Estudio bíblico de Marcos 2:1-23

Marcos 2:1-22

Este es otro capítulo rebosante de acción. Es una continuación del capítulo anterior, con cuyo final el texto original le conecta naturalmente, permitiendo seguir la secuencia de actividades incesantes de Jesús y sus discípulos. Leamos el versículo 1:

"Habiendo entrado de nuevo en Capernaúm varios días después, se oyó que estaba en casa."

Vemos que, después de unos días, Jesús entró en el pueblo de Capernaum. Anteriormente había trasladado su centro de actividades desde su hogar en Nazareth a Capernaum. La suposición más probable es que este pueblo siguió siendo el centro de actividades del ministerio del Señor en esta tierra durante 3 años.

En el capítulo anterior y después del incidente con el leproso, le vimos retirarse a lugares desérticos, ya que el leproso que había sido sanado no había obedecido la indicación de Jesús de mantener en secreto el milagro, sino que los había divulgado. En consecuencia, las multitudes le presionaban y Jesús no podía llevar a cabo su obra.

Esta es una de las varias razones por las que el Señor no vino a esta tierra como un mero hacedor de milagros. El no quería que le identificaran por esa característica. Una de las razones por las que no quería que aquel hombre sanado y otros contasen los milagros que El realizaba, era que El había venido al mundo a llevar a cabo un ministerio espiritual. Había venido a morir en una cruz por los pecados del mundo. Aquella clase de publicidad oscurecía el evangelio.

Cuando regresó se difundió la noticia de que estaba en la casa. Evidentemente se trataba de una casa determinada, lo cual plantea la pregunta de cuál era la casa mencionada en el capítulo anterior. En el primer capítulo se nos dijo que después de haber estado en la sinagoga por la mañana, entró en la casa de Simón y Andrés. Esto nos llevaría a creer que cuando los que traían al paralítico quitaron parte del techo, el escritor se refiere al techo de la casa de Simón Pedro. ¡Resulta difícil imaginarse a una persona del carácter fuerte de Pedro en una actitud dócil y apartándose a un lado para permitirles a aquellos hombres hacer tal cosa en su propia casa!

La cuestión es que se corrió la voz de que el Señor había regresado a Capernaum y que se encontraba en la casa de Simón Pedro. Se preparaba el escenario para el próximo incidente. Así que leamos el versículo 2:

"Y se reunieron muchos, tanto que ya no había lugar ni aun a la puerta; y El les exponía la palabra."

El ministerio de nuestro Señor era predicar la Palabra de Dios y ése es el énfasis que pensamos debiera tenerse en la actualidad. Es un énfasis en la Palabra de Dios, sobre la integridad e inerrancia o ausencia de errores en la Palabra de Dios. Mi oración personal en relación a este Tema es: "Oh Dios, dame más confianza en tu Palabra" Yo sé lo que esa Palabra está haciendo hoy en muchas vidas y corazones, así como sé lo que ha hecho por mí. Por todo ello, concluyo que yo debiera tener aún más confianza en esa Palabra, de la que tengo. Sinceramente hablando, a veces me he preguntado si va a tener alguna influencia en mi corazón o en mi vida. Tengo que confesarte que no tengo la fe que debiera tener. Debemos recordar siempre que ésta es la Palabra de Dios. Sus efectos fueron bien descriptos por Dios en el libro de Isaías 55:11,

"así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié."

Así que para nosotros es toda una confirmación y un motivo de agrado que el Señor estuviese predicando a aquellas personas la Palabra de Dios.

Ahora nuestra atención se dirige hacia otro grupo. Era una pequeña delegación de 5 personas. Habían llegado por el polvoriento camino que pasaba por Capernaum. Leamos los versículos 3 y 4:

"Entonces vinieron a traerle un paralítico llevado entre cuatro. Y como no pudieron acercarse a El a causa de la multitud, levantaron el techo encima de donde El estaba; y cuando habían hecho una abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico."

El aspecto que tenían los miembros del recién llegado grupo capta nuestra atención. Un hombre estaba enfermo de parálisis y, por sí mismo nunca hubiera podido llegar hasta allí, porque yacía en una camilla. Los otros cuatro venían sosteniendo los extremos de la camilla. Pero una vez llegados a la casa, no podían entrar a causa de la multitud, que bloqueaba las puertas y ventanas. Así que acometieron la tarea de levantar parte del techo encima de donde Jesús estaba y descendiendo por allí llegaron ante Jesús y debieron avergonzarse por haber perturbado la reunión. Aunque no sabemos qué estaba enseñando Jesús en ese momento, imaginémonos el impacto producido sobre los numerosos asistentes a aquella reunión, bruscamente interrumpida. Pero estoy casi seguro de que el Señor debe haberles mirado y sonreído. Veamos su reacción leyendo el versículo 5:

"Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados."

¿La fe de quien? Fue la fe de aquellos hombres. Esto me perturbó por mucho tiempo, cada vez que leía este versículo. Me parecía que era la fe de estos hombres, la responsable de que aquel paralítico fuese salvado, al haber Jesús pronunciado las palabras "Tus pecados te son perdonados" pero a medida que continué estudiando este incidente, me di cuenta de que no fue la fe de ellos la que le salvó.

Resulta maravilloso tener una madre piadosa, pero tú no vas a ir al cielo por estar aferrado a los brazos de tu madre. Igualmente, es magnífico tener un padre fiel, pero la experiencia religiosa de tu padre no te salvará. Tú mismo tendrás que ejercer fe. Tú mismo tendrás que ser el que crea.

Al examinar esta escena más de cerca, comprobamos que no fue la fe de aquellos 4 hombres la que salvó a aquel enfermo. Es cierto que fue la fe de ellos la que le trajo al lugar donde pudo escuchar al Señor Jesús, quien trató con él individualmente, a nivel personal. La frase "viendo Jesús la fe de ellos" se refiere a su fe al traerle a Jesús el paralítico. Cuando El vio esta actitud, entonces se ocupó personalmente de aquel hombre, diciéndole: "Tus pecados te son perdonados"

Pensando en las personas que en la actualidad profesan el cristianismo, creo que necesitaríamos disponer de portadores de camillas, es decir, de hombres y mujeres con esa medida de fe para salir a buscar y a traer a aquellos que no son salvos, para que puedan oír el Evangelio. Hay muchas personas hoy que están sufriendo los efectos de la parálisis del pecado; o están paralizados por la indiferencia o por prejuicios. Hay muchísimas personas que no van a acudir a una iglesia o a ningún otro lugar donde se predique el Evangelio , a menos que otros que tienen una verdadera fe, les traigan a Jesús. Eso es lo que hicieron aquellos 4 hombres del incidente que estamos examinando. Tuvieron la fe para traer a aquel pobre hombre a escuchar al Señor Jesús, para que El pudiese atenderle personalmente y finalmente decirle: "Hijo, tus pecados te son perdonados".

Pero este incidente traería reacciones. Leamos los versículos 6 y 7:

"Pero estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Está blasfemando; ¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"

Allí estaban también los enemigos, que no expresaron su desaprobación sino que simplemente lo pensaron. En sus razonamientos y en cuanto a su primera pregunta, estaban equivocados, pero estaban acertados en su segunda pregunta. Este hombre no estaba hablando blasfemias. Pero era cierto que solamente Dios podía perdonar pecados.

Ningún juez tiene derecho a perdonar a un criminal. Su responsabilidad es aplicar la ley. Dios es el gobernante moral del universo y El tiene que defender Sus propias leyes. El no puede quebrantar esa ley, porque El es justo. Habiendo creado las leyes, las obedece y sus leyes son inexorables; no pueden ser cambiadas y por ellas, tú y yo resultamos culpables ante Dios. Necesitamos el perdón de nuestros pecados y El sí perdona. Nunca cometamos el error de pensar que El nos perdona porque tiene un gran corazón. El nos perdona porque Cristo pagó el castigo por nuestros pecados. Por eso, el Señor no estaba pronunciando blasfemias, porque El era y es Dios. Y El podía perdonar pecados, porque vino a esta tierra para traer la salvación para ti y para mí, para el hombre que sufría de parálisis, y para todos aquellos que se encuentran en esa condición.

Continuemos leyendo el versículo 8:

"Y al instante Jesús, conociendo en su espíritu que pensaban de esa manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?"

Aquellos hombres no hablaron; más bien lo pensaron interiormente. El trató de que expresasen lo que sentían, pero ellos ya habían tenido un enfrentamiento con El y resultaron perjudicados. Así que, en esta ocasión, decidieron que lo más prudente era permanecer en silencio y así lo hicieron. Leamos en el versículo 9, la pregunta que el Señor les hizo:

"¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda?"

A propósito, ellos no iban a contestar en absoluto a esa pregunta. Estaban callados y ya que permanecían en silencio, El aun iba a ocuparse de ellos. Y sabía lo que estaban pensando. El Evangelio de Juan 2:25 decía que el no necesitaba ser informado acerca de nadie, pues El mismo conocía el corazón de cada uno. Entonces el Señor Jesús les puso en una situación difícil, con la siguiente pregunta: ¿era más fácil perdonar los pecados de aquel hombre, o hacer que se levantase y caminase? Aunque ellos no respondieron, estoy seguro de que habrían dicho simplemente que lo uno era tan difícil como lo otro. Solo Dios podía hacerlo. Esta respuesta era correcta y es por eso que el Señor Jesús le dijo al paralítico que tomase su camilla y anduviese. Y Jesús continuó diciéndoles, en loe versículos 10 y 11:

"Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."

Un antiguo comentarista de la Biblia dijo que la razón por la que Jesús le dijo al paralítico que recogiese su camilla y se fuese andando fue que aquel enfermo que había sido sanado, no tendría una recaída. No estaría ya más sobre aquella camilla porque, a partir de aquel momento, no la necesitaría, porque caminaría normalmente, como los demás. Cuando nuestro Señor sanó a alguien, lo hizo bien y completamente.

"Y él se levantó, y tomando al instante la camilla, salió a vista de todos, de manera que todos estaban asombrados, y glorificaban a Dios, diciendo: Jamás hemos visto cosa semejante."

Verdaderamente, este es un Evangelio de acción y aquí hemos visto un milagro de resultó en una acción inmediata. Leamos los versículos 13 y 14:

"Y El salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la multitud venía a El, y les enseñaba. Y al pasar, vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió."

La reiteración con que el escritor utiliza la conjunción y enfatiza la incesante actividad y la continuación inmediata de la acción ante nuevas situaciones. Y aunque estos versículos no nos describen un milagro, vemos el movimiento que caracteriza a este Evangelio.

Este es el llamado de Jesús a Leví, o Mateo. A propósito, Mateo pertenecía a la tribu de Leví. Resulta sorprendente que perteneciese a la tribu de los sacerdotes y aquí le vemos convertido en un recaudador de impuestos o publicano. Dicho sea de paso, esto nos recuerda los interrogantes sobre las 10 tribus perdidas de Israel, que, en realidad, no están perdidas. Aquí tenemos uno de los muchos casos en que un individuo pertenece a una tribu que no era la de Judá. En este caso, era de la tribu de Leví, y se convirtió en uno de los discípulos de nuestro Señor. Y el Señor le llamó en este extraordinario incidente. Puede que recuerdes que Mateo, en su Evangelio, no nos dijo nada sobre el hecho de que ofreció un gran banquete al que invitó a algunos de sus amigos, y los únicos amigos que él tenía eran, por cierto, pecadores. Leamos los versículos 15 y 16:

"Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa de él, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y sus discípulos; porque había muchos de ellos que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que El comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a sus discípulos: ¿Por qué El come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?"

¿Has observado que se repite hasta 3 veces la declaración de que los invitados eran recaudadores de impuestos y pecadores? Aparentemente, en la lista de invitados no había ningún hombre calificado como bueno. Nadie perteneciente a la élite de la ciudad estaba presente en aquella casa. Observemos que los recaudadores de impuestos o publicanos, ocupaban los primeros lugares en la lista de los pecadores. Veamos la reacción de Jesús, en el versículo 17:

"Al oír esto, Jesús les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores."

Aquella fue una gran respuesta. Nadie llamaría a un médico si todos se encuentran bien. El médico solo viene para atender al enfermo. El Señor Jesús afirmó que El no había venido para llamar a los justos, sino a los pecadores. El motivo por el que dijo esto fue que, de hecho, en aquel lugar solo se encontraban pecadores. En aquel día, solamente había allí una clase de personas. De ninguna manera había allí algún justo. Pero los fariseos pensabas que ellos sí eran justos.

Pasemos a otro párrafo y leamos el versículo 18:

"Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron y le dijeron: ¿Por qué ayunan los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos, pero tus discípulos no ayunan?"

Es que ellos estaban bajo la ley, pero, de acuerdo con la ley, el Antiguo Testamento solo ordenaba el ayuno para todos los judíos sólo en el día de la expiación anual, como un acto de arrepentimiento. Pero los fariseos promovían ayunos voluntarios cada lunes y jueves, como un acto de piedad. Lo que había dado a su pueblo, eran 7 fiestas y no todos estos días de ayuno añadidos por los fariseos. La respuesta de Jesús comienza en los versículos 19 y 20:

"Y Jesús les dijo: ¿Acaso pueden ayunar los acompañantes del novio mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán en aquel día."

O sea que, del mismo modo que era inapropiado que los acompañantes del novio ayunaran en presencia del esposo, lo cual era una expresión de tristeza, también era inapropiada que los discípulos de Jesús ayunaran, con tristeza, mientras El estaba con ellos. En otras palabras, lo más importante era tener con El una relación de comunión y compañerismo, antes que ayunar. Y lo mismo sucede hoy. Una cosa es tener una fachada de religiosidad, y otra bien distinta es amar al Señor Jesús y disfrutar de su compañerismo y amistad.

Para finalizar nuestra lectura Bíblica de hoy, leeremos los versículos 21 y 22:

"Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque entonces el remiendo al encogerse tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce una rotura peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces el vino romperá el odre, y se pierde el vino y también los odres; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos."

El Señor les estaba presentando dos ilustraciones sobre esta nueva vida de amor y compañerismo con El. Les estaba diciendo que no había venido para dar brillo a la ley, ni para añadir nada al sisTema de la ley de Moisés, ni para agregarle refinamiento o un cierto desarrollo. El había venido para realizar algo nuevo. No había venido para remendar un vestido viejo, sino para proporcionarnos nuevas vestiduras.

En la antigua época, bajo la ley, el ser humano trabajaba, realizaba obras que, figurativamente hablando, eran como un viejo vestido comido por la polilla. Nuestro Señor vino para proveer un nuevo manto de justicia, que desciende sobre un pecador cuando cree y confía en Cristo como su Salvador. Este manto de justicia que le cubre, le permite estar ante la presencia de un Dios Todopoderoso. Esta es la gloriosa y maravillosa verdad que El está exponiendo aquí. Debe quedar claro que nuestro Señor no vino para extender, propagar o proyectar la ley, las obras o prácticas religiosas del sisTema del Antiguo Testamento. El vino para presentar algo realmente nuevo. Y esto nuevo sería el hecho de que El moriría por los pecados del mundo. El vino nuevo se echa en los odres preparados para el vino nuevo. Y un vestido nuevo ha de ser colocado en una nueva persona. Y aquel manto de justicia es colocado sobre alguien que, por medio de la fe, se ha convertido en un hijo de Dios.

Tú puedes ser ese hombre nuevo, esa mujer nueva. Y solo Dios puede, por su Espíritu efectuar esa transformación, si tú estás dispuesto a aceptar personalmente Su obra de amor, gracia y redención en la cruz. Como dijo el apóstol Pablo en su segunda carta a los Corintios 5:21. El que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; han sido hechas nuevas.

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