Estudio bíblico de Rut 4:1-22

Rut 4:1-22

Llegamos hoy en nuestro estudio al capítulo 4 de Rut. Podría titularse, "En el corazón y hogar de Booz". Rut había recorrido todo el camino desde la tierra de Moab, hasta llegar al corazón y hogar de Booz. De la misma manera, nosotros que espiritualmente hablando éramos extranjeros, alejados de Dios y sin ninguna esperanza en este mundo, fuimos hechos cercanos por medio de la sangre de Cristo derramada en la cruz. Y hoy estamos en la familia de Dios; y en Su corazón. Y algún día nos encontraremos en Su hogar.

En el capítulo anterior vimos las acciones de Rut y Noemí. Ahora le tocaba actuar a Booz. Como Rut ya le había reclamado como pariente-redentor, ahora era libre par actuar. De modo que en este capítulo veremos los pasos que dio Booz. Comencemos pues leyendo el versículo 1 de este capítulo 4 de Rut:

"Más tarde, Booz subió a la entrada del pueblo y se sentó allí; en ese momento pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado. Eh, fulano?le dijo Booz?, ven acá y siéntate. Y éste fue y se sentó."

El primer acto de Booz fue salir temprano aquella mañana a la puerta de la ciudad, lugar donde se administraba la justicia, y se apostó en un lugar visible para poder llamar al otro pariente cercano, cuando éste saliera de la ciudad hacia sus campos para segar, o entrase a la ciudad desde la era. Booz esperó ansiosamente su llegada para poder resolver este asunto.

Y dentro de poco, aquel pariente pasó y Booz lo saludó como si no conociera su nombre. Dice: "Eh, fulano, ven acá y siéntate". Ahora, no había duda de que Booz conocía su nombre, pero el motivo por el cual su nombre no fue mencionado, no se nos revela.

Cuando este pariente anónimo vino y se sentó, Booz ya estaba preparado para arreglar en seguida y de una vez, esta cuestión en cuanto a Rut. Continuemos leyendo el versículo 2:

"Entonces Booz llamó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y les dijo: Sentaos aquí. Cuando ellos se sentaron..."

Diez ancianos de la ciudad fueron escogidos para servir de testigos, y quizá como un tipo de Consejo o Tribunal Supremo. Dice el versículo 3:

"Cuando ellos se sentaron, dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec."

Observemos la estrategia de Booz. Aunque estaba primordialmente interesado en Rut, al principio, ni siquiera la mencionó. Simplemente mencionó que estaba en cuestión una porción de tierra. Ya hemos visto que la ley de la propiedad implicaba a un pariente cercano-redentor. Esta ley se pondría en vigor cuando la propiedad de una persona podía caer en otras manos por variadas circunstancias. En el caso de Noemí, ella y su familia habían salido de Israel por causa de la hambruna y al regresar, no tenía nada. No podía recuperar su propiedad. Tendría que haber esperado hasta el Año del Jubileo que, suponemos, aún se hallaba lejano. Pero ¿qué sucedería ahora? ¿Aparecería un pariente-redentor? Booz estaba llamando la atención de este otro pariente, no a la persona de Rut, sino a la propiedad que había pertenecido a Elimelec. Quería saber si este otro pariente redimiría la propiedad. Era un paso lógico. La propiedad tenía que ser redimida antes que una persona pudiera ser redimida. Leamos en el versículo 4 lo que dijo Booz:

"Y yo decidí hacértelo saber y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si quieres redimir la tierra, redímela; y si no quieres redimirla, decláramelo para que yo lo sepa,pues no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Yo la redimiré respondió el pariente."

En otras palabras, Booz le dio a ese hombre la prioridad que le correspondía. ¿Querría este hombre ser el redentor? ¿Redimiría él la propiedad para que ésta fuese entregada a Noemí antes del Año del Jubileo? Lo interesante fue que este hombre respondió que sí. Que la redimiría. Aparentemente, era un hombre generoso que estaba dispuesto a desempeñar el papel de redentor. Si se hubiera negado, podría haber sido criticado y hubiera quedado socialmente desacreditado. Imaginemos el impacto que esta respuesta le debió causar a Booz. Pero no se dio por vencido. Estaba preparado para esa eventualidad y se dispuso a expresar que en este caso había más implicaciones que una simple propiedad de tierra. Leamos el versículo 5:

"Entonces replicó Booz: El mismo día que compres las tierras de manos de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión."

Veamos que Booz presentó el problema con toda claridad y le informó a este otro pariente sobre la nacionalidad de Rut. En Deuteronomio 23: 3 estaba escrito lo siguiente: "No entrará el amonita ni el moabita en la congregación del Señor". Ante esto, este otro pariente podía pensar que si facilitaba la entrada de Rut al pueblo, podría hacer peligrar su propiedad. Por supuesto que Booz estaba más que dispuesto a hacerlo porque la amaba, y estaba listo para hacer cualquier sacrificio por ella. Pero el otro pariente, lo único que sabía de Rut era que se trataba de una mujer del pueblo de Moab. Aunque hubiera sabido otras cosas sobre ella, no estaba interesado en casarse con ella y lo dejó claro. Leamos el versículo 6:

"El pariente respondió: No puedo redimir para mí, no sea que perjudique mi herencia. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré hacerlo."

Cuando la atención del otro pariente fue dirigida hacia este inconveniente serio, que poseía complicaciones legales, declaró entonces que no podía redimir a la extranjera de Moab, sin implicar su propia propiedad. El Targum declaraba que si él ya tenía una esposa e hijos, un matrimonio con la moabita comprometería los intereses de ellos.

Creemos estimado oyente, que este pariente anónimo simboliza la ley. En realidad la ley no puede redimirnos. Es incapaz de redimirnos. El apóstol Pablo escribiendo en su carta a los Romanos, dijo en el capítulo 3, versículo 20: "Porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él, ya que la ley sirve tan solo para hacernos conocer que somos pecadores." Y luego en su carta a los Gálatas, capítulo 2, versículo 16 dijo "Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado". La ley estimado oyente, no nos puede salvar. Para que la ley nos pudiese salvar, tendría que bajar el nivel de sus normas, lo que no puede hacer. O bien nosotros tendríamos que alcanzar el nivel de las normas de la ley, y eso no nos es posible hacer. Este otro pariente del relato, entonces, como símbolo de la ley dijo que él no podía redimir. A los seres humanos sólo les puede redimir alguien que les ame y esté dispuesto a pagar el castigo del pecado. Esa es la única manera de ser salvos. El ser humano no puede alcanzar el nivel que Dios demanda. Por eso necesita un Redentor que le ame, como en nuestra historia, y esté dispuesto no solo a renunciar a todo sino también a entregar su vida. Cuando ese redentor divino ocupó nuestro lugar en la cruz por nuestros pecados, pagó el máximo precio que alguien podría pagar. Ahora, para que un acuerdo fuese vinculante, era necesario seguir un procedimiento bastante extraño para nosotros. Leamos el versículo 7 de este capítulo 4 de Rut:

"Desde hacía tiempo existía esta costumbre en Israel, referente a la redención y al contrato, que para la confirmación de cualquier negocio, uno se quitaba el calzado y lo daba a su compañero; y esto servía de testimonio en Israel."

La ley fue dada en el capítulo 25 de Deuteronomio, versículos 7 al 9 con respecto a un caso análogo a éste. En aquel caso, así como en éste, un hombre perdía su calzado. Quitándose el zapato y entregándoselo al adquiriente, constituía un documento legal de gran significado en aquel entonces. Booz había tomado el lugar de Rut en esta transacción, actuando en su lugar y entonces ella podría convertirse en su esposa.

La ley estimado oyente, simbólicamente hablando está "descalza". La ley no le puede salvar a usted de ninguna manera. Es solamente el evangelio el que le puede redimir. En cuanto al pecador, la ley no le puede calzar. Es el evangelio de la gracia que viste a un pecador de la justicia de Cristo, y que le proporciona un calzado. El apóstol Pablo escribiendo en su carta a los Efesios, dijo en el capítulo 6, versículo 15: "Y calzados los pies con el con el celo por anunciar el evangelio de la paz". La ley no puede redimir pero Cristo, nuestro Booz, nuestro pariente-redentor, nos puede redimir por la gracia.

Continuemos ahora leyendo los versículos 8 al 10 de este capítulo 4 de Rut:

"Entonces el pariente dijo a Booz: Tómalo tú. Y se quitó el calzado. Dirigiéndose a los ancianos y a todo el pueblo, Booz dijo: Vosotros sois testigos hoy de que he adquirido de manos de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón. Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos, ni de entre su pueblo. Vosotros sois testigos hoy."

Poseyendo ya el documento legal, el zapato del descalzo, Booz concluyó la transacción llamando a los diez ancianos, para que sirvieran de testigos que ahora era él, quien aquel día redimía las propiedades de Elimelec, Mahlón y Quelión. No sólo fue redentor de la propiedad, sino también de Rut. Continuemos con los versículos 11 al 14 de este capítulo 4 de Rut:

"Todos los que estaban a la puerta del pueblo y los ancianos respondieron: Testigos somos. El Señor haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas distinguido en Efrata, y renombrado en Belén. Sea tu casa como la casa de Fares, el hijo de Tamar y Judá, gracias a la descendencia que de esa joven te dé Jehová. Así fue como Booz tomó a Rut y se casó con ella. Se unió a ella, y el Señor permitió que concibiera y diera a luz un hijo. Y las mujeres decían a Noemí: Alabado sea el Señor, que hizo que no te faltara hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel"

El amor por Rut fue lo único que impulsó a Booz concluir este asunto con tanto entusiasmo y eficacia. Su amor por la joven de Moab fue suficiente motivo para llegar a ser su pariente-redentor. La historia concluye apropiadamente con la declaración: "Booz, pues, tomó a Rut, y ella fue su mujer". Éste es el fin feliz de toda buena historia. Dios pone en el corazón de un hombre el amor y la atracción por una mujer, y hace que aquel sentimiento sea mutuo. De la misma manera Cristo vino a la tierra a buscar a Su esposa; Él es el que demostró Su amor muriendo por nosotros. Y nosotros respondemos a Su amor recibiéndole como Salvador y entonces comenzamos a conocerle. Esta debía ser la sana ambición de cada cristiano, de conocer a su redentor. Este mismo deseo fue la experiencia de San Pablo, expresada en Filipenses 3:10, donde dijo: "Quiero conocerle a él, y el poder de su resurrección". Después de todo, nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero. En nuestra historia y como resultado, todo el pueblo de Belén se alegró por lo que estaba ocurriendo en la vida de Booz y así lo expresaron. Porque Noemí necesitaba un redentor para continuar la descendencia de Elimelec.

Hay otro capítulo en nuestra historia el cual, aunque no tiene por objeto contribuir a su hermosura, sí contribuye a uno de los objetivos supremos. El resto del capítulo 4 de Rut, cuenta del nacimiento de Obed a Rut y a Booz. Esto dio pie a la inclusión de la gran genealogía que se halla al fin del libro. El libro de Rut y esta genealogía son lo que conecta a la familia del rey David con la tribu de Judá. Sin este libro, no tendríamos un registro histórico de esa conexión. Esta genealogía fue transferida en su totalidad al principio del Nuevo Testamento en el evangelio de Mateo. Presentó los incidentes de esta humilde historia como un vínculo en el gran plan y propósito de Dios. El versículo 22 de este capítulo 4 de Rut dice:

"Obed engendró a Isaí, e Isaí engendró a David."

El nacimiento de Obed a Rut y a Booz en Belén representó el nacimiento de Otro, y las noticias de Su venida, resonarían hasta los fines de la tierra, y producirían efectos tremendos y eternos sobre este mundo.

El nombre Obed significa "el siervo" o "el adorador". Las mujeres de Belén le pusieron este nombre debido a su relación con Noemí. Aunque no tenía ninguna consanguinidad con Noemí, legalmente era su nieto. Fue un siervo a Noemí, estando ella en su vejez, y tomó el lugar que fue dejado vacío por la muerte de su esposo y sus dos hijos. Ahora, su propiedad sería de Obed, el siervo. Y éste, que era descendiente de una moabita, fue un adorador del Dios verdadero, así como lo fue su madre. Y aquel pequeñito llegó a ser el abuelo del rey David. ¿Ve usted? Rut fue la bisabuela de David, y así ella formó parte del linaje que condujo al Señor Jesucristo.

La historia de Rut es una ilustración del pariente-redentor. Miremos por unos momentos en qué medida aquel pariente redentor fue una figura del Señor Jesucristo. ¿En qué sentido el Señor Jesucristo cumplió esas expectativas?

En primer lugar, aquel redentor tenía que ser un pariente cercano. En segundo lugar, tenía que estar dispuesto a redimir. En tercer lugar, tenía que poder redimir. En cuarto lugar, el pariente redentor tenía que ser libre él mismo. Y en quinto y último lugar, tenía que disponer del precio de la redención. Tenía que responder legalmente de lo que se requería. Booz fue capaz de cumplir con estas condiciones, como redentor de Rut. Y el Señor Jesucristo, como nuestro pariente-Redentor, y el Redentor del mundo, cumplió también con estos requisitos. Veámoslos por un momento.

En primer lugar, el Señor Jesucristo es nuestro pariente cercano. Nunca tuvo el nombre de Jesús sino hasta cuando nació en la tierra. Nunca podría haber salvado a Su pueblo de sus pecados, antes de haber venido a la tierra. Dijo el escritor a los Hebreos en el capítulo 2 de su carta, versículos 14 y 15: "Así como los hijos de una familia son de una misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas para derrotar con su muerte al que tenía el poder de matar, es decir, al diablo. De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida".

Y el versículo 16 del mismo capítulo de Hebreos sigue diciendo que Cristo socorrió a la descendencia de Abraham. Y el apóstol Pablo escribiendo a los Gálatas dijo en el capítulo 4, versículos 4 y 5: "Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos". Jesucristo pues, es nuestro pariente-redentor.

Cristo sabe todo en cuanto a nosotros hoy en día, porque fue hecho un ser humano, y esto por amor a nosotros. Ahora, en segundo lugar, un pariente-redentor tiene que estar dispuesto a redimir. Sin duda alguna, Booz estaba dispuesto a redimir a Rut. Usted y yo estimado oyente, tenemos un pariente-redentor que por amor actuó y mostró su disposición a redimirnos. Dijo el mismo escritor a los Hebreos en el capítulo 12 de su carta, versículo 2: "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios."

En tercer lugar, el pariente-redentor también tiene que ser poderoso para poder redimir, tenía que ser capaz de redimir. Tenemos la idea de que quizá Noemí tuviera algunos parientes pobres. Nos imaginamos que cuando Noemí regresó a Belén, le fueron a visitar. Todo lo que les fue posible hacer fue simpatizar con ella, pues, no les era posible ayudarla, ya que apenas podían ayudarse a sí mismos. Booz sí podía redimirla.

Ahora, usted y yo estimado oyente, necesitamos tener un pariente-redentor que sea poderoso para redimir. Pero, en cuarto lugar, él también tenía que estar libre del pecado para poder redimirnos. Cuando el Señor Jesucristo vino a la tierra, Él pudo decir en el evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 30: ". . . porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí". Jesucristo no estuvo contaminado del pecado. Nació santo, inocente, sin mancha, ni pecado. Y en quinto y último lugar, el redentor tenía que pagar el precio de la redención. Él mismo fue aquel sacrificio cuando le pusieron en aquella cruz y fue hecho pecado por nosotros. Él, que no conoció pecado, sólo a Él le fue posible pagar aquel precio terrible. Ningún otro podía hacerlo. El escritor a los Hebreos dijo en 7:25, "Por eso puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos."

Así como el patriarca Job, nosotros también podemos afirmar con él y decir, "Yo se que mi redentor vive y que él será mi abogado aquí en la tierra". Él ya estuvo aquí en la tierra y hoy está en el cielo, a la derecha de Dios. Porque un día murió en la cruz para redimirnos de la esclavitud del pecado. Y la Biblia nos dice, en Filipenses 2, que Dios le exaltó al más alto honor y le dio el más excelente de todos los nombres, para que al nombre de Jesús todos caigan de rodillas ante Él y reconozcan que Jesucristo es el Señor. A usted amigo oyente, no le es posible redimirme a mí. Ni tampoco yo puedo redimirle a usted. Ni siquiera podemos redimirnos a nosotros mismos. Todos somos pecadores. Tratar de salvarse a uno mismo es como el tirar una cuerda salvavidas desde la cubierta superior a la cubierta inferior, cuando un barco se está yendo a pique. Fue necesario que Uno descendiera del cielo para redimirnos. Jesús le dijo a Natanael en el evangelio según San Juan, capítulo 1, versículo 51: "De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre". Cristo es esa escalera al cielo. Jesús es el Único que puede servir como nuestro pariente-redentor.

El libro de Rut proviniendo del tiempo de los Jueces, fue como una bella flor en un terreno lleno de malezas. La fragancia de esta historia ha sido llevada por el aire a los rincones más remotos de la tierra, y revela el hecho de que la redención es una historia de amor. Fue el amor de nuestro pariente-redentor, al vernos sumergidos en la esclavitud del pecado, lo que le impulsó a pagar con Su preciosa sangre el precio de nuestra liberación, y nos ha traído a Su hogar y a Su corazón porque nos amó con amor eterno.

Y aquí terminamos nuestro estudio de este libro de Rut. Saldremos ahora del Antiguo Testamento y en nuestro próximo programa, volveremos al Nuevo Testamento para comenzar nuestro estudio del libro de los Hechos de los Apóstoles, otro libro sumamente interesante. Pero, estimado oyente, no queremos despedirnos sin recordarle que Jesucristo puede ser hoy su Salvador, su Redentor.

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