Estudio bíblico de 2 Samuel 19:24-21:22

2 Samuel 19:24-21:22

Continuamos hoy estudiando el capítulo 19 de este Segundo libro de Samuel. Y en nuestro programa anterior, vimos que Simei, el que había maldecido a David cuando salían de Jerusalén, ahora había venido para recibirle a su regreso hasta con alegría. Y vimos cómo le pidió al rey que no le culpara de maldad ni se acordara de los males que le había hecho al rey, cuando salió de Jerusalén. Reconoció además, que había pecado y ahora había venido el primero de toda la casa de José, para recibir al rey. Pero también vimos que Abisai preguntó si no tendría que morir Simei, por haber pronunciado maldiciones contra el ungido del Señor. Y vimos que David era generoso, era un hombre que sabía perdonar. Él sabía que era rey y ahora tenía toda la autoridad plena como rey. David estaba satisfecho porque Dios le había restaurado a su posición en el trono; ¿por qué había de preocuparse por lo que dijera un hombre como Simei? ¿Por qué tendría que matarle? A nuestro derredor, estimado oyente, vemos que hay tantos cristianos hoy en día que permiten que ciertas pequeñeces les preocupen. Incluso, a veces se trata de asuntos insignificantes. Si Dios le ha bendecido a usted, eso es lo realmente importante. Y entonces debería vivir viendo todas las demás cosas en su verdadera perspectiva, es decir, tal como Dios las ve. Es necesario aprender a vivir por encima de todo aquello que pueda irritarnos innecesariamente.

Iniciemos, pues, nuestra lectura de hoy con el versículo 24 de este capítulo 19 del segundo libro de Samuel:

"También Mefi-boset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; no había lavado sus pies ni cortado su barba. Tampoco había lavado sus vestidos desde el día en que salió el rey hasta el día en que volvió en paz."

Debido a su aprecio profundo por David, Mefi-boset nunca estuvo de acuerdo con la rebelión. Permaneció leal a David, y durante todo este tiempo que estuvo separado de él, había ayunado y orado por el rey. ¡Es bueno tener amigos como éste! ¿No le parece? Y continuamos con los versículos 25 al 28:

"Y cuando llegó a Jerusalén para recibir al rey, éste le dijo: Mefi-boset, ¿por qué no viniste conmigo? Él respondió: Rey y señor mío, mi siervo me engañó; tu siervo le había dicho: Ensíllame un asno, montaré en él y me iré con el rey, porque tu siervo es cojo. Él ha calumniado a tu siervo delante de mi señor, el rey; pero mi señor, el rey, es como un ángel de Dios; trátame, pues, como mejor te parezca. Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte ante mi señor, el rey. Sin embargo, tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho tengo aún de implorar algo al rey?"

Mefi-boset le dijo a David: "Si tú crees que te he traicionado, entonces haz conmigo como bien te parezca. No tengo ningún derecho de pedirte otro favor de ninguna clase". Y el rey le dijo, aquí en los versículos 29 y 30:

"El rey le dijo: ¿Para qué más palabras? Yo he determinado que tú y Siba os dividáis las tierras. Mefi-boset dijo al rey: Deja que él las tome todas, puesto que mi señor el rey ha vuelto en paz a su casa."

Creemos que estas palabras probaron la sinceridad de Mefi-boset. Continuemos leyendo los versículos 31 y 32:

"También Barzilai, el galaadita, descendió de Rogelim y pasó el Jordán con el rey, para acompañarlo al otro lado del Jordán. Era Barzilai muy anciano; tenía ochenta años y había dado provisiones al rey cuando estaba en Mahanaim, porque era hombre muy rico."

Barzilai galaadita era patriarca de otra nación que se había comportado generosamente con David y le había dado provisiones durante la rebelión. Ahora David quería que este hombre regresase con él a Jerusalén, para poder recompensar su generosidad. Y dicen los versículos 33 y 34 de este capítulo 19 del Segundo libro de Samuel:

"El rey le dijo: Sigue conmigo y yo me encargaré de tu sustento en Jerusalén. Pero Barzilai dijo al rey: ¿Cuántos años más habré de vivir para que yo suba con el rey a Jerusalén?"

Barzilai dijo a David: "No me quedan muchos años más. Ya tengo ochenta años. Sé que no me quedan muchos días más y prefiero quedarme en casa. Te agradezco tu oferta generosa de ir a vivir en el palacio, pero a mis años las cosas como esas ya no me atraen de ninguna manera". Y el versículo 35 continúa diciendo:

"¡Ya tengo ochenta años de edad! ¿Puedo distinguir entre lo que es agradable y lo que no lo es? ¿Gustará ahora tu siervo de lo que coma o beba? ¿Oirá aún la voz de los cantores y de las cantoras? ¿Por qué, pues, ha de ser tu siervo una carga para mi señor, el rey?"

Barzilai continúa diciendo: "Yo soy viejo. Ya no puedo oír la música. La comida no me sabe como antes. No quiero echar a perder la fiesta. No quiero ser el que impida que el rey esté contento". Y el versículo 36 dice:

"Tu siervo seguirá contigo un poco más allá del Jordán, pero ¿para qué ha de darme el rey tan gran recompensa?"

Barzilai ayudó a David porque sabía que David era un hombre de Dios. Tenía confianza en el rey. Ésta fue su motivación al ayudar a David.

Es una lástima que David no hubiera sido un poco más generoso con su propio hijo. Cuando Absalón pecó y regresó, todo habría sido diferente ¡si sólo hubiera perdonado completamente al joven! Si sólo le hubiera recibido como aquel padre que recibió, abrazó al hijo pródigo, le vistió y le organizó una fiesta. Creemos que David se habría librado de la rebelión terrible que tuvo lugar.

Al llegar a los capítulos 20 al 22, diremos que el relato incluye eventos como una rebelión, la venganza y el hambre en el reino; y una guerra con los filisteos fuera del reino. Y ahora, al entrar al capítulo veinte, tenemos que Seba formó un partido opuesto a David en Israel. La insurrección fue reprimida por Joab después de dar muerte a Amasa, General que no manifestó ninguna predisposición por reprimir la rebelión. Y una mujer sabia salvó a la ciudad. Ahora, uno creería que después de todo lo que le había sucedido a David, que el Señor dejaría de castigarlo. Sin embargo, no fue ese el caso. El Señor había prometido que la violencia no se apartaría de la casa de David. Sin embargo, aún no oímos a David lamentarse ni quejarse por lo que estaba ocurriendo. Él reconocía que todo formaba parte de justo castigo de su pecado. Leamos, pues, los primeros dos versículos de este capítulo 20 del Segundo libro de Samuel, que comienzan a relatarnos que

Seba encabezó una rebelión

"Aconteció que se encontraba allí un hombre perverso llamado Seba hijo de Bicri, hombre de Benjamín, el cual tocó la trompeta, y exclamó: No tenemos parte con David, ni heredad con el hijo de Isaí. ¡Cada uno a su tienda, Israel! Así todos los hombres de Israel abandonaron a David para seguir a Seba hijo de Bicri; pero los de Judá siguieron a su rey desde el Jordán hasta Jerusalén."

Fue asombroso ¡cuán infieles e indignos de confianza eran los hijos de Israel! Alguien dirá que aquellos fueron tiempos primitivos antes que el ser humano se desarrollara y se civilizara. Pero nosotros nos preguntamos "¿son las cosas mejores en la actualidad?" Resulta interesante que el presidente de una nación o cualquier otro funcionario destacado y que goce de popularidad, pueda hacer una declaración equivocada y luego, al hacerse una encuesta de la opinión pública se descubre que su popularidad ha bajado lo suficiente como para no ser elegido al cargo la próxima vez. Esto revela cuán voluble es la multitud y cuán volubles somos todos nosotros. Dios conoce nuestros corazones. El profeta Jeremías en el capítulo 17, de su profecía, versículo 9 dice: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" Ahora, ¿de cuál corazón habla este versículo? ¿Habla acaso, del corazón de un dictador brutal? Estimado oyente, está hablando del corazón suyo y del corazón mío. Hay elementos perversos en el corazón humano. El apóstol Pablo pudo decir en su carta a los Romanos, capítulo 7, versículo 18: "Y yo sé que en mí, esto es, en mi débil condición humana, no habita el bien; porque el deseo de hacer el bien está en mí, pero no el hacerlo". Ahora, las diez tribus de Israel siguieron a Seba en su rebelión. Y continuamos leyendo aquí el versículo 3:

"Cuando David llegó a su casa en Jerusalén, tomó el rey las diez mujeres concubinas que había dejado para guardar la casa, las puso en reclusión y les dio alimentos; pero nunca más tuvo relaciones sexuales con ellas, sino que quedaron encerradas hasta que murieron en viudez perpetua."

Usted recordará que éstas fueron las mujeres que Absalón había tomado públicamente. Y David entonces no tuvo ningún contacto físico con ninguna de ellas. Avancemos con los versículos 4 hasta el 7:

"Después dijo el rey a Amasa: Convócame a los hombres de Judá para dentro de tres días, y preséntate tú también. Fue, pues, Amasa para convocar a los de Judá, pero se tardó más tiempo del que le había sido señalado. Entonces David dijo a Abisai: Seba hijo de Bicri nos hará ahora más daño que Absalón; toma tú, pues, los siervos de tu señor y ve tras él, no sea que alcance las ciudades fortificadas y nos cause dificultad. Salieron en pos de él los hombres de Joab, los cereteos y peleteos y todos los valientes; salieron de Jerusalén para perseguir a Seba hijo de Bicri."

Amasa había sido capitán de las fuerzas rebeldes al mando de Absalón. De acuerdo con 2 Samuel 17:25 y 1 Crónicas 2:17, Amasa era el hijo de Abigail, una hermana de David, lo cual le había convertido en primo de Absalón. Después de la derrota de los rebeldes al mando de Amasa y de la muerte de Absalón, David le había nombrado capitán de su ejército en lugar de Joab y, en este caso, prácticamente parece que no estaba cumpliendo la orden de perseguir a Seba. Por lo tanto Joab y el ejército persiguieron a Seba. Joab, también mató a Amasa, aparentemente pensando que éste también estaba traicionando a David.

Este capítulo concluye con la acción de Joab persiguiendo al rebelde Seba. Cuando éste buscó refugio en la ciudad de Abel y el ejército estaba listo para atacar la ciudad y capturarle, intervino una mujer sabia. Como resultado, Seba fue muerto por los habitantes de Abel, lo cual puso fin a la rebelión. Sin embargo, como veremos, los problemas de David no se terminaron.

A través de todas estas graves dificultades, David continuó sin quejarse. Sabía que el Señor le estaba castigando. Es evidente, pues, que David salió impune en cuanto a su pecado, pues fue severamente castigado. Fue castigado por Dios mismo. Sin embargo, en todo momento, David siguió amando a Dios. Por debajo de la fe que fracasó, había una fe que nunca falló. No había duda, pues, que David era un hombre de Dios. Era un varón conforme al corazón de Dios, una persona que agradaba a Dios.

Y así, estimado oyente, concluimos nuestro estudio del capítulo 20 de este Segundo libro de Samuel. Llegamos ahora a

2 Samuel 21

Este capítulo 21 se inicia con un período de hambre en las tierras de Israel. Un período de

Hambre por tres años

Se destacan en el relato los siguientes eventos: los 3 años de hambre para los gabaonitas, cesaron cuando fueron ahorcados 7 hijos de Saúl. Los tres años de hambre llegaron como un juicio sobre la nación de Israel, debido a que Saúl había tratado de exterminar a los gabaonitas. Esto lo había hecho, a pesar de que Josué había hecho con los gabaonitas un pacto de paz. Rizpa, mostró bondad hacia los muertos. David, sepultó los huesos de Saúl y los de Jonatán en la sepultura de su padre. Cuatro batallas fueron libradas contra los filisteos, y 4 de los valientes de David mataron a 4 gigantes. David, por su parte, continuó luchando contra los filisteos. Leamos, pues, el primer versículo de este capítulo 21:

"Hubo hambre en los días de David durante tres años consecutivos. David consultó al Señor, y el Señor le dijo: Es por causa de Saúl, y por esa casa sanguinaria, porque él mató a los gabaonitas."

Ahora, la razón por la cual Dios les trajo esta época de hambre, fue algo extraña, pero, en ello hay una gran lección para nosotros. Leamos los versículos 2 hasta el 7 de este capítulo 21 del Segundo libro de Samuel, en los cuales podemos ver como

Los gabaonitas se vengaron de la casa de Saúl

"Entonces el rey llamó a los gabaonitas y les habló. (Los gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino del resto de los amorreos, a los cuales los hijos de Israel habían hecho juramento. Pero Saúl había intentado matarlos en su celo por los hijos de Israel y de Judá). Preguntó, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué puedo hacer por vosotros, o qué satisfacción debo daros para que bendigáis la heredad del Señor? Los gabaonitas le dijeron: No tenemos nosotros queja por cuestiones de plata o de oro con Saúl y con su casa, ni queremos que muera nadie en Israel. Lo que vosotros digáis, eso haré?respondió David. Entonces dijeron ellos al rey: De aquel hombre que nos diezmó e intentó exterminarnos, para que no quedara nada de nosotros en todo el territorio de Israel, que se nos entreguen siete hombres de sus descendientes, y los ahorcaremos delante del Señor en Gabaa de Saúl, el escogido del Señor. Yo os los entregaré?respondió el rey. El rey perdonó a Mefi-boset hijo de Jonatán hijo de Saúl, a causa del juramento que David y Jonatán, hijo de Saúl, se habían hecho en nombre del Señor."

Ésta es una porción extraordinaria de las Escrituras. Para entenderla mejor, tenemos que volver a los días de Josué 9, cuando los gabaonitas lo engañaron, y Josué hizo un pacto con ellos. Ahora, Dios había mandado a Israel que no hiciera pacto con nadie. Un pacto en aquel entonces, de aquel mundo que consideramos no civilizado, era inviolable. Cuando un pacto se firmaba, los términos del pacto se cumplían. Los pactos representaban mucho más que simplemente un trozo de papel. Los pactos no se hacían para ser luego violados. En la actualidad es normal observar cierto escepticismo frente a los pactos entre naciones. La gente ve frecuentemente con suspicacia los intentos de los pueblos por mantener buenas relaciones. Pero, en aquel entonces, la palabra de una nación era tan buena como su sus garantías. Josué, pues, había hecho un pacto con los gabaonitas, pero muchos años más tarde, Saúl lo violó. Ahora, David vio que tenía que rectificar las acciones de Saúl, y tuvo éxito al hacerlo así.

Pero, es interesante también el otro lado de la moneda. A Dios no se le olvidó que Saúl e Israel habían violado ese tratado con los gabaonitas, y por ser Su pueblo, no eludirían las consecuencias y los castigó. Los tres años de hambre vinieron como un juicio. Ahora, permítanos hacer una aplicación aquí, que creemos es válida. Usted y yo, vivimos en un tiempo en el que no se puede decir que haya alguna nación en particular que sea una nación cristiana o que obedece a Dios. Ahora mismo la nación de Israel se halla dispersa. Dios está tomando del mundo hoy un pueblo para Su nombre, de entre todos los pueblos, lenguas, y naciones; y no se puede decir hoy que una nación determinada sea Su pueblo escogido. Sin embargo, Dios trata a la naciones, las juzga, y las hace responsables. No importa la nación que sea. Dios, por ejemplo, juzgó a Egipto, a Babilonia, a Asiria, a Grecia, y a Roma. Y Dios, estimado oyente, juzgará a cualquier país que opte por la inmoralidad, que escoja la rebelión contra Dios, la injusticia, y la persecución de los Suyos. Leamos ahora los versículos 15 hasta el 17, en los que vemos que David se ocupó en

Una guerra contra los filisteos

"Volvieron los filisteos a hacer la guerra a Israel. David descendió con sus siervos y pelearon contra los filisteos. David estaba cansado, e Isbi-benob, uno de los descendientes de los gigantes, cuya lanza pesaba más de treinta kilos, y que llevaba ceñida una espada nueva, trató de matar a David; pero Abisai hijo de Sarvia llegó en su ayuda, hirió al filisteo y lo mató. Entonces los hombres de David juraron diciendo: Nunca más de aquí en adelante saldrás con nosotros a la batalla, no sea que apagues la lámpara de Israel."

David era un gran hombre y sus hombres sabían que no había quién ocupara su lugar. Pero, David ahora era ya anciano, y cuando salía a la batalla se daba cuenta de que no tiene el vigor que tenía antes. Se cansaba fácilmente. Ahora, esa fue una experiencia rara para David. Y los líderes de Israel vieron que David era demasiado mayor como para participar en la batalla, y así se lo dijeron. Le dijeron que se le necesitaba más en casa que en el campo de batalla. Y entonces se desarrolló una gran batalla y Dios dio la victoria a Israel. Leamos el versículo 22:

"Estos cuatro eran descendientes del gigante de Gat, los cuales cayeron por mano de David y por mano de sus siervos."

El gigante del cual se habla aquí en el versículo 22, era Goliat a quien David venció cuando era joven. Recordemos aquella ocasión en que David salió a enfrentarse con Goliat, llevando consigo su honda y cinco piedras lisas. Algunos pensaron que David lo hizo como medida de precaución, para tener piedras en reserva por si fallaba al arrojarle la primera piedra. Sin embargo, oportunamente dijimos que Goliat tenía cuatro hijos, que eran parte del ejército filisteo. David pensó que cuando matase al gigante, sus cuatro hijos vendrían a luchar contra él. Aunque en aquel momento David no pasó por esa experiencia, porque fue mortalmente certero con su primer disparo con la honda, y no tuvo que utilizar las otras cuatro piedras que reservaba para los cuatro hijos de Goliat. Por supuesto, los cuatro hijos esperaron el momento de la venganza. Y si Abisai no hubiera acudido a ayudar a David en esa batalla final contra los filisteos, Isbi-benob, uno de los hijos de Goliat hubiera cumplido su venganza, matando a David. Pero vemos que Dios le protegió por medio de uno de sus soldados más valientes. Una vez más, el Dios en quien confiaba le libró de la muerte. Bien pudo escribir en el Salmo 54:1, las siguientes palabras, que se cumplieron en momentos claves de su vida: "Dios, sálvame por tu nombre y con tu poder defiéndeme". Estimado oyente, usted también puede dirigir esa oración a Dios, para que en la cruel lucha contra el pecado y la maldad, que tratan de esclavizar su alma, el inmenso poder de Dios, evidente en el triunfo de Jesucristo en la cruz y en su resurrección actúe a favor suyo dándole la victoria.

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