El área del templo ocupaba la cima del monte de Sion, por lo tanto, había cierto desnivel.
Al entrar, lo primero que se encontraba era el "Atrio de los Gentiles", una gran explanada rodeada de hermosos pórticos. Esta era una zona a donde podía entrar cualquier persona, ya fuera judío o gentil, hombre o mujer. Debajo de sus pórticos era un lugar que se prestaba perfectamente para la enseñanza en grupos.
Subiendo unos peldaños, se accedía al "Atrio de las Mujeres". Allí no estaba permitido el paso a ningún gentil. Unos carteles decían lo siguiente: "Que ningún hombre de otra nación traspase esta barrera ni la cerca que rodea el templo. Quien sea sorprendido será el único culpable de su propia muerte". Aquí se permitía la entrada tanto a hombres como a mujeres que fueran judíos.
Subiendo un poco más se llegaba al "Atrio de los Israelitas", en donde sólo podían entrar los varones judíos.
Más arriba estaba el "Atrio de los Sacerdotes", al que como su nombre indica sólo podían acceder los sacerdotes.
Y por último, arriba del todo estaba el "Santuario" al que sólo podía entrar el Sumo Sacerdote una vez al año.