Estudio bíblico de Deuteronomio 8:10-9:18

Deuteronomio 8:10-9:18

Haciendo referencia a los versículos 5 al 9 de este capítulo, en nuestro programa anterior decíamos que Dios no dio esta promesa de prosperidad material a los cristianos. Existe la noción equivocada de que si usted es fiel, Dios le prosperará con bienes temporales. Estimado oyente, eso no es verdad. Dios prometió prosperar a Israel en la tierra. Pero, no prometió prosperar al cristiano con los bienes materiales de este mundo. La promesa al cristiano es: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo" (Efesios 1:3). Nos ha prometido bendiciones espirituales. No hay ningún versículo que prometa bendiciones temporales al hijo de Dios en el día de hoy.

Permítanos añadir también que Dios no promete bendiciones temporales, pero que sí las añade. Y además, debemos estar agradecidos porque Él suple nuestras necesidades, pues Él conoce nuestras necesidades reales, más allá de lo que nosotros creemos que necesitamos. Y también queremos decir que algunos de los hijos de Dios más selectos, han sido bendecidos con bendiciones espirituales; pero no con la prosperidad material. Creemos que tales personas parecen ser las más felices, y parece que hacen más para la obra de Dios que cualquier otro. Han sido una bendición para la causa de Cristo en el mundo.

Queremos destacar que una de las distinciones mayores entre la nación de Israel en el Antiguo Testamento, y la Iglesia en el Nuevo Testamento, es que Dios prometió bendiciones temporales a Israel, y nos promete a nosotros toda bendición espiritual. El tener en cuenta esta distinción, evitará muchísimo pesar entre el pueblo de Dios. Hará que muchísimos hijos de Dios se regocijen y que no caigan en el abatimiento o la depresión.

Comencemos, pues, nuestra lectura de hoy, en el capítulo 8 de Deuteronomio, en los versículos 10 y 11:

"Allí comerás y te saciarás, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la buena tierra que te habrá dado. Cuídate de no olvidarte del Señor, tu Dios, para cumplir los mandamientos, decretos y estatutos que yo te ordeno hoy"

Aquí vemos que continuó expresando sus advertencias a Israel, a la luz de los próximos tiempos de prosperidad. Leamos los versículos 14 al 16:

"Que no se enorgullezca tu corazón y te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes venenosas y de escorpiones; que en una tierra de sed y sin agua te sacó agua de la roca del pedernal; que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien"

En Juan 14:2, 3, el Señor dijo: "Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis". Ésta es la esperanza del hijo de Dios en el día de hoy. Cristo vendrá para llevarnos de este mundo. La esperanza de Israel estaba en este mundo. Ésa es la diferencia. Si usted trata de mezclar estas promesas, podría causarle confusión. Si uno deja a la Biblia exponer sus afirmaciones, tanto en las similitudes como en las diferencias, veremos que Dios ha sido muy específico al pronunciar Sus promesas. Continuemos leyendo los versículos 17 y 18 de este capítulo 8 de Deuteronomio:

"y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza; sino acuérdate del Señor, tu Dios, porque él es quien te da el poder para adquirir las riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres, como lo hace hoy."

Cuando la nación de Israel estuviera en la tierra prometida y el Señor la prosperase, entonces podríamos saber que estaban obedeciendo a Dios. Cuando no prosperaran en aquella tierra, sería un indicio de que no estaban obedeciendo a Dios. Y al observar a este pueblo en la actualidad nos resulta evidente su condición espiritual. Continuemos leyendo los versículos 19 y 20:

"Pero si llegas a olvidarte del Señor, tu Dios, y vas tras dioses ajenos, los sirves y ante ellos te inclinas, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. Como las naciones que el Señor destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz del Señor, vuestro Dios."

Ésta fue la advertencia de Dios para los israelitas. Les prometió bendecirles si le obedecían. Si no eran obedientes, les trataría como trató a aquellas naciones que estaban en esa tierra antes que ellos. La verdad es que Dios trató a los israelitas aún peor que lo que trató a las otras naciones que vivían en esa tierra. ¿Sabe usted por qué? Porque al pueblo de Israel le había sido dada una revelación mayor. Y ese conocimiento creó una responsabilidad delante de Dios. Y llegamos así a

Deuteronomio 9:1-18

Tema: Dios conocía a Israel - Su pasado no había sido bueno.

Dios estaba examinando el pasado de la nación de Israel. Dios conocía a ese pueblo y sabía que su pasado no era bueno. Dios no había salvado al pueblo de Israel porque fuera bueno. No lo llamó porque fuera una nación notable. No lo era.

Dios no nos ha salvado porque nosotros seamos sobresalientes, superiores, o buenos. El único tipo de seres humanos a quienes Dios salva, es a los malos.

Dios nos salva, estimado oyente, porque somos malos. Porque conoce nuestra condición perdida. Leamos ahora los versículos 1 y 2 de este capítulo 9 de Deuteronomio:

"Oye, Israel: tú vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo, un pueblo grande y alto, los hijos de los anaceos, de los cuales tienes tú conocimiento, y de quienes has oído decir: ¿Quién se sostendrá delante de los hijos de Anac?"

Dios presentó un informe en cuanto a la tierra, el cual era peor que el informe que habían dado los espías al regresar de la tierra. Dios conocía la tierra y sabía quiénes estaban en ella. Sin embargo, Dios les había mandado que entraran. Pero, ellos habían rehusado entrar porque no creyeron a Dios. Dios sabía que los que residían allí eran gigantes. Él conocía todas las dificultades y había prometido entrar en la tierra con ellos.

Fue Martín Lutero quien dijo: "Uno con Dios, constituye una mayoría". Estimado oyente, si usted está con Dios, usted está con la mayoría. Realmente, los cristianos pertenecen al grupo minoritario aquí en este mundo. Pero, hay algo que el mundo no sabe. Al estar con Dios, somos mayoría. No olvidemos esto. Leamos ahora el versículo 3 de Deuteronomio 9:

"Entiende, pues, hoy, que es el Señor, tu Dios, el que pasa delante de ti como fuego consumidor, quien los destruirá y humillará en tu presencia. Tú los echarás y los destruirás en seguida, como el Señor te ha dicho."

Dios asumió la responsabilidad de expulsarles de la tierra. Dios es el dueño de la tierra. Él es el Creador. Tiene derecho de hacer esto. Dios es el Soberano Creador; nosotros somos las criaturas. Dice el versículo 4:

"Cuando el Señor, tu Dios, los haya echado de delante de ti, no digas en tu corazón: Por mi justicia me ha traído el Señor a poseer esta tierra, pues por la impiedad de estas naciones el Señor las arroja de delante de ti."

Dios dijo que estaba echando fuera de la tierra a las otras naciones, porque esas naciones eran perversas. Y no porque la nación que estaba introduciendo en la tierra fuese una nación justa. Y Dios clarificó esto muy bien. Leamos el versículo 5 de este capítulo 9 de Deuteronomio:

"No por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones el Señor, tu Dios, las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que el Señor juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob."

Aquí quedó claro que Dios no liberó a Israel por ser gente encantadora. Supo desde el principio que eran un pueblo terco y obstinado. Pero Él había escuchado su clamor desde Egipto. Estimado oyente, si usted reconoce que es un pecador y necesita un Salvador, entonces tendrá que clamar a Él para recibir la salvación. Y Él le escuchará. ¿Sabe usted por qué? No por lo que usted sea o por su bondad, sino por causa de Cristo. Si usted se vuelve a Él por fe, le salvará. El versículo 6 añade:

"Por tanto, has de saber que el Señor, tu Dios, no te da en posesión esta buena tierra por tu justicia, porque pueblo terco eres tú."

O sea, que, trasladando este principio a nuestra situación actual, Dios no le salva porque sea usted bueno. Todos somos pecadores. Y Él nos salva por los méritos de Cristo, no por los nuestros. Si usted cree que Dios encontrará en usted algo que merezca la salvación, quedará defraudado. Estimado oyente, Dios le conoce perfectamente y dice que de ninguna manera hallará justicia en usted. Es por amor a Cristo que Dios nos salva, y Dios halla todo lo que necesitamos en Él. En este pasaje del libro de Deuteronomio se encuentra la semilla del Evangelio de la gracia de Dios.

Leamos el versículo 7, de Deuteronomio 9, que da comienzo al párrafo titulado

El fracaso pasado de Israel

"Acuérdate, no olvides que has provocado la ira del Señor, tu Dios, en el desierto; desde el día en que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes al Señor."

Moisés les hizo recordar su historia pasada, y se refirió específicamente al tiempo en que hicieron el becerro de oro. En Éxodo 32:4 leemos las siguientes palabras: "y él (Aarón) los recibió de sus manos", refiriéndose a los pendientes de oro. Las mujeres y los hombres también se quitaron sus pendientes de oro y los entregaron a Aarón. Estos pendientes de oro eran una señal de idolatría. Generalmente los llevaban en una sola oreja. Esta gente había caído muy rápidamente en la idolatría. Aarón tomó los pendientes de oro, fundió el oro y lo trabajó a cincel hasta darle la forma de un becerro. Entonces todos dijeron "¡Israel, éste es tu Dios que te sacó de Egipto"! Dios hizo que se acordaran de esto. Dios les hizo recordar este grave hecho nuevamente en el Salmo 106:19 "Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición". Dios les exigió que se acordaran, pero ellos se olvidaron. En consecuencia, dice el versículo 8:

"En Horeb provocasteis a ira al Señor, y se enojó el Señor contra vosotros para destruiros."

Y Moisés continuó con su narración de aquel episodio. Leamos el versículo 12.

"y me dijo: Levántate, desciende pronto de aquí, porque el pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Bien pronto se han apartado del camino que yo les mandé y se han hecho una imagen de fundición."

Al mismo tiempo que estaban haciendo el becerro de oro, Moisés estaba en el monte recibiendo los Mandamientos, y dos de estos Mandamientos prohibían precisamente la idolatría que el pueblo estaba practicando: "No tendrás dioses ajenos delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna". Fíjese que Dios le dijo a Moisés: "Es pueblo tuyo. Tú los sacaste de Egipto". Y Moisés le contestaría más tarde. Leamos ahora el versículo 13:

"También me dijo el Señor: He observado a este pueblo y he visto que es un pueblo terco."

El Señor repitió estas palabras otra vez. Sabía todo el tiempo que Israel era un pueblo obstinado. Nos conoce a usted y también a mí, y probablemente podría decir lo mismo de nosotros. Y el Señor continuó diciendo en el versículo 14:

"Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo, y yo te pondré sobre una nación fuerte y mucho más numerosa que ellos."

Ésta debió haber sido una tentación para Moisés, pero la resistió. Su súplica a favor de Israel se relató en Éxodo 33:12-17. Moisés no subiría a la tierra prometida sin la presencia del Señor. Dijo: "Si tu presencia no ha de acompañarnos, no nos saques de aquí". Moisés se identificó con el pueblo. Y cuando descendió del monte, vio lo que el pueblo había hecho. Leamos el versículo 16:

"Miré y vi que habíais pecado contra el Señor, vuestro Dios: os habíais hecho un becerro de fundición, apartándoos bien pronto del camino que el Señor os había señalado."

En aquel mismo momento en que Dios les estaba dando los Mandamientos, ellos se apartaban de Él. Y sin embargo decían que le iban a obedecer. Suponemos que las personas pueden ser más falsas en el área de la religión que en cuanto a cualquier otro aspecto. Esta actitud es característica de la naturaleza humana. Incluso, a veces las personas que parecen ser sinceras, pueden adoptar actitudes de fingimiento. Todos necesitamos orar la siguiente oración del salmista, en el Salmo 139:23, 24. "Examíname, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno."

San Pablo tuvo estas palabras de amonestación para los creyentes, en 2 Corintios 13:5: "Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que hayáis fracasado en la prueba!" Examínese para ver si está en la fe, o no. Creemos, y predicamos la seguridad del creyente, amigo que nos escucha. Creemos que el creyente está seguro, pero también creemos y predicamos la inseguridad del que finge, o que es hipócrita. Cada uno de nosotros necesita examinar su corazón. Volvamos a nuestro capítulo 9 de Deuteronomio y leamos los versículos 17 y 18:

"Entonces tomé las dos tablas, las arrojé de mis dos manos y las quebré delante de vuestros ojos. Luego me postré delante del Señor, y como antes hice, durante cuarenta días y cuarenta noches no comí pan ni bebí agua, a causa de todo el pecado que habíais cometido haciendo el mal ante los ojos del Señor para enojarlo."

Ahora, observe usted que Moisés conoció a Dios. El salmista dijo en el Salmo 103:7: "Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras". Los israelitas vieron el monte que humeaba, vieron el juicio de Dios, vieron Su gloria, pero no le conocieron. ¡Moisés sí le conoció! Moisés conoció Sus planes, Sus propósitos.

Moisés comprendió dos cosas en cuanto a Dios, las cuales están reveladas aquí. Son paradójicas, pero no contradictorias.

Moisés sabía que Dios aborrece el pecado. Permítanos decirle que hoy en día, no tenemos ni la concepción más remota de cómo aborrece Dios el pecado, ni de cómo se propone castigarlo. Moisés se arrodilló delante de Dios y ayunó y clamó a Dios por 40 días y 40 noches. Moisés conocía los caminos de Dios. Sabía cómo Dios aborrece el pecado.

Parece que hoy en día el cristiano medio no parece darse cuenta de cómo le molesta a Dios el pecado en su vida. Dios nunca pasará por alto el pecado; tratará ese pecado en su vida y en la de cada uno de nosotros. A veces el juicio es muy severo. Dios aborrece el pecado y lo castiga.

Moisés también conoció la misericordia de Dios. Moisés se dirigió a Dios porque confiaba en Su misericordia. Dios castiga el pecado, pero nosotros no comprendemos cuán maravilloso es Él. Es tan bondadoso. Extiende misericordia al pecador. Le ha extendido Su misericordia a usted, de eso estamos seguros. Sabemos que nos ha extendido Su misericordia a cada uno de nosotros. Y el Señor extendió Su misericordia a Moisés y a Israel.

Algunas personas han llegado a alejarse mucho de Dios y de Sus demandas para la vida y dignidad de los seres humanos. Una de las consecuencias que experimentan es tener una baja autoestima. Y evitan hacerle frente a esta situación por diversos motivos como, por ejemplo, el considerar que Dios no les recibiría o, simplemente, que no podría elevarles a la plena dignidad humana que quisieran alcanzar. Estimado oyente, si éste es su caso, si de alguna manera lo que hemos dicho se aproxima a su situación personal, al despedirnos hasta nuestro próximo encuentro, quisiéramos recordarle las palabras de un salmo, y deseamos que estas antiguas palabras no le parezcan remotas, lejanas. Aunque fueron dirigidas a muchísimas personas a través de los siglos, también fueron pronunciadas personalmente para usted y de esa manera deseamos que las reciba. Dice el Salmo 34:18, El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza.

Seguramente desea usted volver a edificar su vida; rehacer lo que se rompió y recuperar lo que se perdió por causa del pecado y la maldad humana. ¿Le parece imposible logarlo? Pues no. No lo es. Dios ya hizo todo lo necesario para salvarle a través de Jesucristo y su muerte en la cruz. Le invitamos a aceptar esta realidad por la fe. Le invitamos a comprobar que Él libera, que Él transforma, que Él provee vida en abundancia, vida de calidad aquí en la tierra, y vida eterna más allá de la muerte.

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