia" somos su pueblo. Él dice: "Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio". (1 Pedro 2:9). ¿A quién se está refiriendo este pasaje? A la iglesia del presente, donde judíos y no judíos han sido reunidos y son uno en Cristo.

Ya hemos mencionado la visión de Zacarías en la que Dios reveló cómo les iba a limpiar. Ellos, su pueblo amado, necesitaban ser limpiados tanto como nosotros lo necesitamos hoy día en nuestras iglesias. La iglesia está formada por gente que ha sido limpiada de su errores, equivocaciones y malas decisiones; de sus pecados, en el lenguaje bíblico. ¿Por qué? Porque todos fallamos, porque todos somos imperfectos, porque todos somos, desde el punto de vista de Dios, pecadores. Y, dado que vivimos en un mundo desobediente a Dios y nuestros impulsos humanos nos inclinan a realizar nuestros propios deseos (que no son los de Dios), seguiremos pecando mientras sigamos viviendo en esta tierra, hermosa pero destruida por el hombre mediante guerras, genocidios, conflictos sociales y económicos, mala distribución de la riqueza, corrupción, calentamiento global y un largo etcétera.

Los cristianos somos seres imperfectos, pero que hemos reconocido nuestra dependencia de Jesús en nuestra vida. ¿Cómo? Asumiendo que hemos fallado al intentar vivir nuestra propia vida a espaldas de Dios, cuya voluntad se nos revela claramente en su Palabra, que es la Biblia.

Dice Dios en este versículo: "Y me serán por pueblo". Pero ¿cuándo? "En aquel día". ¿Y cuándo será eso? Cuando ellos regresen, en el futuro, a la ciudad de Jerusalén. Y Dios añade: "Y yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia".

¿Por qué está Dios diciendo esto? Porque la mayoría de los judíos niegan que Jesús fue el "Mesías", el que habría de venir para dar libertad a su pueblo; Ellos esperaban a un Mesías guerrero y se encontraron, en cambio, con un Maestro que predicaba sobre el Reino de Dios, sobre amar a los enemigos, sobre "dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", que era amigo de pecadores, que sanaba a leprosos y hablaba con prostitutas. Se encontraron no con su ideal de Mesías guerrero sino con un líder que denunciaba la hipocresía de una sociedad que vivía alejada de Dios pero que, en cambio, no cesaba de realizar ritos y sacrificios en los altares. Por eso, estimado oyente, hasta el día de hoy, muchos judíos sólo reconocen en Jesús a un Maestro pero, en ningún caso, al hijo de Dios. Y siguen esperando la venida de su "Mesías guerrero" que les liberte de sus enemigos y les posicione en un lugar de privilegio ante todas las naciones.

Pero Dios dijo: "Me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios en verdad y en justicia". Zacarías, al igual que el profeta Jeremías y, posteriormente, por el apóstol Pablo, se estaba refiriendo aquí a una futura conversión nacional de Israel.

Continuamos con el versículo 9:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Esfuércense vuestras manos, los que oís en estos días estas palabras de la boca de los profetas, desde el día que se echó el cimiento a la casa del Señor de los ejércitos, para edificar el templo."

Aquí se está refiriendo a Hageo, Zacarías y posiblemente a otros profetas de los cuáles no tenemos sus escritos. Y podemos ver cómo, a partir de este versículo, en vista de un futuro tan glorioso, el pueblo fue exhortado a renovar su energía y aplicarla a la construcción de su templo y la vida en rectitud.

Y ahora ellos están animando a aquellos que no vinieron a ayudar en la construcción del templo. El versículo 10, en su primera parte, nos dice:

"Porque antes de estos días no ha habido paga de hombre ni paga de bestia"

Es decir, que la desocupación laboral era un hecho real en la economía de ese país en aquel tiempo. Y en la segunda parte del versículo 10, leemos:

"Ni hubo paz para el que salía ni para el que entraba, a causa del enemigo; y yo dejé a todos los hombres cada cual contra su compañero."

Muchas son las naciones cuyas raíces estaban arraigadas profundamente en la fe cristiana pero que en los tiempos presentes se han olvidado completamente de Dios. Han dejado de lado al Omnipotente, al Trino Dios. Hay muy pocas naciones que en el presente siglo hacen mención de Él, del Señor, en la vida pública. Hablar y expresar la fe personal en Jesucristo en la vida diaria no es lo habitual, no es lo normal. Eso sí, muchos blasfeman en Su Nombre, y para muchos esa es la única ocasión en la cual nombran al Rey Soberano, al Creador, al Dios verdadero y justo. Cuántas veces escuchamos a la gente preguntarse el por qué de tantos conflictos y tensiones de toda índole, de violencia incontrolada en el hogar, las parejas, en las aulas escolares, entre grupos étnicos, raciales. A niveles internacionales se intenta fomentar el entendimiento, la comprensión, la solidaridad y se procura hacer causa común con los más desfavorecidos. Se habla de uniones y asociaciones, de ONGs de todo tipo y para toda clase de causas. Pero parece que el diálogo y el acercamiento entre sectores políticos, sociales y económicos es tan complicado, casi es un tema imposible en el que los interlocutores casi se dan por vencidos o derrotados antes de siquiera abordar temas graves que afectan a la humanidad. Y, ¿sabe por qué, estimado amigo oyente hay tantas carencias en nuestro planeta, tantos problemas sin solución aparentemente? Es porque hemos dejado a Dios de lado. Parece una respuesta algo simplista, pero ésta es la raíz de todos nuestros males.

Y la respuesta a esta situación es que el ser humano, los líderes de las naciones, todos necesitamos regresar a Dios; tomar a Dios en serio, y darle Su justo lugar y sitio. Notemos ahora, lo que dice aquí el versículo 11 de este capítulo 8 de Zacarías:

"Mas ahora no lo haré con el remanente de este pueblo como en aquellos días pasados, dice el Señor de los ejércitos."

Dios dijo que Él no los iba a bendecir por la situación de pobreza espiritual y rebeldía en la que Su pueblo se encontraba. Pero, luego dijo en el versículo 12:

"Porque habrá simiente de paz; la vid dará su fruto, y dará su producto la tierra, y los cielos darán su rocío; y haré que el remanente de este pueblo posea todo esto."

Y Dios trajo prosperidad a esa tierra por un cierto período de tiempo, y creemos que el gran juicio cayó sobre el pueblo de Israel cuando rechazaron al Mesías. En el año 70 D.C. el General Tito y su ejército romano destruyeron la hermosa ciudad de Jerusalén, y dispersó a todo el pueblo de Dios través de todo el Imperio Romano. Y a partir de ese tiempo histórico, ellos, el pueblo escogido, el amado por Dios, nunca han regresado completamente a su Tierra Prometida, según la Palabra de Dios. Ahora, el versículo 13, dice:

"Y sucederá que como fuisteis maldición entre las naciones, oh casa de Judá y casa de Israel, así os salvaré y seréis bendición. No temáis, mas esfuércense vuestras manos."

Podemos reconocer que esta triste situación existe actualmente. Es una situación muy trágica; el pueblo judío ha sufrido tanto a lo largo de los siglos que podríamos decir que ellos han llegado a ser como "una maldición entre las naciones". De vez en cuando se pueden leer noticias acerca del creciente anti-semitismo que periódicamente crece contra ellos en muchas partes del mundo. Pero también Dios dijo: "Cuando Yo los salve a ellos y los haga regresar a su tierra, van a ser una bendición para el mundo".

Estimado amigo oyente, creemos que esa nación llegará a ser los sacerdotes para las naciones gentiles de la tierra; eso ocurrirá en el Milenio. Ahora, el versículo 14, dice:

"Porque así ha dicho el Señor de los ejércitos: Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dice el Señor de los ejércitos, y no me arrepentí"

Dios manifestó que Él no se arrepintió de haberles castigado. Pero continuemos con el versículo 15:

"Así al contrario he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días; no temáis."

Dios prometió que los va a bendecir. Y los bendeciré, dijo Él. Dios no habla nunca en vano sino con un propósito, Él deseó darles esperanzas. Y en el versículo 16 enumeró todas las cosas que debían hacer. La primera parte del versículo 16 dice:

"Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo"

Regresemos por un momento a los Diez Mandamientos. Como ya hemos mencionado anteriormente, hay muchos expositores bíblicos que opinan que Dios les estaba dando, o recordando los Diez Mandamientos otra vez. Eso lo vimos en el capítulo 7, y aquí se nos presenta el mismo tema otra vez. En los versículos 16 y 17, leemos:

"Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice el Señor."

O sea, no codicien lo que tenga su prójimo; no mientan, no roben, no cometan adulterio. Y el versículo 17, dice:

"Y ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso; porque todas estas son cosas que aborrezco, dice el Señor."

Los Diez Mandamientos, amigo oyente, muestran algunas de las cosas que Dios aborrece profundamente. Estas leyes son presentadas para mostrarnos aquello que Dios detesta y que están presente en nuestra vida. Y en el versículo 18, dijo el profeta Zacarías:

"Vino a mí palabra del Señor de los ejércitos, diciendo:"

Y aquí tenemos otra vez esta expresión de "el Señor de los ejércitos" mucha repetición, es cierto, pero, es que Dios quiso que supieran exactamente quién era el que estaba pronunciando estas palabras. No eran palabras del profeta Zacarías; él era sólo el mensajero, pero nunca el autor. Luego, en el versículo 19, leemos:

"Así ha dicho el Señor de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo, y el ayuno del décimo, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en festivas solemnidades. Amad, pues, la verdad y la paz."

Dios dijo que nunca les había dado ayuno, sino fiestas. Él les dio siete días de fiesta. Dios les estaba diciendo: "Yo no quiero que vengan a mí con caras tristes y con una expresión piadosa en el rostro. Quiero que vengan ante mí con gozo". Y, amigo oyente, muchos de nosotros en la actualidad, no estamos disfrutando de nuestra condición de cristianos. Dios quiere que seamos felices. Esto significa que el hecho de ser hijos de Dios, pertenecer a Su familia, sabernos perdonados, aceptados, conocer y experimentar la dulzura de una relación personal con Jesucristo, saber que Él se preocupa de nuestra condición y situación, eso da paz y gozo, que es en realidad la alegría del alma. Pero, lamentablemente, muchos cristianos ni conocen a Cristo, ni al Padre, ni jamás han leído Su Palabra, el Testamento que nos ha dejado como un legado para conocer Sus pensamientos y sus deseos para con los hombres, con cada uno de nosotros.

Debemos detenernos aquí por hoy. Deseamos que la luz de la Palabra de Dios penetre en Su alma y que se despierte en cada uno de nuestros oyentes una sed insaciable por conocer a Aquel que nos amó hasta la muerte. Será entonces, hasta nuestro próximo programa, ¡que Dios le bendiga es nuestra ferviente oración!

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